Este año ha sido el de la confirmación de Lola Montalvo como novelista. Tras su primera obra, Sanatio, Historia de una enfermera ha sido publicada en 2017 con una cálida acogida. En realidad esta segunda novela suya es la historia de la pasión de dos mujeres, Marian y Marina, por su profesión, y el reflejo de la doble vocación de su autora por la enfermería y la literatura, dos caminos distintos que ha utilizado para llegar a un único fin: la felicidad.
El libro, Historia de una enfermera, fue publicado a lo largo del actual 2017, incluso se siguen haciendo promociones del mismo… En este sentido me gustaría saber ¿qué acogida está teniendo entre el público lector, y cuál es tu grado de satisfacción personal?
La verdad es que está siendo bien acogido. Pensaba que quizás pudiera haber un poco de reticencia, sobre todo por parte de algunos de mis compañeros de profesión (Enfermería), porque en la novela trato sobre ella, y a veces no nos gusta vernos dibujados y plasmados en una historia de ficción. Pero, precisamente, la acogida está siendo muy buena. Sí me gustaría saber la de la gente que no es sanitaria. El libro está dirigido al público en general, y no sólo a quienes tenemos una relación con la profesión sanitaria. Estoy muy contenta porque la gente me escribe y me dice que le ha gustado, pero me gustaría saber qué acogida está teniendo en el público en general, que, como digo, es a quien va dirigida realmente la novela, no sólo para los enfermeros.
Al hilo de esto, cuando se escribe una novela, ¿se hace pensando en un público concreto o para un colectivo mayor, más general?
Yo lo hice pensando en el público en general, porque uno de los motivos por los que me decidí a escribir algo fidedigno era mi hartura de las series de televisión donde se muestran a los enfermeros de una forma totalmente horrible. No porque no se acojan a la realidad, sino por el estereotipo sexista, con mucho machismo, con el que se exponen, y con un icono de las enfermeras erróneo. Mi intención cuando comencé a escribir fue dirigirme a ese público general con el que reivindicar el papel de los enfermeros y las enfermeras desde un punto de vista real. Gente que trabaja en planta, en hospitales, me ha escrito diciéndome que se siente identificada con lo que cuento.
La trama narra las vivencias de dos mujeres ubicadas en espacios temporales distintos, dedicadas a la profesión de la enfermería, Marian y Marina. ¿Por qué ese interés en que no coincidan en el tiempo?
Lo que se intentaba plasmar es una especie de paralelismo entre la enfermera que desarrolla su labor en los 40 y 50, y la que lo hace en la actualidad, para que se viera la diferencia en la capacidad profesional entre las mujeres de ahora y las de antes; y, también, para hacer un brindis a todas esas enfermeras que tuvieron su labor de una manera muy complicada y que de alguna manera han facilitado el trabajo de los profesionales de nuestra época. Somos lo que somos y tenemos el nivel que tenemos, la capacidad científica que poseemos y el alto nivel de cuidados que proporcionamos, gracias a los enfermeros y enfermeras de aquellos años. Entonces su carrera era muy complicada de llevar a cabo, muy difícil. Esa era mi intención, hacer ese paralelismo para que se vieran las diferencias que hay en la profesión entre aquella época y la presente.
Es como decir que somos lo que somos, pero para conocernos mejor también tenemos que saber de dónde venimos, ¿verdad?
Exactamente. Somos lo que somos hoy en día gracias a todos los profesionales que llevaron a cabo su labor en una época muy difícil. Las mujeres de entonces se ven reflejadas en la historia de Marina, que se desarrolla en los años 40 y 50. Estudiar enfermería en esa época y trabajar en esta profesión no era fácil. Todo estaba poseído por una dictadura machista, en la que las mujeres, encima, tenían que pedir una gran cantidad de permisos, hacer cursos y alcanzar unos niveles que a los hombres no se les solicitaban. Y con el machismo de la época, las mujeres enfermeras estaban a la sombra de los hombres médicos; eso era algo patente y real. Lógicamente, desarrollar así un nivel de cuidados, independientes y evolucionados, era muy complicado porque estaban a la sombra de quienes estaban. Hoy en día somos lo que somos gracias a las enfermeras de esos años.
He leído en declaraciones tuyas que la novela no es autobiográfica, pero sí está basada en vivencias personales y profesionales, en hechos reales.
(Risas). Claro. Autobiográfica no es, porque realmente la vida de Marian no tiene nada que ver con la mía, pero, lógicamente, como enfermera, sí he dejado plasmar mi punto de vista. Lo que digo o afirmo no es la verdad absoluta, no siento cátedra en este sentido en la enfermería; es sólo mi punto de vista, tal y como veo a la enfermería hoy día. Pero no es autobiográfica, aunque las historias breves que aparecen en la novela, que voy entreverando entre las de Marian y Marina sí están basadas en mi propia experiencia como enfermera, en los enfermos que he conocido… No son hechos reales al 100%, pero sí están relacionados con mis propias vivencias.
