Ilu Ros es una de los ilustradores más relevantes del panorama nacional. En 2020 publicó su primer libro, Cosas nuestras (Lumen), donde nos hablaba de su abuela materna. En 2021 se atrevió en Federico (Lumen) a dibujar e impregnarse de la vida de uno de nuestros artistas más universales, como es García Lorca. Tan maravillada quedó del granadino y de su obra, que ahora se atreve a ilustrar sus tres obras de teatro más importantes, Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba, en Una trilogía rural (Lumen). Algo que la misma ilustradora considera como un regalo.
Acabas de publicar Una trilogía rural, en la que reúnes tres de las obras de teatro más importantes de Federico García Lorca. En 2021 publicaste una biografía sobre el propio autor, Federico. La primera pregunta es obligada, ¿cómo llega Federico a ti? ¿Cuál fue tu primer contacto con su obra?
Cuando estuve haciendo Federico me planteé cuál fue la primera vez que había escuchado hablar de Lorca. No recordaba ese momento, pero sí recordaba ver estas obras en el teatro de mi pueblo. Por eso al terminar Federico quise volver a ellas y zambullirme en esas historias. En el instituto también lo estudié, además entró en Selectividad. Y luego viví cinco años en Granada, y entré de lleno en su mundo.
En Federico decías en su introducción que “Federico solo hay uno”. Es como que se tiene ya asimilado a Lorca, como alguien muy cercano e inigualable, ¿no?
Creo que es un nombre muy ligado a él. Ahora es un nombre que no se pone mucho a los niños, y me gustaría pensar que todos los que se llaman así, lo son por Federico García Lorca. Sí me pasó cuando estaba trabajando en el libro, no siempre decimos mucho sobre lo que estamos haciendo, y recuerdo que hablando con unos amigos les dije que estaba haciendo un libro sobre Federico. Y me preguntó, “¿qué Federico?”. Le contesté, “¿cómo que qué Federico? Pues, ¿quién va a ser? ¡Federico García Lorca!”. Me sorprendió mucho, y decidí llamar al libro Federico. Además, él en una carta le contaba a un amigo que no le gustaba cuando le llamaban Lorca, que él era Federico, como le llamaban en su casa. Cuando vi eso, definitivamente, pensé que tenía que ser así.
Tras el proceso de documentación, y como lectora de su obra, ¿qué crees que tiene Lorca para que siga atrayendo a tantas generaciones?
Creo que hay dos cosas. Él como persona marcó mucho a su entorno, y su muerte a principio de la Guerra Civil fue muy brutal, y fue un hecho muy marcado y significativo. También pienso que eso lo ha hecho una figura importante en la historia al margen de su obra. Pero en sí, su obra me parece una de las más contemporáneas, en comparación con otros artistas de su época. Trata temas muy universales que hoy en día siguen estando de actualidad, como la maternidad o no maternidad, la mujer en el medio rural, el amor, la pasión, el deseo insatisfecho, la traición… O en La casa de Bernarda Alba, que nos habla del totalitarismo, y de que muy a mí pesar sigue estando de actualidad.
Carácter innovador, aunque hablaba desde la tierra y lo tradicional. En La casa de Bernarda Alba trata sobre la represión de la mujer. Contexto de la II República.
Por lo que parece, él era una persona muy empática y que se fijaba mucho en los demás. Entendía muy bien al ser humano y a la mujer de su época. Algo que no solía pasar entre los hombres de entonces, no había una preocupación por el bienestar de la mujer. Eso Lorca lo hacía y se ve en su teatro. En su Poeta en Nueva York habla de los negros y de los judíos. En su obra habla de los gitanos de Granada, de Andalucía, la mujer en el ámbito rural… Trataba muchos temas que ahora nos parecen mucho más normales para hablar, pero en su época no eran tan comunes.
En 2020 publicaste Cosas nuestras, en 2021 Federico y ahora acabas de publicar Un trilogía rural. Prácticamente has publicado un libro al año, ¿Cómo es tu proceso de creación?
