'Benito Olmo: “Es bonito y sanador el poder de un libro”'

Benito Olmo: “Es bonito y sanador el poder de un libro”

El autor nos habla sobre su nueva novela

Benito Olmo ha publicado su nueva obra a través del sello NdeNovela. Una historia ambientada en el mundo de los bibliófilos.
Benito Olmo ha regresado con Tinta y fuego, y lo ha hecho a través del nuevo sello editorial de Planeta, NdeNovela. Este reencuentro con el escritor gaditano se produce con una obra ambientada en el mundo de los bibliófilos, los coleccionistas de libros. La joven Greta, una reconocida buscadora de libros raros y valiosos, recibe el encargo de los Fritz-Briones de recuperar la  biblioteca familiar expoliada por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo y por qué surge la posibilidad de crear una historia como la de Tinta y fuego, radicada en el mundillo de la bibliofilia?

Fue a raíz de una noticia de una chica de Barcelona que un día recibió una llamada de Berlín. Un bibliotecario que se identificó como Sebastian, le dijo que tenía un libro que había pertenecido a su padre. Y que había aparecido en la Biblioteca Nacional de Berlín. El padre de esta chica había nacido en Alemania pero cuando era un niño se trasladó a Buenos Aires. Emigró cuando los nazis llegaron al poder. Su madre era judía. Por ello, la situación de la familia era muy incómoda. Pero su padre nunca habló de eso. Ni de lo que le había pasado cuando era niño. Ni de cómo abandonó su hogar. Al recibir este libro de su padre conectó de alguna forma con una parte de él. A mí me entusiasmó esta historia. Y hablé con ella. Y me dijo que aquel era un libro muy común, un cuento, que no tenía mucho valor económico. Pero sentimentalmente era de un valor incalculable. Cuando supe esto vi que ahí había una historia. Y decidí hablar con Sebastian, quien había encontrado el libro.

Y Sebastian te dio la oportunidad de crear una novela a partir de un hecho real, ¿verdad?

Sí. Él me explicó qué hacía ese libro allí. Cómo lo había identificado como un libro del padre de esta chica. Él me habló de ese saqueo de libros que llevaron a cabo los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y del que yo no tenía conocimiento. Me enseñó una habitación detrás de otra, repleta de libros que fueron saqueados. Eran los que cualquiera dejaba atrás cuando tenía que salir huyendo o cuando era deportado o asesinado. Siempre me ha llamado la atención el tema de los robos de obras de arte. Tienen un valor económico y un recorrido. Pero eso no pasa con los libros. Le pregunté a Sebastian por qué no se conoce más sobre este hecho. Que haya en Berlín libros robados por los nazis es algo destacable. Y él me contó que muchos investigadores y coleccionistas habían ido allí para interesarse por ellos. Pero se marchaban en cuanto veían que no tenían ningún valor. Son libros que cualquiera ha dejado atrás cuando tiene que huir para salvar su vida. Personalmente son valiosos, pero económicamente no valen nada. Son libros de cocina, infantiles. Y estos tipos se dedican a detectar libros saqueados y buscan en sus páginas algo con los que puedan identificarlos con sus dueños. Sellos, ex libris, cualquier cosa. Comparan esos nombres, esas fechas, con la base de datos de víctimas del nazismo. En 20 años han conseguido devolver unos 1200 libros, que no está nada mal.

Benito Olmo: “Es bonito y sanador el poder de un libro”

Fotografía de Patricia del Zapatero

Es curiosa una iniciativa de este tipo…

Sí. Sobre todo porque trabajan con muy pocos medios. Hay decenas de miles de libros. Y el departamento que se encarga de examinarlos y devolverlos lo forman tres personas. Trabajan en muy malas condiciones para lo que han de investigar; es una manera muy artesanal de trabajar. Todo ello me caló mucho, y por eso me senté a escribir Tinta y fuego.

Me llama la atención vuestra capacidad de observación para ver una historia en un hecho determinado y plasmarla en una novela. ¿Cómo aprovecháis la realidad para crear una ficción?

Eso va en el oficio. Un arquitecto mira un edificio de una manera distinta a quien no lo es. Yo miro un cuadro y no lo veo igual que un pintor. Y con lo que los autores trabajamos es con la realidad. Yo la miro con ojos de escritor. Valoro si hay algo que sea susceptible de convertirse en una historia. Tengo conversaciones con amigos, y de repente meto un detalle de esa conversación en la novela. Y solamente lo pillan ellos. Y me dicen, “oye, esto es lo que hablamos”. La realidad es la materia prima de un escritor.

