Eduardo Mendoza: “He querido hacer una tontería sin intención de disimular, que se viese una burrada”
Tras anunciar su retirada, regresa con más humor y acción
Tres enigmas para la Organización es una historia de las de antes, en la que el humor partiendo de la seriedad se agiganta conforme van pasando las páginas que relatan las andanzas de la Organización, una entidad secreta de carácter gubernamental que ha de hacer frente a la aparición de un hombre muerto en la habitación de un destartalado hotel de Las Ramblas, la desaparición de un millonario británico en su yate y la actividad comercial de una peculiar y difícilmente explicable empresa llamada Conservas Fernández. Todo está relacionado… o no. ¿Quién sabe? Incluso podría ser que en este rompecabezas, donde nada es lo que parece, cada caso esté ligado uno a otro o ni siquiera tenga nada que ver.
Nacida durante el franquismo, la Organización sigue viva, o sobrevive en unas condiciones complicadas y con unos investigadores de dudosa valía, extravagantes, marginales, distintos y con alias tan llamativos como extraños.
Tres enigmas para la Organización es una divertida aventura que desde la seriedad nos lleva al disfrute y cuyos personajes tienen una vida de lo más llamativa. Eso sí, nadie puede saber a qué se dedican y quiénes son exactamente el jefe, el nuevo, la Boni, Grassiela, Monososo, el jorobado, Pocorrabo o Buscabrega. Todo es un secreto.
“Demasiadas veces he dicho cosas que no tenía que haber dicho”
“Es cierto que dije que me iba y lo dejaba. Pero también es verdad que demasiadas veces he dicho cosas que no tenía que haber dicho. Es como el que fuma, que lo deja una y otra vez, y siempre vuelve. Ahora estoy en la presentación de Tres enigmas para la Organización. A veces se necesita un descanso porque si no acabas haciendo un poco más de lo mismo. Y para escribir comedia hay que estar preparado porque hacer humor es exigente; tienes que funcionar de una manera eficaz para hacer reír o sonreír. Es algo que me gusta. Me lo paso muy bien”.
“Fui probando, como el que hace un puzle”
“Empecé con uno que va a trabajar a una organización secreta y le toman los datos para entrar. Claro, es una tontería, porque nadie se presenta y dice que quiere trabajar de espía. Pero a partir de esa tontería vienen sus compañeros. Y se van presentando, como ocurre en las películas y en las series de televisión. Fui poniendo a uno, después a otro… Y fui probando. Como el que hace puzle. Un poquito cada día”.
“El físico de los protagonistas no me parece relevante”
“Sobre los apodos, primero pienso un nombre, y voy sacando los de los otros personajes. El físico de los protagonistas no me parece relevante. Nadie se imagina a los personajes. A mí me preguntan por el nombre de un actor que me recuerde a alguno de ellos, y no tengo ni idea, ni de mis novelas ni de las que leo. En cambio, los nombres sí. Me parecen más potentes que la descripción física. Creo que si alguien se llama Pocorrabo, ya está definido. Los nombres tienen que ser algo absurdo”.
Fotografía de Patandi
“Lo absurdo hay que tratarlo con la máxima seriedad”
“No sé ni siquiera si los personajes funcionan, porque no sé si los casos se resuelven, ni lo que pasa, ni por qué pasan las cosas. Ni por qué matan a uno… Yo no entiendo nada de lo que ocurre en esta novela. Me da un poco igual. A pesar de que no se entiende ni tiene sentido. Me molesta de las novelas y las series de televisión que siendo evidente que son una tontería, se tomen en serio cuando lo que se dice sólo es para entretener. Quise hacer una tontería igual pero sin la intención de disimular, que se viese que es una burrada. Pero lo absurdo hay que tratarlo con la máxima seriedad”.
“Ibáñez es un referente”
“Me lo han dicho últimamente, y sí, Ibáñez es un referente, y puede haber algo de él en la novela. Él bebe de las mismas fuentes que yo, de Doña Urraca, El Loco Carioco, El caco Bonifacio… Cuando los leíamos, tanto Ibáñez como yo, teníamos unos ocho años y nos parecían tan reales como nuestros padres. Los dos hemos recibido la misma enseñanza maravillosa de estos personajes”.
