Lola Vendetta nació en 2014 de la pluma y la mente de la ilustradora Raquel Riba Rossy. La autora quería con este personaje expresar lo que sentía ante situaciones incómodas, y muy a nuestro pesar normalizadas por la sociedad, y a las que muchas mujeres se enfrentan cada día. Actualmente las viñetas que narran las historias de Lola recorren el mundo y son leídas por miles de chicas. La semana pasada, Riba presentaba su último libro, ¿Qué pacha, mamá? en la librería Caótica. Motivo idóneo para charlar con ella sobre su arte, su obra o su visión del mundo que le rodea.
Lola Vendetta es el alter ego de Raquel Riba, ¿cómo es ella? ¿qué os diferencia?
Lola vive en un mundo imaginario y se puede permitir licencias que en el mundo real no se pueden. Más que alter ego es como una extensión a la hora de expresarme. Es mi lado más gamberro. Yo creo que soy mucho más tranquila que el personaje. Tengo muchos más momentos de paz que Lola. Ella vive en un mundo de alboroto bastante fuerte.
¿Por qué nació este personaje?
En 2014 vivía en un piso de estudiantes, con cinco chicas. Yo trabajaba de azafata de eventos. Creo que en ese contexto vas viendo desigualdades varias, como que tú tengas que llevar tacones durante todo el día, y que tus compañeros puedan ir planos. Que se te exija estar siempre complaciente con los clientes hombres. Y en ese contexto se empieza a edificar un poco Lola. Y se cruza con una cosa que me pasó en el metro de Barcelona. Me senté al lado de un señor mayor, que me empezó a tirar los trastos, y pensé “¡oh, my God!”. Me puse a hablar con él con toda la soltura, pero por hablar. Y pensé “aquí pasan dos cosas”. Este señor tiene como 80 años, y sin ningún problema, sin dudar que él puede estar haciendo mal, se siente con toda la libertad del mundo a tirarme los tejos. Y sin contemplar que yo soy una niña al lado de él. No piensa que alguien le pueda decir que no haga eso. No estaba bien, y era una de las muchas veces que me pasaba eso. Pero ese día me pareció como la gota que colmó el vaso. Entonces llegué a mi casa, pillé lápiz y papel, y terminé esa historia un poco diferente. Eché al tío a las vías del metro, con el personaje, y el viejo como que explotaba. Y Lola quedaba toda ensangrentada. La viñeta terminaba diciendo “viejitos entrañables”, y “entrañables” estaba escrito con entrañas. Ahí empezó sin tener nombre y sin voluntad de alargarlo más. Lo hice un poco en plan me voy a desahogar con ese personaje, porque siento que tengo cosas dentro y no quiero sufrir las consecuencias de dejarlas ahí. Utilicé el personaje como una vía de escape.
En 2013 te licenciaste en Bellas Artes, ¿cuándo tomaste conciencia de tu pasión por dibujar?
Yo dibujaba en todos lados, en todos los libros, en todas las clases… Me regañaron mil veces por dibujar en el colegio cuando no se tenía que estar haciendo. Siempre he sabido que quería dedicarme a esto. Aunque obviamente ha habido sus momentos de dudas, como cuando te vas haciendo mayor, y te paras a ver el mundo profesional y dices “yo no sé cómo voy a vivir de esto”. Pero sí, la pasión por el dibujo la he tenido siempre.
Te encuentras presentando tu libro, ¿Qué pacha, mamá?, que se publicó en abril de 2018, ¿qué descubriremos en él?
Desde que Lola está en la barriga hasta hoy, y pasa por todos los procesos. Es la historia de una hija imperfecta y de una madre imperfecta, muy ocupada, que no puede con todo lo que tiene que afrontar sola. Y una hija que es independiente, pero a la misma vez tiene una codependencia muy fuerte con la mamá. Crecen muy juntas, hacen mucho equipo. Pero en un momento dado es como que le falta dependencia mental, y tiene la necesidad de romper con eso, de liberarse de su madre de alguna manera, para poder ser ella misma.
¿Y cómo está sintiendo el feedback del público?
Está siendo muy guay, porque con el libro anterior había mucha gente joven en las colas de firmas. Y ahora vienen muchas chicas con sus madres, mujeres más mayores… Como que se ha ampliado el abanico de edades, y la verdad es que me gusta mucho. Lo regalan mucho a amigas que están embarazadas o que tienen pensado tener un bebé. Lo regalan en plan “esto es lo que te va a venir en cierta manera” (risas). Y me mola mucho la idea de que se regale este libro como un libro de maternidad, cuando es de todo menos idealista. Es más bien todo lo contrario.
¿Cómo surge la idea de este libro?
