Es profesor de Arte en la Universidad de Alcalá de Henares y actualmente es el comisario de la exposición «Murillo y su estela en Sevilla«, dentro de la conmemoración del IV Aniversario del pintor sevillano, que puede disfrutarse en el Espacio Santa Clara. En noviembre presentó el libro Murillo y las metáforas de la imagen (Cátedra) pero, además, como director del Congreso Internacional «Murillo ante su Centenario», que se celebrará en Sevilla el próximo mes de marzo, está trabajando para que tan relevante cita salga de manera satisfactoria. De todo esto y, por supuesto, sobre Murillo, ha hablado con suma cordialidad para Gatrópolis.
Vayamos por parte. Su libro Murillo y las metáforas de la imagen fue presentado en noviembre. ¿Cómo surge esa iniciativa?
El libro fue un encargo de una editorial privada, de Cátedra. No tiene nada que ver con el Ayuntamiento, y como bien dice, fue presentado el pasado mes de noviembre.
¿Qué le impulsó a titularlo de esa manera y a vivir esta experiencia?
Porque Murillo, precisamente, es un artista que tiene de alguna forma sin estudiar lo que sus imágenes han ido diciendo durante el tiempo y lo que nos dicen incluso en la actualidad. Parto de la base del concepto de visualidad que desarrolla Georges Didi-Huberman en su libro Ante la imagen (que tuvo una gran repercusión hace unos años). Y en ese concepto, Murillo es un artista de una riqueza importante. Lo analizo desde el punto de vista de esa visualidad y de que sus pinturas son metáforas. En esas obras no se dice lo que aparentemente vemos, sino que hay un significado, una metáfora detrás. Eso es lo que defiendo en este trabajo.
Usted ha querido dejar claro que el libro no es un catálogo de obras de Murillo, que es algo más. ¿Podría explicar a los lectores de Gatrópolis que aún no se hayan hecho con esta obra, en qué consiste?
No es un catálogo, ni mucho menos. Entiendo que ese trabajo ya está hecho. Lo hizo Angulo en el año 81. Lo mío lo calificaría como un ensayo.
En el libro también se detalla el hallazgo en una colección de Penrhyn Castle, al norte de Gales, del retrato de Diego Ortiz de Zúñiga. ¿Cómo se logra dar con obras como ésta que están ilocalizadas?
En realidad, se sabía dónde estaba, pero se consideraba una copia. Pero al yo hacer la copia del Ayuntamiento de Sevilla, y al decir en la ficha que le encargué a Pablo Hereza cuando hice el catálogo razonado de los bienes culturales del Ayuntamiento que, probablemente, la copia de Penrhyn Castle era un original, lo que hice fue verificarlo. Me fui este verano a Liverpool, y de allí, a Bangor, y estudié in situ la obra. Inmediatamente me di cuenta de que era el original. No tenía ninguna duda. Estaba muy sucia, los propietarios la mandaron restaurar y hace unas semanas la vi, que fue cuando salió la noticia en The Guardian, y me di cuenta de lo que ya publicaba en el libro. Porque la foto que reproduzco en él es anterior a la restauración. Muchas veces, los historiadores lo que tienen que hacer es verificar las hipótesis. Y eso fue lo que hice.
Supongo que la elaboración de Murillo y las metáforas de la imagen le habrá requerido muchas horas de investigación, de viajes…
(Risas). Dos años, muchos desplazamientos, mucho gasto también… porque, claro, muchas de estas fotografías tienes que encargarlas a los museos, sobre todo si quieres reproducir una obra que es poco conocida, de la que quizás no haya una buena fotografía… Es importante también este trabajo de campo.
Murillo, el último viaje
Participó con un equipo de expertos en el documental ‘Murillo, el último viaje’, de José Manuel Gómez Vidal. ¿Cómo fue la experiencia?
Fue muy bonita porque la producción era de Bernabé Rico y el guión de José Manuel Gómez Vidal, y de alguna forma hemos dado una visión diferente de Murillo desde el punto de vista de los expertos, pero al mismo tiempo que sirviera para crear esa lectura donde el público fuera protagonista. Y ese último viaje era el del Joven Mendigo, que regresa de la exposición de Focus, “Velázquez.Murillo. Sevilla”.
¿Y qué le parece cómo ha quedado este trabajo, presentado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y premiado en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva?
Me ha gustado mucho, porque creo que capta muy bien la atención de un público profano. Muchas veces, el problema que tiene hacer estas cosas es que se habla de especialista a especialista. Y el Centenario de Murillo debe servir para hacer una divulgación de él ante la sociedad. Y el documental lo consigue.
¿Qué hace que la obra de un artista, en este caso Murillo, perdure en el tiempo y supere el paso de tantos siglos?
Lo dicho al principio, la visualidad que tienen sus imágenes, las metáforas, cómo nos sigue cautivando su pintura y los mensajes que nos transmite. Eso es muy importante, muy importante.
Usted ha dicho en otras entrevistas que queda mucho por saber del significado real de las obras de Murillo, de esas metáforas a las que alude en el título de su libro, que es solo el comienzo.
Mucho, mucho. Me gustaría que esto sirviera para que los jóvenes investigadores, ahora que estamos viviendo un mundo tan convulso en la universidad y en la investigación, donde cada vez se reducen más las ayudas, vieran que se puede estudiar a los grandes maestros desde una nueva óptica, desde una revisión de sus pinturas, desde unos mensajes nuevos… Es importante.
Es una pena que la obra de Murillo sufriera tanto los efectos de la invasión napoleónica, ¿verdad?
Sí, sí. Fue una dispersión muy grande. Eso se conoció en el mundo entero pero fue una pérdida irreparable para el patrimonio de Sevilla.
