En su nueva obra, Nando López nos lleva por un viaje hacia la búsqueda de la felicidad, pero huyendo de los estereotipos. En Hasta nunca, Peter Pan (Espasa) nos ofrece las herramientas para que nuestras vidas den un giro radical, pero sin obviar la crítica social y el buen humor. Una novela de muchas vidas y muy unida a la actualidad que nos rodea, y con la que cualquiera se puede sentir representado a través de sus personajes.
Hasta nunca, Peter Pan, tu nueva novela, se publicó en marzo de 2020, ¿cómo está siendo la respuesta de los lectores?
Está teniendo una respuesta estupenda. Le tocó el confinamiento justo al poco de salir a las librerías, y se quedó encerrada un par de meses (risas). Pero a pesar de ello ha habido una respuesta muy positiva de los lectores. Y algo muy emocionante es que muchos la han leído en cuarentena, les ha acompañado y les ha ayudado a atravesarla, por lo que he podido recibido mensajes muy emocionantes, de gente que se ha reído, que se ha emocionado, que lo ha pasado muy bien con ella, y además en un momento complicado. Quizás esté recibiendo más mensajes por redes que nunca con este libro, porque la gente está teniendo una conexión muy personal con él. Algo muy bonito de Hasta nunca, Peter Pan es que hay muchos lectores que proyectan sus emociones y recuerdos en la novela. Y me comparten fragmentos contándome su experiencias, haciendo una lectura muy emocional de ella, y eso es algo muy bonito. Estoy muy feliz por cómo está yendo y por esa reacción de los lectores.
Quizás eso sea lo que más guste del libro. Da igual la edad que tengas o a la generación a la que pertenezcas, que te sientes reflejado con algunos de sus personajes.
Aunque el libro está centrado en un personaje, que es David, este aspirante a director que nunca termina de llegar a hacerlo, quería que fuera una novela coral. Hay muchos personajes alrededor de él, y todos con mucho peso. Quería que fuera una historia de historias, es una novela de muchas vidas. Y donde lo que quería contar era que cualquiera se podría sentir reflejado, pero sobre todo hacer una reflexión sobre lo pequeño. Estamos tan obsesionados con vivir la gran película de nuestras vidas, que es lo que le pasa al protagonista, que se nos escapa lo que estamos viviendo. No valoramos el ahora. De alguna manera, la novela es un gigantesco carpe diem, es una invitación a dejar de mirar atrás. Creo que la nostalgia es muy inmovilista, y lo que plantea es mirar hacia adelante y disfrutar del ahora. Es fácil formar parte del mundo de los personajes, porque es nuestra propia realidad. Lo que cuento es lo que estamos viviendo con una mirada que aúne el realismo, por un lado, y el humor por otro. Hay mucha ironía porque tenía ganas de reírnos de nosotros mismos. Es muy sano, nos viene muy bien, pero no lo hacemos demasiado (risas). En esta novela me apetecía reírme de ciertas cosas que hacemos, y que no sé si somos muy conscientes de ellas.
La novela está escrita de una forma muy original, mezclando un “material ajeno” a partir de unos diarios, con tus propias anotaciones y reflexiones, ¿cómo ha sido ese proceso de creación?
Es un juego muy cervantino (risas). Quería hacerle un pequeño guiño a Cervantes, que es uno de mis escritores favoritos, en parte porque también domina el humor. Me divertía mucho la idea de presentar un narrador que cuenta la idea de otra persona, que esa persona a su vez quiere contar su vida en una película. Y al final tenemos dos puntos de vista, el de David, el protagonista, y el del narrador, que es otro personaje. La idea de jugar con la realidad y la ficción me gustaba también porque era una manera de plantear la pregunta de hasta qué punto nuestra memoria es sincera. Cuando contamos algo y lo recordamos, al final lo estamos reinventado, y cambiamos detalles. Hay momentos en los que el narrador y el protagonista no se ponen de acuerdo. Incluso otros personajes protestan porque no están convencidos con lo que se dicen. Me parecía divertido porque es una forma de reflexionar sobre eso; el contar a veces tiene una parte de mentir. Nunca decimos toda la verdad, aunque creamos que la decimos. Y me gustaba la ambigüedad de que al final el lector termine pensando si David existe o no.
Para mí en la literatura es muy importante la estructura, y en este libro está muy cuidada. Fue muy difícil trabajarla porque quería aunar todos esos materiales: los cuadernos con los diarios de David, las escenas que son el guion de una película donde él cuenta su vida, la narración pura, los diálogos… Es una novela con una estructura complicada, pero a la vez quería que fuera una lectura muy fluida.
¿Qué te ha reportado Hasta nunca, Peter Pan como escritor?
Me ha reportado el poder incluir por primera vez el humor en mi narrativa. Escribo teatro también, soy dramaturgo y novelista. En mi teatro el humor aparece muy a menudo, pero en las novelas nunca lo había incluido. Me apetecía abordar temas serios desde la comicidad y la ironía. Es la primera vez que lo he hecho, y ha sido muy liberador y catártico. Lo he pasado muy bien escribiendo este libro. Ha sido un gran esfuerzo, porque tiene una forma compleja que requería mucha verdad, mucho trabajo para que los personajes fueran muy cercanos. La idea era que los lectores se identifiquen con ellos, y para eso los personajes tienen que ser muy redondos. Por un lado me ha costado mucho trabajo, pero por otro, confieso que como escritor es de los libros con los que más he disfrutado. Y lo hermoso es ver que los lectores disfrutan tanto con él. Es una novela en la que he roto muchos frenos, muchas fronteras que me ponía antes al escribir, y me he sentido más libre que nunca, en el entorno, en los personajes… Quizás sea de las novelas en las que más me he permitido ser más yo, y por eso me lo he pasado tan bien (risas).
David es una persona que se niega a madurar, pero los acontecimientos que le sobrevienen y la gente que le rodean le obligan un poco a hacerlo, ¿no?
El título es un juego, creo que nunca hay que dejar de ser un Peter Pan. Tengo muy vivo al adolescente que llevo dentro. El problema es que también hay que darle vida al adulto que somos; a veces nos negamos, y asumir responsabilidades es muy importante. El protagonista tiene tres cambios en su vida en la primera página: su novia rompe con él, su hermana le pide que se encargue de su sobrino adolescente y tiene una nueva jefa y un nuevo proyecto cinematográfico. Esos tres cambios que son de pareja, familiar y laboral alteran su vida de repente, y lo que yo quería era poner al personaje frente a su espejo, al que se mira por primera vez de verdad. Tendemos a recordar tanto el pasado y a idealizar el ayer, que nos olvidamos de mirarnos ahora. No nos gusta el ahora, no lo asumimos. De alguna manera, David pertenece a una generación que sus expectativas no se han visto satisfechas, por como es su vida actual. Quería obligarle a tomar decisiones y a que se diera cuenta de que si no lo hacía él, no lo iba a hacer nadie.
¿Cómo se podría definir a esta novela?
Esta es una novela de atreverse a vivir y a tomar las riendas de nuestras vidas y no dejarnos llevar. David, de alguna manera, llevaba años dejándose llevar, y de repente es él el que tiene que tener el motor de sí mismo, y le asusta enormemente. Ese es el viaje de la novela, y no supone que tengamos que renunciar a ser niños, sino también, además, hay que aprender a ser adultos. Ese es otro de los temas del libro, es un aprendizaje que nunca se acaba y que nunca tenemos las respuestas. Por eso buscaba la comparativa de la convivencia con Unai, el sobrino adolescente. Tenemos a un adolescente real, que es él, y otro sentido, que es David. Es un poco hablar también de que la edad no trae demasiadas respuestas, hay cosas que seguimos sin saber. Pasan los años, seguimos con dudas, y no está nada mal asumirlas.
