En 2019 Lorenzo Silva y Noemí Trujillo publicaron a cuatro manos la novela Si esto es una mujer (Ed. Destino), un thriller con la inspectora de policía Manuela Mauri como protagonista. Recientemente ha salido la segunda entrega de las andanzas de este personaje con el sugerente título La forja de una rebelde.
La forja de una rebelde, un título muy potente y poderoso inspirado en una destacada obra de la literatura española, de Arturo Barea. Habéis dado en la diana. Me encanta. ¿Es una consecuencia de la trama que desarrolláis en la novela? ¿Qué nació primero, la trama o el título?
Lorenzo Silva: (Risas). Quizás han nacido un poco en paralelo. Desde el principio de la serie siempre nos planteamos que hubiera una inspiración literaria y que hubiera un homenaje a algún autor importante, a algún libro relevante del siglo XX (la primera novela es Si esto es un hombre, de Primo Levi). En este caso llegamos a Barea porque es un autor que a los dos nos interesa mucho. Su relato es autobiográfico pero también es un fresco de la España del primer tercio del siglo XX. Es destacable lo que transmite y la voz con la que lo hace. La idea que teníamos con respecto a la historia es la historia de unos personajes en los que ese elemento de la rebeldía contra el mundo en que viven nos conforma de alguna manera. Y nos conforma en todos los sentidos; positivos y negativos. Eso lo cuenta muy bien Barea en su libro. Esa rebeldía que la siente desde el principio y le convierte en el escritor que es. De camino le lleva a ciertos impulsos autodestructivos. Es una persona que sufre mucho. Cuenta con mucha sinceridad el sufrimiento que le produce su rebeldía.
Noemí Trujillo: Uno de los momentos que más me gustan cuando me siento con Lorenzo a pensar lo que vamos a escribir es esa decisión que tenemos que tomar de a qué escritor o escritora del siglo XX le tenemos que hacer un homenaje. En el primer libro fue Primo Levi. Y estuvimos los dos de acuerdo en que había muchos motivos para que en este segundo fuera Arturo Barea. Me alegra mucho que te guste el título. A mí también me gusta bastante. ¿Por qué Arturo Barea? En esta segunda entrega de la serie, de alguna manera, abordamos la pérdida de forma literaria. Todas las pérdidas que hemos podido sufrir con la pandemia. Y Barea es una metáfora de una generación entera que lo perdió todo con el exilio. Decía Almudena Grandes que nuestra democracia actual es muy deudora del exilio y de los exiliados, y Barea representa a todos los que tuvieron que irse del país después de la Guerra Civil. Murió fuera de España y lo perdió todo al marcharse. Pensamos que era, entre otras muchas razones, muy adecuado para este segundo libro.
La rebeldía, según como se vea, puede ser considerada como algo positivo o negativo. ¿Desde qué perspectiva la habéis querido tratar?
Lorenzo Silva: (Risas). Hemos intentado que los rebeldes que aparecen en esta historia, que son varios, empezando por la propia protagonista, que también habla de su propia rebeldía frente a sus mayores y también se enfrenta a la rebeldía de sus propios hijos contra ella, que en el retrato, en el abordaje de esta dimensión de la rebeldía, no haya un mensaje unívoco o simple. La rebeldía, incluso en un momento, virulenta, desordenada, de algunos de estos personajes es necesaria para su construcción como individuo. Es verdad que con la rebeldía, uno, o encuentra algo que hacer, que sirva para construir y para construirse, o puede convertirse en un impulso destructivo o incluso autodestructivo.
Noemí Trujillo: Creo que todos tenemos un poco de rebeldía. La clave está, como dice Lorenzo, en qué hacemos con esa rebeldía. Durante la pandemia se han dado algunas circunstancias muy contradictorias. Por ejemplo, algo que me provoca rebeldía es ver los parques infantiles precintados, que parecían la escena de un crimen, y tener todos los prostíbulos del país abiertos. Eso me provocaba rebeldía e indignación. El tema es qué hacemos con esa rebeldía, hacia dónde la encauzamos.
La forja de una rebelde es una novela muy realista y actual, tanto que está ambientada en la pandemia del Covid-19 y, sobre todo, en el confinamiento que vivimos. En tu vida, Noemí, se produjo un triste suceso, al que creo que le haces un guiño al comienzo, ¿verdad?