Surge un poco como medio obligación. El primer libro tuvo mucho éxito, entonces la editorial me dijo “¿y el segundo para cuándo?”. Y empecé a hacerlo. Tuve muchas dudas al principio, no sabía muy bien cómo enfocarlo, pero decidí comenzar a dibujar, a soltar viñetas y ya luego las ordenaba. Todas alrededor de la relación madre-hija. La edición de este libro fue graciosa, fui a la editora, que se llama también Lola, y le presenté 200 viñetas. Iban todas del mismo tema, pero no estaban ordenadas. Yo tenía un orden en mi cabeza, más o menos cronológico, pero no lo estaba. E hicimos con ella ese trabajo de decir “¿cómo ordenamos esto para que sea una historia?”. Fue todo un poco accidental. También tuve una mudanza, volvía a casa de mis padres durante tres meses. Entonces tuve una convivencia muy intensa con mi madre, hablamos muchas cosas, le iba enseñando las viñetas. Ella se reía, y me decía “¡buah, qué cabrona eres!” (risas). No lo construimos juntas, pero lo fui contrastando todo el tiempo con mis padres, y veía su reacción. También pude ver si se entendía el mensaje de “no vengo a destruir a la madre”. Cuenta más bien lo contrario. Entender que hay un momento necesario de ruptura en la adolescencia, pero para poder después mirar a tu madre a la cara como un ser humano más.
Tus diseños rompen unos tabúes que nos han impuesto desde siempre, son naturales, frescos, cuentan verdades de las mujeres y de la vida, ¿por qué existe tanto pudor por hablar de cosas que forman parte de nuestra naturaleza del día a día? ¿crees que algún día se superará esa barrera?
Creo que la estamos empezando a romper ahora, y tengo mucha fe en que vamos a empezar a hablar de estos temas sin problemas. Además no hay nada de malo en hablarlo, al contrario, implica una salud mental muy positiva. Cada vez hay más círculos de mujeres, para poder contrastar estas cosas. Me da la sensación que durante muchos años estuvimos aisladas, viviendo muchas vidas por separado. Había muchas mujeres, hasta hace relativamente poco, encerradas en sus casas con poca comunicación real, desde el alma. Creo que ahora lo estamos haciendo. Y que va a ser muy positivo, sin duda.
“No tod@s tenemos útero, pero tod@s hemos vivido en uno”, esta frase refleja un poco eso. En el tema de la maternidad parece que ya sí que se están cayendo vendas en ese aspecto, ¿no?
Estamos en un momento muy chulo en el que las redes sociales permiten que todo el mundo diga algo. Eso tiene su lado negativo, como todo, pero en el lado positivo puedes romper con ese lado idílico de la maternidad que nos han hecho siempre creer. Y establecer una complicidad entre mujeres para compartir que también es un fastidio en otras cosas, y nos podemos ayudar y hacer tribu. Podemos decir “no sé cómo hacerlo, me siento mala madre, me siento triste desde que tengo un hijo…”. Podemos empezar a hablar de estas cosas sin que implique que seas una mala persona, que a veces tenemos ese complejo. Parece que no quieres a tus hijos por decir que la maternidad te está fastidiando más de lo que tú pensabas. Cuando no tiene nada que ver, son dos cosas paralelas. El amor que le tienes no tiene nada que ver con cómo te sientas tú con la participación y la interacción en la maternidad o en tu vida en pareja. Y ese equilibrio se establece con la comunicación.
Es muy importante lo que se transmite por las redes sociales, los mensajes que se envían a la gente. Con más de 200.000 seguidores, ¿hasta que punto esto es una responsabilidad?
Es heavy. Es una presión, incluso a veces a nivel creativo cuesta. Hablo de un tema que tiene cierta controversia, y en ocasiones tienes esa presión de que tienes que ser moral, como construir una verdad. Eso a veces corta la creatividad. Cuando lo chulo de este tema, sobre todo en este momento, es que todo el mundo hable. Cuando todo el mundo habla, se tiene el derecho a equivocarse también, que no pasa nada. En cuanto a redes sociales, lo más complicado es eso, aceptar que te equivocas, pero que no te ven solo dos personas. Te equivocas y te ven 250.000 que te van a comentar abajo. O ni tan siquiera eso, comentas algo desde tu punto de vista y hay 100 personas que no van a estar de acuerdo contigo. Aceptar ese golpe duro de ego, creo que es lo más fuerte de todo. También las mujeres en general hemos sido educadas para ser perfectas. Incluso en el tema de los juguetes, los de los niños son para ser valientes: camuflaje, paracaidas, coches 4×4… ¿Y qué hay en el sector de las chicas? Peinar, arreglarte… Que eso es muy fuerte, decir esa palabra es muy bestia. “Voy a arreglarme para salir”. ¿Yo tengo que arreglarme? No estoy estropeada. Voy a peinarme, voy a pintarme… pero no tengo que “arreglarme”, no estoy mal. Puedo salir tal cual, no estoy estropeada. En el mundo femenino hay una educación muy fuerte en cuanto a ser perfectas, y en redes sociales se pone muy en juego eso. Es un mundo muy hostil, pero muy amoroso a veces. Estamos muy preparados para recibir amor, pero no odio de gente que no conocemos. Y ahí es donde es complicado.
¿Has tenido problemas con algunas de tus ilustraciones?
