Desde julio de 2019 ejerce como directora del Centro Andaluz de las Letras (CAL), dependiente de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía. Periodista, novelista… Eva Díaz Pérez publicó en 2005 su primera novela, Memoria de cenizas, una genial obra ambientada en el siglo XVI que El Paseo ha recuperado para satisfacción de sus lectores. Es el recuerdo de las vidas quemadas en la hoguera de la intolerancia; el reflejo de una sociedad que en la actual centuria mantiene sus propios autos de fe.
En 2005 publicaste Memoria de cenizas, y el pasado año, El Paseo, a través de su serie Ópera Prima reeditó esta novela histórica, muy buscada por los lectores. Supongo que habrá supuesto una gran satisfacción para ti como autora.
Totalmente. Porque además Memoria de cenizas, que fue mi primera novela, aunque no mi primer libro, ya que este fue El polvo del camino, funcionó muy bien, y ha seguido funcionando. Claro, salió en el año 2005, y siempre, clubes de lectura, ferias del libro, libreros… me decían que no encontraban el libro. Y era angustioso. De hecho, según me dijo el editor, en el mercado de segunda mano hay ejemplares a 300 euros. Como si fuera una primera edición. Y salió esta posibilidad de El Paseo, y yo, encantadísima. Es una estupenda editorial. Tiene un catálogo muy interesante. Estoy muy contenta.
Esta segunda oportunidad te lleva a tu pasado, a tus inicios en la novela…
Claro. Esto tiene un gran componente sentimental. Tenía un poco de miedo al retomarla. Temía encontrarme algo que no me gustara. Pero he visto que guarda la frescura de entonces. Propuse entonces no tocar nada, salvo algunas pequeñas modificaciones sin importancia. Decidí sacarla sin hacerle cambio alguno. Y ha sido un reencuentro muy bonito. He recordado cuando empecé a documentarme para escribir la novela, cómo surgió la idea… Es un libro que tiene algo mágico, especial; cómo llego a la historia, cómo se produce el proceso de escritura…
¿Cómo fue el origen de esta obra? ¿Qué te incitó a escribir una historia que entonces era muy desconocida?
Realmente era desconocida. En los últimos años se conoce más. Recuerdo que la Asociación de Amigos del Monasterio de San Isidoro del Campo nos invitó a un grupo de periodistas. Era para denunciar el abandono en que se encontraba. Entonces no se le había hecho la rehabilitación que luego hizo la Junta de Andalucía. Verdaderamente, estaba fatal. Y me enteré por casualidad de lo que había ocurrido allí. No me lo podía creer. ¡Qué en aquel lugar, la comunidad de monjes jerónimos estuvo practicando el secreto de la Reforma! No me lo podía creer. ¡Y qué después los descubre la Inquisición, se tienen que ir y algunos fueron quemados en El Prado y otros terminaron haciendo la Biblia del Oso!, a la que yo entonces no conocía… Era la primera traducción al castellano de los libros sagrados, prohibida por la Iglesia Católica. Llegué al periódico esa tarde nerviosísima. Escribí la historia, no ésta, sino la denuncia de cómo estaba entonces el monasterio, y al día siguiente me fui al Departamento de Historia Moderna, porque allí había un profesor, ya fallecido, Klaus Wagner, que había estudiado el tema de los protestantes en Sevilla, y él fue la persona que me aportó bibliografía. Fue clave para mí. Me di cuenta de que en castellano había muy poca. Quizás fuese olvidada conscientemente por la historiografía. Y en algunos casos era sólo una nota a pie de página en los ensayos. Aquello me pareció raro. Creía que aquello era ignorancia mía. Pero me di cuenta de que esa historia no la conocía casi nadie. Y a partir de ahí empecé a interesarme por lo que ocurrió y le vi la punta de novela que tenía. En esa época no sabía ni siquiera si podría escribir una novela. Si sabría escribirla. Y fue algo muy complejo porque la reconstrucción documental de lo que ocurrió fue difícil. Pero era tan apasionante aquella historia que al final conseguí escribir lo que después tuvo muy buena fortuna.
