'Lorenzo Silva: “Bevilacqua se enfrenta al fracaso de los otros desde el suyo mismo”'

Los amantes de la obra literaria de Lorenzo Silva están de enhorabuena y, por ende, la literatura en general. Porque ha regresado con Bevilacqua y Chamorro en un nuevo capítulo de la saga que hace varios años iniciaron estos guardias civiles. La llama de Focea devuelve al hispano uruguayo y a su compañera a una situación compleja en la que han de investigar el asesinato de una joven catalana en el Camino de Santiago.

Lorenzo Silva: “Bevilacqua se enfrenta al fracaso de los otros desde el suyo mismo”

La llama de Focea es una nueva entrega de las andanzas de Bevilacqua y Chamorro como protagonistas; sobre todo de Bevilacqua, que parece que lleva la voz cantante. 

Sí, bueno, digamos que la historia pasa mucho por él porque como está su pasado y es el que se ocupa de la parte un poco más compleja de la investigación, pero al final el peso verdaderamente lo lleva Chamorro. Como el narrador es él estamos donde está él, y Chamorro queda en esta novela un poco en un segundo plano.

Es verdad que Bevilacqua es un personaje que engancha por su capacidad para razonar y reflexionar, su calma y ponderación…; por esa pausa que parece que da a las cosas, ¿verdad?

Eso espero, eso espero… Siempre ha habido una cierta predilección por ciertos lectores y espectadores en el caso de la ficción criminal audiovisual por policías más expeditivos, por utilizar ese adjetivo. Pero de Bevilacqua lo que me gusta es que no es expeditivo. No se precipita. No tiene que llegar rápido a los sitios, sino bien. Si no llega bien no vale para nada. Si un policía judicial no hace bien su trabajo da igual que lo haga deprisa. Lo que producirá será el efecto contrario. Quien tiene que responder ante un delito encuentra alguna posibilidad para no tener que hacerlo. Con lo que tengo muy claro que este es el personaje, que piensa, analiza, que quiere hacer las cosas bien, que no es impulsivo, que no es violento, ni abusivo con los demás… Hay otros policías que poseen otro perfil y tienen su público.

Al igual que en El mal de Corcira has vuelto a recurrir para el título de la novela a Grecia. Y en La llama de Focea haces un símil entre esta ciudad que fue griega y Cataluña.

Es como una metáfora. Focea es la ciudad griega que fundó Ampurias, la colonia griega en la costa de Gerona. Hay catalanes que dicen que ellos son depositarios de la herencia griega. Pero en realidad no lo serían de la herencia griega, sino de Focea. Grecia era muy grande. Tenía muchos estados. Y uno de esos era Focea. Heródoto nos cuenta quiénes fueron los foceos, y cómo la ciudad terminó cayendo en manos de los persas. Y cómo reaccionaron los foceos. No quiero decir que sirva para explicar el ser de Cataluña. Pero por lo menos da que pensar. 

La llama no deja de ser otra metáfora más, ¿no?

Sí, sí. La llama es porque cuando las ciudades griegas fundaban una colonia, en el espacio público había un fuego que venía a simbolizar a los dioses protectores de la ciudad. Y ese fuego se prendía con una antorcha. Se trasladaba hasta la colonia y allí se encendía otra hoguera para simbolizar, más o menos, el legado de la ciudad fundadora en esa colonia. Ese legado siempre es complejo. A veces se tiende a pensar que hay sociedades puras o tienen un espíritu determinado. La sociedad catalana, como la española en general, tiene muchos legados. Y uno de ellos es este. Pero es un legado, quizás, menos simple de lo que algunos pretenden. Ese espíritu de los foceos no sólo es un espíritu racionalista. También era un espíritu que tenía una componente pasional, irracional, que es lo que les lleva a embarcarse en un barco pequeñísimo y atravesar el Mediterráneo entero para fundar una colonia a miles de kilómetros de donde nacieron. 

En La llama de Focea la trama navega entre el presente y el pasado de Bevilacqua. Es una manera de conocerlo mejor. Hablamos de un pasado que el protagonista no suele llevar bien.

