César Suárez: “Sorolla quería pintar la fuerza de la vida, la alegría de vivir”
2023, Año Sorolla
Aunque César Suárez no es especialista en arte, ha conseguido acercar la obra y la vida de Sorolla al gran público de una manera clara y amena. Este periodista especializado en cultura nos ha regalado un ensayo con pinceladas ficcionadas, Cómo cambiar tu vida con Sorolla (Lumen), publicado este mismo año. Un ejercicio en el que nos ofrece la parte quizás más desconocida del pintor valenciano, la más íntima y personal, para dar respuestas a la intrahistoria que guardan sus cuadros. Alguien por descubrir y que sorprenderá mucho al lector.
¿Cómo surge este proyecto? ¿Por qué Joaquín Sorolla?
Tiene que ver con que me parece un pintor del que todo el mundo reconoce su pintura. La más popular es la de los cuadros de playa, la de los niños en la playa sobre todo. Y en cambio poca gente conoce su vida, conocemos más la de otros personajes más excéntricos como Picasso, Dalí o los impresionistas. Empecé a leer cosas de su biografía, y me pareció que tenía una vida de novela. Muchas cosas que contar, muchos personajes fascinantes a su alrededor. Y precisamente lo elegí para entender lo que había detrás de su personalidad, que es muy atractiva. Así es como fui hilando este libro. Elegí a Sorolla porque me parecía alguien para descubrir, y con una pintura muy actual. Moderna en el sentido de que cien años después sigue estando vigente.
Sorolla quedó huérfano siendo muy pequeño. Se crió con sus tíos. Pasó de vivir en el centro de Valencia a hacerlo cerca del mar, algo que le influyó en su arte y que le marcó enormemente como persona. Es un ejemplo de lo importante que es lo que vivimos siendo niños, ¿no?
A él se le queda grabado. Ocurre con la mayoría de los creadores. El mismo Paco de Lucía, por irme a un creador totalmente distinto, siempre se inspira en su Algeciras natal. Creadores de todos los ámbitos es verdad que vuelven al paraíso de la infancia. Y a Sorolla se le queda ese color, esa luz, ese bullicio, ese movimiento de las playas de Valencia y del gentío. También de las clases populares, las faenas del campo, de la pesca, oficios… Sabes que empezó en el de la fragua, con su tío que era cerrajero. De ahí le viene ese valor por el trabajo bien hecho, por lo manual, lo artesanal… Él siempre lo tiene presente, y cuando puede vuelve a Valencia a pintar. Se supone que va a descansar, pero no puede evitar coger los pinceles y pintar. Siempre vuelve a allí, como una balsa, como un refugio donde reencontrarse.
Has mencionado cuando comienza trabajando con su tío como cerrajero. Parecía que su destino iba a ser ese. Pero lo cierto es que él tenía muy claro, desde muy pequeño, que quería ser pintor. Sin haber antecedentes en su familia.
Esa es una de las cosas llamativas de los genios, que no se sabe por qué reciben ese don. Tiene una facilidad para el dibujo desde niño, y no quiere otra cosa. También tiene esa ambición, como tú dices, sin tener nada que le lleve en su entorno a querer ser pintor, querer a querer serlo. Porque lo podría haber llevado como aficionado. No solo quiere ser pintor, sino también triunfar. Ser número 1, estar en los salones principales de España, de Europa, y del mundo en general, como cuando va a Nueva York. Es una de las curiosidades que intento explicar, de dónde viene eso. Por ese motivo mezclo parte de la vida con el ensayo, la reflexión… Todas las herramientas que puedan dar al lector una idea más global de lo que es su persona.

Siempre ha existido un debate sobre la figura del artista de genio. Que el artista lo es por nacimiento. Pero en el libro nos hablas de un Sorolla muy trabajador, muy comprometido con su oficio, que alcanza su condición de pintor sobre la base del esfuerzo. ¿Con Sorolla se rompe un poco ese mito?
Puedes tener esa genialidad, el propio Picasso lo tenía, y esa facilidad para captar la luz y el movimiento, pero si no la trabajas, no le das oficio, no puedes hacer una carrera de ello. Sorolla lo sabe y se dedica a ello. Hay una anécdota, de cuando estaba en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos (Valencia), donde se forma desde los 15 años, donde dicen que cuando entraba en clase, Sorolla vuelve con su caja de pinturas y su bloc, de haber estado ya tomando notas en las huertas y en la playa. Eso no lo hace alguien que se cree un genio, que se levanta tarde, y espera a que venga la inspiración. Era además un trabajador bestial, un enfermo casi del trabajo. Cualquier cosa que le despistara de dedicarse a la pintura le molestaba. Por eso le caían tan mal los impresionistas y todo lo que tuviera que ver con la bohemia o con la vida disipada.
