Ocho millones de dioses (Suma de Letras, 2019) es su tercera novela, tras El guerrero a la sombra del cerezo e Hijos del dios binario. David B. Gil nos presenta una historia entre un religioso católico y un samurái que han de trabajar juntos para esclarecer unos crímenes. Un nuevo éxito editorial se asoma al escaparate literario llevándonos al Japón feudal.
Llevas una larga trayectoria en el ámbito de la comunicación. Tras esta carrera profesional, ¿qué supone para ti la inmersión en el mundo de la novela?
Siempre me ha gustado escribir, pero nunca me planteé dedicarme a la escritura de novelas. Porque una novela es un proyecto más a largo plazo, requiere más compromiso… Todas las ideas que se me ocurren para novelas, requiere mucha documentación, son muy complejas en cuanto a las tramas y los personajes. Entonces nunca me decidía a empezar, pero en 2008 cuando vino la crisis que nos dejó a casi todos los periodistas en la calle, tenía más tiempo libre y di ese paso. A la idea que llevaba muchos años revoloteando en mi cabeza empecé a darle forma. Al final no fue una decisión consciente, sino aprovechando ese momento.
¿Por qué te has decantado por la ficción histórica?
Soy un apasionado de Japón, y en concreto del periodo feudal, desde la adolescencia. Empecé a leer novela de Eiji Yoshikawa, luego los mangas históricos de Kazuo Koike, veía el cine de Akira Kurosawa… Cuando empiezas a imaginar tus propias historias, creo que es natural que tu imaginación vuele hacia los paisajes y los mundos que te daban satisfacciones como lector. Y se me ocurrían historias que se ambientaban en Japón, porque para mí era natural, he crecido leyendo este tipo de historias. Para mí no era extraño que alguien de Cádiz imaginara y ambientara historias en Japón. Me di cuenta que era raro cuando en las entrevistas me lo solían preguntar (risas). Y es por eso, porque he crecido leyendo este tipo de novelas.
Ocho millones de dioses es tu tercera novela, tras El guerrero a la sombra del cerezo e Hijos del dios binario. Un religioso católico y un samurái han de trabajar juntos para esclarecer unos crímenes. ¿Cómo nace esta historia?
La historia de Ocho millones de dioses surge cuando estaba documentándome para El guerrero a la sombra del cerezo. Descubrí todo el tema de las misiones jesuitas en Japón, que los primeros occidentales que los japoneses habían visto eran los misioneros españoles y los comerciantes portugueses… Y me llamó mucho la atención un pasaje de nuestra historia bastante importante, que es el descubrimiento mutuo de Japón y Occidente, protagonizado por nosotros, que no se plasmara en la literatura. Creo que no hay ninguna novela histórica española ambientada en las misiones jesuitas en Japón, y si las hay no las conozco. Así que pensé que era un tema interesante, y lo dejé en nota mental. Pero eso es el trasfondo simplemente, y al cabo de los años, después de escribir Hijos del dios binario, estaba buscando cuál podría ser mi siguiente proyecto, cuando me imaginé esta historia de asesinatos en las misiones jesuitas, y este misionero, Martín Ayala al que le encargan volver a Japón para investigar estos asesinatos. Pensé que ese era el momento de escribirlo, teniendo el trasfondo y la historia.
En Ocho millones de dioses arrancamos a finales del siglo XVI con una historia radicada en el Japón feudal. Aventuras, crímenes y misterio ambientados en el Japón feudal. ¿Qué podemos contarles a los lectores sin destriparles la novela?
Es una novela de investigación y aventuras, principalmente. Creo que la novela histórica esencialmente es una novela de aventuras. El lector se va a encontrar una novela de investigación y aventuras. Y en cuanto a la trama, en el punto de arranque tenemos a este protagonista inventado que es Martín Ayala, que se mezcla con personajes que sí son históricos reales. Este Martín Ayala que viajó en la primera misión jesuita, que fue la que dirigió Francisco de Jaso y Azpilicueta, san Francisco Javier, a la poste. Martín Ayala tiene la peculiaridad que fue un misionero que no viajó tanto para predicar, sino para aprender el idioma y las costumbres. Ser una especie de proto-antropólogo, aunque no existía la Antropología todavía, y dejarlo todo por escrito para facilitar la labor evangelizadora y para ayudar a los que venían después, para que tuvieran una guía. Cuando empiezan a aparecer los jesuitas asesinados y los gobernantes japoneses les dicen que aunque es algo que atañe solo a los extranjeros, les van a dar permiso para que investiguen por su cuenta. La Iglesia decide que quien mejor conoce a esa gente y el idioma para llevar una investigación sobre el terreno es Martín Ayala. Había estado 20 años misionando en Japón, pero hacía 10 años que lo apartaron de la misión por unas circunstancias. Le dicen que sus pecados están perdonados, porque le necesitaban de vuelta y desentrañar lo que hay detrás de esos asesinatos. Y ese es el misterio de arranque de la novela.
