El mal de Corcira (Ediciones Destino) es un nuevo título de la exitosa serie de novelas protagonizada por Bevilacqua y Chamorro. La creada por Lorenzo Silva, y que en esta entrega establece el inicio de la trama en el seguimiento de un caso relacionado con un brutal asesinato en Formentera. Pero esta vez no será un asesinato cualquiera. Habrá sorpresas importantes.
¿Cómo se encara una nueva entrega de una obra exitosa como la suya? ¿Existe aún el temido miedo a la página en blanco?
Depende del autor, supongo. Yo sí he tenido bastante pánico, incluso, a la página en blanco, cuando empezaba. Pero desde hace bastantes libros no puedo decir que sienta miedo a la hora de empezar. Cuando comienzo una novela es porque estoy muy seguro de lo que quiero contar, cómo lo quiero contar, por qué lo quiero contar, y ahí es cuando me pongo a escribir. Y cuando arranco no paro (risas). Con este libro incluso me he sorprendido de la velocidad a la que lo he podido escribir. Es un poco más largo y más complejo que los anteriores, pero lo he podido escribir en tres meses, y desahogadamente. Creo que el miedo a la página en blanco tiene mucho que ver con la falta de una idea clara de lo que vas a hacer. Hay escritores que incluso prefieren trabajar así, un poco a tientas o por intuición. Y ahí sí entiendo que pueda haber más miedo. Pero cuando has trabajado mucho previamente la idea del libro, y la forma, y tienes pensado desde la trama hasta los personajes, realmente, ese miedo lo perdí hace tiempo.
Rubén Bevilacqua regresa a su pasado merced a un crimen perpetrado en Formentera, con una víctima que no es una cualquiera.
Sí. Se lleva, de hecho, más de una sorpresa. Por no destripar la novela, la sorpresa inicial es que la víctima es alguien que ha estado en ETA, que ha estado en prisión por ello, le descoloca porque eso forma parte de su biografía. Para cualquier investigador, un crimen que tenga como víctima a un militante de una organización terrorista supone una complicación. Pero para un investigador que ha estado en la lucha contra esa organización terrorista, además de la complicación policial, supone abrir un baúl que tiene bien cerrado. Esta novela tiene dos viajes, el de la investigación y el de los recuerdos y la experiencia que esta le devuelve a la memoria al investigador.
ETA aparece, efectivamente, en la trama de esta historia de una manera más latente que en las anteriores ediciones de la saga. No se trata de algo concreto. ¿Es algo madurado desde hace tiempo?
ETA aparece en la primera novela de la saga, de una manera muy velada. Bevilacqua dice que estuvo en el Norte, pero todos sabemos lo que significaba eso para un guardia civil en los años 90. Y cuando ETA anunció que cesaba la actividad armada, eso aparece en La marca del meridiano. Es decir, todos los hechos importantes de ETA en estos últimos 20 años han ido apareciendo en la saga. Y siempre que aparece la palabra ETA, a él se le remueve algo. Y desde hace más de 20 años, tengo la idea y la certeza de que había que contar esa historia. No es algo que se me haya ocurrido ahora de golpe. Sabía que en algún momento, cuando lo pudiera hacer con una mínima perspectiva, sabía que Bevilacqua viajaría a esa historia y a esa aventura de la lucha antiterrorista.
El título El mal de Corcira hace referencia a la antigua isla griega donde según Tucídides se vivió una dura batalla entre convecinos. ¿Intxaurrondo es el centro neurálgico de la Corcira española que conoce Bevilacqua?
Sí, Intxaurrondo es la sede de la comandancia de Guipúzcoa. Y Guipúzcoa es, dentro del País Vasco, donde más actuó ETA. Casi la mitad de los guardias civiles fueron asesinados allí. Pero no es el lugar donde ETA mató más, sino Madrid, mi ciudad, y con bastante diferencia. Y además, más de un atentado lo he visto… Mataron a un vecino mío, cuando mataron a un teniente coronel en la calle Virgen del Puerto, yo iba por la M30, y de repente oí el zambombazo, y vi la columna de humo, y yo estaba quizás a unos 800 metros. ETA tuvo más presencia en Madrid que en ningún otro sitio. Pero es verdad que Guipúzcoa era el territorio donde ETA se jugaba su ser o no ser. Allí tenía más comandos, y es donde se formó el núcleo de la lucha antiterrorista. Como era donde más actuaba, en ese cuartel de Intxaurrondo fue donde se comenzó a gestar la idea de que había que contrarrestar esa amenaza. Vinculado al cuartel de Intxaurrondo hubo algún episodio que acabó en los tribunales y con condenas de guardias civiles por actividades ilícitas. Pero también en Intxaurrondo estaban los que empezaron a trabajar con la información, los que empezaron a hacer labores de inteligencia policial, y finalmente consiguieron desmantelar a la organización. Eso empezó en Intxaurrondo.
¿El mal de Corcira es ETA?
Bueno, Corcira en la obra de Tucídides es la primera polis de la que se habla que vivió una guerra civil. Habla del odio entre vecinos, de la confrontación de dos partes de una misma comunidad. Es la primera vez que alguien decide que su vecino es su enemigo, y lo combate; se considera lícito matarlo. Eso fue lo que pasó en el País Vasco a raíz de la actividad de ETA. ETA consideró que la manera de conseguir esa Euskal Herria socialista que era su utopía, era asesinar a sus vecinos, y asesinar a guardias civiles. Y por si alguien pensaba que los guardias civiles no eran vascos, ETA mató a muchos vascos, pero a muchísimos vascos. Eran tan vascos como el que apretaba el gatillo. No fue una guerra, pero sí un enfrentamiento civil. Fue ese fenómeno tan inquietante como que alguien le pudiera pegar un giro en la nuca a su vecino.
Toda obra de arte encierra un mensaje, ¿cuál le gustaría que le llegara al lector al terminar de leer El mal de Corcira?
Prefiero pensar que cualquier obra debe tener mensajes abiertos, para que en función del receptor se genere la interpretación más acorde a la mirada que este tenga sobre el mundo. Con esta novela no he querido mandar un mensaje concreto ni inequívoco. Lo que he querido en cierto modo es combatir la desmemoria. Somos un país muy desmemoriado y tendemos a olvidar de una manera que a veces creo que es patológica. Hay un olvido saludable, hay un olvido inteligente, hay cosas en las que no hay que empantanarse, pero cuando uno olvida demasiado rápido y selectivamente, ya no me parece algo saludable. He intentado combatir la desmemoria con cosas que han sucedido no hace tanto tiempo, luces y sombras que también tiene la acción del Estado y de sus defensores, eso no está oculto en la novela, pero he intentado hacer un ejercicio de memoria. Hay quien cree que la desmemoria es una solución, pero yo creo que no es una solución.
Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.