Cita textual:

La realidad es la materia prima de un escritor

Benito Olmo
Has hablado de Sebastian como hilo conductor de tu proceso creativo. Pero resulta que lo has convertido en un personaje de Tinta y fuego.

Sí. Sebastian es real. Tiene presencia en redes sociales. Trabaja con mucho entusiasmo en una labor que la mayoría de las veces queda abocada al fracaso. Identifica los libros pero ya no queda nadie a quien devolvérselo. Hay libros examinados, y se consigue dar con su dueño, pero resulta que murió, no dejó hijos, y ese libro permanece en el limbo a la espera de que alguien lo reclame. Y como él me dice, esos libros están allí, cogiendo polvo, y llegará un momento en el que tengan que desaparecer. Se estima que, aproximadamente, un tercio del fondo de la Biblioteca Nacional de Berlín procede del saqueo nazi. Hablamos de más de un millón de libros.

Greta sí es un personaje totalmente ficticio. ¿Cómo la defines como su creador que eres?

Sí. Greta es detective de libros; es investigadora. Su hábitat natural lo forman las librerías de viejo, los desvanes, y se dedica a buscar libros antiguos, a contactar con coleccionistas, con vendedores; busca ejemplares muy valiosos. En ese terreno se mueve. Siente mucho desapego por la palabra escrita. Toma los libros como una forma de ganarse la vida, poco más. Cuando comienza la novela está en horas bajas. La han acusado de robar un libro. Y con su reputación herida, de alguna forma, le cuesta volver a encontrar trabajo. Y recibe, sin embargo, un encargo muy peculiar. Ha de encontrar una biblioteca que fue robada durante la Segunda Guerra Mundial. Y con eso empieza la historia. 

Exactamente. Cuando me adentré en este mundo hablé con muchos bibliófilos. Tenía claro que esta novela tenía que ser para los amantes de los libros. ¿Por qué? Porque quería que estas personas disfrutaran más, que no se quedaran solo en una trama determinada con los libros de protagonistas. Que apreciaran su valor como objeto. Pero al meterme de lleno, comprobé que la bibliofilia tiene mucho más que ver con otras cuestiones ajenas al amor  hacia los libros. Tiene más que ver con las pulsiones y los traumas, con lo que cada uno tiene en su interior, que con la verdadera devoción. He conocido bibliófilos que han pagado barbaridades por libros en otras lenguas sin saber hablarlas. Simplemente quieren tener ese libro; no leerlo. A veces importa más la posesión y el tener algo más que los demás, algo único, que la devoción por la palabra escrita. Esa sí la tengo yo. Yo amo las historias. Y Stratos es un coleccionista de libros, en el sentido más amplio de la palabra. Colecciona cierto tipo de libros y es capaz de hacer lo que sea por conseguirlos. No para leerlos, sino para tenerlos. Que es muy diferente. Y esa es la pulsión que tienen muchos coleccionistas.

Fotografía de Patricia del Zapatero

Tinta y fuego es el título de la novela. Y llama la atención que en una historia donde tanto se valoran los libros, exista esa combinación entre el amor por ellos y su destrucción a través del fuego.

Exactamente. Cuando me adentré en este mundo hablé con muchos bibliófilos. Tenía claro que esta novela tenía que ser para los amantes de los libros. ¿Por qué? Porque quería que estas personas disfrutaran más, que no se quedaran solo en una trama determinada con los libros de protagonistas. Que apreciaran su valor como objeto. Pero al meterme de lleno, comprobé que la bibliofilia tiene mucho más que ver con otras cuestiones ajenas al amor  hacia los libros. Tiene más que ver con las pulsiones y los traumas, con lo que cada uno tiene en su interior, que con la verdadera devoción. He conocido bibliófilos que han pagado barbaridades por libros en otras lenguas sin saber hablarlas. Simplemente quieren tener ese libro; no leerlo. A veces importa más la posesión y el tener algo más que los demás, algo único, que la devoción por la palabra escrita. Esa sí la tengo yo. Yo amo las historias. Y Stratos es un coleccionista de libros, en el sentido más amplio de la palabra. Colecciona cierto tipo de libros y es capaz de hacer lo que sea por conseguirlos. No para leerlos, sino para tenerlos. Que es muy diferente. Y esa es la pulsión que tienen muchos coleccionistas.

Cuando vi por primera vez la película Fahrenheit 451 era un niño, y me quedé perplejo al ver cómo las personas podían ser capaces de quemar libros sin ningún pudor. ¿Te duele que haya gente que los queme?

¿Te cuento una anécdota? Esto no lo he contado mucho. En esta novela, se queman libros. Yo nunca había visto arder un libro. Nunca. Y como me gusta escribir de lo que sé, me he ido a Polonia, a Italia. Necesito saber sobre las cosas de las que escribo. Y decidí que tenía que quemar un libro para ver cómo es ese proceso y poder describirlo con más rigor. Encontré el sitio donde hacerlo, donde no hubiera peligro ninguno, y me fui a un campo que tiene mi hermana, donde tiene un espacio formidable. “¿Qué libro quemo?”, me pregunté. Ese fue el segundo debate. Me fue muy complicado escoger uno. Uno que me guste mucho, evidentemente, no lo iba a quemar. ¿Uno que no me guste, que odie? Tampoco, porque le iba a dar más protagonismo, ya que al final se iba a quedar en mi cabeza. Me pareció que lo más honesto, lo más sensato, era quemar uno mío. Cogí uno de mis primeros libros. Uno de los que más tenía. Lo puse allí, le eché combustible, como hace Stratos, y le prendí fuego. Estuve un rato mirándolo, y en mi cabeza recreé cómo era la quema de un libro. Y lo pude reflejar en la novela con exactitud. Fue un proceso doloroso.

Cita textual:

Siempre tuve claro que la novela acabaría en Cádiz

Benito Olmo
La novela también es un homenaje a la literatura. Nombras muchas obras, muchos autores. Incluso Greta tiene pasión por El juego del ángel, de Ruiz Zafón.

Así es. Hay muchas referencias literarias. Hay lectores que las verán y disfrutarán. Otros no la verán. Y no pasará nada. Disfrutarán de una novela de aventura, como cualquier otra. Pero también es eso: un homenaje a los libros. Yo hablo mucho de libros, de títulos, de autores, y sin detenerme en alta literatura, en literatura comercial, de acción, lo que sea. Y Greta tiene esta conexión con El juego del ángel, de Ruiz Zafón. Creo que todos tenemos un libro fetiche. Tengo libros que me acompañaron en algún momento muy complicado de mi vida. Y para mí poseen un significado muy especial. En un momento hicieron de salvavidas mío. A ti, igual, no te llaman la atención, pero para mí tienen un valor muy especial. Y a Greta le sucede eso. Es un libro que la acompañó en un momento de su vida. Y con él en las manos se siente segura. Le hace tanta falta que cuando está en un país extranjero es capaz de adquirirlo en otro idioma, sin hablarlo, solamente para abrazarlo y sentirse en casa. Creo que es bonito y sanador el poder de un libro.

La novela se desarrolla en distintas ciudades europeas, como Roma o Berlín. Pero Cádiz, tu ciudad natal, vuelve a aparecer en una obra tuya. ¿Tenías claro desde el principio que la novela acabaría en Cádiz?

La novela es la búsqueda de un tesoro, de una biblioteca desaparecida. Está basada en un hecho real. Los protagonistas recorren media Europa buscándola. Van a Berlín, a Roma, a Breslavia, en Polonia, y terminan en Cádiz. Y es algo que siempre lo tuve claro. Soy de Cádiz. Voy cada vez que puedo. Es verdad que por circunstancias tengo que ir de un lado a otro, pero Cádiz para mí es como tierra firme. Voy, cojo aire, y vuelvo a salir. Tengo claras muy pocas cosas cuando empiezo una novela. Pero sí estaba seguro de acabar en Cádiz. Y ahí le rindo homenaje a una librería que hay allí. Se llama Manuel de Falla. Es maravillosa. Hace poco que cumplió 33 años. Llevo toda la vida con esa librería. Me hice lector por culpa de ella. Se jubila la persona que la lleva, Juan Manuel, y me dice que siente alivio por acabar, pero también que si tuviera 25 años menos, duraría 25 años más. Y he querido rendirle ese pequeño homenaje. Y la coloco en el centro de la trama. Juan Manuel es muy peculiar. Es librero pero al mismo tiempo es un conseguidor. Al igual que Greta, si quieres conseguir un libro descatalogado, habla con él. Él consigue lo que sea. Tiene contacto con medio mundo y una carta de clientes muy importante. Un personaje como él, para una novela como Tinta y fuego,  me venía como anillo al dedo.

PUBLICADO POR:

ETIQUETAS

¿QUIERES COMPARTIR ESTE POST?

DEJA UN COMENTARIO

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *