'Javier Alandes: “El arte es el legado cultural de cualquier pueblo y nos habla de lo que fuimos”'

Los guardianes del Prado (Espasa). Sugerente título el del libro de Javier Alandes. Él lo califica como un thriller de aventuras. Una obra que parte de un hecho real sobre el traslado a Valencia de las obras pictóricas del Museo del Prado durante la Guerra Civil.

Javier Alandes: “El arte es el legado cultural de cualquier pueblo y nos habla de lo que fuimos”
Fotografía de Patandi

Para empezar me gustaría que me hablaras de una mujer relevante en la historia de España, que quizás ha pasado un poco de puntillas por la misma. María Teresa León fue un bastión clave en aquel intento fallido de expoliar el Museo del Prado, ¿verdad?

Cuando el gobierno republicano y la Dirección General de Bellas Artes, no sólo deciden que tienen que sacar los cuadros del Prado, sino que manifiestan que en iglesias, en determinados palacios de nobles, que hay mucho arte, están entrando milicianos republicanos culpando a esos estamentos de la guerra, la Junta de Incautación resguarda todas las obras en el convento de Las Carmelitas Descalzas, etc. Y María Teresa León es una de las puntas de lanza de esa junta.  Pero además, ella, creo, porque no soy historiador, sólo un novelista que ha leído mucho,  que encarna ese concepto de nueva mujer que salió con la República. La mujer que estaba presente en ámbitos académicos, intelectuales, políticos… que estaba floreciendo en toda la vida social. Y María Teresa León, escritora, persona de acción, casada con Rafael Alberti, que también era un activista, ejemplifica la progresión de la mujer en España, que se ve truncada en el 39 con la victoria del ejército nacional. A partir de ahí, la mujer vuelve al papel de ama de casa que, y sólo es mi opinión, creo que estamos pagando aún a día de hoy. Si esa progresión hubiera continuado, actualmente estaríamos igualadas todas las personas desde hace años. 

En esa línea, en un documental se hablaba de que las hijas y las nietas de esas mujeres de la República estaban más atrasadas socialmente que las familiares que la antecedieron.

No viví, evidentemente, de primera mano aquellos años, pero sí recuerdo hablar con mis abuelos. Mi abuela era hija de una mujer muy empoderada, que trabajaba en los años de la República. Pero en los años de la Dictadura se trunca todo ese carácter que mi bisabuela le pasa a mi abuela y ella trata de sacar adelante. “Tú tienes que hacer cosas de la Sección Femenina: aprender a cocinar, casarte y prepararte para que llegue un hombre que te quiera”. Mi abuela decía que se sentía una completa incomprendida, porque no era eso lo que le había trasladado su madre. Decía que se veía engullida por todo eso y que al final se convirtió en un ser dócil. 

Te licenciaste en Economía pero eres divulgador cultural. ¿Cómo llegas de un ámbito a otro?

Bueno, sincericidio (risas). Hay una anécdota en un libro de Nieves Concostrina que trata sobre curiosidades en cementerios, en el que dice que hay uno en Granada donde en una lápida pone: “Buen padre, mal electricista” (risas). Yo soy economista de formación pero nunca he ejercido en un departamento financiero o en un departamento contable.  Me dedico sobre todo a la preparación de personas emprendedoras. Hay personas brillantísimas en su formación que tienen muchas dificultades para comunicar qué es lo que hacen. Dentro de esa comunicación cuentas una historia. He crecido con Emilio Salgari, Robert Louis Stevenson, Julio Verne, las películas de Errol Flynn, de Douglas Fairbanks… historias de aventuras. Y al final, todo eso que yo recibía es lo que quiero contar. Los guardianes del Prado no es un tratado histórico, ni político, es un thriller de aventuras. Partiendo de un hecho histórico aparece una aventura en la que un general español les ha prometido a los alemanes darles Las Meninas a cambio del envío de tropas terrestres a España. Y ahí nace una historia entre los que quieren robar el cuadro y los que se dan cuenta de ello y quieren evitarlo. 

