'Adriana Borga: «La poesía y la escritura son la columna vertebral de mi pensamiento»'

El pasado mes de octubre vio la luz La Casa Nueva, obra de Adriana Borga, y editada por el sello rosarino El Salmón. Se trata de otra apuesta literaria en la que los lectores podemos acercarnos a los pensamientos de una autora que no solo ama escribir, sino que lo necesita, lo mismo que necesita creer que puede haber un mundo mejor.

Adriana Borga: "La poesía y la escritura son la columna vertebral de mi pensamiento"

 Después de tantos años en la profesión y tras varias publicaciones, ¿cómo se afronta la aparición de una nueva obra? 

Con alegría, una vez terminada. La etapa de la escritura del libro es tan incierta, hasta inconsciente por momentos,  sin embargo, presente concretamente en todo momento. Digo esto porque al estar escribiendo un libro se lo tiene presente siempre, pero no sabemos ante la página en blanco qué se dirá en particular en ese momento de ese cosmos que es el libro entero. Creo que la etapa aliviadora es la de la corrección, como dijo alguna vez  Alicia Kozameh, escritora argentina,  es una etapa terapéutica, una etapa en la que al tomar distancia con la obra se puede trabajar en ella con objetividad.

“…solo escribía/de puro escribir/de puro gusto/algo cotidiano/como comer/como dormir”. ¿La poetisa evoluciona a la par que la persona?

 Creo que  la poesía hace evolucionar a las personas, aunque no sean poetas.

 ¿Qué suponen la poesía y la escritura en tu vida?

Columna vertebral de mi pensamiento. Es un hacer natural, como llevar los huesos. No lo pienso, siempre es.

¿Escribir es una manera de liberarse?

Sí. Es una forma de ponerse en contacto con una, con los demás, con un mundo que pugna por salir o que nos atraviesa y necesita de este puente que somos los que escribimos. Libera y alivia, y puede complicar si una se confunde con  la obra.

La Casa Nueva fue publicada a primeros de octubre a través de El Salmón. ¿Qué te parece que tu obra pueda ser disfrutada no sólo en tinta, sino también en audio y Braille?

Lo que siento y pienso sobre estos tres soportes es que la Editorial El Salmón ha apelado al cuerpo del futuro/a lector/a, a sus posibilidades, a sus realidades, a su disponibilidad a la hora de estar con la poesía, con la narrativa, en definitiva con la literatura. Se siente una emoción diferente al saber que este libro será leído en braille, el tacto lo leerá, y que nuestras voces serán escuchadas en cualquier momento y lugar, como un presente continuo.

Además he aprendido tanto… por ejemplo supe que en Rosario hay una imprenta de braille que estaba prácticamente olvidada y por este proyecto de la editorial está en marcha. También aprendí que imprimir en braille requiere de un proceso mucho más complejo del que usualmente conocemos. Son otras dimensiones que se han descubierto para que la lengua escrita siga siendo para todos y todas, como debe ser.

¿Qué te gustaría que sintiera el lector al leer La Casa Nueva?

Me gustaría que pueda sentir sus propias habitaciones, que identificado o no, sienta que en algún lugar y alguna vez habitó una casa, y que puede haber una casa nueva para cada uno;  lo importante es desearla. También me gustaría que este libro convoque a cada lector/a con la casa que necesita recordar u olvidar, y que en una ampliación se la piense como un país, la casa de todos.

¿Cómo está ideada La Casa Nueva? ¿Sobre qué base nació y creció?

Este libro creció mientras iba trabajando como albañila en la casa que nos cobija a mi hijo, a nuestro gato, a plantas,  peces, cañas,  libros, y amigos que van y vienen. Iba escribiendo desde los distintos lugares de la casa que se iban terminando. Tuvo versiones, ya que fue un trabajo de años y la vida traía modificaciones que  también se hacían en la casa. Alberga todo aquello en lo que siempre creí, aquello que significa lo sagrado, innegociable, y también aquellos deseos a lo que jamás renunciaré. Alberga preguntas que me ayudaron a crecer.

La base es esta: un texto que transcribo a continuación, y que es el primero de un manuscrito inédito que se llama “Narro”:

“El pueblo estaba a oscuras, sólo las luces de las estaciones de servicio y de los autos dejaban ver las calles y la gente que transitaba en aquel intenso crepúsculo. Las plazoletas y las plazas habían sido aradas, su tierra removida albergaba nuevos plantines y semillas. El movimiento era el típico de las siete y media u ocho de la noche cuando la gente termina su jornada laboral y compra lo que necesita para la cena y volver a su casa.

El pueblo estaba a oscuras en todas sus diagonales y calle perpendiculares o paralelas, pero en las casas había luz, en los negocios había luz, en las salas de velatorios había luz.

Mi padre caminaba delante de mí, en verdad no sabía dónde me llevaba, pero yo lo seguía porque le tenía confianza. Mi papá doblaba sobre Avenida Rivadavia y continuaba caminando hacia la esquina donde estaba la que había sido nuestra casa. Antes de llegar él algo me decía para que yo vaya viendo el gran cambio que se había operado: a través del espacio que había entre unas palmeras tropicales podía ya divisar la esquina y veía que ya no estaba la casa que habíamos tenido, cuando me acerqué vi el terreno arado, listo para una nueva construcción.”

¿Cómo define Adriana Borga a su propia poesía?

Qué pregunta difícil (sonrisa). Lo que puedo responder es que sólo hablo de lo que conozco, que escribo para quien en el momento lea, escribo para todos mis pares, esto es para otros humanos.

En La Casa Nueva se percibe la ilusión por un mundo más humanizado. ¿Hablamos de una utopía o alguna vez ello será posible, al menos, mejor?

Yo creo en que el trabajo con la palabra puede modificar la realidad, lo digo por un trabajo íntimo y personal, en este momento recuerdo a nuestro poeta Mario Trejo, al cual en una entrevista le preguntaron qué significaba el psicoanálisis para él, y él respondió que lo que podía decir al respecto es que le estaba agradecido, ya que le había salvado la vida; acompaño a lo largo y a lo ancho lo que dijo, sé que este trabajo personal  me ha ayudado también a escribir, a poder seguir escribiendo y corrigiendo, a esperar, a veces años, una palabra, un verso para un poema. Y cómo no esperar que lo que escribimos de la forma que sea haga un poco mejor el mundo en el que vivimos, que nos una más, que nos remita a lo más humanos que podamos ser.

Desde Gatrópolis te deseamos mucha suerte en esta nueva experiencia literaria. Pero para terminar, ¿qué ha supuesto trabajar en esta obra con una apasionada de la literatura como Rocío Muñoz?

Muchas gracias por los deseos y la entrevista. Rocío es mi amiga, una gran poeta, una editora de verdad, agradezco a la vida y a la poesía conocerla. Trabajar con ella y con sus compañeros de editorial. Ha sido arduo y divertido también, la minuciosa corrección me llevó a repensar criterios, o a encontrarlos si no los había; trabajar con ella ha sido también creer en que es posible sostener la palabra, ya que me dio el tiempo y la libertad que yo necesitaba para que  El Salmón  se lleve en su lomo este libro que tanto esperaba nacer.

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