'Fernando Delgado: «Soy un cristiano sin iglesia y un socialista sin partido»'

Una de las voces más relevantes de la comunicación, sin duda, es la de Fernando Delgado. Escritor y periodista de prensa, radio y televisión, ha sido una pieza clave del desarrollo de nuestro país en este ámbito. Hace poco vio la luz su última obra, Todo lo que necesita ser dicho (Editorial Planeta), un trabajo en el que reflexiona sobre lo que él llama «doble moral de la Iglesia sobre la sexualidad».

Todo lo que necesita ser dicho (Fernando Delgado, 2020)

Todo lo que necesita ser dicho es su última obra editorial. ¿En qué consiste este proyecto?

Es un proyecto de evolución sexual. También es un proyecto de carácter religioso. No cabe la menor duda de que en general se produce un choque en cuanto a la sexualidad, creo que un poco agresivo y, además, falso por parte del clero y de la propia jerarquía religiosa. Se produce hasta en los colegios con los niños de una manera negativa. Algunos curas de mi época, muy antigua, porque ya soy un hombre de 70 años, eran gente de pueblo, gente humilde que podía tener el apoyo para ser sacerdote pero también para tener unos estudios que les garantizaran, precisamente, no ser sacerdotes. Y tenían sus deseos sexuales. Todo esto tiene un recorrido muy especial. Ha habido una Iglesia falsa, corrompida por los propios curas y por los obispos, que no tendría que tener esa posición o actitud, y responder a la sexualidad. Es una Iglesia donde se proclama que esta es el más terrible de los pecados, cuando los pecados son muchos más y muy terribles: los del latrocinio, el crimen, la desvergüenza… un cúmulo de pecados terribles… En cambio, ¡el pecado de la sexualidad! Realmente resulta increíble durante mucho tiempo. Afortunadamente, con la ley matrimonial de Zapatero cambió mucho la situación. Y lo hizo porque la derecha, que quiso condenar esto, se encontró con miembros de su partido que se casaban por su cuenta, que tenían sus parejas, mujeres y hombres. Eran personas identificadas desde ese punto de vista. En todo caso cabría responder a la espiritualidad de tener latente a la homosexualidad. De esa manera son personas que se borran de la película que les propone la Iglesia aun siendo creyentes, y se encuentran condenadas, maltratadas… Ahí es donde está el verdadero desorden. 

Han sido varios los títulos que ha manejado para su trabajo. El elegido, Todo lo que necesita ser dicho, suena a deseo irrefrenable por contar desde la reflexión algo con lo que uno no está de acuerdo.

Todo lo que necesita ser dicho es curiosamente una frase del gran escritor francés André Gide. Todo lo que necesita ser dicho tiene un amplio espacio de reflexión. Todo lo que necesita ser dicho puede ser espacios reflexivos distintos. Pero en este caso concreto queda muy claro. Se proclama y se presenta frente a una jerarquía y frente a una institución que en realidad apagan la luz de la palabra. 

«Cristiano sin iglesia y un socialista sin partido». ¿Así se considera? ¿Por qué?

(Risas). Sí, un cristiano sin iglesia y un socialista sin partido, efectivamente, sí. La figura de Cristo ha sido para mí verdaderamente extraordinaria. Sus lecturas son muy emocionantes. Y soy un buen lector de Cristo. No de Dios, no de la Santísima Trinidad. No del Jesucristo que haya encarnado el Espíritu Santo en María la Virgen, no. Sino en Jesucristo. Y en ese sentido he sido un buen lector de los textos cristianos. Y, por lo tanto, un amante de Cristo, de esa figura extraordinaria. Y, sí, he sido siempre una persona con conciencia socialista. En el Franquismo, cuando llevé a un colegio de monjas a algunos amigos comunistas y de otras formaciones de izquierda, me empezaron a llamar socialdemócrata de mierda. Yo no sabía qué era un socialdemócrata de mierda. Pero aquello me ayudó a aprender qué era.   

La Iglesia, su jerarquía, es criticada en Todo lo que necesita ser dicho, al igual que algunos personajes que han pasado por la historia. ¿Le gustaría que su obra fuera leída por aquellas personas a las que alude en ella? ¿Qué cree que pensarían o dirían de la misma?

Pues no lo sé… Cada cual puede tener la observación que quiera. Hay personajes que me son verdaderamente queridos y dignos de exaltación, como el cardenal Martini, Umberto Eco u otros muchos escritores cristianos, religiosos, sacerdotes… cristianos generosos. Siempre he tenido muy buena relación con los jesuitas. Todo esto me ha parecido positivo. Y sobre ellos no tengo nada que decir. He repasado en el libro la negatividad. Clérigos imprudentes, con sus nombres. A los que no me apetece mencionar. Ya lo están en el libro. Mi intención no es insultar a nadie, de modo alguno.  

Fernando Delgado: "Soy un cristiano sin iglesia y un socialista sin partido"

¿Se ha usado la palabra de Dios demasiadas veces para tapar oscuros deseos?

Sí, sí, claro. Por supuesto. 

«La condición de mirón es totalmente incompatible con la del cotilla», dice usted en su libro. El cotilla cuenta lo que ve, pero su mirón no se queda sólo en ver y callar, ¿no?

(Risas). Bueno, el mirón puede tener perfiles distintos. Puede tener el gusto del cotilla, puede tener una visión amplia, e incluso puede tener una visión intelectual. La idea del mirón siempre me ha gustado. Creo que siempre fue mía. Hasta lo fue de pequeño. (Risas). Hasta de joven de Bachillerato. Siempre he sido un mirón, ¿eh? 

Quizás esa ha de ser una buena característica del periodista…, ligada a la del observador.

Sí. En efecto. La mirada es enriquecedora. 

Fernando Delgado es un periodista y un escritor con una trayectoria profesional de sobras conocida, ¿su mirada de la sociedad ha variado con los años? Y si es así, ¿de qué manera?

Yo he tenido una fortuna extraordinaria. Cuando era muy pequeño tenía una abuela a la que le faltaba un ojo, que era lectora de periódicos; era lectora de periódicos canarios, y de los que nos llegaban desde Venezuela, de Cádiz… Y era siempre una aplicada lectora. Y yo miraba, atendía a lo que decía ella. Nunca me pedía que le leyera. Pero, a mí, con 17 años, estando en una clínica operado de apendicitis, con lo que era antes esa operación, me llevaban los periódicos. Y me encantaban. Revivía la actualidad a través de los periódicos. Por ejemplo, revivía la ciudad de Cádiz, y sentía a través de El Universal de Caracas como si Venezuela fuera otro mundo. Esa era verdaderamente la mirada de un insular. Con eso tuve la posibilidad de llegar a la escritura, de tener visión sobre las cosas. Llegué a escribir en los periódicos con 14 años. Con esa edad yo no era un intelectual, y por eso fueron un poco recelosos conmigo. Los periódicos fueron para mí fundamentales.Pero, de repente, desde el colegio nos llevaron a unos chicos a un programa en Radio Juventud de Canarias. Y mi voz gustó. Y quisieron meterme allí. Y me aficioné también a la radio. Pero el periódico era el periódico. Y mi visión del mundo sigue ligada a ellos.

Gloria Fuertes, Terenci Moix y Pedro Zerolo destacan en el lado positivo de su obra, en el de las personas admiradas por usted. ¿qué cree que han aportado a nuestra historia?

Pedro Zerolo era un niño de una familia a la que yo quería mucho. Su padre fue un gran pintor. Tenía 10 años cuando le conocí. En Madrid tuvimos después muy buena relación. Siempre estuvimos muy vinculados e identificados. De manera que siempre lo he adorado. Y por eso le dedico el libro. Y junto a él está la poetisa, la gran poetisa, Gloria Fuertes. Fue una mujer extraordinaria. Y Terenci Moix fue una persona muy importante en mi vida. A todos ellos les dedico en este libro lo que se me ha ocurrido.

Fotografía de portada de Inma Caballer.

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