Javier Alandes: “El arte es el legado cultural de cualquier pueblo y nos habla de lo que fuimos”
Fotografía de Patandi

En 2019 publicaste una ficción sobre Sorolla. Ahora vuelves con Los guardianes del Prado; dos ficciones históricas. ¿Qué papel juega el arte en tu vida para escribir sobre él?

No soy historiador del arte. Soy aficionado. Y mi impresión personal es que los pintores eran los periodistas de la época. Mucha parte de la historia la conocemos gracias a sus obras. Hay dos cosas que me atraen mucho. Uno, que el arte es el legado cultural de cualquier pueblo. Dos, que el arte nos habla de lo que fuimos. Cuando un pueblo quiere someter a otro, una de las líneas de flotación es el arte. Porque cuando borras el arte borras el legado cultural, la existencia de ese pueblo. El arte nos pertenece a todos. Al final todos somos guardianes del Prado. 

El Prado es un ejemplo de lo que dices. En él se puede ver toda la historia de España. 

Y de Europa, ¿verdad? Y puedes conocer desde lo más bello a lo más horrendo. Pero insisto. No soy ni historiador del arte ni historiador. Jamás he aprendido tanto sobre el Siglo de Oro Español que con las novelas del Capitán Alatriste. Y eso es porque Pérez-Reverte es capaz, partiendo del contexto histórico, de generar ficciones que explican ese contexto, pero sin cambiarlo. La historia es la que es. Y yo, desde ese hecho histórico del traslado de los cuadros del Prado, de sus causas, sus consecuencias, hago ficción de esos deseos, de esas contraprestaciones que pide Alemania para intervenir en la guerra. Pero no puedo cambiar la historia; es la que es. 

La novela habla de ese momento en que se sacan los cuadros, no sólo del museo del Prado, sino de otros muchos edificios, para salvaguardar esa historia y ese arte. Pero es un episodio desconocido por una gran parte de la gente. ¿Qué te llevó a plasmarlo en una novela?

Soy de Valencia, ciudad. He vivido siempre allí. Y me interesa, me gusta, la amo… Y hay determinados capítulos muy curiosos en la ciudad de Valencia. Pero igual que en Sevilla o en cualquier otro sitio. Es muy llamativo para mí que por las calles por las que paseo todos los días estuvieran guardadas Las Meninas, o Los fusilamientos del 3 de Mayo, o La familia de Carlos IV, o el Carlos V de Tiziano… Y me planteé hablar sobre esto algún día. Quise difundir algo que ocurrió en mi ciudad. Pero también quiero homenajear a las personas que participaron en ese hecho. Si la guerra la hubiera ganado el bando republicano, hoy en día, en el Museo del Prado habría una sala dedicada a esas personas, con sus nombres y apellidos. Y han quedado silenciadas, olvidadas. Son personas que hicieron aquello creyendo en el arte y sabiendo que tenían que preservarlo. Las razones por las que se hizo son muy diversas. Es real que cuando el Gobierno decide que se va a Valencia y se lleva los cuadros del Prado por temor, no sólo a los bombardeos, sino a expolios de propios partidarios de la República que estaban entrando en iglesias, en palacios, recibe una carta de la Asociación Europea de Directores de Museos en la que dice que ni se le ocurra sacar los cuadros del museo. Que es el lugar donde más seguros están. Que los baje al sótano, que los meta en cajas, que los rodee de sacos de arena… Que un viaje entrañaba mucho más peligro para ellos. Y, efectivamente, el Gobierno desoye estas instrucciones. Como también nombra director del museo durante los años de la guerra a Pablo Picasso. Pero por otro lado, el Gobierno tenía necesidad de que los demás países europeos giraran la vista hacia España y vieran lo que estaba ocurriendo. Que un gobierno legítimo en urnas estaba sufriendo un alzamiento militar, un golpe de estado. Y había una necesidad de que se conociera aquello que ocurría. Y todos aquellos cuadros formaban parte de algo con lo que se quería llamar la atención. Y quienes escribieron la historia a partir de 1939, los vencedores, enterraron este suceso, de ahí que se sepa poco de él.

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