Partiendo de una reflexión personal sobre el concepto de la identidad y el reflejo de su uso en el bien común, Lorenzo Silva nos vuelve a atrapar con su última novela: Castellano (Ediciones Destino). Una revisión de la revuelta de los comuneros contra el despotismo de Carlos V que acabó en un baño de sangre y con el pueblo de Castilla vilipendiado. En 2021 se cumplen 500 años de aquel olvidado episodio histórico.
Castellano es una novela aunque reúne muchos elementos que la hacen distinta a lo que estamos acostumbrados, con reflexiones del autor, una narración novelada de sucesos históricos, incluso con detalles que recuerdan al ensayo al ofrecer la perspectiva objetiva de lo sucedido en aquella revuelta de los comuneros en 1521…
Sí. Yo la he escrito como una novela. Cuando decimos novelar, queremos decir fabular. Y lo que no he hecho es fabular. Para mí, novelar es ordenar una historia a través de una narración que intente sumergir al lector en lo que le estás contando. Estos hechos pueden ser ficticios o no. Crecí leyendo que Crónica del alba es una novela, o que La forja de un rebelde es una novela, y son las autobiografías de Ramón J. Sender y Arturo Barea, respectivamente (risas). Pero están contadas de una manera novelesca, con sentido narrativo y con voluntad de sumergir al lector en la historia. Es una narración muy distinta, histórica, y en ésta siempre estás lejos, fuera de la historia. Una novela se distingue porque mete al lector. Aquí es verdad que no sólo hay elementos narrativos, los hay también de viajes, reflexivos… si se quiere, históricos, pero predomina la narración. Soy un narrador. Para quien considere que la ficción es requisito inexcusable de la novela, es verdad que hay poca ficción en esta.
El título es un único nombre, Castellano, pero transmite sobriedad, fuerza, y dice mucho; no ha sido necesario usar más palabras.
Sí. Porque el castellano no sólo es la persona a la que se reconoce oriunda o heredera del legado de Castilla. También es el nombre del idioma y en el fondo, la palabra tiene carácter. Por eso no entendí necesario poner más.
La novela comienza con una reflexión del autor hablando del sentido de la identidad. Se trata de un elemento común en la obra de Lorenzo Silva.
Sí, sobre todo por defecto. La mayoría de mis personajes son extranjeros, apátridas, gente desubicada. Bevilacqua coincide con estas características. Me interesa esto, sobre todo, porque los que estamos aquí en este siglo somos herederos de los dos siglos anteriores, del XIX y del XX, que han vivido como el apogeo y la exageración de las identidades nacionales, llevadas hasta el extremo de provocar de todo, desde cambios de régimen hasta genocidios. Precisamente, por su pulsión colectiva. Porque la identidad se ha convertido en un asunto de la colectividad gestionado al margen del individuo. Y este ha tenido que agachar las orejas y plegarse a un dictado sobre la identidad. Este libro en buena medida es un alegato contra eso. Cuento mi propio proceso de preguntarme qué soy. Y he encontrado unas respuestas. No porque esto tenga mayor interés. No meto a mi persona porque mi proceso sea más importante, sino para invitar al lector a hacer su propio proceso y, sobre todo, para hacerlo como a mí me ha resultado enriquecedor hacerlo, en términos estrictamente personales. No quiero satisfacer ningún canon, ni del castellano ni del madrileño ni del andaluz ni del español para hablar de identidades. Quiero encontrar mi forma personal y que todo eso me enriquezca. En la medida en que ser castellano, andaluz, español o madrileño pueda empobrecerme, esa identidad no la quiero. Por más que me la quieran imponer o me digan que es preceptiva. Estoy en contra de la identidad preceptiva.
Quizás lo peor que podemos encontrar en la historia es la manipulación y el olvido interesado. Como puede parecer que ha ocurrido con los sucesos narrados en Castellano…
Sí, sí. La Revolución de las Comunidades ha sido víctima de esos dos procesos. Por un lado, de la manipulación. Se ha querido interpretar en sentidos muy diversos. Hay quien ha interpretado la revolución como un movimiento a favor del emperador, de la modernidad que representaba Carlos V, y hay quien ha presentado a los comuneros como una especie de resentidos, nostálgicos medievales… Eso obedecía a una agenda política que los cronistas del emperador, que querían defender a su señor, llevaron a cabo. Uno lo puede entender. Pero también ha habido lo contrario. En el siglo XIX, los liberales buscando unos ecos en la historia idealizaron en cierto modo la revolución comunera y, a lo mejor, hicieron una interpretación anacrónica. Es una revolución muy moderna pero no podemos decir que sea una revolución moderna en el mismo sentido que la Revolución Francesa. No sólo hay dos siglos y medio, sino muchas categorías de todo tipo que no existían en el siglo XVI. Al final es una historia (lo he podido experimentar con este libro, hablando con la gente y ahora al publicarlo) que no se conoce. Toda esa manipulación ha llevado a que las raíces profundas del movimiento se desconozcan. ¿Por qué se produce la revuelta? ¿Por qué se convirtió en revolución? ¿Quiénes eran los personajes que estuvieron? ¿Quiénes la impulsaron? ¿Quiénes la hicieron fracasar dentro del propio movimiento? ¿Quiénes salvaron la corona de Castilla para Carlos V? Porque él estaba en Flandes y luego en Alemania. Si hubiera sido por él habría perdido Castilla y a lo mejor todo el imperio. No sé… personajes como el almirante de Castilla, como el cardenal Adriano, como el licenciado Bernaldino, que es uno de los juristas de las comunidades… Son personajes completamente desconocidos. Nadie los conoce. Nadie tiene ni idea de quiénes fueron. Sí se saben los nombres de Padilla, Bravo y Maldonado, pero le preguntas a alguien de dónde era cada uno y ya empieza a dudar. Y si le preguntas a alguien por alguna circunstancia personal de ellos, el 99% sería incapaz de hacerlo.
Con Carlos V hemos crecido con la imagen de un rey divinizado, poderoso, por encima de todo…
Claro. Era un chaval de 20 años que apenas conoce Castilla, que viene aconsejado por unos flamencos bastante rapaces (risas). Eso está acreditado. Y comete error tras error. Eso lo dice el cardenal Adriano, que fue su preceptor. Y le dice que le están aconsejando muy mal. Que las decisiones que toma son contrarias al interés del reino. Que así lo puede llegar a perder. Y el almirante don Fadrique, que es uno de los que le salvan el reino, le manda dos cartas muy largas diciéndole que ha cometido todos los errores posibles. Así no se puede gobernar. Luego, Carlos V evoluciona hasta cierto punto y cambia. Pero en ese momento es un chaval al que le han metido en la cabeza que va a ser el nuevo Julio César, y está bastante atolondrado. Tomó decisiones despóticas, de un tirano. Y, repito, esto lo dicen sus propios consejeros; ni lo digo yo ni lo dijeron los comuneros.
En el caso de Padilla, Bravo y Maldonado, el concepto que se ha tenido de ellos es el de héroes, por su valentía y por cómo murieron, pero como comentas, realmente son unos desconocidos.
Además es curioso porque el más carismático y determinante es Padilla. Es un poco el héroe popular. Capitán general del ejército, fue un personaje con mucho carácter. Pero Juan Bravo era mayor que Padilla, estaba muy relacionado con la burguesía de Segovia, y también es muy interesante. Tiene otras dimensiones que no se han tratado normalmente. Y al pobre Francisco Maldonado lo mataron por mala suerte. Su primo también se llamaba Maldonado, Pedro Maldonado. En principio iban a matar a este, pero como era sobrino de uno de los grandes nobles de Castilla que defendieron al emperador, su tío intercedió para que no lo hicieran. Qué cosa más atroz. A Francisco Maldonado lo ajusticiaron porque el que estaba en su lugar estaba mejor relacionado. Eran primos pero él no era sobrino de ese gran personaje (risas).
El papel de la mujer en esta historia es muy importante. Es bueno que salga a la luz lo que hicieron Juana I de Castilla, madre de Carlos V, o María Pacheco, la mujer de Padilla.
Sí. Es que, además, las dos, fueron muy importantes. No es una interpretación subjetiva mía. La viuda de Padilla, María Pacheco, sostiene a la revolución en Toledo casi un año después de la derrota de Villalar. Los documentos dicen que era una mujer con mucho carisma. Consiguió ganarse a la gente común de Toledo siendo miembro de la gran nobleza castellana. Se enfrentó a los suyos por su marido. Y es una mujer realmente notable. Tuvo mucha entereza hasta el final. No se humilló ante el emperador. Tuvo mucha personalidad. Y Juana de Castilla, siempre conocida como Juana la Loca y como un personaje irrelevante, en ese momento, si no es por ella, igual su hijo hubiera perdido Castilla y el imperio. Eso lo dice Adriano de Utrecht. Y para mí siempre será Juana I de Castilla, no Juana la Loca.