“Los escritores de ficción proyectamos complicidad con nuestros personajes”
“Todos los escritores de ficción proyectamos una gran complicidad con nuestros personajes en cuanto a amor paterno. Tanto por los buenos como por los malos. Estos personajes míos de Tres enigmas para la Organización, que son marginales, inútiles, lo que quieren es demostrar su valía. Y eso es lo que me enternece de ellos”.
“Nunca he intentando hacer llorar”
“El divertimento a veces hay que hacerlo más en serio que lo que no es divertimento. Si no se hace así, sale mal. Un divertimento es para divertir. Y ha de hacerlo sin decaer o decayendo poco, y luego volviendo a subir. Y esto requiere un esfuerzo contínuo; que no haya párrafo que no esté justificado. Otros géneros no lo permiten. La quimera del oro, la película de Chaplin, es un divertimento. Pero hay que ver que está medido y calculado de manera que cien años más tarde lo podamos seguir viendo y disfrutando. Y, sin embargo, del resto del cine de esa época ni siquiera se preocupan los estudiosos. Yo nunca he intentado hacer llorar. Por lo tanto no sé si es más difícil hacer reír que llorar”.
Fotografía de Patandi
Sinopsis
Barcelona, primavera de 2022. Los miembros de una organización gubernamental secreta se enfrentan a la peligrosísima investigación de tres casos que tal vez estén relacionados entre sí, o tal vez no: la aparición de un cuerpo sin vida en un hotel de Las Ramblas, la desaparición de un millonario británico en su yate y las singulares finanzas de Conservas Fernández.
Creada en pleno franquismo y perdida en el limbo de la burocracia institucional del sistema democrático, la Organización sobrevive con apuros económicos y en los límites de la ley, con una reducida plantilla de personajes heterogéneos, extravagantes y mal avenidos. Entre el suspense y la carcajada, el lector deberá unirse a este disparatado grupo si quiere resolver los tres enigmas de este apasionante rompecabezas.
Eduardo Mendoza entrega su mejor y más divertida aventura hasta la fecha. Y lo hace con nueve agentes secretos en una novela de detectives que actualiza los clásicos del género, y en la que el lector encontrará la inconfundible voz narrativa, el brillante sentido del humor, la sátira social y la comedia de enredo que caracterizan a uno de los mejores autores de la lengua española.
El autor
Eduardo Mendoza nació en Barcelona en 1943. Ha publicado las novelas La verdad sobre el caso Savolta (1975; Los soldados de Cataluña, 2015), Premio de la Crítica; El misterio de la cripta embrujada (1979); El laberinto de las aceitunas (1982); La ciudad de los prodigios (1986), Premio Ciutat de Barcelona; La isla inaudita (1989); Sin noticias de Gurb (1991, 2011 y 2014); El año del diluvio (1992) y Una comedia ligera (1996), Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia, referido además a todo el conjunto de su obra.
También publicó La aventura del tocador de señoras (2001), Premio al Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid; El último trayecto de Horacio Dos (2002); Mauricio o las elecciones primarias (2006), Premio de Novela Fundación José Manuel Lara; El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008), Premio Terenci Moix y Pluma de Plata de la Feria del Libro de Bilbao.
Otros títulos destacados en su trayectoria son: El enredo de la bolsa y la vida (2012); El secreto de la modelo extraviada (2015); El rey recibe (2018); El negociado del yin y el yang (2019); el libro de relatos Tres vidas de santos (2009), Teatro reunido (2017) y Qué está pasando en Cataluña (2017), Riña de gatos. Madrid 1936 (2010; Seix Barral, 2020), novela ganadora del Premio Planeta y del Premio del Libro Europeo, y Las barbas del profeta (2017).
Ha recibido el Premio Cervantes 2016, el Premio Liber, el Premio Nacional de Cultura de la Generalitat de Cataluña o el Premio Franz Kafka.