Claro, cuando se escribe una novela siempre existe esa aportación personal del autor, ¿no?
¡Hombre! Además, siempre se dice que se debe escribir sobre lo que se conoce. Y yo he escrito sobre todo lo que he vivido desde que empecé auxiliar de enfermería, con 14 años, hasta que terminé de trabajar en los hospitales. Realmente no puedes dejar de exponer las mismas impresiones que has obtenido mientras has desempeñado tu labor como enfermera, en una planta o en Atención Primaria, es igual. Sí, sí. Está en un punto de vista bastante subjetivo con respecto a mi propia experiencia laboral.
¿Qué definición hace la autora de la novela de sus dos personajes principales, Marian y Marina? ¿Coinciden ambas en su personalidad?
La verdad es que tienen personalidades distintas. Eso es porque las personas vienen condicionadas por el mundo que les toca vivir, y Marina viene de un mundo horrible, parte de una desgracia brutal en época de guerra, y su personalidad se ve marcada por todos los sitios por los que pasa, hasta que consigue ser enfermera. Y Marian parte de un punto que tenemos todas las mujeres hoy en día, nos guste o no reconocerlo, que es más positivo. Partimos de un escalón superior en relación con esas mujeres de los años de la Dictadura, y al que ellas nos han permitido subir, que es vivir en democracia. Por lo menos aspirando a una igualdad con respecto a los hombres, tanto personal como profesionalmente. He querido remarcar las diferencias entre las dos y cuyo punto en común es el amor a su profesión. Son enfermeras a las que les gusta mucho lo que hacen, que aman lo que hacen y que les gustan las personas a las que atienden. Ese es el punto de unión entre ambas. Y he querido marcar esa pequeña diferencia. Lógicamente, somos el resultado de la época que nos toca vivir. No soy igual que las mujeres que vivían en esa época y, lógicamente, he vivido una situación un poquito mejor que las de ellas, aunque sus ganas de reivindicarse sean iguales en ambas. Las mujeres de esos años nos han permitido ser las mujeres que somos hoy en día. Aunque aún nos quede mucho por conseguir.
Una doble vocación
Son cuatro novelas las que has publicado…
No. Publicadas sólo están Sanatio, que la publicaron en GoodBooks, y ésta. Las demás son de autoedición. Pero ya están retiradas porque estoy esperando que haya alguien que se fije en ellas y me las publique. Tengo cuatro novelas, pero sólo dos están publicadas en editoriales.
Las dos casi inéditas son A ambos lados y A través del pasado.
A ambos lados es la adaptación que he hecho para Historia de una enfermera y, la otra, efectivamente, es A través del pasado. Y ahora estoy trabajando otra novela, a la que le estoy dando las últimas pinceladas, cuyo título está todavía por determinar (risas).
¿Es muy complicado abrirse paso en el mundo editorial?
Si no conoces a nadie o no te echa alguien una mano, es muy complicado. Cuando se escribe es porque se cree que se tiene algo que aportar. Lógicamente, las editoriales no lo ven de la misma forma. Buscan una serie de factores que quizás una como escritora no proporciona y hasta que no te encuentras a alguien que ve que tú tienes la historia que han estado buscando, nadie te va a publicar una novela, por mucha calidad que tenga. He leído cosas de compañeros autoeditados con una calidad exagerada, brutal, pero nadie se ha fijado en ellos; nadie les ha dado la oportunidad ni les ha brindado esa mano que son necesarias para ver su libro en la calle. Es muy difícil. Yo me he llevado muchas respuestas negativas, muchísimas, millones… hasta que por fin alguien se fijó en mí y me ha publicado. Es un mundo muy complicado y desalentador en ocasiones.
¿Es cierto que te iniciaste en la escritura durante una crisis vocacional?
Sí, sí (risas). Empecé a escribir por eso…
Fue una manera de desahogarte, de expresar lo que sentías entonces, ¿no?
Exactamente. Estaba quemada, no quería volver a trabajar como enfermera y un día necesité sentarme y ponerme a escribir y nació esta novela. Nunca pensé que sería capaz de escribir algo así. Salió por eso, porque mi fuero interno me negaba que pudiera hacer otra cosa que no fuese enfermera. Me gusta tanto mi trabajo que pensar que ya no era capaz de desarrollar esa labor era doloroso para mí. Entonces me reivindiqué un poco a mí misma y me recordé por qué había estudiado y por qué soy lo que soy. Lógicamente no me había equivocado, sigo siendo enfermera. Soy enfermera y, luego, escribo. Ese colchón es imprescindible para no desalentarme a nivel literario. Si tuviera que dedicarme a la escritura, creo que habría tirado la toalla hace mucho tiempo. Pero como realmente tengo mi trabajo, mi profesión, el ser escritora es más fácil que hacerlo en exclusividad.
Además de tus novelas has escrito varios relatos, algunos de ellos premiados. En concreto, Zapatos de arena me encanta. En estos trabajos hablas mucho sobre la soledad, sobre las personas; más sobre sus sentimientos que sobre lo que hacen. ¿Tanto te interesa la persona como tal?
