Si por algo se caracteriza el Festival de Cine de Sevilla, además de sus personalísimas y arriesgadas propuestas cinematográficas, es por ser punto de encuentro de esta industria. Consiguiendo reunir a cineastas consagrados con otros que aún están en la búsqueda de una voz propia y relevante.
Uno de los encuentros en el hotel Hesperia celebrados estos días, se centraba precisamente en directores que nos han propuesto películas arriesgadas en cuanto a su historia, su narrativa o desde la autoproducción. El Festival de Cine de Sevilla consiguió reunir en un mismo espacio a Miguel Rodríguez y Carmen Haro, co-directores de Big, Big, Big; Carlos Casas, director de Cemetery; Mamen Díaz y Violeta Rodríguez, co-directoras, co-escritoras y coproductoras de Violeta no coge el ascensor; y el tándem denominado Burnin’ Percebes (formado por Fernando Martínez y Juan González) codirectores y coescritores de La reina de los lagartos, acompañados de su protagonista Bruna Cusí. Todas estas cintas han participado en la sección Revoluciones Permanentes.
Una sección donde se agrupan las propuestas más arriesgadas y rupturistas del certamen. En el caso de estos profesionales, el riesgo lo han visto en diferentes historias y manera de contarlas. Para Carlos Casas, director de Cemetery, el riesgo reside en “no tomar compromiso” al captar una imagen. En el caso de Miguel Rodríguez (Big, Big, Big), el riesgo consistía en haber visto la película Big de Tom Hanks más de 20 veces. Y también destacó el hecho de grabar en el salón de una casa, “sacar el lado interesante de un sofá”. Carmen Haro es profesora de universidad, y para ella residía en eso precisamente, “en perder un poco la credibilidad frente a mis alumnos”.
Fernando Martínez, co-director de La reina de los lagartos, asegura que el único riesgo que tomaron él y su compañero en el proyecto, Juan González, fue “poder pagar el alquiler con la pasta que nos estábamos gastando en hacerlo. En el cine, mucho riesgo no hay, tú te lo inventas todo, pero el tema económico sí que nos dejó un poco temblando”. González discrepa de su colega y amigo en este sentido, y apunta a que fue el hecho de grabar en súper 8, “con cámaras que se nos estropeaban cada dos por tres. No sabíamos lo que iba a salir de eso”.
Mamen Díaz, de Violeta no coge el ascensor, destacó que quería hacer una película “de la que todos los amigos que se habían involucrado para hacerla, que es un poco colectiva y punkarra, no se sintieran avergonzados”. Mientras que para su amiga y compañera de proyecto, Violeta Rodríguez, que también protagoniza el largometraje, el riesgo iba más por lo personal, al llamar a que su unieran a esta aventura a gente ajena a su grupo cercano, como es el caso de los tres actores principales que acompañan a su personaje: “que estuviesen a favor, y que no pusiesen en riesgo nuestra relación por toda la intensidad vivida en el rodaje”.
Fotografía de portada de Patandi.