Belén Rubiano empezó su relación con el mundo de los libros desde muy pequeña. Este descubrimiento supuso una revolución en esta autora sevillana, que desde entonces ha dedicado su vida a la divulgación de la literatura, ya sea como dependienta de una librería o como dueña de la suya propia. Además de colaborar en programas radiofónicos y revistas culturales donde ha ofrecido su visión por esta gran pasión. En abril de este año ha publicado Rialto, 11, la historia de su pequeño rinconcito en el centro de Sevilla, donde a pesar de las dificultades propias de cualquier negocio, asegura haber vivido al frente de ésta una de las experiencias más felices de su vida.
¿Dónde nace tu pasión por la literatura y los libros?
No sé exactamente de dónde viene, ya que siempre me he visto con un libro en las manos. Prácticamente desde que tengo recuerdos. Es como una querencia natural. Siempre digo que en lo único en lo que he sido constante en mi vida es en los libros. Es algo de lo que nunca me he apartado. Siempre he estado vinculada a la lectura, a escribir, a trabajar con libros, a ser librera…
En abril de este mismo año se publicó Rialto, 11, que ya va por su segunda edición, ¿cómo surgió la idea de plasmar esta parte de tu vida?
De Rialto, 11 pensaba escribir su historia desde que existía. En los últimos tiempos de la librería, sabiendo ya que iba a cerrar, pensaba que se merecía seguir con vida. Y la forma de que esa vida perdurara era en las páginas de un libro. Lo que pasa es que no me di prisa, no creo tampoco que eso hubiera llegado a buen puerto, porque las cosas tienen que tener su reposo. El libro lo he ido trabajando todos estos años, nunca me he apartado de la idea de escribirlo. Siempre he tenido pequeños hallazgos pensando por dónde podría ir. Ha sido una constante hasta que llegó su hora. Me gusta decir que es algo físico, orgánico. Llegó el momento en el que el libro se me salía de las manos. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba lista para escribirlo, porque ya sabía cómo y qué quería contar.
¿Cuál ha sido la mayor dificultad que has encontrado en este proceso?
La mayor dificultad, una vez que ya me puse con él, no ha sido escribirlo, que para mí ha sido una gozada. Fue un periodo de pocos meses, también crees que lo que tienes es un libro, es un buen borrador, ya que luego hay que seguir trabajando, por lo que ese periodo se alargó más a intervalos, porque lo dejé reposar. La corrección, no te lo puedo decir con exactitud, me llevó entre año y pico y dos años. Insisto, en periodos de barbecho, dejándolo tranquilo, para retomarlo meses después y ver qué había escrito. Pero la mayor dificultad para mí fue dejarlo ir a imprenta, porque hasta el último día veía una palabra que podía sustituir por otra, frases que podían tener un ritmo mejor… Si no me lo hubieran quitado de las manos, yo hubiera seguido (risas).
Se podría decir que Rialto, 11 es un homenaje a los libros, pero sobre todo a los libreros. Una profesión muy importante, ya que sirve de puente entre las editoriales y los lectores, pero que es una gran desconocida para el público en general.
Uno de los motores de Rialto,11 es contar el oficio, y quería rendir un homenaje que creo que es justísimo a una vocación dignísima. Curiosamente el librero o la librera se percibe desde fuera como motivo de envidia, y la dicotomía es esa. Entiendo esa admiración y esa mirada, pero lo que hay detrás es muy duro en muchos casos. Es supervivencia, es amor a los libros, es no poderte dedicar a otra cosa… Aunque en algunos casos la vida manda, hay quien se saca unas oposiciones, y a veces se aparta de su librería. Pero hay otros casos en los que la alternativa era tirar para adelante con todo lo que ya saben o bajarse del tren. Y no se bajan.
Comenzaste trabajando como dependienta de una librería, ¿te imaginabas todo lo que había detrás de estar al frente de una cuando te convertiste en librera?
Lo sospechaba. Desde pequeña aprendí que nada es lo que parece, y que si quieres saber cómo funciona algo tienes que meterte dentro. Me parecía maravillosa la idea de trabajar en una librería, lo intenté y lo conseguí. Pero una de las razones es que quería conocer en qué consistía eso de estar detrás de una. Era muy consciente de lo que percibimos como clientes: ir andando tranquilamente, entrar en una librería, ojear las novedades y encontrar ese libro que íbamos buscando. Sentimos ese flechazo y nos metemos en un café para estrenarlo… Ese es el lado del lector, y es muy bonito, pero yo quería conocer el otro y saber si estaba hecho para mí.
Hablabas antes del momento en el que descubriste los libros. Además en las primeras páginas de Rialto, 11 hablas sobre esto también. Qué bonito es cuando nos damos cuenta de que los libros están ahí para acompañarnos siempre, ¿verdad?
Aprendiendo a leer descubrí la libertad, y que para viajar solamente había que abrir un libro. Puedes salir de donde estés y pisar muchísimos libros. Algunos son peores y otros mejores, pero los pisas como lectora. Son tan infinitas las posibilidades y engrandece tanto tu vida crearte un mundo… Eso protege muchísimo.
En el libro se toca el tema de las lecturas obligatorias en los colegios, y que no siempre son muy bien aceptadas por nosotros cuando somos pequeños. ¿Crees que esto puede condicionarnos a la hora de seguir interesándonos por la literatura?
Siempre he sido una lectora hambrienta. Recuerdo que empezaba septiembre, y contaba la mentirijilla en casa de que los libros que mandaban para leer en el año, los necesitaba ya, en septiembre. Y el 30 de septiembre no me quedaba ni uno (risas). Porque para mí era lectura gratuita, porque como eran textos obligatorios del colegio, me los compraban mis padres. Para mí era apasionante. Pero entiendo que el plan de estudio está diseñado para apartar de la lectura. En muchos casos no son lecturas adecuadas para la edad, no motivan. No se trabaja bien la lectura en los colegios, y es una asignatura muy clave y muy pendiente.
¿Qué dificultades se encuentran los libreros cuando se ponen al frente de un proyecto de esta importancia?
Funciona ante la sociedad, la Administración, Urbanismo y el Ayuntamiento de cada localidad como un negocio, pero no lo es. No tiene el apoyo institucional adecuado para que algo tan importante para una sociedad, para un barrio, para una población (sobre todo si es pequeña), como es una librería, pueda mantenerse. Es una odisea, creo que esa es la mayor dificultad. Vas a estar con unos impuestos, unos precios de mercado y unos alquileres similares a los de cualquier negocio, pero sin margen comercial para poder mantenerte.
Este año la Feria del Libro de Sevilla vuelve a apostar por dar visibilidad a sellos editoriales independientes en la II edición de una muestra dedicada a ellos. Son importantes iniciativas como esta para que el público conozca esta otra parte más desconocida del mundo de los libros, ¿no?
Es maravilloso. Pero es maravilloso también que hayan surgido tantas editoriales, y que estén trabajando tan bien y con cosas tan buenas. Creo que tienen un nicho de mercado que se va asentando, a muchas les auguro un futuro buenísimo. También es verdad que muchas editoriales pequeñas nacen con la voluntad prediseñada de arrancar, resistir cuatro o cinco años, y luego ser reabsorbidas por uno de los dos grandes grupos editoriales. Son nuevos movimientos del mercado. Hay editoriales que hace cinco años no existían, y ahora están haciendo cosas muy potentes. Y cubren un catálogo del que no se ocupan las grandes.
Hoy presentas en este mismo certamen literario tu libro, Rialto, 11. Me imagino que como sevillana tiene que ser importante poder compartir tu trabajo en un enclave como este…
Me hace mucha ilusión porque es un encuentro con lectores, y eso es muy bonito. Además que me cuente el lector lo que Rialto le ha sugerido mientras lo leía, a mí siempre me emociona. Entonces hoy eso se va a intensificar más que un día normal. También me hace mucha ilusión porque lo va a presentar Alberto Haj-Saleh, que aunque no aparece en el libro, siempre lo he dicho, no salía de la librería. Fue uno de sus primeros clientes, y fundamental en la vida de Rialto. Curiosamente no sale en el libro, pero lo presenta él. A día de hoy, Alberto es un periodista maravilloso, es una mente portentosa, es librero, es editor… Y sé que va a hacer algo muy especial. No sé qué hará, pero sé que me va a sorprender. Sí recomiendo a todo el mundo que no se pierda la presentación en la Feria, es por él.
¿Y cómo estás viendo la escena literaria nacional actualmente?
Leo muchas traducciones, creo que esa es una respuesta. Me gustaría que como lectora, salvo excepciones, y cada vez que tengo la oportunidad de compartir un descubrimiento que me gusta muchísimo, no me corto nada. Me empeño en que sea leído, hasta donde yo pueda, que será poco, pero lo intento. Me gustaría leer a más coetáneos. Me gusta mucho, y no porque sea de Sevilla, Sara Mesa. Sé que me va a interesar cada libro suyo que salga, me gustará más o menos como lectora, pero como escritora me interesa muchísimo. Creo que Cicatriz es un gran libro que no me canso de recomendar. Y ahora acabo de leer un libro sobre un agente inmobiliario, de Jacobo Armero, editado por Lumen, Historias de un agente inmobiliario. Me ha dado mucha alegría porque me ha parecido un texto muy decente, me lo he pasado muy bien leyéndolo. Son dos cualidades que en el mundo anglosajón serían un éxito para un libro, pero que en España no tiene porqué serlo. Es de esos libros que no me voy a cansar de recomendar.
Fotografía de portada de Jorge Morillo.