El Premio Nadal 2022 se llama Las formas del querer. La autora de esta novela es la escritora y periodista Inés Martín Rodrigo, quien desgrana para Gatrópolis una obra con mucho poderío.
Antes que nada, enhorabuena por volver a publicar, que ya es todo un éxito en los tiempos que corren, y por escribir una novela tan potente como Las formas del querer, si me permites la expresión…
…y el halago, y el halago… (risas).
…que ha merecido, ni más ni menos que el Premio Nadal 2022. ¿Cómo afrontas estar en esta lista de galardonados que comenzó Carmen Laforet?
El Premio Nadal es la guinda del pastel. Es importante, muy importante, haberlo ganado, lógicamente. Pero a la vez es algo vertiginoso. Al final tu nombre, el mío, va a quedar siempre asociado de alguna manera a los nombres de grandísimos escritores de nuestra literatura, como Delibes, Laforet, Martín Gaite… y otros muchos. El Nadal está formado por una nómina de primeras figuras de la literatura española. Estar ahí es un honor, pero una gran responsabilidad.
He definido a la novela con el adjetivo «potente», aunque lo podría haber hecho con otra palabra, pero describo la sensación que me ha generado durante su lectura y al término de ella…
…pero me gusta mucho ese adjetivo. Para mí lo de potente me parece un halago. Además, un halago muy bonito. Porque realmente es una historia que contiene muchas historias. Y en realidad es una historia que lo que cuenta es una vida. Es cierto que cuenta muchas cosas, que recorre una parte muy reciente de nuestro pasado, lo que implica todavía más hechos, más sucesos, que se mezclan… Al final es una narración que remueve bastante por dentro al lector. No sólo desde el punto de vista del poderío que pueda tener como narración, sino también porque le interpela mucho. Cuenta cosas que el lector reconoce fácilmente, con las que se identifica. Se verá reflejado en muchos personajes o estos le recordarán personas que forman o han formado parte de su vida. Eso también es importante.
Es una historia sobre el amor, en general, pero desde la narración que lleva a cabo su protagonista, Noray, con la que cuenta la historia de su propia familia. Y ahí aparecen esas formas distintas de querer, como reza su título.
En la novela hay tantas formas de amar como personajes. Y es un friso importante de personajes. Algunos lectores me han dicho que al final incluso habían tenido que hacer un pequeño árbol genealógico para no perderse detalles. Creo que todos esos personajes representan un querer. Está el amor más tradicional, convencional, que representan los abuelos de la protagonista; el amor que al final termina fracasando, que es el de los padres de ella; el amor a uno mismo, el de Noray, quien se pasa toda la novela intentando aprender a quererse a sí misma. Pero también están el amor a la literatura, con esa biblioteca que tiene Filomena; el amor prohibido, representado por la Trini, por Blanca; el amor perseguido, representado por Manolín… Todos esos quereres forman parte de nuestra vida.
¿Hay tantas formas de querer como personas?
Eso es. Se ve muy claramente en la novela. Y además con el añadido de que vemos su evolución a lo largo de las últimas ocho décadas de la historia de nuestro país. Con lo cual se evidencian mucho más todos los contrastes que también ha experimentado el querer. No era lo mismo el amor homosexual, un amor perseguido, que acababa muchas veces en tragedia, en una dictadura como la que nosotros vivimos que el amor homosexual ahora. Afortunadamente ha evolucionado.
Ese deambular de tantos personajes tan relevantes que aparecen en Las formas del querer me recuerda a Cien años de soledad, con ese despliegue que se hace en ambas novelas del árbol genealógico de una familia.
Sí. Lógicamente, un escritor es lo que ha leído. A García Márquez lo he leído mucho, y Cien años de soledad es mi obra de referencia, también. Claro, nos separa una distancia abismal que es la distancia del talento (risas). Del talento grandísimo que tenía él y que nunca llegaré a tener. Pero es verdad que es la historia de una familia, con la que además mucha gente se puede sentir muy identificada. Que haya tantos personajes permite que el lector vea la historia desde muy diferentes puntos de vista. A pesar de que la mayor parte de la trama está narrada en primera persona, a través de la voz de Noray, ella es muy respetuosa con todos los personajes, porque lo soy yo, y eso permite que el lector perciba las descripciones que hace de manera distinta.
Esa manera de narrar la historia por parte de Noray ofrece la curiosidad de no estar realizada
de manera oral, sino a través de la escritura de una novela.
Claro. Yo quería que la literatura desempeñara un papel importante. No me gusta la palabra metaliteratura, la novela dentro de otra novela, pero me parecía un juego bonito que Ismael fuera descubriendo los datos más importantes de la historia de Noray al mismo tiempo que lo hacía el lector. Y el hecho de que Noray sólo sea capaz de expresar determinadas cosas a través de la literatura es significativo de lo que tiene de terapéutico. Para mí, la literatura es terapéutica. Y la escritura, sobre todo.
A veces es más fácil decir las cosas por escrito, ¿verdad?
Sí, y sobre todo cuando te enfrentas a realidades tan duras como las que le han tocado a Noray a lo largo de su vida. Es una manera, no sólo de verbalizar las cosas ante los demás, sino de contárselas a sí misma. Hay un ejercicio de introspección muy poderoso, tanto del personaje como de la autora, de mí.
Las formas del querer abarca otras cuestiones variadas, no sólo habla del amor, sino que también profundiza en temas muy complejos.
Efectivamente, la novela es como una cebolla. Vas quitando las capas… Y no podríamos decir que haya un tema central sobre el que pivota la trama. Tal vez sea, si acaso, la memoria, pero no la memoria histórica, sino la memoria personal. Juega un papel importante la memoria, como herramienta literaria. Hay que tener en cuenta que la novela que Noray escribe está apoyada en los recuerdos de su abuela. Todos sabemos que la memoria no sólo es fragmentaria. Es muy débil y muy subjetiva. ¿Qué recordamos? ¿Lo que elegimos recordar? Eso me parecía un juego muy interesante para plantearlo en la novela. También está muy presente la pérdida, y la muerte, desde la primera página. Pero la muerte forma parte de la vida. Lo queramos o no, es así. Es algo que Noray descubre desde una edad muy temprana. Y le marca el resto de su vida.
Fotografía de portada de Patricia del Zapatero.