Tuvo una educación artística académica en la Escuela Normal Superior de Valencia, también en Roma. Pero nos cuentas en Cómo cambiar tu vida con Sorolla que él, buscando su propio camino en el arte, se aleja de los cánones.
Él tiene esa base de formación que es necesaria, porque tiene que conocer todo lo que hay antes. Pero él lo expresa más o menos así: “Sé que tengo una pintura dentro que tengo que sacar”. Él ve que domina la técnica que le han enseñado, pero quiere hacer otra cosa. Quiere ir a captar sobre todo el movimiento y la luz. Por otro lado, eran inquietudes que ya estaban desarrollando los impresionistas. Tienen mucho que ver con él, y es curioso que no quiera relacionarse con ellos, cuando su pintura tiene tantas características comunes: la pintura al aire libre, la influencia de la fotografía, etc. Pero lo que quiere es captar la verdad. Y era un hombre así en la vida. Muy honesto, leal a los suyos, fiel… Y esa sinceridad emocional es lo que transmite su pintura.

“Era un hombre muy honesto, leal a los suyos, fiel. Y esa sinceridad emocional es lo que transmite su pintura”
César Suárez sobre Joaquín Sorolla
Los comienzos de Sorolla en la pintura fueron algo complicados para hacerse un hueco en el panorama artístico de la época. Sus cuadros no terminaban de convencer a los críticos. ¿Crees que es cuando él sabe realmente cómo quiere pintar, cuando consigue conectar con los especialistas?
Creo que lo encuentra porque lo busca. De hecho, él dice que 40 años después, cuando pinta Sol de la tarde, que es 1904, que es digamos su obra cumbre, que le compra la Hispanic Society, dice “Por fin he encontrado lo que estaba buscando. Por fin he encontrado mi pintura”. En todos los años anteriores le ha ido bien, salvo en algunas decepciones primeras, como El entierro de Cristo, que es ese gran cuadro que él cree, y que va en la línea de la pintura que se está haciendo entonces (realismo histórico/religioso), pero no está convencido. Por eso se decepciona, se lleva un gran disgusto y se refugia en Asís, con su mujer Clotilde. Pero no se rinde y sigue buscando. Y en esa búsqueda es donde uno se encuentra. Incluso con cuadros a lo mejor más reconocidos, como Triste herencia, que es el de la playa con los niños del Hospital de San Juan de Dios, hijos de sifilíticos… A él le emociona esa estampa, pero después de pintarla dice que no va a pintar un cuadro con el que sufra tanto. Porque él realmente se metía en lo que pintaba, y es una manera de conocerse a sí mismo también.
Él viaja en varias ocasiones a París, donde vive su amigo Pedro Gil. Es una ciudad que vive un momento cultural y social muy importante, pero que a él no le gusta en absoluto. Incluso, como comentabas, sobre los Impresionistas no tiene muy buena opinión. Esto también es una demostración de esa personalidad tan especial que tenía él, ¿no?
Sí, es lo que te decía antes. Para él todo lo que le distraiga de pintar, le molesta. En ese sentido quizás se puede pensar que era huraño o antipático, pero es que estaba muy centrado en lo suyo. Dejo caer en el libro que debía de ser muy difícil rechazar y mirar para otro lado con la de tentaciones de todo tipo que había en París. Era el nacimiento de la modernidad. Te pones a pensar, y casi todos los inventos estaban naciendo en esa época: la luz eléctrica, el teléfono, el cine, los primeros ensayos con gente voladora (tíos que se subían a la Torre Eiffel con un traje de volador y se tiraban desde el primer piso)…
Era una época de una fe en el futuro y en el progreso, y a la vez de unas convenciones sociales y morales aún muy rígidas, que es chocante. Es un mundo que está cambiando, y que lo hace definitivamente cuando con la Primera Guerra Mundial llegan las vanguardias. Es cuando Picasso y compañía abren el mundo del arte a una dimensión que no tiene absolutamente nada que ver con lo que era el mundo de Sorolla y sus contemporáneos. Ni estéticamente ni pictóricamente ni en cuanto a las cosas que transmiten. A Sorolla, París le sorprende, pero no le atrae. Se lo cuenta así a Clotilde en sus cartas. Le gusta visitar los salones, ver la opulencia de los pintores que viven bien, pero no esa vida más prosaica que te podía ofrecer, como el mundo de los cabarets, de Montmartre, etc.


¿Se puede decir que es en 1909, con su gran exposición en Nueva York, cuando realmente consigue el reconocimiento a su carrera? Cuanto menos es un momento muy importante.
Es muy importante porque de ahí nace, en una conversación, el encargo que le hace su mecenas norteamericano Archer Huntington, para pintar la serie que luego sería la visión de España. Pero ahí Sorolla está consagrado totalmente en Europa. Ya pintaba bastantes cuadros para millonarios de América, de Chile, México, Argentina… Que venían o tenían casa propia en París o en el resto de Europa. Ir a Nueva York es dar el salto para que le conozcan también en Estados Unidos, y esos magnates que aprecian la pintura europea. En el primer viaje que hace en 1909 está como unos cinco meses de gira por la parte este pintando retratos de encargo. Llegó incluso a pintar al presidente del momento, William Howard Taft. Otro cambio importante que le provoca ese viaje es que gana muchísimo dinero. Ya había ganado bastante, era rico, pero de Estados Unidos regresa con mucho dinero más. Otras de las peculiaridades que se nos transmite es que los buenos pintores son bohemios, perdedores, o gente que no puede triunfar con su arte… Pero Sorolla es un ejemplo de todo lo contrario. Es un hombre que ganó muchísimo dinero, tuvo mucha fama y mucho reconocimiento social.
En Cómo cambiar tu vida con Sorolla hay una protagonista indiscutible, aparte del pintor, que es su mujer, Clotilde. Una mujer como tantas de la época que tiene que trabajar en el cuidado de su familia. Pero lejos de eso, es un personaje muy importante en la carrera del pintor, ¿habría sido la misma si no la hubiera tenido al lado?
No hubiera sido lo mismo, ni mucho menos. Clotilde era una mujer muy inteligente, y tuvo la suerte, que no era común para una mujer en esa época, de tener una formación cultural. Su padre era fotógrafo, viajaba a menudo a París… Le da una formación en idiomas. Ella sabe francés. Tiene conocimientos culturales muy por encima de las mujeres de entonces, que con 11 años les enseñaban lo básico de las tareas domésticas y se ponían a trabajar. Y, por supuesto, no tenían acceso a más estudios ni a la universidad, ni siquiera a círculos sociales donde pudieran haber debates intelectuales. Salvo excepciones como Concepción Arenal o Emilia Pardo Bazán, etc.
Además, Clotilde tiene una inteligencia emocional para entender que su marido es un señor que está totalmente obsesionado con la pintura, y necesita tener la cabeza despejada para dedicarse a ello. Lo entiende y lo apoya anímicamente, porque Sorolla tiende al desequilibrio. Es un hombre desbordado por las emociones, muy nervioso, lo que le provoca ansiedad… Y en ese aspecto, ella le sirve de equilibrio, que luego él de manera muy intuitiva le ayuda en lo que ella hace bien, que es ordenar sus catálogos, organizar sus exposiciones… Cuando no lo hace no sale bien. En París se ocupa de todo y sale estupendamente, en 1906. Pero al año siguiente en Berlín, fue un desastre. O en Londres en 1908.
Por otro lado, le da una tranquilidad, y un punto de sentido del humor que sabe manejarle. Estaban muy enamorados. Es muy emocionante como eso se transmite en sus cartas. Ella le sabe llevar. Para mí, el gran descubrimiento ha sido Clotilde. El amor que tienen por sus hijos. Era una mujer que viajó a las principales ciudades. Era una persona discreta, no le gustaba ni la pompa ni los banquetes, se quedaba en un segundo plano. Es un personaje para descubrir, desde luego.

“Para mí el gran descubrimiento ha sido su mujer, Clotilde”
César Suárez sobre Clotilde García, esposa del pintor
El contexto histórico español que le toca vivir a Joaquín Sorolla es bastante convulso. Coincide con la generación del 98, muy crítica con todo lo que está ocurriendo. Muchos no terminan de ver bien la forma de pintar de él. Sobre todo Unamuno, que lo acusa de tener una pintura optimista. Es cuanto menos curioso, ¿no?
Tiene que ver con la atmósfera en la que vive cada uno. Unamuno es Castilla profunda, piedra, campanario… Y Sorolla es rumor de olas, mar y luz. Todo eso te conforma. Unamuno está empeñado en repensar España, en buscar la identidad que nos saque de la crisis del 98. El país está hecho una calamidad. Todo es un desastre, la política, la situación moral, etc. Por su parte Sorolla, no es tonto, ve eso, y es crítico, pero como él dice, no puede rechazar su afán optimista. Luego no es que fuera un tío vivaracho y que fuera la alegría de la huerta, pero sí que quería pintar la fuerza de la vida, la alegría de vivir de los trabajadores del mar, de la gente en el mercado… En la serie que hace para la Hispanic Society aparecen escenas de Semana Santa, de caballos, de huertos, de tradiciones de personas comunes y populares viviendo, y no enfangadas en reflexiones sobre la identidad del país.

Unamuno sobre todo es quien más le critica. Unamuno representa la España negra de Zuloaga, y Sorolla la España blanca. Además le parece un frívolo porque decía que no se podía pintar de una manera tan rápida y tan espontánea. No cree que eso sea bueno. Baroja también le critica, pero con más gracia. También es verdad que Juan Ramón Jiménez decía que a Baroja no había que tenerle en cuenta lo que decía porque era divertido en sus críticas. Tenía otro tono de acidez.
El encargo que le hace Huntington para la Hispanic Society sobre España es el más complejo y ambicioso de su carrera, llevándole siete años de su vida terminalo. Y le sirve para recorrer el país al completo y a crearse una opinión no muy positiva de él.
No estaba a gusto. Hay que tener en cuenta que no era muy cómodo viajar por el país en aquella época. Los transportes no eran los mejores, a veces tenía que ir a pie, en burro, los trenes se retrasaban o de repente no llegaban, y a él ya le cuesta. A eso se une que ya tiene los síntomas de su enfermedad, que derivará en el ictus. Además de viajando, pintando tiene que ir organizando la producción: hacer un casting de los modelos que va a pintar, ver la mejor localización, en el mejor momento para captarlo con la luz que quiere, ver los trajes, los ornamentos que van a llevar, etc. Era una producción como de una película, y él lo hace todo. Tiene ayudantes, pero es el que está encima de todo. Entonces está muy cansado, tiene dolores de cabeza, de estómago, de nuca, vértigos… Y a la vez no puede descansar. A veces no tiene un buen hotel, tiene que dormir en cualquier fonda o se aloja en casa de benefactores, pero no son viajes cómodos y eso también le condiciona de alguna manera.
Es verdad que tiene un humor un poco negro de la situación. Desde el principio ve que es una empresa descomunal. Esa cantidad de metros cuadrados de lienzos que tiene que dibujar para decorar la biblioteca de la Hispanic Society… Cuando pinta el primero de Castilla se da cuenta que es una bestialidad que va a acabar con su vida. Y lo dice así, se lo dice a Pedro Gil: “Este trabajo va a acabar conmigo”. Pero su sentido de la responsabilidad y su oficio no le permiten romper ese contrato. Y por eso quizás esa visión más oscura de las cosas que va contando de los sitios donde está. Son más críticas que bondades lo que cuenta en sus cartas. Quizás la más alegre es la última, que pinta en Ayamonte, creo que porque ya termina. Y para mí es el mejor cuadro de la serie, el de La pesca del atún en Ayamonte.

“Si para algo vale la cultura que te puede enseñar un profesor, es para que te motive a seguir por ahí”
César Suárez sobre la cultura en las aulas
El libro coincide con la celebración del centenario de la muerte de Sorolla. ¿Son importantes propuestas como esta para seguir manteniendo viva parte de la historia?
Sí. También que se hable de una manera más normal, coloquial y alejada de solemnidades. En las conferencias que he dado y charlas en institutos a chavales de bachillerato o niños y niñas de unos ocho años, he procurado contarlo con sus historietas, con anécdotas, con sus apreciaciones sobre su estilo en la pintura… Para que eso invite a conocer luego más sobre su obra y su época. Para mí, es por donde hay que ir. Ves como estudian los chavales en los institutos ahora, no solo arte, literatura o historia, y es lamentable. Es una cosa telegráfica, que les quita las ganas de seguir investigando y conociendo. Si para algo vale la cultura que te puede enseñar un profesor, es para que te motive a seguir tirando por ahí. Porque sino te mata la curiosidad de seguir por ese camino, que al final es lo bonito de la vida.
Pasa con Sorolla y con muchas figuras de nuestra cultura, pintores, escritores, científicos… Sorolla tiene una relación con una generación de científicos impresionante, desde Gregorio Marañón a Ramón y Cajal… Hay un grupo de intelectuales de primera línea mundial. Y es una pena que los estudiemos como epígrafes en un libro de texto. Quería transmitir también eso, que no hemos venido aquí a aburrir, y si gente como yo podemos traducir a cultura para que entretenga, divierta y den ganas de saber más a gente que lo desconoce, para eso estamos.
Tomando el título de tu libro, ¿cómo ha cambiado tu vida con Sorolla?
Para empezar, me he puesto a escribir otro libro. Ha funcionado tan bien, que ya estoy con otro que espero que salga en enero del año que viene (risas). En ese sentido le he cogido el gusto a escribir libros. Todo lo que sea meterte en profundidad en algo, en este caso en una vida ajena, aprendes mucho con ello. Además te das cuenta que la vida es tirar de un hilo infinito, y más si tienes acceso a documentación, y hoy en día casi todos la tenemos. A través de internet te puedes conectar con sitios web que tienen material digitalizado, encontrar referencias que puedes ir a bibliotecas o a archivos. Es una dedicación apasionante.