Lo lleva como puede. Como hacemos todos, ¿no? (risas). Lo que no tiene es un pasado glorioso y triunfal. No todo lo ha hecho bien. Pero es lo mismo que podemos decir los demás. No creo que nadie haya hecho todo de manera correcta. A mí me interesaba que en esta historia él no mirara al fracaso ajeno por encima del hombro. En esta novela aparecen personas que en cierto modo fracasan. Empezando por los personajes que están vinculados a ese movimiento independentista que en cierto modo fracasó. Y sería muy fácil que los juzgara con superioridad moral. Y sería poco interesante.

Pero cuando él mira el fracaso ajeno se ve obligado a recordar el suyo, porque está en el mismo lugar donde él fracasó, en Barcelona, donde vivió cosas importantes para él. Circunstancias que lo forjaron como persona y como profesional, pero también tuvo algunas experiencias que le llevaron por unos caminos que no debió tomar. Y que le llevaron, no al éxito, sino a todo lo contrario. Y me parecía bien que Bevilacqua se enfrentara al fracaso de los otros desde el suyo. 

Lorenzo Silva: “Bevilacqua se enfrenta al fracaso de los otros desde el suyo mismo”
Fotografía de Patandi

Bevilacqua vivió la intransigencia de los nacionalistas vascos pero también conoce el radicalismo de los catalanes. El asunto de la identidad lo vuelves a tocar en esta novela. Él también se siente mal ante los sucesos vividos en ambos conflictos.

Él tiene un problema de identidad. Es medio español, medio uruguayo. Con su padre apenas ha tenido trato. Su madre ha sido su referente, pero por otro lado ella misma se lo dice, “no sólo eres hijo mío, también de tu padre”. Un padre al que apenas conoce. Con lo que la identidad para él es un asunto problemático. Así, cuando tropieza con gente que tiene tan clara su identidad, ya sea un etarra o un terrorista de Terra Lliure, o un independentista catalán, siente una cierta extrañeza. Pero también con sus compañeros. Cuando ve a alguien muy imbuido de un espíritu patriótico español, que él tampoco tiene, también se sorprende. Él es un personaje de identidad confusa en una sociedad donde predominan las identidades taxativas. Y eso le descoloca pero también lo convierte en un observador interesante de unos y de otros. No termina de casarse con nadie. Intenta entender a ambos. 

La llama de Focea es un thriller policiaco en el que convive el asesinato de una chica catalana con situaciones que poseen grandes connotaciones políticas, en la misma línea de El mal de Corcira.

Sí. A mí no me parece mal. No intento hacer política a través de las novelas. Si tengo ideas políticas y  la necesidad de expresarlas, lo hago en mis artículos. En las novelas no intento defender tesis políticas. Intento exponer cómo determinadas personas en la sociedad en la que vivo han obrado dejándose arrastrar por motivaciones políticas. En la novela aparecen personas de todas las ideologías, independentistas muy convencidos, catalanes anti independentistas, catalanes nacionalistas, pero no del todo independentistas, no tan exaltados, guardias civiles muy anti independentistas, guardias civiles más tibios, guardias civiles como Bevilacqua, que es un tipo más abierto a explorar las razones del otro, las comparta o no. Yo creo que está bien que los personajes en la ficción hagan consideraciones políticas. Que hagan reflexiones políticas. Que tengan perspectivas políticas.

Todos tenemos una perspectiva política de la realidad. Bevilacqua es apolítico por obligación. No puede pertenecer  a ningún partido político, ni expresar en público sus opiniones porque es militar. Pero su vida ya es una toma de postura política. Alguien que decide trabajar durante tres décadas al servicio de la ley y del orden establecido está tomando una postura política. Todos las tomamos permanentemente. Incluso lo es ponerse de perfil.

Hay autores que dicen que no se posicionan políticamente, pero eso también es hacerlo. Porque se posicionan a favor del poder en la sociedad en que vives. Si eres un autor catalán no posicionarse es hacerlo a favor de la Generalitat de Cataluña, que es quien gobierna y dirige. Si eres un escritor español te estás poniendo al lado del gobierno de España. Si no tomas postura quiere decir que no cuestionas nada. ¿Y qué es lo que hay que cuestionar?, el poder.

Fotografía de portada de Aniol Resclosa.

PUBLICADO POR:

¿QUIERES COMPARTIR ESTE POST?

DEJA UN COMENTARIO

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *