La tarde ventosa en la que se realizó la presente entrevista podría haberse sacado de alguna de las leyendas de Bécquer. La lluvia, fina, pero copiosa, mojaba el suelo del compás del convento de Santa Inés, donde el escritor se inspiró para crear su genial obra Maese Pérez el organista. Pilar Alcalá es una entusiasta admiradora de este ilustre sevillano, modelo de insignes poetas que le sucedieron años después. «Cuando voy al Monasterio de Veruela, siento a Bécquer; en Sevilla, me pasa lo mismo en Santa Inés«, dice con emoción.
Para ubicar un poco al lector de Gatrópolis, ¿quién es Pilar Alcalá?
Nací en Sevilla un 8 de diciembre de 1962, cuando todavía ese día se celebraba el Día de la madre. Con Bécquer descubrí la poesía y la primera pasión de mi vida. Me licencié en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. Más tarde, después de varias estancias en Firenze, y descubierta mi segunda pasión, obtuve la Certificazione di Italiano come Lingua Straniera, de la Università per Stranieri di Siena y ejercí como profesora de Italiano en el Instituto de Idiomas de la Universidad de Sevilla. Actualmente soy secretaria de la Asociación Con los Bécquer en Sevilla, presidenta de la Institución Literaria decana de Sevilla, Noches del Baratillo, y miembro de otras asociaciones y de mi grupo más amado, Busilis Escritores. En 2013 organicé los actos conmemorativos del centenario del traslado de los hermanos Bécquer desde Madrid a Sevilla. He pronunciado diversas conferencias sobre distintos aspectos de Gustavo Adolfo Bécquer. En lo que a prosa se refiere, tengo publicados diversos artículos sobre la figura de Bécquer, así como un capítulo en el libro SEM, Los Borbones en pelota, de la editorial Olifante, Zaragoza, 2014. Igualmente, he publicado algunos poemas en algunas revistas. En 2015 obtuve el premio Voces Nuevas de Poesía de la editorial Torremozas y el Premio Nacional de Poesía Rumayquiya en su X Certamen, con el poemario Adamar. No puedo vivir sin la Poesía, le tengo un enorme respeto y necesito leerla y escribirla, sin pretender nada.
Hablemos un poco de la asociación a la que perteneces. Se llama Con los Bécquer en Sevilla, pero ¿dónde radica su origen?
La historia es curiosa. Surgió porque en el año 2012 se hizo una exposición sobre Bécquer en lo que era el pabellón de Estados Unidos, en la Fundación Valentín de Madariaga. La organizó el escultor Jesús Méndez Lastrucci. Yo le ayudé con ella. Más de cien artistas hicieron obras para Bécquer, y cada una iba acompañada de un texto suyo. Esa fue mi función. Me encargué de la parte literaria. Un día me llamó uno de los pintores que participaron y me dijo: «Pilar, vente corriendo al museo que viene Juan Espadas (actual alcalde de Sevilla)«. Entonces estaba en la oposición. Y me fui para allá y le expliqué cosas de la vida de Bécquer, etc. Y él mostró mucho interés. Entonces se me encendió una bombilla, y cuando estábamos despidiéndonos aproveché para decirle que en 2013 se cumplirían 100 años del traslado de los restos de los hermanos Bécquer desde Madrid a Sevilla. Le comenté que me interesaba que en Sevilla se hiciera algo, porque es un hecho que merece la pena recordarlo y celebrarlo. Me respondió que le parecía una buena idea, pero que lo mejor para ello era crear una asociación, y que en septiembre fuera a verle. Así hice. Me reuní con mis amigos becquerianos y la constituimos. Después nos encontramos otra vez con Juan Espadas y su equipo y empezamos a funcionar.
¿El nombre, Con los Bécquer en Sevilla, fue idea tuya?
Salió de entre los cinco fundadores. Para crear la asociación necesitaba a cinco personas. La creé y luego se sumó más gente, como unas 40 personas, incluso con gente de fuera de Sevilla.
¿Cuál es tu cargo en la asociación?
Soy secretaria, pero en realidad es como si fuera la presidenta porque lo hago todo. El presidente por razones de salud ha delegado más en mí, y me dice a veces que tenemos que hacer una asamblea para ponerme de presidenta, pero en realidad me dan igual los cargos, prefiero las acciones. Aun sin ser presidenta hago tantas cosas porque me gusta. Y se creó la asociación porque era necesario hacerlo, pero si no, no la hubiera hecho (risas).
¿Y qué actividades organizáis?
Hacemos muchas cosas. El mes de febrero es el mes de Bécquer, y siempre procuramos hacer varias actividades. De hecho, este año se han hecho muchas. Pero otra cosa que solemos hacer es un acto en invierno, muy entrañable, que se llama ‘Con Bécquer al olor del chocolate’. Porque hay un cuadro de Valeriano Bécquer que se titula “El chocolate”, o “Interior de una casa en un pueblo de Aragón, cuando la familia se reúne por la tarde a tomar el chocolate”. El Hotel Bécquer invita a chocolate con churros a los asistentes y nosotros hacemos un recital, un año con las rimas, otro con las leyendas… En diciembre representamos la leyenda de Maese Pérez el organista. También hacemos recitales en el museo de Bellas Artes, un acto muy bonito dedicado a toda la familia Bécquer. Porque, claro, el padre de Gustavo y su tío, Joaquín Domínguez Bécquer, tienen muchas pinturas dedicadas a Sevilla. Así, leemos párrafos de los textos que Bécquer dedicó a Sevilla, que son muchos, y siempre hay algún cuadro que hace referencia a ese texto. Lo hemos hecho un par de veces. En el panteón, el 22 de diciembre, por el aniversario de su muerte, organizamos un homenaje delante de su tumba. El año pasado, el 21 de marzo, en el Día de la Poesía hicimos un acto precioso llamado ‘La Venta (h)echa poesía’, con la h entre paréntesis con el doble sentido. Recitamos poemas de Bécquer y otros que la gente le había escrito a él. Es algo continuo, con actos institucionalizados, como los del chocolate, Maese Pérez, el panteón… y otros que salen sobre la marcha.
Supongo que el balance de las actividades celebradas el pasado mes de febrero para conmemorar los 182 años de su nacimiento será positivo.
Sí, sí. Por supuesto. Sobre todo con lo de Punto Rojo Libros (con su edición única de la leyenda de La Venta de los gatos, que se regaló a los asistentes al acto de homenaje organizado por la asociación en febrero con motivo de este 182 aniversario del nacimiento del poeta). Fue increíble. Cuando la editorial me lo propuso me hizo feliz. Vi que ya hay más personas involucradas. Y que se implique una editorial sevillana me parece algo estupendo.
A propósito, ¿cómo va el tema pendiente de la Venta de los gatos para rehabilitarla para centro cívico?
El tema no va. No va. A ver, el Ayuntamiento ha hecho todo lo que tenía que hacer. Se aprobó en febrero de 2017 en el Pleno por unanimidad de todos los grupos solicitar a la Junta la declaración de BIC (Bien de Interés Cultural). Ya solo le queda insistir en este asunto. Me reuní con José Manuel Girela (delegado territorial de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía) y me recibió y fue muy amable, diciéndome que no tiene ningún inconveniente para declarar a la Venta como BIC. Pero no me ha vuelto a llamar para continuar con el proceso. Únicamente recibí una llamada posteriormente de María Antonia Teva, la segunda de a bordo, para decirme que habían pensado que lo de declararla BIC no tiene sentido, que es mejor hacerlo con todo lo que tiene relación con Bécquer en Sevilla. Pero le respondí que eso no podía ser. ¿Qué se va declarar? ¿Santa Inés, que ya es BIC?, ¿la glorieta del Parque de María Luisa, que ya es BIC?… Le dije que no. Que tiene que ser solo la Venta. Y volvió a quedar en llamarme. Y cuando me reencontré casualmente con Girela le propuse volver a hablar. Me dijo que le pidiera cita a Teva. Lo hice el 9 de diciembre… hasta hoy. Creo que le están dando largas.
Para quienes no estén en este tema, ¿qué es lo que propone la asociación y qué se necesita?
Comprar la Venta de los gatos por la Junta de Andalucía, que ahora es propiedad privada. Es muy poco dinero lo que hace falta. Son 180.000 euros su precio. Lo que interesa es que sea comprada y declarada Bien de Interés Cultural, para que esté protegida, para que no se pierda, y pueda reconvertirse en un centro cívico. Parece que hay varios compradores, y las intenciones son contrarias a lo que se merece ese lugar: un almacén de chino y una mezquita. El fin de la Venta de los gatos no puede ser otro que el cultural. La gente del barrio (Las Golondrinas) quiere un centro cívico. Me lo dicen cada vez que voy. Hay que comprar la Venta y protegerla. La restauración ya se verá. Tiene que ser orgullo para todos poder decir que conservamos un sitio en el que estuvo Bécquer, donde se inspiró para escribir su leyenda La Venta de los gatos. La patata caliente la tiene la Junta, y veo que no… Pero vamos, esto hay que sacarlo. Y si no la van a declarar BIC, que me lo digan. Yo me busco otros medios, una suscripción popular, lo que sea. Si no se compra acabará cayéndose.
¿Qué te parece otro asunto polémico como fue la multa impuesta por la Junta al convento de Santa Inés por la restauración de su órgano?, el que inspiró a Bécquer en su leyenda Maese Pérez el organista.
Siempre he dicho que la polémica que se montó fue con razón. Han actuado mal las dos partes. Abraham Martínez (el restaurador) no lo hizo de mala fe, por supuesto. He estado muy implicada en la restauración del órgano, y lo sé. Pero siempre he dicho que cuando la Junta puso la multa, lo hizo bien, porque se habían llevado una propiedad (el órgano) del convento sin pedir permiso. Lo tenía que haber pedido Abraham o las monjas. Pero se llevó el órgano para restaurarlo sin más. Y luego se enfadó por la multa… Vamos a ver, la multa es una pasada porque no se ha tenido en cuenta el factor humano. Al final todo ha quedado bien. Estoy muy feliz de que el órgano se haya restaurado, pero las cosas se han sacado de quicio por las dos partes. Pero no me caso con nadie y digo las cosas como las pienso. El órgano se llevó de mala manera y la Junta no se portó bien por ponerles una multa a unas monjas que no tienen ni para comer, cuando además tenía que haberles restaurado el convento, porque los frescos del claustro se caen.
¿De dónde te viene tu pasión por Gustavo Adolfo Bécquer?
Me viene de cuando estaba en el instituto. Además, estudié en el Instituto Bécquer… Estaba en 2º de BUP, y el profesor de Literatura dijo que teníamos que leer o las Rimas y las Leyendas de Bécquer o Cantos de vida y esperanza de Rubén Darío. Como siempre he sido muy lectora, me leí los dos libros. Pero me quedé con Bécquer. Yo tenía 14 años, y cuando leí esa rima que dice «Sabe, si alguna vez tus labios rojos/quema invisible atmósfera abrasada,/ que el alma que hablar puede con los ojos,/también puede besar con la mirada«, me impactó tanto que me quedé con Bécquer (se ríe). Ya no había nadie más que Bécquer. Y el momento fuerte vino en la facultad, cuando te enfrentas a Bécquer de otra manera, con otra edad y con un profesor excelente (Rafael de Cózar). Si no lo hubiera tenido, igual no hubiera descubierto al verdadero Bécquer. Él me abrió los ojos y me hizo ver otro Bécquer, que no era el que siempre nos habían presentado. Ese poeta ñoño, romántico… Él me habló por primera vez de ese Bécquer como poeta moderno, que revolucionó la lírica, y el poeta de donde viene toda la poesía actual española.