Noemí Trujillo: Efectivamente. Ha habido varias circunstancias personales que han marcado la escritura de este libro. Una de ellas fue que el 14 de marzo de 2020, el día que el Presidente anunciaba el estado de alarma que entraba en vigor al día siguiente, me llamó mi hermana para comunicarme que nuestra madre, que tenía patologías previas, había fallecido. Fue duro de asimilar. Me tocó vivir en primera persona esa experiencia de un duelo en la primera ola, con el caos de muertes que padecimos, con el estado de alarma, en un estado de aislamiento, que no podíamos salir, que fue muy difícil de gestionar, y de ahí nace ese deseo de dar testimonio de contar lo que nos pasó. Para mí era muy importante que estuviera en el primer capítulo. De alguna manera, más allá de que me sucediera a mí, es algo que le ha pasado a muchos hijos. Durante la pandemia han perdido a sus padres. Y algunos padres han perdido a sus hijos. Quería dedicarles un recuerdo a ellos, a todas las personas que han perdido a un ser querido. De todas las pérdidas que hemos podido tener, las más importantes han sido las humanas. Era necesario dar testimonio de eso y contarlo para evitar la indiferencia ante la muerte.
Has dicho una palabra muy importante como es indiferencia; indiferencia ante la muerte. Ese riesgo que corremos por la rutina de tantos fallecidos…
Noemí Trujillo: Sí, efectivamente. Si no has tenido una pérdida directa corres el riesgo de que no te duela. Lógicamente a las personas que han perdido a un ser querido les van a doler esas cifras de muertos. Pero si no te tocan directamente, quizás no alcanzas a saber la dimensión social que tienen. Manuel Vázquez Montalbán tiene un poema que se titula Olvidable la muerte de todos. A nivel individual, la muerte de todos es olvidable, salvo que seas una persona muy excepcional. Pero hemos vivido un proceso de muerte colectiva. Por eso era para mí tan importante que estuviera, y encima desde el primer capítulo. Además hay una escena que me conmueve, y es que no le pasa a Manuela, le pasa a su mejor amiga y no sabe qué decirle. Ese no saber qué decir es importante, porque realmente ¿qué les decimos a todos estos hijos que han perdido a sus padres, a todas estas personas que han perdido a un ser querido? Yo, realmente, no encuentro palabras. Por eso está muchas veces el no saber qué decir ante lo que nos ha ocurrido, porque ni siquiera hemos tenido tiempo de asimilarlo aún.
La literatura sirvió mucho de refugio para ti, ¿verdad?
Noemí Trujillo: Para mí, mucho (risas). Yo siempre defiendo el poder terapéutico de la literatura. Está en varias escenas de este libro. Para mí han sido muy importantes los libros. En toda mi vida y, especialmente, en este proceso de duelo.
De hecho, en La forja de una rebelde hacéis un homenaje constante a la literatura, desde el título mismo…
Lorenzo Silva: Manuela es una policía que lee. Con este personaje puede llamar mucho la atención (risas). Igual llama menos la atención si pensamos en la cantidad de autores de novela negra que son policías, en activo o que lo han sido hasta hace poco. Hay personas que se dedican a la investigación criminal y cuya vinculación a la vida está relacionada con la literatura. A través de la lectura, no sólo afrontan el paso de los días, o como hace Manuela, la relación con sus hijos, con el pequeño, con el que lee clásicos de la literatura para tratar de construir una relación mejor que la que tiene con su hijo mayor, sino que también es una persona para la que la lectura es una dimensión más de la existencia; también ha construido así su sensibilidad. Y esa sensibilidad aflora en todas las facetas de su vida; también a la hora de investigar un crimen, y de relacionarse con las personas con las que tiene que tratar. Por ejemplo, Manuela, enseguida se da cuenta de que la persona que descubre los dos cadáveres, que es la hija de la víctima, es una chica de 20 años, inteligente, inquieta, lectora, con la que encuentra un territorio de comunicación natural. Esa es una manera de llegar a ella. ¿Por qué no contar todo esto con normalidad? Contar que la literatura y los libros forman parte valiosa de la vida de muchas personas, no sólo de los intelectuales, los especialistas…
Noemí Trujillo: Es algo que nos ha hecho ver la situación en confinamiento. La importancia de los libros. Pero en la novela también hay referencias de canciones, de películas… de toda la cultura que nos ha acompañado cuando estábamos solos con nosotros mismos.
