La chiclanera Blanca Cabañas ha tenido un debut como novelista digno de ser destacado. Iniciada su primera novela en la auto publicación, con mucho esfuerzo se ha ganado el respaldo de los lectores y de SUMA de Letras, editorial que ha terminado apostando por Perro que no ladra, una historia que cautiva por la extraña y compleja relación familiar de Lara y Olga con su extravagante madre.
Perro que no ladra es tu primera novela, que nació de la autopublicación y no solo despertó el interés del público sino de la editorial SUMA. ¿Cómo ha sido este proceso?
Muy trabajado. En la autopublicación el autor es el artesano de todo. Toma absolutamente las decisiones y el proceso es muy laborioso y tedioso. Puede ir bien o no. La verdad es que normalmente el lector no suele asumir riesgos, algo que no ocurre en la autopublicación, donde no está ese filtro editorial. Si ya es difícil que el lector se arriesgue con un autor novel, si un libro es autopublicado, aún más. Porque, claro, con la editorial vas con un apoyo que tranquiliza mucho al lector. En mi caso, la corrección la hice yo; la maquetación, mi pareja, el diseño de la portada… Eso fue en diciembre de 2020. Empezamos a llamar a todas las puertas, a nivel local, provincial… Cuesta un poco. Pero la sorpresa es que no tenía ninguna expectativa, y la acogida fue muy buena. El feedback por parte de los lectores fue muy positivo. Y eso hizo que, no me lo había planteado, me armara de valor y decidiera enviarla a algunas editoriales. Al mes de haberla autopublicado. Y a los tres meses SUMA de Letras me contestó y me dijo que estaba interesada. Y el cambio ha sido brutal. La proyección que tiene una editorial no es comparable. Por muy bien que lo hagas llega el momento en el que tocas techo y es muy difícil por ti misma abarcar todos los campos. Y por supuesto darle esa publicidad que merece. Y así la novela está en todas las librerías de España.
¿Tienes algún otro proyecto a la vista?
Sí. A ver si puedo terminar, aunque creo que nunca se termina porque la promoción del libro es alargar la vida del mismo, pero tengo el borrador escrito de la segunda novela. Lo que falta es ponerse en ese proceso de corrección, relectura, y darle las últimas vueltas para que todo quede bien para enviarlo a la editorial.
Eres maestra en Educación Especial y pedagoga. Pero tu sueño siempre ha sido escribir. ¿Cómo combinas ambas facetas profesionales? ¿Cuál tiene más prioridad ahora?
Es complicado compaginarlo. Pero hay momento para todo. Cuando la novela salió el 12 de mayo, yo estaba estudiando unas oposiciones que eran en junio. No pude dedicarme a la novela. En ese momento no era lo primordial, aunque yo lo quisiera. En ese momento no le tocaba. Y en verano, que es mi periodo de vacaciones como maestra, me dediqué a la novela. El motor de todo es la ilusión. Pero le quitas tiempo a otras cosas, al ocio. Aunque es verdad que si me dedico a esto es porque me encanta escribir. Pero llega un momento en el que por mucho que te guste se convierte en un trabajo. Pero alimento los dos mundos. Intento incentivar la lectura en los colegios, y siempre hay de mí y de mi vinculación con la docencia en la novela. De hecho, en Perro que no ladra, la neuroeducación está presente. La idea principal, el germen de la novela, surge de ahí. De cuando estaba estudiando el máster de Atención Temprana y Necesidades Educativas Especiales, y supe del síndrome de Capgras. Al principio no sabía cómo iba a encauzarlo, pero tenía claro que quería volcar todo eso en la novela.
La protagonista de Perro que no ladra es Lara Ortiz, una joven que se había ido de su Chiclana natal a Sevilla, huyendo de su familia y regresa 14 años después por un accidente doméstico de su madre. Entre esta y Lara se da un duelo psicológico muy fuerte, ¿verdad?
Sí, sí. Si Lara es la protagonista, la antagonista es su madre. Y esa relación que hay entre ellas marca absolutamente toda la historia. A priori el lector puede pensar que Lara vuelve al hogar, a casa. Pero no encuentra lo que quizás espera. Lo que hay es un ambiente opresivo, muy tenso. Esos silencios que dicen más que las palabras. Esas miradas esquivas. Y es a lo largo de la historia donde el lector tiene que descubrir qué ha pasado y si Lara tiene motivos para tener esa actitud con su familia.
Hay momentos en que la madre asusta, transmite sensaciones extrañas y negativas.
Es la intención (risas).
En esa relación tan negativa que hay entre Lara y su madre está su hermana, Olga, que aparece como mediatizada por ambas.
Todo se desarrolla en el núcleo familiar. A veces menos es más. Los personajes no son muchos pero lo que buscaba era que estuvieran muy bien construidos. Y más que describirle al lector cómo son, lo que quería era mostrar esas vivencias significativas en esa segunda línea temporal que va dando saltos en la infancia y en la preadolescencia de Lara, y que el propio lector fuera el que se construyera esa opinión fundamentada de los personajes. No hay buenos ni malos, sino que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras y en algunos momentos puedes empatizar con alguien. Por ejemplo, podemos decir de Olga que es demasiado sumisa y está a la sombra de su madre.
Olga se ampara en su hermana Lara. Es un bálsamo su regreso a Chiclana…
En esa relación entre hermanas, más que un bálsamo es que Olga tenía la necesidad de contarle a Lara que está embarazada. Pero tampoco es que sea un bálsamo. Ellas han vivido mucho tiempo la una sin la otra y pueden seguir haciéndolo. Lo que pasa es que Herminia no es una madre fácil. Y cuando llega Lara sí que agradece ese soplo de aire fresco.
La novela va despojándose de capas. Conforme avanzamos descubrimos cosas nuevas. Vamos de sorpresa en sorpresa. Ello hace que nos enganchemos a la lectura.
Claro. En la novela hay muchos enigmas, pero los auténticos secretos se esconden en el interior de los personajes. Y a la mitad de la novela, que ya el lector está totalmente sumergido en la historia, es cuando esa idea sobre la que se había construido el personaje explota. De pronto toma un camino totalmente contrapuesto, que no se había imaginado. Es cuando todo lo que pensaba que tenía controlado empieza a salir de su control.
Lo paranormal también aparece en la novela. Y lo hace de una manera muy relevante. Marca mucho al desarrollo de la historia.
Sí. Las creencias supersticiosas están muy presentes. Siempre se hace alusión al norte de España, donde tuvo lugar la quema de brujas más importante del país, pero esas supersticiones están muy extendidas por todas partes. Yo que soy del sur las he vivido en primera persona. Al final todos hemos acercado posturas con ese tema. Ya sea leyendo el horóscopo, llevando un amuleto… Y en la novela está este tema tratado desde el extremo, desde la creencia más enfermiza e irracional de Herminia.
Eres de Chiclana. Y la has puesto en el centro de la novela. Es donde se desarrolla la trama.
Para mí es muy importante la ambientación. Hay muchísimos autores españoles que sitúan las historias en su tierra. A mí me apetecía, y me parecía lo más cómodo, y aportaba verdad a aquello que yo contaba, porque quién mejor que yo, que conozco las distancias, la forma de vida de la gente, los escenarios… Y, además, Chiclana es una localidad muy turística, cuya mayor atracción es la playa de la Barrosa, que sin embargo tiene un papel casi irrelevante en la novela. Quería darle ese giro de tuerca a lugares menos conocidos, más solitarios, que me dieran pie a crear esa atmósfera tenebrosa que va adquiriendo la historia. No he sido muy justa (risas) con Chiclana, he de decirlo. Pero me he divertido mucho jugando y, al final, si puede conocerse también por otras cosas que no sea el turismo, como los libros, mejor.