De hecho, muchos poetas, sobre todo de la Generación del 27, han bebido de su poesía.
Todos. Se declaran becquerianos. Por ejemplo, Cernuda. Tituló uno de sus libros con un verso de Bécquer; Pedro Salinas, también… Además, Luis Cernuda conoció a Bécquer cuando llegaron sus restos a Sevilla. Sus primas les habían prestado sus Rimas a las hermanas de Cernuda, y él las leía a escondidas porque su padre no quería que el niño leyera. Y tiene un capítulo muy bonito en Ocnos dedicado al poeta. Se hizo poeta por Bécquer y también por Salinas, porque era profesor en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla. Y fue él quien lo animó para que siguiera escribiendo. Los grandes del 27 son becquerianos: Salinas, Aleixandre, Cernuda, Guillén, Alberti, Juan Ramón Jiménez (sin ser del 27, pero estuvo relacionado)… Bécquer se pasó su obra buscando la poesía pura. Siempre buscó a la mujer inalcanzable. Cuando habla de la mujer, habla de la poesía. Por eso, en la Rima XI aparecen tres mujeres. Una rubia y una morena a las que les dice que a ellas no las quiere. Pero cuando se le acerca la tercera, y le dice: «Yo soy un sueño, un imposible,/vano fantasma de niebla y luz./Soy incorpórea, soy intangible,/no puedo amarte«, él le responde: «¡Ven, ven tú!«… Esa es la poesía pura. Bécquer se adelantó a la poesía pura de Juan Ramón, es tremendo. Y esas cosas nunca te las cuentan. Las he ido descubriendo por mis medios. Hasta que llegó Montesinos se habían dicho muchas tonterías sobre Bécquer. Y él sentó las bases y dijo: «esto hay que retirarlo porque es mentira; y tengo las pruebas de ello«. Y Montesinos demostró que la mujer que siempre había sido considerada la musa de Bécquer, Elisa Guillén, ni siquiera había existido, y descubrió a su novia sevillana, Julia Cabrera… Si no hubiera sido por Montesinos todavía estaríamos diciendo las tonterías de antes. Y lo peor es que todavía veo en ediciones modernas de las Rimas, la rima a Elisa, que está muy demostrado que no es de Bécquer. ¡Por favor, quitad esa rima ya! Elisa Guillén no existió (risas). Los profesores no cambian el chip.
¿Ha variado la imagen que se tenía sobre Bécquer?
Sigue existiendo la misma. La gente que está cambiando un poco es la que suele venir a los actos que organizamos nosotros. Siempre insisto en que Bécquer no es el que nos han contado. Defiendo ese Bécquer no romántico, ni siquiera posromántico. Es verdad que hay una parte de su obra que es romántica, pero su romanticismo no tiene nada que ver con el de Larra o Espronceda, o Cadalso. Está en la corriente europea, pero le da ese toque español que no le habían dado los demás.
Pocas veces se habla del Bécquer periodista.
