A pesar de que se encuentra en Colombia rodando una serie de TV, el polifacético Carlos Bardem ha tenido la deferencia de atender a Gatrópolis para conversar sobre su última novela, El asesino inconformista (Plaza & Janés). Una obra de difícil catalogación que atrapa al lector de principio a fin.
El asesino inconformista es una novela de cómoda lectura pero con una estructura compleja, donde se mezclan la crítica social, la historia de España, los elementos de la novela negra, el amor de dos seres perdidos que se dan apoyo, como Fortunato y Claudita… ¿Cómo se organiza todo esto para crear una obra como la que nos ocupa?
Mongo blanco era una novela supuestamente histórica, muy bien documentada, muy extensa, sobre la trata de esclavos en el siglo XIX. Y como escritor me gusta sorprenderme a mí mismo. No soy metódico, con lo cual necesito entusiasmarme, divertirme, asustarme, y sobre todo no repetirme. Así, cuando empecé con El asesino inconformista quería escribir algo absolutamente distinto. He dicho que Mongo blanco es una supuesta novela histórica porque El asesino inconformista es una supuesta novela negra, pero en realidad ninguna responde completamente a sus cánones. Una de las cosas que me divierten como escritor es tomar los códigos supuestos de los géneros y darles la vuelta y subvertirlos. El asesino inconformista es una novela negra muy especial. No se investiga nada. Nadie persigue a este asesino de corruptos. Desde el primer párrafo ya sabes quién es el asesino. Luego aparece una trama que tiene una tensión para mantener al lector pegado al libro, pero no es una novela canónica. Lo que me divierte es jugar con los códigos, mezclarlos, mestizarlos y aprovechar lo que en teoría es una novela negra para hacer una crítica social. La novela negra es un fresco histórico, casi siempre habla de la corrupción del poder. Me divertía mezclar cosas aparentemente irreconciliables. También es un libro de literatura de viajes. Visitamos Nueva York, Zanzíbar, Bagdad… Tiene su parte de ensayo político. En su escritura hay varios gritos del autor, llamadas a la atención, contra la impunidad, contra una sociedad que lleva décadas haciendo un tránsito muy peligroso hacia el individualismo más exacerbado. El neoliberalismo que campa desde los 80 ha supuesto que poco a poco pasáramos de ser ciudadanos a consumidores. Somos sociedades de consumo. Prima ante todo la satisfacción inmediata de cualquier capricho. Y ello afecta a la novela. Y Fortunato, que es un gran romántico, vive una gran historia de amor con Claudita, esta actriz a la que ama. Y él se rebela contra todo. Y reivindica una concepción del amor como compromiso y del amor romántico que él siente como su único medio para salvarse del mundo y de sí mismo.
Así que la mezcla de todos estos ingredientes, en principio sin relación unos con otros, parece que funciona y ha dado lugar a una novela que, como dices, tiene muchas lecturas. Luisgé Martín, un novelista fantástico, ha hecho una reseña sobre la novela, de la que me siento especialmente satisfecho, en la que decía que “en El asesino inconformista hay al menos cuatro novelas y las cuatro muy buenas”. Yo diría que incluso hay alguna más.
En El asesino inconformista descubrimos a un nuevo personaje del imaginario literario: el mencionado Fortunato. ¿Cómo y por qué nace?
Yo quería crear un antihéroe. En este caso, un asesino que no es un asesino cualquiera, no es un sicario. Es un especialista, un tipo que tiene unos códigos, un psicópata narcisista diagnosticado, culto, que ha viajado, y que sólo mata a personas que él cree que deben morir. No puedes contratarle para matar a cualquiera. Mata a políticos corruptos porque cree que es su contribución a cierto reciclaje. Cree que su mayor contribución al bienestar de la humanidad (que tampoco le interesa demasiado, porque a su mundo sólo le interesa Claudita, la mujer a la que ama), es sacar fuera la basura. Entendiendo como basura a los corruptos, los impunes, los que siempre escapan a la Ley, o los que cuando les alcanza lo hace de una manera muy suave o ya muy tardía.
Una característica de Fortunato, que da nombre a la novela, es su inconformismo, su rebeldía ante una sociedad corrupta. Pero en el afán que tenemos por etiquetar a los demás unas veces lo veía como un héroe, otras como un villano, como un vil asesino, como un justiciero… Según el autor de la novela, ¿en qué sitio podríamos ubicarlo?