¿Con alguna? ¡Con todas! (risas). Con la mayoría. Una de las primeras cosas que me pasó es que empecé con el personaje que era como muy agresivo, iba con la katana y tal. De repente en una viñeta dejo de poner “sangre agresiva” y pongo “sangre menstrual”, y me censuraron el Facebook, me insultaron por todos lados, empiezo a salir en foros de antifeminismo… “¡Vamos a cerrar la cuenta de esta chica…!”. Comentarios super bestias. Y pensé que teníamos un problema. Aceptamos tranquilamente la violencia, pero no cuando hay sangre pacífica, que no significa otra cosa que el que tu cuerpo funciona cíclicamente. Ahí todos nos podemos las manos en la cabeza.
En tu página web podemos encontrar un apartado titulado ‘Nuestra filosofía’, una especie de mandamientos de cómo debemos sentirnos y querernos. Que se tengan que recordar cosas así en pleno siglo XXI, ¿sigue siendo una asignatura pendiente en cierto modo?
Cargamos con una historia de desvalorización muy grande. De estar en la sombra de: de los hijos, del padre, del marido… En el trabajo cuesta que te dejen subir de rango. No es la historia de todas, pero sí es la historia de una vasta mayoría. Es importante recordarse a una misma que hay que empezar a tratarse bien desde dentro. Y no es una tarea fácil, ni mucho menos. Venimos con una historia, de golpearte contra una mesa, y decirte a ti misma que eres tonta, simplemente por haberte golpeado. Empiezas con micro insultos así, y terminas tratándote muy mal por dentro. Ayudar a recordar eso nunca viene mal. ¡Espero que en algún momento de la humanidad no se necesite! Pero por el momento creo que no está mal recordar que a efectos prácticos, vales lo que tú crees que vales. Si crees que vales poco, todo lo que pase a tu alrededor estará en sintonía con eso, y es jodido, porque vas a sufrir mucho. Es momento para educar a la cabeza de que vales mucho, y te mereces cosas buenas, relaciones sanas, comunicaciones no violentas, etc.
“El feminismo no se sufre, el feminismo se disfruta”, ¿crees que se están mandando mensajes contradictorios al respecto desde los medios de comunicación, las redes, etc?
Cuando comencé a ver que tenía una responsabilidad en las redes sociales, me di cuenta de que lo que verdaderamente estaba sufriendo era todo lo contrario. Es decir, toda la educación heteropatriarcal, dígamos, de no me puedo mostrar vulnerable, o de por ser mujer tengo que ser más loca, o más desequilibrada, o lo que sea. Con todas estas herencias culturales, justamente estaba sufriendo lo que no era feminismo. Si yo quería dedicarme a ello como una profesión, si quería estar hablando de este tema constantemente, no me podía dedicar a sufrirlo. Tenía que encontrar, sí o sí, la manera de vivir en contacto con noticias que no son del todo agradables, pero contrastarlo con algo bien positivo. Porque si no, no se aguanta. Y otra parte es que venimos de una historia de sacrificios muy heavy, como judeocristiana, muy bestia. La mujer que está a la sombra de su hijo, que le llora todos sus pasos… Ese arquetipo está muy arraigado en esta educación. Poder romper con eso no está mal.
En los últimos años se le está dando a la ilustración el lugar que se merece, o al menos parece que la gente se está interesando más por esa rama del arte de dibujar, ¿cómo estás percibiendo esto?
Creo que ha habido una ola bastante gigante, a partir de que las redes sociales se han puesto al alcance de todo el mundo. Porque ya no depende de un director de un periódico el que a ti te lleguen las ilustraciones. Depende de una, de que tanto manejes las redes sociales. Cuando aprendes a manejarlas, tienes un producto, tienes un trabajo para mostrar… Es bastante democrático. El boom pienso que viene de ahí. Y lo que dicen “el boom femenino de la ilustración”, justamente viene de ahí. Que no haya nadie filtrando, sino simplemente que esté todo el mundo al mismo nivel de condiciones.
¿Qué te gustaría conseguir con tus obras? ¿A dónde te gustaría que llegarán?
A mí, con remover conciencias ya me vale. Tampoco es que quiera cambiar el mundo con mi libro. ¿Pero sabes qué ha pasado con este segundo libro? Me llegan mensajes del tipo “llevaba cinco años sin hablar con mi madre, y hoy la he llamado después de leer tu libro”. ¡Pues qué guay! Ya con eso me doy por satisfecha. Despertar estas relaciones humanas desde la vulnerabilidad, desde poder decir “me siento así, no me voy a sentir más culpable por sentirme así…”. Y poder comunicarte con tu gente, con tu entorno… Hacerlo desde una cierta verdad, no desde la necesidad de que me vean de X manera. Poder hablar desde las tripas sin la necesidad que te decía antes de comunicarte violentamente. Con eso me doy por satisfecha, con remover conciencias, que las lectoras, porque la mayoría lo son, se den cuenta de cosas que estamos heredando que no son las más cómodas. Y que digan, “pues este libro me ha ayudado para cambiar”, aunque sea una sola cosa. Para mí eso es suficiente.