En Memoria de cenizas, como explicas, el Monasterio de San Isidoro del Campo, ubicado en Santiponce, tiene un protagonismo clave. Entonces, estaba derruido, y ahora ofrece una imagen restaurada. Su evolución ha sido paralela a tu novela.
Sí. Curiosamente, conforme iba escribiendo la novela, comenzó la restauración del monasterio. Recuerdo el día que se presentó a la prensa. Fue maravilloso. Yo estaba terminando la novela y al mismo tiempo el monasterio iba volviendo de alguna forma a la luz. Fue algo bonito. He hecho muchos recorridos por el monasterio con mis lectores, porque el lugar está muy identificado con la novela. En la presentación de su reedición que se hizo en noviembre íbamos a hacer otra visita al monasterio, pero con las restricciones tuvo que ser suspendida. El libro ha tenido una historia muy paralela a ese rescate del monasterio. Por eso dije antes que Memoria de cenizas tiene algo mágico.
¿Qué perspectiva sobre Memoria de cenizas te ha dado el paso del tiempo? ¿Cómo ha evolucionado tu impresión sobre los acontecimientos que narras durante los 15/16 años que han pasado desde su primera edición? ¿Ha cambiado tu visión de los hechos ocurridos?
La verdad es que no ha variado. Entonces, aquella historia me gustó mucho por lo que tiene de rescate de algo que ha sido silenciado, y después me he dado cuenta de que de alguna manera, casi todas mis novelas tienen una misma intención: recuperar episodios históricos y personas poco conocidos. Intentar hacer justicia poética con la literatura. Al reencontrarme con este libro y estos personajes me doy cuenta que ha sido un poco mi poética, la intención que siempre he tenido a la hora de contar las novelas, buscar estos episodios escondidos. Por eso sigo teniendo el mismo asombro por lo descubierto y fascinación por estos personajes. Más allá del tema religioso que hay detrás, por supuesto, me interesaba mucho más la historia de unos personajes que por curiosidad intelectual, por leer libros prohibidos hasta el punto de arriesgar sus vidas por ello, mantenían una gran pasión por la cultura, por la lectura. Esa curiosidad es lo que de verdad me fascina de la historia. Así pude meterme en la piel de esos personajes. Me atrajo esa pasión por los libros, más que la cuestión religiosa.
Pues transmites muy bien ese mensaje…
Claro, creo que eso es lo que intento transmitir al lector, esa sensación de que en el fondo hay gente que quiere leer lo que está prohibido, porque eso es libertad. Y también me interesa de la novela histórica lo que puede proyectar a nuestro presente. No el pasado por el pasado, como algo exótico. No. Sino lo que le puede servir al lector contemporáneo. Y en esta novela hay un reflejo de una época muy intolerante. Aún seguimos viviendo en una sociedad intolerante. Entonces se quemaba en el quemadero; ahora hay autos de fe simbólicos. Se dan espejos paralelos entre aquella época y la actual. Me gusta que el lector de la novela histórica encuentre ese nexo con el pasado, y que aprenda. Que diga, “hubo gente que intentó luchar por la libertad en una época de intolerancia”.
En Memoria de cenizas nos llevas a la opulenta Sevilla del siglo XVI, en la que las riquezas llegadas del Nuevo Mundo convivían con el momento álgido de la Inquisición y su guerra abierta contra la Reforma de la Iglesia Católica. Era aquella una Sevilla que no estaba preparada para unos cambios tan drásticos.
