A finales del pasado año, el periodista y escritor (¿o habría que decirlo al revés?) Andrés González-Barba publicó una novela que podría definirse como personal; no en vano, como él mismo reconoce, es su tributo a uno de sus autores predilectos. En El testamento de Mr Hyde se alían ficción y realidad en un intento de devolver al plano de la actualidad a unas de las grandes figuras de la literatura universal.
¿Por qué este homenaje a Robert Louis Stevenson?
Es un autor que cuando lo lees en tu época de juventud, descubres sus primeras novelas, como El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde o La Isla del Tesoro, pero me di cuenta de que era muy desconocido. Y tenía una producción enorme a pesar de que vivió muy pocos años. Él murió con 44 años, y a pesar de lo enfermo que estaba, escribió una obra enorme. Yo quería rescatar eso, no solo que era un gran novelista, sino un gran autor de cuentos; sus relatos son magníficos. Además cultivó distintos géneros: fantástico, terror, literatura de viajes… Todo eso me llamaba mucho la atención, aparte de sus ensayos. La editorial Páginas de Espuma recuperó todos ellos, los dividió en tres volúmenes por temáticas: Vivir – Viajar – Escribir. También quise quitarle esos prejuicios que había sobre él, y a partir de ahí se me ocurrió esta novela.
Parece que siempre que se habla de Stevenson solo nos quedamos con La Isla del Tesoro y Dr. Jekyll, lo que nos han enseñado en el colegio, y no hemos vamos más allá en su obra, con lo extensa que es…
Y es una pena. Él al ser escocés, admiraba a Sir Walter Scott, que era también de Edimburgo, gran autor de novela histórica. Louis Stevenson siguiendo su estela, hizo La flecha negra, tenía varios relatos de inspiración escocesa, en el libro le hago un homenaje a algunos de ellos, por ejemplo El diablo de la botella (que es uno los más importantes) o Los ladrones de cadáveres (que está presente en la parte final del manuscrito apócrifo). Tiene una literatura en la que prácticamente cultivó multitud de géneros. Me enteré que en su juventud hizo obras teatrales junto a William Henley. Tiene una obra muy variada, como todos los escritores, unas de más calidad que otras. No fue tan prolijo como Stephen King, que saca novelas casi como rosquillas, pero para el tiempo que vivió, es enorme.
En El testamento de Mr Hyde mezclas la realidad con la ficción. En un momento como el presente en el que se cuestiona todo lo que se escribe, ¿esto te preocupaba?
Sí, por un lado, obviamente, el lector va a notar que yo admiro a Robert Louis Stevenson por todo lo que hemos comentado. Pero tampoco quería hacer un retrato sacralizado del autor, quería mostrar las luces y las sombras. A partir de ahí, investigando, sabía que él en su etapa de Edimburgo, sobre todo de juventud, había tenido una época más díscola, de mucha rebeldía. Fue un elemento muy típico a lo largo de su vida, el hecho de que se revelara contra lo establecido. Por ejemplo, su padre quería que estudiara para ser abogado o que siguiera la estela familiar de la ingeniería. Yo quería mostrar ese perfil más oscuro, hacer una dualidad, para demostrar que Mr. Hyde estaba también dentro de él. Y que él lo había reflejado en ese manuscrito que supuestamente la mujer desechó. Eso sí es verdad, la mujer se indignó con el primer manuscrito y, a partir de ahí, me empecé a imaginar que podría haber escrito para que lo desechara.
¿Cómo fue la documentación?
Como pasa con muchos autores, hay mucha bibliografía; quizás en español no hay tanto como quisiera. Es un autor que en el mundo anglosajón, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, fue más reivindicado. Hay estudios, hay biografías, pero en español todavía falta. Me fue muy interesante una biografía que hay escrita sobre Fanny van de Grift, su mujer, porque me dio ese lado femenino que eran tan importante en el mundo de Stevenson. He leído obras suyas, investigué mucho, pero tampoco quise que fuera un proceso enorme. Me gusta dar pinceladas, contar algunos pasajes biográficos nombrando a personas que fueron muy importantes en su vida, como Sidney Colvin o Henry James. A partir de esa base de investigación, empecé a imaginar, que es lo que a mí me gusta. A lo mejor alguien que sea muy ortodoxo de Stevenson se echa las manos a la cabeza, pero las novelas dan pie a eso, a fabular e imaginar. Mientras no sea un disparate… Yo quería hacer un juego metaliterario.
Peter Stewart, el protagonista de El testamento de Mr. Hyde, es un gran admirador de la obra de Stevenson, ¿te sientes identificado con él en su forma de actuar?