La novela es un thriller policíaco que no desaprovecha la oportunidad de tocar además temas de nuestra vida diaria, como las dificultades de las mujeres para conciliar su trabajo y su vida familiar, la excesiva dependencia del móvil de muchos jóvenes, la relación padres/hijos…
Lorenzo Silva: Nos interesa humanizar a los personajes, no sólo a nuestra investigadora, Manuela, sino también a los que aparecen a su alrededor, y anclar la ficción en la realidad, en las razones por las que verdaderamente se cometen crímenes entre nosotros. Y para buscar ese anclaje y esa correspondencia con la realidad nos gusta indagar en sus detalles, que pueden parecer pequeños, pero que también nos parecen una buena manera de abordar algo que quizás todavía es demasiado grande o está demasiado cerca para analizar en toda su profundidad, como es la pandemia y el impacto que ha tenido sobre todos nosotros. No tratamos sobre eso; no es una novela sobre la pandemia o que la explique. Pero sí queríamos hacer un relato que mirara a esa realidad y a través de aspectos particulares que nos permitieran tener atisbos de en qué medida esto ha sido relevante en nuestra existencia, por medio de las peripecias de una mujer que es investigadora de homicidios, pero que también es madre, tiene una pareja con la que entra en crisis, tiene problemas de salud que ha de atender con un sistema sanitario absolutamente desbordado por una pandemia… Es decir, eso que tiene que ver con la dimensión real de la vida de las personas y también con la manera en la que esta situación excepcional en que la sociedad lleva dos años ha venido a trastocar las vidas de todos.
Noemí Trujillo: El desafío era un poco contar el lado emocional de esta pandemia que nos ha afectado a todos. Y a Manuela, que es una investigadora de homicidios, pero no es Robocop, también le ha afectado emocionalmente. Queríamos contar también este relato paralelo a la investigación policial del doble crimen. Y por eso vamos viendo todas las cosas que le van sucediendo, con su pareja, en su casa, con sus hijos, con sus problemas de salud… No es una persona diferente a nosotros. Cualquiera se puede reconocer en este personaje.
La forja de una rebelde está escrita a cuatro manos, algo no habitual. ¿Cómo es posible ponerse de acuerdo para llegar al objetivo de concluirla?
Lorenzo Silva: (Risas). Bueno hay que hacerlo con mucho cuidado; igual que cuando escribimos solos. Es muy importante que se llegue a un acuerdo previo, que haya consenso sobre lo que quieres contar, cómo contarlo, quiénes son las personas que protagonizan la historia, por qué hacen lo que hacen… Todo eso se consensúa antes de empezar a escribir. Y si no es así vas camino del desastre. Esto te puede llevar muchos meses. Podemos tardar muchos meses antes de escribir la primera línea (risas). Y una vez que tenemos todo eso abordado vamos desarrollando la técnica. Esta es la quinta vez que escribimos juntos, la segunda con este personaje, y vamos encontrando más posibilidades. Algo muy importante también es la confianza. Y tiene que ver con dejar al otro que haga aportaciones, y que haga apuestas, y que estas te sorprendan favorablemente. Y lo logra trabajar tú para enriquecerlas. Eso es algo que no te pasa solo. A ti mismo no te sorprendes. Metafísicamente es imposible (risas). Pero con otro, sí. Con otro, de repente, puedes ver un ángulo, o encontrarte con una mirada, una perspectiva a la que tú no habrías llegado. Y que de pronto el otro te pone en la mesa y puedes jugar con ella porque el truco es compartir ideas.
Noemí Trujillo: Yo estoy muy contenta con Lorenzo. Hemos pasado el confinamiento juntos, no nos hemos divorciado, hemos conseguido terminar el libro, y como hemos dicho en alguna entrevista, la vajilla de casa sigue entera (risas). Le estoy muy agradecida a Lorenzo por la confianza que desde el principio mostró al invitarme a escribir con él la novela. Y durante este tiempo, los dos años que han pasado entre el primer libro y el segundo, he reflexionado mucho sobre este acto que es la escritura en colaboración con otro. En investigación quizás estamos acostumbrados a ello. Incluso Manuela trabaja en equipo. Ella no es un detective privado. Tiene que entenderse con los demás. Y la mirada de los otros es muy importante para ella. De alguna manera, escribir con otro es eso que hace Manuela cuando pregunta a los demás cómo se pueden hacer las cosas. Y nace de esa conversación que puedo tener con Lorenzo. Y me ha ayudado mucho a crecer como escritora. Y le estoy muy agradecida.
Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.