¿Qué protagonismo ha tenido la tarea de documentación para escribir tu obra?
El proceso de documentación es complicado de explicar en el sentido de que me cuesta acotarlo. No es que diga “empiezo la documentación y luego comienzo a escribir la novela”. No funciona tan así. Digamos que lo que es el background y el momento histórico, lo tengo bastante asimilado, porque como llevo escribiendo sobre Japón y sobre este periodo en concreto, desde los 15 años, ya tengo un acervo acumulado de muchas lecturas. Yo lo que hago es lo siguiente, el proceso mío de trabajo es: primero planifico toda la historia y cuando tengo todo planificado, sé qué personajes van a aparecer, cuál es su procedencia, sé qué localizaciones van a aparecer, qué ambientes… Eso ya me va dictando qué aspectos en concreto tengo que investigar. Aquí el ciclo del cultivo del arroz es importante, por lo que tuve que aprender cómo se cultivaba el arroz. Aparecen unos personajes que son recolectores, tuve que aprender cómo eran los recolectores de algas, cómo vivían… En gran medida mucha documentación que luego no se refleja en la novela, pero que necesito saberla para pincelarla a veces, o que diálogos de esos personajes tengan sentido, sean verosímiles. Entonces, planifico la novela, luego me documento para los detalles costumbristas que necesito, pero en el proceso de escritura son novelas muy complejas, porque cada escena requiere documentación. Tengo que leer para escribir cada escena. Si me encuentro que Kenjirô y Ayala están recorriendo una etapa en un capítulo determinado, y van de tal punto a tal punto, que es una etapa de la ruta Tokaido, por ejemplo, tengo que investigar antes de escribir el capítulo qué tipo de flora hay en esa etapa de la ruta, cuáles son los pueblos o las aldeas cercanas que mantienen el nombre, qué templos había cerca… Ese tipo de cosas. Al final, cada proceso de documentación dura hasta la última revisión de la novela.
El padre Martín Ayala y el samurái rural Kudö Kenjirö son los dos personajes a los que hemos aludido. ¿Cómo los define su propio creador?
La relación que se crea entre Ayala y Kenjirö, y la dinámica que llevan es el motor de la novela. Sabía que tenía que funcionar la historia entre ellos dos para que funcionara toda la novela. Como la literatura es conflicto, quería dos personajes muy diferentes entre sí, de mundos opuestos, casi literalmente, pero que estuvieran obligados a viajar juntos. Entonces eso me aseguraba un conflicto constante en la novela. Y al mismo tiempo ellos dos me permitían encarnar el tema que subyace en toda la historia que es el conflicto cultural y religioso, entre Japón (el país con los ocho millones de dioses), y los occidentales que llegan proclamando que solo hay un dios verdadero. Ayala y Kenjirö son la encarnación de ese conflicto. De hecho tienen muchas conversaciones sobre religión, costumbres y creencias, a lo largo del viaje. Con lo cual, la relación de ellos me funciona como metáfora del tema de la novela. Y es muy bonito porque a lo largo del viaje van tramando amistad, porque aunque son dos personas muy diferentes, en esencia son dos buenas personas. Pero luego se van influyendo el uno al otro, aunque ni Ayala ni Kenjirö abraza las creencias del otro, pero sí le llega a comprender. Y ambos crecen, se influyen y van cambiando, de tal manera que al final de su viaje, tanto Ayala como Kenjirö son muy diferentes a como eran al comienzo.
¿Cómo crees que se ve desde Occidente a la cultura oriental?
Estamos en una etapa muy japonófila en España. El japonismo en Francia lleva décadas, te diría más de un siglo. Porque desde el siglo XIX que llegó el japonismo a través de las exposiciones universales a Francia, los artistas franceses han estado obsesionados con Japón. Cuando viajas allí te das cuenta de la devoción que tienen por el manga, por la cultura japonesa… Y aquí ha empezado a llegar. Creo que era cuestión de tiempo, y llevamos ya más de una década. Hemos descubierto a Murakami, y este ha sido la punta de lanza de toda la literatura japonesa. Cuando empecé a leerla, se traducían solo un par de novelas al año. Ahora mismo se traducen decenas de títulos todos los años. Hemos descubierto la gastronomía, el número de viajeros está creciendo desde los últimos años, hasta el punto que Iberia ha puesto un vuelo directo Madrid-Tokio. Estamos descubriendo Japón ahora. Es muy curioso porque cuando escribía El guerrero a la sombra del cerezo, las editoriales que aceptaban a leerse algún capítulo, me decían “es que una novela histórica, escrita por un español, ambientada en Japón… Esto aquí no interesa a nadie, esto no vende”. Y resulta que sí interesaba a alguien, porque El guerrero a la sombra del cerezo fue un bestseller de Amazon España, y ahora va por la sexta edición en papel. Lo que pasa es que nunca nadie se había atrevido a publicar novelas de esta ambientación en España. Pero cuando se ha publicado, la gente ha demostrado que realmente había un interés. Creo que Japón nos interesa, y cada vez más.
Ocho millones de dioses está teniendo un buen recibimiento por la crítica especializada. ¿Qué esperas de los lectores?
Me preocupaba un poco porque El guerrero a la sombra del cerezo es un longseller, como se llama en el ámbito editorial. Es una novela que ha ido creciendo poco a poco, por ejemplo, este mes sacamos la sexta edición. Es muy extraño que una novela que se publicó hace más de dos años, saque sexta edición. Normalmente los libros son como las películas en el cine, venden durante un mes y luego desaparecen. Que una novela siga vendiendo dos años después es rarísimo, entonces una guerra que no deja de crecer y va ganando adeptos, y además son lectores un poco apóstoles, como les llamo. Son muy apasionados de la novela, y se convierten en evangelizadores, les dan mucho la lata a sus amigos y a sus familiares para que la lean. Y es ese boca-oído lo que está haciendo que la novela sea un longseller, y que el segundo año se haya vendido tanto como el primero. Ocho millones de dioses era una novela muy similar en la ambientación, pero es conscientemente diferente de El guerrero a la sombra del cerezo. Ésta es una novela más de aventuras, con un toque épico. Ocho millones de dioses también es aventurera, pero se centra más en la investigación criminal, es más de viajes… Digamos que algunos ingredientes son muy similares, pero el plato final es muy distinto. Y me preocupaba que estos lectores tan entusiastas de El guerrero, que cuando te gusta mucho algo, quieres más de lo mismo, al no ser lo mismo esta vez, no lo fueran a recibir bien. Sabía que las comparaciones iban a ser inevitables. Ahora que ya ha pasado un mes, me estoy encontrando que lo están recibiendo muy bien. La gente dice que es muy diferente a El guerrero a la sombra del cerezo, pero le gusta, por lo cual es muy satisfactorio. Estoy muy contento con la acogida que está teniendo.
Has recibido varios premios por tus obras. ¿Qué valor les concedes a estos reconocimientos en el desarrollo de una carrera como escritor?
Creo que los premios son importantes porque ayudan a darte visibilidad, que puedas llegar a más lectores. Se publican tan buenas novelas al cabo del año, que darle un premio, por ejemplo, a la mejor novela histórica o a la novela de un autor joven es positivo. A todo el mundo le gusta recibir premios. Pero yo les veo un valor más utilitarista, te ayudan a que le pongan el cintillo “Finalista de tal premio” o “Premio Hislibris de tal año”. Pero intento no darles demasiada importancia, ni cuando quedo finalista ni cuando gano. Es lo que decía Lord Byron, que el éxito es un impostor, no tienes que creértelo ni cuando estás en lo alto, ni cuando estás en el fracaso. Pienso que es un poco así, suena a tópico, pero lo más importante es ir captando lectores que acaben contentos, porque son ellos los que van a seguir leyéndote y van a permitir que sigas publicando. Eso no te lo da ningún premio, solo los lectores satisfechos. Lo que tienes que hacer es centrarte en seguir escribiendo buenas novelas, que sigan satisfaciendo a tus lectores, más allá de que tengas un premio o no.
La historia de tu primer libro, El Guerrero a la sombra del cerezo, es curiosa: pasó de ser autoeditada a ser el Finalista del Fernando Lara y a convertirse en la novela de ficción histórica mejor valorada por los lectores de Amazon España.
El Guerrero a la sombra del cerezo es la novela que me da a conocer realmente. Fue finalista del Fernando Lara, en una época en la que ser finalista de este premio no te aseguraba publicar, porque era en plena crisis del sector editorial. Lo que me ofrecieron desde el grupo Planeta fue publicar en digital, y les dije que para publicar en digital, me autopublicaba en Amazon, que fue lo que hice. La cosa fue bastante bien, algo que no esperaba. Es la novela histórica mejor valorada en Amazon y es la novela histórica más vendida de Amazon España. Creo que ahora va rondando las 500 reseñas, es una barbaridad. Para que os hagáis una idea, Harry Potter tiene 350 reseñas. Y lo bueno de cuando se publicó en papel, cuando salió a la venta a través de una editorial, es que ha seguido vendiendo en papel. Está teniendo una vida muy larga por lo que te comentaba antes del boca-oído y por lo entusiastas que son los lectores con ella.
Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.