No se habla de él para nada. Siempre recalco que Bécquer se ganó la vida como periodista. Solo publicó un libro. Hubo un proyecto enorme que era sobre los templos de España. Y pensó dedicar un tomo a cada provincia. De hecho, se reunió con la Reina Isabel II, con solo 22 años, y habló con ella, y ella le aseguró que le apoyaría. Pero únicamente salió el tomo dedicado a Toledo. Ese es el único libro que publicó en su vida. Lo que publicaba lo hacía en los periódicos en los que trabajaba. Y solo publicó 16 rimas; el resto apareció cuando murió. Pero la gente no termina de asimilar que fue periodista y censor de novelas. Como no termina de asimilar que no fue un muerto de hambre. «Era el poeta bohemio muerto de hambre…«, dicen muchos. Vamos a ver. Tuvo su época mala, cuando se fue a Madrid. Pero se fue con 18 años y con poquísimo dinero. Como cualquiera que se va a buscarse la vida; como la mayoría de artistas que se han ido. Una vez que empezó a trabajar en los periódicos comenzó a salir adelante. Tuvo un gran sueldo como censor de novelas… Y murió en el Barrio de Salamanca. No era un muerto de hambre, ¿verdad? Antes de morir sí tuvo un periodo malo, en los años 68 y 69, cuando estalló la revolución La Gloriosa. Se perdió el manuscrito de sus rimas, que estaba en casa de González Bravo, el ministro de Isabel II, que fue un admirador de Bécquer, y era su protegido. Iba a publicar las Rimas y a escribir el prólogo. Pero cuando saquearon su casa desparecieron. Bécquer tuvo que irse a Toledo con su hermano. Los dos, separados de sus mujeres, se marcharon con los cuatro hijos. Allí sí pasaron problemas. Él no tenía trabajo y escribía cartas a sus amigos pidiéndoles dinero. Allí reescribió las Rimas de memoria, ¡76 rimas! Demostró su grandeza. Y ahí está el manuscrito del Libro de los gorriones en la Biblioteca Nacional, que se va a perder, porque la tinta se va borrando con el paso de los años.
¿Qué faceta de Bécquer te gusta más?
Todas. Pero últimamente estoy reivindicando mucho su prosa. Las Cartas literarias a una mujer es una obra que me gusta muchísimo, y la recomiendo siempre porque esa es su poética. Ahí expresa lo que es su idea de la poesía. Ahí encontramos algunas rimas glosadas. Quien lea ese libro entenderá muchas rimas. De ellas lo que más me gusta es esa doble lectura que tienen. Bécquer fue muy grande, enorme, porque supo escribir para todo el mundo. Es lo que he dicho antes de la Rima XI. La gente la lee y dice, vale, las tres novias de Bécquer… Pues no. Bécquer busca ahí la poesía pura, y lo hace de esa manera, con tres mujeres. Pero ahora me estoy yendo más a la prosa, a los artículos. Todos no fueron buenos, porque a veces tenía que escribir para comer, y escribió cosas de la prensa rosa. Las hojas secas mantiene la esencia del Romanticismo. Es un texto que escribió poco antes de morir. Tiene otro que creo que es fundamental, llamado Caso de Ablativo. Cuando se inauguró la línea férrea del norte de España, lo mandaron de reportero. Él cuenta todo ese viaje que hizo desde Madrid hasta el norte, de varios días, haciendo una crítica estupenda de las nuevas costumbres que llegaban de Francia.
Además de las más conocidas, ¿qué leyendas te entusiasman?
Me gusta mucho El rayo de luna; también Los ojos verdes, La promesa, que no es demasiado conocida, también me gusta bastante. Quizás, la menos conocida sea La cruz del diablo… y hasta esa me encanta. Se desarrolla en un pueblo del Pirineo catalán donde yo nunca había estado. Y hace un par de años me fui para allá. Hay algunos estudiosos de Bécquer que dicen que nunca estuvo allí, que escribió la leyenda de oídas. Pero cuando estuve en Bellver, con el texto en la mano, me puse a mirar el paisaje y entendí que lo que describe no pudo ni habérselo inventado ni haberlo escrito por lo que le contaran los amigos. Era tal cual. Además, me pasó una cosa muy curiosa. Había leído en internet que en la fonda en la que se hospedó habían puesto una placa recordándole. Busqué el sitio, y allí dos señoras me informaron. Me dijeron que las escaleras eran las mismas de su época. Y en la parte de arriba, el comedor, también es de entonces. Y el cuarto donde dormía, aunque los muebles ya no lo son. Una de ellas era la mujer del nieto del dueño de la posada cuando estuvo allí Bécquer. En ese momento se me cayeron las lágrimas, porque me acordé de la Venta de los gatos. Resulta que en su ciudad, le tapan, y en un pueblo perdido del Pirineo están contentísimos de tener una placa recordando que allí estuvo Gustavo Adolfo Bécquer. Entonces, a esa leyenda (La cruz del diablo), de tanto leerla, le he cogido cariño por lo que me pasó en aquel pueblo. Tienen un monumento a Bécquer, en una plaza preciosa. En todos los sitios lo tienen muy mimado, y en Sevilla, no. Eso me duele.
