La cineasta húngara Ildikó Enyedi ha agradecido en rueda de prensa el galardón de reconocimiento a toda una carrera que el Festival de Sevilla le ha entregado, y también ha charlado sobre La historia de mi mujer, su nueva película, adaptación de una novela de Milán Füst publicada en 1942, y que cuenta el romance entre un capitán de barco holandés y una misteriosa y elegante parisina. La cineasta ha contado los motivos que la llevaron a poner en imágenes el libro: “Cuando eres adolescente intentas beber de todo tipo de fuentes, buscas compañeros secretos en la música, en la literatura, en el arte. Y una de esas figuras, que yo creí que entendía la vida de la misma manera que yo, fue el escritor Milán Füst. Siempre he pensado que los libros son para leer, no para hacer películas sobre ellos, pero en este caso me parecía que adaptar la novela de Füst, que tiene un corpus creativo muy rico e interesante, podía servir para que otros pudieran compartir esa forma de entender la vida con la que me había visto tan identificada”.
La historia de mi mujer se acerca a un romanticismo clásico, a partir de la apuesta que hace un marino: promete casarse con la primera mujer que cruce la puerta. Desde ese momento, luchará por adaptarse a una relación a distancia y por controlar los celos y las sospechas de infidelidad. De alguna manera, ese clasicismo romántico toma una dirección imprevista para su protagonista. “Esta es una historia muy íntima sobre el viaje de un hombre obligado a reinventarse. Creo que nos habla a todos y a todas en el momento actual que vivimos. Es un proceso doloroso, nada fácil. Creo que es algo que todos deberíamos afrontar algo así, si no acabaremos quemando el planeta”.
En el filme, se plantea la posibilidad de una infidelidad por parte del personaje que interpreta Léa Seydoux, lo que ha dado pie a la reflexión por parte de Ildikó Enyedi. “En algunas partes del mundo aún se mata a las niñas por el simple hecho de querer ir a la escuela. Es una realidad tan terrible como vigente. Hay una cierta perplejidad por parte de hombres que se sienten inseguros a la hora de acercarse al cambio de reglas de esta nueva era, resultado de muchos años de lucha feminista. Pero este movimiento tan bello se produce en un contexto muy agresivo, en el que no hay un debate constructivo, solo hay visceralidad que se arroja hacia la otra parte de una forma emocional, sin lógica alguna. Es absurdo hablar sobre tolerancia, sobre apertura de miras, y hacerlo a gritos. Me gustaría que la película fuera una nota al pie, con este personaje masculino que intenta entender este cambio de las reglas y herramientas que él recibió cuando se estaba formando. Creo que todos y todas somos imperfectos e imperfectas”.
Una trayectoria insólita, la de Ildikó Enyedi, que arrancó con The Mole (1987), un primer largometraje que deriva de su etapa más experimental. Poco después, ganaría la Cámara de Oro en el Festival de Cannes con My 20th Century (1989). Siguió viajando a festivales y ganando premios con Magic Hunter (1994), Tamás and Juli (1997) y Simon Magus (1999). Pero entró entonces en un largo periodo sin dirigir largometrajes, en el que cayeron varios proyectos en los que había trabajado, y del que saldría 18 años más tarde con En cuerpo y alma (2017), Oso de Oro y premio FIPRESCI en la Berlinale.
La cineasta ha recordado ese periodo sin hacer películas: “Es divertido porque yo pasé por un proceso parecido al del protagonista de La historia de mi mujer. Después de rodar Simon Magus tenía tres proyectos, de todos ellos recibía muy buen feedback, así que me puse a trabajar de forma incansable, cada vez más nerviosa, tensa e impaciente. Cuanto más prisa tenía por hacerlas, menos resultados obtenía. Todo ese proceso de buscar financiación sin que nadie te diga que el proyecto no es bueno… De pronto han pasado doce años de tu vida, trabajando sin descanso, fines de semana. Y de pronto me relajé, dejé de sentirme desesperada y empezaron a pasar cosas. De alguna manera suscribo el monólogo final de la película, que he tomado de forma casi literal de la novela: hay que fluir con la vida, hay que aceptar su naturaleza, formar parte de ese proceso, no forzarse, asociarse o aliarse con lo que te trae la vida, y acabas recibiendo tu recompensa. Es lo que yo viví, y acabé volviendo a hacer cine”.
Fotografía de portada de Patandi.