En parte esa negativa a madurar de David viene de la crisis personal que sufre. Y que se puede extrapolar a cualquier generación posterior a la suya, como a la que pertenezco. Se nos ha exigido que estudiemos, que nos preparemos bien, pero después al salir al mundo laboral no se nos ha correspondido igual…
Totalmente. Hay una serie de generaciones que compartimos esa sensación de que se nos ha vendido un discurso, que luego no se corresponde con la vida que hemos tenido. Y ese contraste es muy salvaje. Este libro creo que efectivamente lo puede leer cualquiera, de cualquier edad, y se puede identificar, porque sigue ocurriendo. A veces caemos en un mensaje tan edulcorado; se nos ofrece una versión de nuestra niñez y adolescencia, que cuando llegamos a la vida adulta, es imposible que nos satisfaga. Porque además tenemos un contexto cada vez más salvaje, más competitivo… De eso también se habla en la novela. Me gusta mucho la crítica social, intento hacerla siempre desde una perspectiva adulta, es decir, que cada lector interprete lo que quiera. Pero también hay una mirada sobre que estamos construyendo una sociedad precaria, donde es muy difícil tener una estabilidad laboral, familiar, personal… Y cómo esa precariedad afecta a todo, a la seguridad, a la autoestima… Hay un momento en el que David atraviesa una profunda depresión, y eso viene del contexto laboral, precario y sin horizonte. Eso sigue pasando, y ahora por desgracia se va recrudecer con esta crisis. También quería hablar un poco de eso, creo que hay una serie de generaciones que hemos vivido las crisis, nos han ido cayendo, y todas ellas han marcado nuestra forma de ser, porque somos parte de esa sociedad. Contrasta enormemente con ese discurso edulcorado que se nos ofrece a veces. Pienso que ahí la filosofía Mr Wonderful es muy peligrosa (risas). Y en parte es lo que hace que los personajes de la novela no terminen de asumir su realidad.
También se habla en la novela de la presión social que existe para hacer las cosas, y el tiempo estipulado para cumplirlo todo: estudiar, trabajo estable, matrimonio, hijos… Y la típica frase de “Ya tienes una edad…”, que tanto le repiten al protagonista. Otro punto que sumar a esa insatisfacción personal, ¿no?
Eso también es universal, todas las generaciones lo hemos vivido (risas). Y se mezclan dos temas que para mí eran importantes. Primero, las expectativas familiares. Cómo pesa lo que quiere nuestra familia que seamos, lo que espera de nosotros. La cantidad de veces que nos preguntamos si estamos a la altura o no de lo que esperaba y si tenemos que estarlo. Es una relación difícil a veces, padres, madres, hijos, hijas… Y lo segundo, las expectativas respecto a la edad. De la cantidad de prejuicios y de cánones, y lo que supuestamente tenemos que conseguir a los 20, a los 30, a los 40… Como todo eso convierte la vida a veces en una competición. Ahí me interesaba mucho la relación entre Bea y David. No es casualidad que sean mellizos, quería que nacieran en el mismo punto, y cada uno tiene un recorrido. De alguna manera ante sus padres son rivales de una carrera de a ver quién consigue saltar más obstáculos y quién llega más lejos. Creo que eso provoca una inmensa infelicidad, y sobre todo una insatisfacción constante, porque nunca vas a dejar de tener nuevos objetivos. Al final da igual lo que consigas, siempre habrá algo más que conseguir. Esa sensación de que nuestra vida son etapas que hay que ir cubriendo me parece que es una forma muy triste de vivir, sobre todo porque parece eso, saltar obstáculos y sin disfrutar de ningún momento, solo pensando en lo que va a venir. Y eso por desgracia es algo que ocurre, cualquiera lo ha podido sentir alguna vez, o se ha comparado con la gente que tiene su misma edad, como hace David; compara qué ha conseguido él y qué han conseguido otros.