Está claro. Lo que me interesan son las personas. Las historias son individualizadas porque cada persona tiene una que ofrecer. En Historia de una enfermera habrás visto que hay relatos pequeños en los que muestro a cada uno de los enfermos que las profesionales se van encontrando en su trabajo diario. Ahí reivindico cómo se encuentran las personas cuando están enfermas. Para que veamos que no existen realmente enfermedades. Cada persona hace diferente su enfermedad, porque cada una es distinta y la vive a su manera. Es un juego con la literatura, muy divertido y apasionante, que te hace plantearte muchas cosas, como el miedo, la muerte, las enfermedades crónicas que te hacen revisar tu futuro de una forma brutal. Las enfermedades marcan el ritmo de tu vida, y no al revés. Cuando pierdes el control de tu vida por una enfermedad es algo que me parece de gran interés para plasmarlo en una novela.
En el relato Una familia normal haces una pequeña introducción en la que dices: “los libros me permitieron, cuando era pequeña, que sus historias me llevaran lejos, que la fea vida que me tocó vivir fuera menos espantosa y que un soplo de esperanza iluminara mi corazón. Os doy con este relato un trozo de mí”.
Exactamente (risas). Exactamente. La vida, a veces, no es fácil. En la parte de vida que me tocó vivir, la literatura me ayudó a irme a otros mundos, a pensar otras cosas. La literatura tiene ese poder. Me gustaría que la gente leyera mucho, que disfrutara de ese placer, de esa sensación de poder evadirse de sus propios problemas, de su propia existencia y soñar con que su vida, a lo mejor, puede ser otra. En mi caso ha sido así, aunque en el caso de otras muchas personas no puede serlo. Ahora no sólo leo, sino que también escribo. Y el escribir me permite imaginarme otros personajes, otras vidas… Es fascinante poder pensar cómo sería tu vida si fuese de otra manera, y plasmarlo por escrito. Por eso la literatura tiene esa magia.
Pero esa magia es para quien escribe y para quien la lee…
¡Claro! Si consigues eso… Ahora que la gente me comenta las sensaciones que le provoca mi novela cuando la lee, me provoca un placer exagerado. El lector me hace interpretaciones sobre los personajes que yo no me había planteado. Cuando escribí no lo veía así. Ellos me dan sus propias interpretaciones sobre esos personajes. Es fascinante. Me hablan de registros que no imaginaba. Les dan a los personajes una vida distinta a la que me planteé cuando empecé a escribir. Se enamoran de personajes a los que creía que no podrían querer, o al revés, odian a otros que pensabas que caerían bien… Ese poder, esa química que se genera cuando tú escribes y cuando otros te leen es fascinante. Por eso me encanta, me encanta cuando la gente me escribe y me dice las sensaciones que le han provocado mis personajes, tanto si son positivas como negativas. También me gusta que me cuente lo que no le ha gustado de mi libro. Me sirve para mejorar, lo considero fundamental. No se trata de hacer lo que los demás te dicen que tenías que haber hecho, pero sí de conocer otros puntos de vista. Así, en futuras historias que escribas las puedes poner en práctica. Necesito seguir aprendiendo con la gente que me lee. También te da un punto de humildad. Te hace ver que no tienes la verdad absoluta, y que la literatura es totalmente versátil, y esa interacción con el lector es enriquecedora.
¿Qué te gustaría lograr con Historia de una enfermera que vaya más allá de la propia novela?
Me encantaría que mi novela sirviera para que la gente viera que las enfermeras vamos más allá. No sólo ponemos inyecciones, cogemos vías o pasamos visitas con el médico o sin él. Me encantaría que la gente entendiera lo que supone el trabajo de la enfermera, la interacción que hacemos con los enfermos, el cuidado que proporcionamos las 24 horas del día a pie de cama, y que muchas veces nos implicamos en la vida de la gente a la que atendemos. Porque, realmente, quienes nos conocen son las personas que tienen la mala suerte de sufrir una enfermedad o de haber tenido que ingresar en un hospital por una vicisitud familiar o por un accidente. Son las únicas personas que nos conocen. La profesión de enfermera es una de las grandes desconocidas. Y reivindico que se nos conozca más y mejor. No por darnos una importancia que no nos corresponde, sino por hacer ver a la gente en general cuál es nuestro trabajo, y que este tiene sentido única y exclusivamente por las personas a las que atendemos. Ese punto de humildad lo quiero transmitir también a mis compañeros sanitarios. Que nosotros no somos nada ni tenemos importancia si no es por las personas a las que atendemos. Por eso, mi novela tiene enfermeros, profesionales sanitarios en general, y enfermos. La enfermedad no tiene que ser un punto final. Muchas veces es un punto de inicio, y te hace entender la vida desde un punto de vista diferente, con más generosidad, sensibilidad, solidaridad, empatía… Al mundo actual le falta empatía, ponerse en el sitio del otro y entender el sufrimiento de otras personas. La sociedad hoy en día es demasiado egoísta.