El regreso a Sevilla de Bécquer y su hermano es un pasaje histórico muy bonito, que no estuvo exento de muchos problemas.
¡Hombre! Yo digo siempre que fue por `San´ José Gestoso (risas). Estuvo 30 años luchando para traérselo, porque nadie lo quería en Sevilla. La Universidad, porque decía que ni había sido alumno ni profesor; y la Iglesia, porque decía que Bécquer `dudaba´. ¿Qué dudaba? Pero, ¿qué mortal no duda en su vida? Nadie lo quería. Y José Gestoso logró traerse a Bécquer, y a su hermano Valeriano. Ya había hecho muchas cosas por él, como poner la placa en su casa natal, que la hizo Antonio Susillo, y una placa de mármol a la orilla del río, donde él decía que quería que lo enterraran, en La Barqueta. Pero esa piedra se perdió. Como no pudo traerse sus restos a Sevilla, al menos, hizo esas cosas, y una misa en su memoria, en San Lorenzo.
Aquel día de su vuelta fue muy lluvioso, muy becqueriano.
Esa es otra anécdota muy bonita, la de la noche que pasaron los Bécquer en la capilla de Las Siete Palabras; es algo que no conoce mucha gente. Aunque hay una profesora de la Facultad de Filología, Marta Palenque, que ha escrito un libro en el que cuenta con detalle todo el proceso de Gestoso para traerlos a Sevilla. Llegaron el 10 de abril por la mañana, en el tren de las 7:40, y la idea era llevarlos directamente desde la Estación de Córdoba a la Anunciación. Se puso la capilla ardiente en la estación, pero se puso a diluviar y alguien dijo que allí no se podían quedar. Y se llevaron los féretros a San Vicente, a la capilla de Las Siete Palabras. La Hermandad tiene aprobado poner una placa para recordar que aquella noche estuvieron allí. Espero que se ponga en el 2020, cuando se cumplen 150 años de la muerte de Valeriano y Gustavo.
En Sevilla no hay una casa museo de Bécquer, donde se pueda recordar su obra.
Para eso queremos la rehabilitación de la Venta de los gatos, para hacer un centro cívico donde exista un espacio dedicado a Bécquer.
¿Qué crees que debe hacer Sevilla para estar en paz con Bécquer, su obra y su figura?
Pues, lo primero, el panteón. Solo se puede visitar los viernes por la tarde. El 22 de diciembre (día de su fallecimiento) no había manera de que me lo abrieran. Me costó muchísimo. El panteón debe estar abierto todas las tardes, pero no solo por los Bécquer, sino por las personas ilustres que están allí. No se le da publicidad ninguna. ¡Hay personas que no saben que Bécquer está enterrado en Sevilla! He propuesto muchas veces hacer una Ruta Bécquer señalizada, como hay en otros países. En Trieste tienen cuatro escritores (Svevo, Saba, Joyce y Tomizza) y allí existe una ruta dedicada a ellos, a sus vidas y a sus obras. Y me he ofrecido en Sevilla a hacer una sobre Bécquer, gratuitamente, pero no hay manera. Me gustaría que se hiciera para el 2020. Ese año se cumplirán 150 años de las muertes de Gustavo y de Valeriano, su hermano, y 100 del nacimiento de Rafael Montesinos. Bécquer es el poeta de Sevilla, del que han bebido los demás poetas de la ciudad. Es el primer poeta moderno. Pero la verdad es que no solo habría que hacerla con Bécquer, sino con Cernuda, Machado… También entiendo que habría que institucionalizar los actos de la conmemoración de su nacimiento y de su muerte. Que no tenga que estar yo siempre moviéndome para que se celebren.