El actor y director argentino Ricardo Darín (Buenos Aires, 16 de enero de 1957) es todo un referente en el mundo del cine. Es una voz autorizada y una figura que transmite cordura. Siempre es un placer escuchar sus reflexiones, y en el marco del 46 Festival de Huelva de Cine Iberomericano se le ha podido ver de manera virtual gracias al Encuentro de la Fundación Academia de Cine.
Presentado por el director del evento cinematográfico onubense, Manuel H. Martín, y a preguntas realizadas por María Luis Oliveira, desde la Fundación Academia de Cine en Madrid, los seguidores y admiradores de Ricardo Darín han podido acercarse un poco más a él.

La magia de las nuevas tecnologías hizo posible que Huelva, Buenos Aires y Madrid se unieran para conocer algunas impresiones de este actor de teatro y de cine, que en la gran pantalla ha protagonizado historias como las que se nos cuentan en películas como Truman, Nueve reinas, El secreto de sus ojos, El hijo de la novia, Luna de Avellaneda, Relatos salvajes o Un cuento chino. Ricardo Darín, quien presentó el pasado año en Huelva su película La odisea de los Giles (Goya a la Mejor Película Iberoamericana), lamentó que “por agenda”, nunca pudiera aceptar la invitación del Festival de Huelva de Cine Iberomericano, pero se congratuló de que “por los circunstancias de la vida puedo asistir ahora de manera virtual”, a la vez que aprovechaba para lamentar los tiempos que vivimos en la actualidad: “esta es una situación atípica, extraña, dolorosa”.
Una carrera destacada
Ricardo Darín transmite siempre mucha sensatez y ofrece un talante crítico pero mesurado. Su experiencia vital y profesional, con muchos títulos y reconocimientos, le permiten ver las cosas con un espíritu analítico. Reconoce que “no soy de mirar para atrás”, aunque admite que “cuando te ves obligado a hacer un balance, si echas la vista hacia atrás, ves mucho trabajo, mucha gente, muchos compañeros… muchas satisfacciones y mucho agradecimiento por haber tenido la inmensa suerte de formar parte de historias que fueran bien aceptadas por la audiencia durante tanto tiempo”. En este sentido afirma que para él “es un privilegio”.
Sobre el Festival de Huelva de Cine Iberomericano, Ricardo Darín valora sobremanera la larga trayectoria de 46 años que ha recorrido. Por ello dice que “nadie puede desconocer el esfuerzo inmenso que se ha hecho durante estos años”. Asimismo, considera que este evento “es una gran oportunidad que han recibido las películas latinoamericanas para darse a conocer y tener visibilidad a nivel europeo, que no fue nada fácil”. De esta manera no puede ocultar su “agradecimiento por el esfuerzo y la oportunidad”.

Un largo camino por recorrer
Precisamente, sobre el cine que se hace en Iberoamérica, Ricardo Darín advierte que “queda aún mucho camino por recorrer”. “Nací –prosigue- en Argentina, un país donde nos hemos criado, educado y desarrollado viendo mucho cine europeo: español, italiano, francés y, sin embargo, por la distribución cinematográfica a nivel universal y por cierto acaparamiento en las últimas décadas de los grandes estudios americanos, que se han quedado con un altísimo porcentaje para la distribución y dar visibilidad al cine en general se ha provocado una modificación en esa fluidez que había antes”.
Afirma al hilo de lo comentado que “debemos intercambiar más nuestras culturas, nuestras historias, porque comprobado está que cuando uno tiene una buena historia, un buen cuento, entre manos, y logra realizarla a un buen nivel, consigue que empiece a hacer su camino mundialmente, va encontrando en diversas partes del mundo audiencias altamente identificadas, y eso contribuye inmejorablemente a la cultura”. Esta reflexión le permite asegurar que “el cine es una herramienta muy valiosa para que las culturas de nuestros países viajen lejos, y se den a conocer y haya un verdadero intercambio”.
Historias que nos hacen mejores personas
“Yo siempre soy un defensor de las buenas historias”, dice Ricardo Darín, porque considera que “nos ayudan a creer, imaginar, sentir, percibir, que la vida es algo que va más allá de lo que nos proponen las sociedades de consumo”. “Conocer las historias humanas –defiende- de otras personas de este mundo nos llenan el alma, nos abren la cabeza, van enfocadas, sobre todo en los últimos años, en contra de lo que son los prejuicios raciales, religiosos, sexuales…”. “Nos alimentan, nos enseñan y nos hacen mejores personas”, concluye.