Claro. Siempre pensé que este tipo de nuevas ideas, esos cambios en el seno de la Iglesia Católica, las distintas versiones del Protestantismo, porque hay muchas, generaron que los monjes del monasterio practicaran el Erasmismo, que cuajó en España más que el Luteranismo. Incluso creo que el Erasmismo tenía más sentido aquí. Con él habría sido una Reforma más posible. Y, efectivamente, aquellos episodios suceden principalmente en Valladolid y en Sevilla. ¿Por qué? Valladolid era una gran ciudad, un centro institucional, sobre quien el gran Delibes escribe El hereje, donde cuenta también ese episodio; y Sevilla es una ciudad muy fuerte económicamente por el monopolio comercial con las Indias. A Sevilla llegan nuevos conocimientos, nuevos mapas, nuevos territorios, nuevas plantas, nuevos frutos… Es lógico que fuera un lugar donde se repensara el mundo. También, la forma de entender las religiones. Entiendo a esa aristocracia, a esos comerciantes con influencias flamencas, holandesas, que también traen nuevos pensamientos… Era un sitio donde lógicamente podían cambiar las cosas. Y creo que esa es la razón por la que surge en Sevilla. Lo que siempre sorprende es que sea en una ciudad donde la religión y toda la liturgia, la iconografía católica, son muy potentes. Pero empiezan a ser más potentes después de estos episodios porque la Contrarreforma reacciona subrayando todo el tema de la iconografía. La fiesta del Corpus se refuerza con todos sus símbolos. Es lo que le diferencia de las doctrinas protestantes. La veneración a las imágenes se potencia en el siglo XVI y, por supuesto, en el siglo XVII. La Sevilla que conocemos es heredera de ese post reformismo.
Memoria de cenizas es una novela coral en la que sobrevuela la traducción que al castellano realizara Casiodoro de Reina, la Biblia del Oso. Pero la lectura de tu obra nos lleva a una crítica de la intolerancia de la Iglesia con respecto a quienes opinaban de distinta manera.
Es curioso que aquellos episodios ocurrieran en una ciudad tan católica como Sevilla y encima, también, en un monasterio, como el de San Isidoro del Campo. Creo que no hay ningún caso parecido. Pero la Iglesia clandestina que hay en Sevilla, donde se reúnen los personajes de la novela, está formada por gente de la aristocracia. Gente importante. No era algo popular, sino gestionado por una clase ilustrada. Es curiosísimo. Siempre he dicho que el episodio de Sevilla, además de lo que tiene de sorprendente, se plasma en ese libro que es la Biblia del Oso. Cuando la leí me quedé alucinada. Está muy bien. Es una traducción maravillosa. Es fruto del Humanismo Cristiano del siglo XVI. Es decir, esa técnica depurada que hay en la traducción. Durante la Edad Media se repitieron mucho las traducciones, las copias, que iban acumulando errores. Y lo que se hace en el Renacimiento es volver a la traducción de la original, para limpiarla. Y esta de la Biblia del Oso es preciosa; tiene hasta la música de la época. A veces parece que estás leyendo El Lazarillo o cualquier literatura de la época. Por eso insisto que no es solo el tema religioso, sino ese maravilloso producto cultural que es la Biblia del Oso.
En Memoria de cenizas haces una magnífica descripción de la Sevilla del siglo XVI, tanto ideológica como física. Sevilla es una, o quizás, la protagonista de una novela que se convierte en una historia coral, con muchos personajes que, además, transmiten mucha vida.
Sí, Sevilla es todo un personaje en la novela. Cada historia te da unas claves de cómo contarla. Y desde el principio tuve claro que tenía que ser una novela coral, porque los personajes son, todos, importantísimos. En la parte final aparecen relacionados. Se especifica quiénes son reales y quiénes son ficticios. Pocos son los inventados. Pero es verdad que la gran protagonista es la ciudad. Y, sobre todo, el que es de Sevilla se da cuenta de que hay muchas cosas que aún están presentes. Por eso ese interés de que el lector contemporáneo sienta una identificación. No se trata de una ciudad lejana. Tiene muchas claves y muchos guiños para el lector sevillano.
Fotografía de portada de Patricia del Zapatero.