Su última novela, Las hijas del Capitán, es un reconocimiento a aquellos españoles que emigraron a Nueva York en los años 30 en busca de un presente y un futuro que no tenían en nuestro país. Años duros en tierra extraña y lejana. María Dueñas atiende a Gatrópolis para hablarnos de una obra excelente que cautiva al lector, y en la que unas luchadoras mujeres acaparan el protagonismo.
Las hijas del Capitán es una parte de la historia de América desde el lado de los españoles que marcharon allá en busca de una nueva vida. ¿Qué le llevó a escribir una historia en este contexto histórico, en los años 30, y en una ciudad como Nueva York?
La chispa inicial fue descubrir que en Nueva York existió una interesante colonia de inmigrantes españoles en las primeras décadas del XX. Sin llegar a ser tan numerosos como otras nacionalidades –italianos, alemanes, rusos o irlandeses, por ejemplo—, con su esfuerzo y su tesón también contribuyeron a hacer crecer la ciudad y el país. Vivieron a caballo entre dos mundos, esforzándose por asimilarse al nuevo sin dejar jamás de sentir una nostalgia terrible por lo que dejaron atrás. Se trata de un episodio tan apasionante como desconocido sobre nuestra emigración que creo que valía la pena recuperar.
Ahora que se habla tanto de las corrientes migratorias viene bien recordar que muchos españoles cambiaron su vida de una manera tan radical.
Exacto, no se nos debería olvidar que nosotros también fuimos una nación de emigrantes no hace tanto tiempo. Aquella mano de obra resultó necesaria para levantar rascacielos y cavar túneles, para descargar barcos, fregar suelos y echar carbón a las calderas de las fábricas, para trabajar en las cocinas y salas de los restaurantes y conducir los transportes públicos. Algunas mujeres también buscaron empleo, pero la mayoría solía quedarse en casa, aunque allí también trabajaban, principalmente cosiendo piezas para talleres de confección. Entre la colonia de inmigrantes se establecían redes de solidaridad, existían asimismo sociedades de ayuda y beneficencia, a menudo regionales (Centro Asturiano, Casa de Galicia, Círculo Valenciano, Centro Andaluz, Centro Vasco-Americano, Centro Montañés…) y a veces trasversales (Sociedad Española de Beneficencia, La Nacional…) Todas ellas funcionaban como organismos aglutinantes en los buenos y los malos momentos, lo mismo organizaban festejos y verbenas que ofrecían asistencia médica, ayuda en los trámites, o incluso subvencionaban los entierros.
Aunque el origen de la novela está en las vicisitudes de un hombre, Emilio Arenas, en Las hijas del Capitán el protagonismo lo acaparan cuatro mujeres, su esposa y sus hijas.
Me interesaba explorar la peripecia de la emigración desde el punto de vista de las mujeres; normalmente eran los hombres los que primero emprendían esa aventura, pero hubo también mujeres que participaron en aquellos movimientos migratorios, a veces reclamadas por sus padres o maridos para lograr la reunificación familiar, y a veces lanzándose ellas solas, por sí mismas. Quería adentrarme en su devenir, sus sentimientos, sus reacciones, sus emociones… A partir de ahí creé a unas protagonistas que, con su entereza y su coraje, nos dan una gran lección de vida.
En 2009 publicó El tiempo entre costuras, ¿cómo ha evolucionado la obra de María Dueñas según María Dueñas?
Quiero pensar que ha evolucionado de una manera coherente, ofreciendo nuevas historias cada tres años más o menos, pero manteniendo aquello que sedujo a los lectores desde el principio: tramas interesantes, personajes entrañables, escenarios y coyunturas sociales e históricas que resulten atractivos, y un estilo narrativo con personalidad propia.
Se habla a veces del vértigo que produce el folio en blanco, el inicio de cualquier escrito. ¿Tras su reconocida y premiada experiencia siente aún esa sensación?
No quiero sonar petulante, pero he de reconocer que soy poco dada a los vértigos y los miedos. Lo que la gran aceptación de mis novelas consigue es sobre todo estimularme, ilusionarme y llenarme de energía y ganas de seguir trabajando.
Carlos Gardel, don Alfonso de Borbón, Xavier Cugat… varios personajes históricos y reales aparecen de distinta manera en la novela. ¿Por qué ha combinado la ficción con la realidad?
En la novela integro a algunos personajes célebres que en aquellos tiempos se movían por Nueva York porque me parecen figuras emblemáticas y con vidas apasionantes que valía la pena recuperar. Hay efectivamente numerosas referencias a la presencia de Gardel en Nueva York, todo un icono para la colonia hispana de los años 30. Veremos también al catalán Xavier Cugat, que en aquellos tiempos triunfaba con su orquesta en el gran hotel Waldorf Astoria. Conoceremos asimismo al conde de Covadonga, primogénito del rey Alfonso XIII y heredero al trono de España hasta que renunció a sus derechos dinásticos para casarse con una joven cubana. Alfonso de Borbón, conde de Covadonga, intervendrá en la trama de la novela para ayudar a las hermanas Arenas en su sueño de abrir su night club. Además de ellos, hay también evocaciones a Rita Hayworth, que era hija de un inmigrante sevillano y por entonces empezaba a despuntar en el mundo del cine.
Las tres hijas de Emilio Arenas, Victoria, Mona y Luz, están tan unidas que podrían formar un solo personaje. A pesar de ello, tienen caracteres totalmente distintos. ¿Mona es el faro de la familia?
Efectivamente, las Arenas son unas hermanas muy unidas pero, a la vez, presentan personalidades individuales bien definidas. Victoria, la mayor, es aparentemente la más serena y reposada, aunque demostrará que es capaz también de dejarse llevar por tormentosas pasiones. La pequeña Luz es la más dulce e incauta, talentosa para el ‘artisteo’ y a la vez poseedora de un gran candor. Y Mona, la mediana, es la más audaz y práctica, y por eso tiene el arrojo para concebir un ilusionante proyecto y arrastrar a las otras con el fin de intentar hacerlo realidad, así que sí, quizá podemos decir que es el ‘faro’ de la familia aunque, cada una a su manera, las tres resultan cautivadoras.
Es tanta la fuerza que poseen los personajes secundarios (Luciano Barona, Sor Lito, los mismos padres de Victoria, Mona y Luz, Remedios y Emilio Arenas…) que por sí mismos darían para su propia novela. ¿Cómo ve esta opinión?
Todos son personajes por los que siento un enorme cariño y desde luego todos ellos arrastran vidas apasionantes que podrían dar para varias novelas. Pero creo que su recorrido termina con el final de Las hijas del Capitán; ahora es momento de despedirme de ellos como escritora, y sumergirme en una nueva aventura literaria.