Lo acabas de definir de una manera perfecta. Fortunato tiene todo eso. Los seres humanos, y por tanto los personajes que pretenden acercarse a la realidad de ellos son complejos. Me gustaría pensar que esta novela escapa al maniqueísmo del género negro de nuestro país, de gente buena y gente mala. Cuando más te aproximas a la realidad de lo humano más difícil es encontrar emociones maniqueas. Gente absolutamente buena no existe, y gente absolutamente mala, sí existe. Creo que existe gente muy malvada. Pero incluso en ellos encontrarás rasgos de humanidad. Lo interesante para el escritor y para quien se acerque a su obra es tratar de retratar esta complejidad, escapar de los moldes, de definir a alguien como bueno o como malo.
La vida es más interesante cuando aceptas ciertas complejidades y cuando intentas que esto no sea un comodín para saltarte cualquier lógica narrativa. En la novela se entiende muy bien el trayecto vital de Fortunato. Se entiende muy bien de pequeño su relación con la violencia, cómo ha crecido en una sociedad como la española, que ha sido muy violenta y que es muy violenta. Y no es una justificación, sino una explicación de cómo alguien puede llegar a convertirse en una herramienta al servicio de los poderosos. Y de ahí vienen sus dudas. Fortunato, siendo un psicópata asesino, siente que vive en una sociedad violenta. La sociedad en que vive asusta bastante (risas).
El asesino inconformista es una novela crítica, irónica, con una gran carga de rebeldía ante el caos de una sociedad corrupta. ¿Dónde aparece el autor?
El autor no siempre suscribe todo lo que hace Fortunato (risas). La novela no es una apología del asesinato, ni mucho menos (risas). Hay que matizar esto. Pero lo que sí hay en el fondo es un grito de angustia, de llamar la atención, de rebeldía frente a la impunidad de la corrupción en este país. La corrupción es inherente a la condición humana. Corruptos va a haber en todos los países y en todos los sistemas políticos. Lo que sí es propio de nosotros es la impunidad. Cómo se libran los corruptos. Fortunato asesina a políticos corruptos; eso está muy mal, no hay que asesinar gente (¡niños, no hagáis esto en casa, ni intentéis imitar a Fortunato!) (risas). Pero la corrupción sí mata, y a mucha gente. Implica recortes en sanidad, en servicios sociales, genera pobreza, miseria, enfermedad, ignorancia, y eso mata. Y esta novela me gratifica porque va muy bien con la acogida de la crítica y de los lectores, pero por otro lado es preocupante. ¿Cómo será este sentimiento de que hay una impunidad generalizada para ciertas personas y ciertos grupos en nuestro país que la gente acoge con cierta simpatía la figura de un asesino de políticos corruptos? (risas).
Carlos Bardem es una persona con muchas inquietudes profesionales, y personales, de implicación con los problemas del mundo que habita… e inconformista, como Fortunato.
Virginia Woolf decía que las buenas novelas te tienen que buscar las costuras. Respeto a quienes se dedican a escribir por entretenimiento puro y simple. No me interesan esos thrillers, ni como lector ni como autor. Aunque lo veo como algo totalmente respetable. Pero cuando tú tienes una pretensión de reflexionar, de sembrar, de empujar al lector o a la lectora a cuestionar cosas, tienes que confrontarlo, tienes que estirar los límites morales. Esa es una de las funciones de novelas con personajes como Fortunato. Me permito estirar esos límites morales con la historia de un asesino a sueldo que además os va a caer muy bien. Y con el cual, en algunos momentos, vais a estar incluso de acuerdo. Esto llega a plantearte tus propios valores como persona. El diálogo que tiene que establecer la literatura es ese si pretende ser algo más que un simple entretenimiento. La literatura entendida como arte o como una pretensión artística tiene que tener una carga de cuestionamiento, de incomodidad, de confrontación, de ponerte ante cosas que escapan al discurso imperante y que va a hacer que al leer la novela tú mismo te preguntes ¿esto está bien?, ¿esto está mal?, ¿por qué este tipo de repente me cae bien si objetivamente es un asesino? Y eso tiene que llevar a una reflexión sobre la sociedad en que vivimos. Ese es el papel de la literatura. Y en Fortunato está el autor, por supuesto. He querido llevar al lector a disfrutar de la reflexión con esta sátira amena, porque se lee muy bien. Pero es un libro que está sembrado de minas. ¿Cómo puede ser que un asesino psicópata tenga razón? Bueno, esa es otra de las tesis de la novela. ¿Quién mejor que un asesino psicópata para explicar una sociedad psicopática?