Él es una persona muy visceral. A lo largo de la novela le pasan muchos avatares, muchos viajes… Lo admiro mucho, porque es una persona que prácticamente lo deja todo por Stevenson, por descubrir ese misterio. Hasta su vida corre peligro. No sé si yo sería tan valiente. Quizás en las historias siempre reflejamos a personajes que querríamos ser, porque complementan cosas que nos faltan. Peter Stewart es una persona muy idealista. A lo largo de la novela va cambiando su percepción del personaje, empieza a comprender que Stevenson tiene puntos oscuros. Quizás él asume que una cosa es el escritor al que tú admiras, y otra cosa es la persona, porque obviamente no era un santo. Pero aquí lo he exagerado hasta el extremo. Soy de la misma opinión que Stewart, que cuando admiras a un artista tienes que separar mucho ambas partes. Yo soy muy admirador de Paul McCartney, no lo oculto. Quizás yo, si él actuara en Sevilla, sería de esos que la noche anterior se pondrían en la cola. Pero solo lo haría por él (risas).
Peter Stewart descubrió muchas cosas sobre el escritor que cambiaron su forma de verlo, ¿qué te ha sorprendido más de Stevenson escribiendo esta novela?
A lo largo de la escritura surgieron unas historias que no conocía, además las relato en la novela. Sobre todo las hipótesis que surgieron de cómo se pudo inspirar para escribir Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Descubrí a un personaje muy curioso, William Brodie, aunque es más conocido como Deacon Brodie. Este hombre tenía una doble moral. Era ebanista, restauraba muebles, tuvo también un cargo muy importante en el gobierno de Edimburgo, con una gran reputación. Y, sin embargo, por las noches, desvalijaba a las mismas personas para las que trabajaba. Murió ahorcado por ello. Esta historia me pareció curiosa porque mostraba esa doble dualidad del ser humano. Como una persona que era muy respetable y, por otro lado, robaba a la gente sin ningún tipo de miramientos. En Edimburgo hay un pub que lleva su nombre, y es tratado hoy en día como un héroe.
La concepción del mal está muy presente en la novela y en sus personajes, algo a lo que la humanidad dar respuesta desde siempre.
Stevenson tenía una fijación por esa doble condición del ser humano. Esto lo narra muy bien en una novela suya, El señor de Ballantrae. Son dos hermanos, uno más bondadoso, el otro es más encarnación del mal, y se sitúa en las revuelta jacobitas. También tiene otro relato que se llama Olalla, donde expresa esa dualidad. Él es un poco heredero de toda esa tradición que había nacido con el Romanticismo, esa figura del doble. Por ejemplo, Allan Poe lo refleja muy bien en William Wilson, Dostoievski en El Doble; Saramago también tiene una novela sobre esto. Creo que él tenía esa obsesión porque él mismo había experimentado esa dualidad. Lo que pasa es que a raíz de conocer a su mujer encontró otra forma de vida. Pero tuvo muy presente la malignidad a lo largo de toda su obra.
En cierto momento leí que el personaje de Sherlock se había “comido” a Conan Doyle, ¿crees que ha pasado lo mismo con Stevenson y Dr Jekyll y Mr Hyde?
En cierto modo sí, porque es como tú dices, en cuanto sacó la novela en enero de 1886, fue un éxito mundial. Hicieron enseguida reediciones, versiones teatrales… Creo que fue la novela que, junto a La isla del Tesoro, le permitió desarrollar una vida más o menos holgada, porque a partir de ahí estuvo viajando muchísimo, murió en Samoa. La casa era enorme, estupenda… Pero él tuvo la ventaja frente a Sherlock Holmes, que por cierto Conan Doyle era otro gran personaje de Edimburgo y gran amigo de él también, tuvo la suerte que la historia era autoconclusiva, y posteriormente hizo otros relatos. Pero en cierto modo, la sombra de Mr. Hyde le persiguió, y sobre todo por esa obsesión por lo maligno. Pero a Conan Doyle, de 20 cosas que le pedían que escribiera, 19 eran de Sherlock Holmes. Y mira que hizo intentos por escribir novelas históricas, novelas de terror, relatos… Pero lo tuvo que matar al final porque estaba amargado. De hecho se carteó con Stevenson, y este le dijo en broma que Holmes era muy bueno para cuando uno tenía dolor de muelas, para evadirse. Y en una carta aludía a Joseph Bell, que era el profesor de la Universidad de Edimburgo, que supuestamente había inspirado a Doyle para el personaje de Sherlock Holmes. Él fue un poco el creador de la medicina forense, a partir de la observación, la deducción, y hay cierto paralelismo.
¿Qué has pretendido conseguir con esta novela?
Estoy muy satisfecho porque a la gente le ha gustado cómo está contada la historia; también el hecho de que haya gente que haya descubierto datos que no conocía. Por ejemplo, cuando fue a la isla de Molokai. Pero, sobre todo, reivindicar a uno de tantos escritores. Me gusta la frase de Savater en la que dice que Stevenson era un escritor con encanto. Pienso que estaba tocado por una varita mágica, y cuando lo lees hoy en día, te das cuenta de que era muy especial. Lo que he querido es hacer un humilde homenaje, y transmitirle eso a la gente, que sienta curiosidad y siga leyendo otros relatos suyos como El diablo en la botella, El club de los suicidas… A partir de ahí lo pueden releer, o que la gente joven se empiece a familiarizar con él. Y que se ponga un poco de moda, porque creo que estaba olvidado y merecía la pena rescatarlo.
Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.