¿Por qué a Velázquez no le interesaba que Murillo se trasladara a la Corte y por qué al mismo Murillo no le apetecía marcharse de Sevilla?
A Murillo no le interesa salir de Sevilla porque tiene una clientela establecida y estaba muy organizado su mercado con sus encargos. Es cierto que Murillo, cuando va a la Corte (aunque los testimonios que hay son indirectos) pudo haberse quedado, pero no quiso. Por qué. Lógicamente porque tiene establecida en Sevilla una fiel clientela. ¿Velázquez tenía interés en que no fuera a Madrid? Eso es una suposición de Gabriele Finaldi, que probablemente no estuviera interesado en que se quedara. Creo que cierta, porque Velázquez era pintor de la Corte y no querría tener un competidor. Pero tampoco creo que Murillo tuviera especial interés. El que sí lo tenía era Zurbarán, pero ¿por qué? Porque Murillo copó la clientela en Sevilla y dejó de ganar dinero, de ahí que se trasladara a Madrid.
¿Existió competencia entre los pintores de la época?
Claro que la hubo. Sobre todo en función de la clientela. Tenga en cuenta que cuando Murillo estaba triunfando, Zurbarán comenzó a dedicarse a la clientela americana, a la del Nuevo Mundo. Esto es importante tenerlo en cuenta. Murillo supuso una amenaza desde el punto de vista de la clientela… y del gusto. Cambia lo que la gente pide, lo que le gusta.
Crea cánones nuevos, ¿no?
Eso es, crea cánones nuevos.
Murillo y su estela en Sevilla
¿Qué podremos descubrir sobre Murillo que rompa el tópico que se ha ido generando sobre su figura y su obra?
Para mí es muy importante que se vaya a ver la exposición “Murillo y su estela en Sevilla”. Que quien vaya descubra esa memoria psíquica que se crea en cada momento. Es decir, es una exposición transversal, que lo que hace es ese juego de miradas en el siglo XVII, en el siglo XVIII, en el siglo XIX, donde dibujo, pintura, grabado, escultura, de alguna forma interactúan. Es muy importante que analicemos la obra de los artistas desde distintos momentos, para ver la validez de sus imágenes. Es importante la imagen y el tiempo en el que fue creada. Es algo que se descubre visitando la exposición sobre Murillo y su estela.
¿Qué conclusiones le gustaría que el público que visite “Murillo y su estela en Sevilla” extraiga de las obras que va a ver?
Que cambiara la visión del artista. Que no fuera un artista tan mediatizado por la religión o por una óptica tan instrumentalizada. Que tuvieran sobre él otro tipo de mirada. Murillo está muy marcado por esa visión.
Usted también fue el comisario de la exposición El Joven Murillo”.
Sí. La hice con mi maestro Alfonso Pérez Sánchez. Ahí pretendía ver al artista en su juventud. Sobre todo, estudiar cómo se forma su personalidad artística, cuáles fueron sus ingredientes, sus fuentes…
Cuando se afrontan retos como estos que usted lleva, ¿cuándo se puede respirar hondo y decir “ya puedo dormir tranquilo”?
(Carcajadas). ¡Ah! Cuando se van los cuadros, cuando se van los cuadros. Cuando los cuadros llegan a sus museos. Se lo digo en serio. Hasta que los cuadros no estén en sus museos, no estaré tranquilo (risas). Ése es mi momento de plenitud.
Congreso Internacional
En marzo llegará otra cita destacada en el Año Murillo, el “Congreso Internacional, Murillo ante su Centenario», del cual usted es su director. ¿Sobre qué bases se está trabajando en el mismo?
Sí. Del 19 al 22 de marzo. Bueno, en diferentes mesas. Son 53 ponentes. Se dará a conocer el programa la semana que viene, y vendrá gente de universidades y museos de todo el mundo, donde se va a estudiar la difusión y la vigencia de sus modelos gráficos, Murillo y Sevilla, lo que significa Murillo en la narrativa del Siglo de Oro, su pintura, Murillo y la dispersión de su obra en América, Francia, Alemania… Va a ser un congreso muy transversal, donde se va a analizar su obra desde múltiples aspectos.
¿La imagen que se tiene de Murillo en el extranjero es la misma que en Sevilla o en el resto de España?
Es algo diferente porque está muy mediatizada por la visión decimonónica y también es un artista que se valora más por la pintura de sus niños, de los temas profanos, que son los que salieron más. Lo que pasa con Murillo es que está muy disperso. Eso hace que su pintura sirva de embajada. Pero es cierto que la mayor parte de la pintura profana de Murillo está en el extranjero. Y hace que se tenga una visión del artista diferente.
Toda la tensión y responsabilidad que debe de generar la organización de estos eventos también tendrá la gratificación personal de poder afrontar retos tan relevantes como estos.
Así es. Estoy satisfecho, primero, porque el Ayuntamiento de Sevilla y esta nueva corporación hayan contado conmigo. Eso, por supuesto. También estoy muy satisfecho del trabajo de los funcionarios del ICAS, porque detrás de esto hay muchos expedientes administrativos, una gestión del dinero público que hay que llevar de manera responsable y, por supuesto, ver que la gente va a la exposición. Y si de alguna forma se puede recuperar parte de ese dinero invertido, me gratifica por tanto esfuerzo. Y si encima está teniendo este eco internacional, con el que estoy sorprendido, que está teniendo el Centenario, para mí es un honor. Y está claro que después de todo esto debe haber un seguimiento, que el Año Murillo sirva para abrir nuevas líneas de investigación.
Fotografía de portada de José Ángel García