En el último Festival de Cine de Sevilla, celebrado antes de la pandemia que nos viene azotando desde hace tanto tiempo, Benito Zambrano se presentó con una excelente película, Intemperie, protagonizada por Luis Tosar, Jaime López, Luis Callejo o Vicente Romero.
En 2021, el realizador lebrijano ha regresado a su casa para regalarnos otra de sus obras, Pan de limón con semillas de amapola. Sobre este trabajo cinematográfico nos habla junto a las actrices protagonistas, Elia Galera (como Marina) y Eva Martín (en el papel de su hermana Anna).
Benito Zambrano nos vuelve a invitar a su universo femenino. En ese universo tan importante para él como es el de la mujer. Agradecido como es a la vida, no quiere evitar rendir su particular homenaje. Y en esta ocasión vuelve a apoyarse en una novela, homónima, escrita por Cristina Campos, para dirigir Pan de limón con semillas de amapola.
Universo femenino
«Hay historias que te golpean, a las que te puedes vincular”, comenta Benito Zambrano cuando se le cuestiona sobre las razones que le impulsaron a afrontar un proyecto cinematográfico como su última película. “Partiendo de ideas que no son mías, las tengo que hacer mías”, continúa. Por eso afirma que a estas alturas, “Pan de limón la siento como que la he parido, que la hemos parido entre todos nosotros”. Y es que tras la lectura de la novela de Cristina Campos, el director tuvo claro que ante él tenía una ocasión que no podía desaprovechar. “Me vinculo de una manera especial -prosigue- porque siento que ahí hay algo que tiene que ver conmigo, y por eso acepto trabajar en una historia de mujeres”.
Homenaje a las cooperantes
En la novela Pan de limón con semillas de amapola, y partiendo como decimos de ese universo de la mujer, podemos encontrar otros temas de gran valor, que son las razones por las que Benito Zambrano asume el reto. «Hay una serie de temas, de tramas, que me interesan desde hace mucho tiempo«. Y ahí entra el trabajo de las cooperantes, como lo es el personaje de Marina (Elia Galera), reconociendo que «siempre he querido hacerles un homenaje«. Así, afirma que «los grandes héroes son los cooperantes, las ONG, los misioneros… que se van por ahí por el mundo con la idea de ayudar a los demás. Entregan sus vidas o están en lugares peligrosos. La labor que hacen no tiene precio, no se puede pagar«.
«Temas que conectaban conmigo, con lo que soy y lo que quiero»
«Me siento más africano que europeo. Estamos a unos cuantos kilómetros de África«, asegura al tocarse su interés por rodar una película en la que este continente posee un notable protagonismo. Marina es médica, ginecóloga, que trabaja en Senegal. Por eso dice que «me parece interesante que hubiera una historia que ocurriera en África«.
También la maternidad se aborda en Pan de limón con semillas de amapola. “Es un tema maravilloso”, afirma. Pero igualmente le atrae lo relacionado con el mundo de la familia. No en vano, Marina y Anna (Eva Martín) son dos hermanas que viven en lugares muy distantes pero que, además, llevan catorce años enfrentadas por cuestiones de la familia. Son, confirma, «temas que conectaban conmigo, con lo que soy y lo que quiero«.
Las protagonistas, Anna y Marina
Eva Martín y Elia Galera encabezan un reparto formado por Mariona Pagès, Marilu Marini, Tommy Schlesser, Claudia Faci, Pere Arquillué, Pep Tosar, Nansi Nsue, Ana Gracia, Hoji Fortuna, Toni Pons Vera, Joseph Ewonde, Carles Molinet o Luis Dyangani. Una es Anna, la otra es Marina. La primera comenta sobre su personaje que “empieza en un lugar y acaba en otro muy diferente”. “Es una mujer -aclara- que podría ser dos mujeres muy distintas”. En este sentido explica que «la Anna del principio es una mujer que es un producto de esta sociedad, en la que la apariencia cuenta tanto. Está condicionada por todo lo que se puede ver desde fuera y por todo lo que ha heredado. Hace lo que cree que debe hacer. Vive una vida muy de mentira, de cara a la galería. No se ha permitido ser ella misma. Ha hecho lo que tenía que hacer«. En esta línea, la actriz apunta que «me resulta fácil encontrar referentes para poder ver ese tipo de mujer. Y también verla tan cohibida y tan sometida al vínculo del matrimonio«.
Le llama la atención “cualquier tipo de mujer que pueda verse de repente totalmente minimizada si es producto de un abuso constante en la pareja; da igual la educación que haya recibido y la clase social a la que pertenezca ni las posibilidades que tenga de salir de ahí”. Y es que ve que “esto desgraciadamente lo tenemos en esta sociedad”.
Admite haber tenido “referentes cercanos de mucha gente que con los golpes más fuertes de la vida es cuando de repente ha salido con un empoderamiento real”.
Con el reencuentro con su hermana empieza a tomar «todo lo que Marina le trae porque la admira mucho y representa todo lo que ella no ha podido o no se ha atrevido ser”.
En el caso del personaje de Marina, Elia Galera reconoce no tener “referentes personales porque no tiene mucho que ver con lo que yo soy, con mi carácter; quienes me conocen lo saben”. Pero sí con “esa parte del mundo profesional, de cómo rebelarte contra lo que se espera de ti, que esa parte sí tiene que ver conmigo y, creo, que con la mayor parte de las mujeres que hoy en día nos definimos como profesionales, y que además conciliamos nuestras laborales y familiares”.
«En la mayor parte de las cosas que yo no encontraba referentes en mí -sigue-, que pudieran acercarme a Marina, había algo de mi mirada hacía el personaje de Eva que ya servía para contar quién era Marina y viceversa«. Y eso es lo que ocurre en la película. «Son dos personajes que se van construyendo uno al otro”, afirma. Porque considera que «el cambio de una favorece al cambio de la otra y juntas pueden avanzar«.
Pero es que, además, apostilla, “se encuentran sostenidas por esta red de mujeres que aparecen en la película. Y esto es tan femenino, que las mujeres nos apoyamos desde lo empático para tomar nuestras decisiones”. Ello, advierte, “yo también lo tengo, en mi vida. Me apoyo mucho en lo femenino, muchísimo. Tengo dos hijas, mi madre. No tengo hermanas pero sí hermanas que he ido construyendo a lo largo de mi vida, con la amistad”.
Un guión adaptado
El guión de Pan de limón con semillas de amapola, como es sabido, es una adaptación de la novela homónima de la escritora catalana Cristina Campos, publicada en 2016. Con ella ha trabajado Benito Zambrano para este proceso de llevarla al cine, una labor ardua.
A la autora de Pan de limón con semillas de amapola, el realizador lebrijano la define como “una mujer de cine”. Su trayectoria como directora de castings, guionista… le dan la condición de cineasta. Y eso Benito Zambrano lo valora positivamente porque entiende que “ella ya sabía lo que es escribir un guión”.
Como autora “fue muy generosa”, dice, porque ella sabía que “una cosa es escribir una novela y otra es hacer una película”. Por eso considera que «hay que encontrar la forma, dentro de la novela, de saber qué película quería hacer yo. Los dos entendíamos bien por dónde había que tirar«.
«Una vez que decides el camino por el que ir -continúa-, tienes claro quiénes son los protagonistas, y más o menos cuál es la historia que quieres contar, el trabajo consiste en condensar la historia, porque hay que tener en cuenta que una novela tiene muchas más historias, muchas subtramas, muchos personajes que tienes que eliminar porque no caben en una película. Tienes que quitar muchas cosas, incluso muchas buenas”.
En ese sentido reconoce que “el trabajo fue fácil”, cuando hubo que decir “qué íbamos a contar y qué íbamos a quitar”.
Desvincular al guión de la novela. Ésa era clave, porque «el guión tiene que volar solo, tener su propia vida, su propia coherencia«.
Las localizaciones y el casting
«En las localizaciones hubo fortuna«, afirma Benito Zambrano. «Nos apetecía rodar en Mallorca. La novela está inspirada allí. La intención era mantener la mayor verdad«. Pero no ocurrió lo mismo con la localización africana, ya que “queríamos rodar en Senegal pero por razones del Covid no pudimos”. Por lo que hubo que hacer “un trabajo excelente por parte del equipo de Arte para intentar construir unos decorados que fueran creíbles en la subtrama africana”.
En Mallorca hubo más fortuna, ya que el equipo de rodaje fue a Valldemossa y allí se encontró la mayoría de las localizaciones que se buscaban. Hasta dio la casualidad de rodar incluso en una de las localizaciones de la novela, el hotel, y con la actriz que interpreta a la propietaria de éste, que había dormido allí; “una anécdota que nos pareció simpatiquísima”.
Sobre el casting, Benito Zambrano asegura que para él, «después del guión, es lo más importante de una película. Para el cine, los actores son lo más importante. Los actores son los personajes, los que transmiten las emociones, los sentimientos, la verdad… El espectador ve a través de ellos«. Por eso llega a esa conclusión: «el casting es la parte más relevante del proceso de una película. Si estoy seguro de los actores que he elegido, el 60/70% del trabajo como director ya lo tengo hecho. Va a ser poner la cámara, y ellos lo van a hacer bien, porque son profesionales, tienen talento, oficio, y saben hacer su trabajo«.
Lola Vargas y la presencia de la mujer andaluza
La muerte de una desconocida mujer, una andaluza llamada Lola Vargas, que vivía en Valldemossa, amiga de la abuela Nerea, vuelve a unir a Anna y Marina tras catorce años de separación por disputas familiares. Lola ha dejado como herederas de sus bienes a las dos hermanas. Una panadería será el motivo del reencuentro.
Sin hacer acto de presencia en la película, el personaje de Lola Vargas, posee una gran influencia en la historia y en las vidas de los personajes, sobre todo en las de Anna y Marina.
Elia Galera lo define como “la gran presencia ausente”. Y asiente que su papel interpretando a Marina está muy ligado a esta figura y a sus orígenes radicados en Andalucía. “El personaje andaluz tiene que ver mucho con Marina”, afirma. “Y que está reflejada en esa maravillosa canción que al final canta Estrella Morente, que tiñe toda la película«, concluye Eva Martín.
Para Benito Zambrano, «fue una parte que me conmovió mucho al leer la novela, pensar en el personaje de Lola, en todas las mujeres andaluzas emigrantes, cuando los andaluces éramos los latinos de Europa, los currantes, los trabajadores, yéndose a Cataluña, a Mallorca, a trabajar como empleadas. Cuando las andaluzas eran las criadas y los andaluces los albañiles«.
Fotografía de portada de Patandi.