Has hablado antes de la nostalgia, y en la novela se hace mucha mención a ella. Siempre se ha dicho eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, ¿se puede considerar esto como una trampa?
¡Total! La nostalgia es una trampa muy peligrosa porque conduce al inmovilismo, y el inmovilismo nos impide crecer, construir… He sido profesor, ahora ya no, pero he dado clase muchos años, y creo que un profesor no puede ser nostálgico. Si educas es porque piensas que existe un mundo mejor. Y yo escribo porque creo que puede existir un futuro mejor. A mí lo de que “el pasado fue mejor” me parece que siempre es peligroso, y que al final tiene que ver con la insatisfacción del presente, pero no es verdad que fuera mejor. En el pasado había problemas y situaciones hermosas como las hay ahora; buenos y malos momentos. Por ejemplo en la novela el tema que quería plantear, al hilo de esto, era cómo para los que somos LGTBI, ahora que estamos en el mes del orgullo, el pasado fue mucho peor que este presente. Quienes tuvimos 15 años en los 90’s no tuvimos ningún tipo de referente ni visibilidad, y sin embargo, quienes tienen 15 años en 2020, tienen muchos más referentes y visibilidad, como le pasa a Unai. Quería presentar a un adolescente que no tiene ningún problema por ser visible y lo habla con total libertad y felicidad. Esto no ocurría 20 años atrás. Mirar constantemente al pasado es una trampa, y además es olvidar lo conseguido. Al pasado hay que mirarlo para recordar todo lo que ha habido que luchar por conseguir los derechos que tenemos. Lo que no puede ser es que nos quedemos mirando hacia atrás, sino vivir el ahora, y por supuesto no caer en la idealización, porque esto además nos lleva a subestimar el presente y a las nuevas generaciones, que es algo que también me parece muy triste. El no empatizar, el no darnos cuenta de que nosotros estuvimos ahí, tuvimos esa edad y los mismos problemas.
En la descripción del libro dices que es “una novela sobre las películas que nos contamos y las que no nos atrevemos a vivir”, ¿el cine ha generado grandes expectativas en nuestras vidas?
¡Sin duda! La ficción forma parte de nuestra educación. Crecemos viendo películas, viendo series, leyendo libros… Y todo ello forma parte de nuestro crecimiento personal, de lo que esperamos conseguir, incluso desde nuestra educación emocional. Determinado cine nos ha enseñado cómo debería ser supuestamente el amor, y cuesta mucho después deconstruir esa imagen, esa mitología que hemos ido adquiriendo. Tiene un enorme poder la ficción, por eso creo tanto en ella como una herramienta de construcción social. El hecho de que la ficción sea visible, abierta y diversa, ayuda a quien la lee a abrir su mente, a derribar muros, derribar prejuicios y a plantear muchos interrogantes. En este caso el mundo del cine está ahí, porque es uno de los grandes lenguajes de nuestro tiempo y forma parte de nuestra memoria desde muy pequeños. Recordamos las primeras películas que vimos. Todos tenemos memorias asociadas al cine, películas favoritas, bandas sonoras… Y de alguna manera quería hablar de cómo eso a veces, si nos perdemos en la ficción, nos puede llevar a creer que nuestra vida debe ser tan épica, como si estuviésemos en Star Wars, cuando todo es mucho más sencillo y más cotidiano. Dígamos que la épica viene de otras dificultades que no tienen nada que ver con lo que vemos en el cine. Pero sí que este es uno de los grandes elementos de la novela. Quería hacer además un homenaje a esas películas que nos han marcado. Y a cómo muchas veces cuando estamos viviendo la realidad, lo estamos comparando con nuestros referentes cinematográficos. Sí es verdad que en muchas ocasiones caemos más en la mitomanía que en atrevernos a vivir (risas).