No lo tenía planteado así. Cosas nuestras salió en 2020, es un libro que trata sobre la relación con mi abuela materna. Ella era una mujer que se había criado en el campo, en Murcia. Hablo de ella y de las mujeres de su época que le gustaban, como Concha Piquer o Juanita Reina. Y aparecía también Federico García Lorca. Al año siguiente publiqué Federico, creo que hubiese necesitado más tiempo para hacerlo. Pude hacerlo porque fue en el año de la pandemia, me encerré y le dediqué mucho tiempo. En Una trilogía rural no he escrito yo el texto, sino que es el íntegro de las tres obras. Ha sido un proceso más de disfrutar, de pintar y meterme en su universo.
En tu anterior obra te centras en el Lorca artista y personal, y en Una trilogía rural lo haces en sus tres obras teatrales, quizás más importantes, ¿qué te lleva a embarcarte en este proyecto?
Federico tuvo un proceso de documentación muy intenso. Estuve leyendo toda su obra, testimonios de otras personas, y tuve que ser muy rigurosa porque además trata un momento histórico muy importante. Lo llevé con mucha presión por la grandeza del personaje. Cuando acabé el libro dije: “me ha encantado hacerlo, estoy muy contenta con el resultado, ¡pero no he disfrutado por dibujar a Lorca!”. Entonces volví y dije “quiero ilustrar esas tres obras con las que lo conocí, y disfrutarlas más”. Una trilogía rural la veo como un regalo para dejarme llevar.
No es lo mismo hacer una ilustración de algo independiente, que de algo ya está escrito y que es universal, como estas obras de teatro de Lorca, y en tu caso parece que ambas cosas se han creado a la vez, ¿cómo ha sido ese proceso del trabajo?
Esa ha sido la parte más difícil realmente, porque era la estructuración íntegra del texto de García Lorca. Y al ser teatro me parecía muy importante que la ilustración cayera exactamente donde yo quería. No podía ir una página atrás o una página adelante, que a veces pasa en novelas ilustradas. Pedí a la editorial que decidiéramos el formato del libro para tener yo esa maqueta, para repartir las páginas y plantear dónde iba a caer cada ilustración. Hay algunas ilustraciones que incluso contienen diálogos, y no podía ir en otro sitio. Al ser teatro tenía mucho sentido que fuera así. Marca muy bien los tiempos, el silencio… No es tanto como la novela, que también te marca el tiempo, pero depende más de la rapidez de tu lectura.
¿Hay alguna de las tres por la que sientas especial cariño?
Hoy te diría una y mañana te diría otra. Me gustan mucho las tres. Aunque tienen muchos temas comunes, cada una tiene atmósferas diferentes. Por ejemplo Bodas de sangre me parece muy bonita porque es la más lírica, la más poética, tiene mucha belleza en la forma de hablar de los personajes… Sin embargo, La casa de Bernarda Alba es tan salvaje, también me atraen tantos esos personajes encerrados… Tienen mucha fuerza. Yerma, que parece que pasa más desapercibida de las tres, es una mujer sola, mucho más introspectiva, y la veo muy especial.
Las ilustraciones siempre se han visto como algo más ornamental, pero ahora son muchos los ilustradores que están colaborando con escritores o incluso haciendo sus propios libros como en tu caso, ¿en qué momento ves la ilustración?
Ahora mismo es un gran momento para la ilustración en España. Creo que ahora se está valorando más. Cada vez se entiende que puede haber esa fusión entre las artes y la cultura. Las colaboraciones son algo natural. En la Residencia de Estudiantes, en la Generación del 27, eso pasaba. Estaban Buñuel, Dalí y Lorca, él incluso iba para pianista. Esa conexión o esa sinergia entre las artes siempre es bienvenida, y pienso que enriquece. En las librerías generalistas, donde hay libros de todo tipo, se le está dando cada vez más cabida al cómic y al libro ilustrado. Que antes estaban más en librerías especializadas.
Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.