Me han parecido muy interesantes los personajes de Bea y de Laura (hermana y jefa de David, respectivamente). Cómo enfocas y transmites a través de ellas una problemática que se extiende a muchas mujeres de tener que demostrar constantemente que valemos para ocupar determinados puestos, o el compaginar la vida personal y la profesional.
Para mí son fundamentales los personajes. Por un lado son redondos, y por otro, femeninos. Aquí son muy fuertes, tanto el de Laura como el de Bea, y a través de ellos puedo contar cómo todavía tenemos un peso enorme del machismo, cómo todavía seguimos en una sociedad muy heteropatriarcal, donde la mujer sigue recibiendo un peso terrible por el mero hecho de ser mujer. Me parecía muy interesante contar la historia de estas dos mujeres de mi generación, inspiradas en muchas de mis amigas y en muchas de mis conversaciones con ellas, en las que me dejan de manifiesto constantemente, cómo tienen esa exigencia de tener que demostrar el doble, por solo ser mujeres. Y cómo además sigue habiendo roles que siguen de alguna manera pesando los quieran o no. A Bea como madre se le exigen cosas, que no se le exigen al padre. Su ex no tiene el mismo grado de exigencia social que tiene ella. Y el hecho de que sea una persona que tiene clarísimo que su carrera profesional es una de sus prioridades, hace que sea juzgada por parte del entorno, como si eso fuera un problema para su faceta como madre. De alguna manera es algo que sigue ocurriendo. O ese feminismo mal entendido, que es el que solamente es superficial y de pose, como la charla a la que asiste Laura. Ese capítulo era una forma de hablar de cómo en ocasiones caemos en lo evidente, en lo fácil, en el icono o en el hashtag, en estos tiempos de postureo, de los que también se habla en la novela. Pero faltaba un feminismo real, asumido, consciente, que tenga un cambio y un impacto profundo.
No es casual elegir el mundo del cine, Laura es directora. En los últimos Oscar no había directora nominada, en las categorías técnicas apenas había. En los premios cinematográficos y teatrales las mujeres están casi siempre en las categorías de interpretación. Sin embargo forman parte de todo el tejido industrial del mundo cultural, y pese a ello su visibilidad es menor. Me parece que todavía sigue ocurriendo, y nos conformamos a veces con una imagen que es mucha más superficial, que un cambio profundo, habiendo problemas de brecha salarial; sigue existiendo el techo de cristal… Nos falta mucho feminismo, y por eso quería dos mujeres muy fuertes, con las ideas muy claras, y que representaran esa lucha constante por triunfar en todas las facetas de la vida. O cómo de alguna manera sienten que tienen que luchar contra esos prejuicios, esos roles de género que todavía siguen existiendo. Bea tiene además el peso de ese rol de género como madre, parece que es cuestionada por ser de una determinada manera. Ella quiere mucho a su hijo, pero no lo quiere desde la manera o los hábitos convencionales, no tiene quererlo así. Sin embargo es juzgada por ello. En este caso son dos de mis personajes favoritos, y además tienen inspiración en la vida de mis amigas muy queridas, que son quienes de alguna manera me han influido para escribirlas.
En la novela también están representados los adolescentes. Además has dedicado la mayor parte de tu trayectoria profesional al mundo juvenil, ¿qué es lo que más te gusta de ellos?
Creo que les ha tocado un momento muy difícil, a muchos niveles, y sin embargo lo asumen con una voluntad muy constructiva. Generalmente la adolescencia que conozco es a través de mis libros juveniles, es muy inquieta, con muchas ganas de aprender, de crecer, de tomar decisiones. Y la verdad es que tenemos una adolescencia que merece mucho la pena. Me enfada mucho cuando escucho comentarios que generalizan de manera negativa. Tenemos una adolescencia muy interesante y con mucha voz.
Fotografía de portada de SM.