Tamara Casellas es la protagonista de la ópera prima de Júlia de Paz, Ama. Ha llamado poderosamente la atención su interpretación del papel de Pepa, una mujer que ha de afrontar la maternidad desde sus limitaciones y sin el apoyo de los demás. El Festival de Cine de Málaga de 2021 reconoció recientemente su talento y el realismo que transmite con su trabajo en la película.

Sabemos cómo surgió en Júlia de Paz la posibilidad de crear esta película, Ama, pero desconocemos cómo te llegó a ti la oportunidad de interpretarla.
La película viene de un corto que Júlia hizo para el final de su carrera. Nos conocimos anteriormente en un rodaje donde yo hacía un papel secundario. Congeniamos muy bien y me propuso el papel de Pepa para Ama. Me explicó la historia y me involucré como ella y yo lo hacemos, con un análisis psicológico del personaje, buscando testimonios reales, desde personas que hayan pasado por la misma situación… Con Júlia a veces pienso si me gusta más la preparación del personaje que rodarlo. Son cosas que van a la par. Es una persona que no da puntadas al aire.
Comentas que hay mucho trabajo de investigación en la preparación de tu personaje. Es verdad que Pepa desprende mucha fuerza. ¿Cómo te has sentido en esta etapa previa al rodaje?
Ha habido que hilar muy fino. Pepa es un personaje muy complejo. Lo que mostramos al principio de la película aparentemente es superficial. Lo importante era trabajar todo lo que a ella le pasaba por debajo. Puede parecer una mujer muy valiente, que no se juzga a sí misma, pero es totalmente lo contrario. Por eso el público conecta con ella. Teníamos mucho miedo a nivel de guión en un principio porque sabíamos que el público iba a juzgar al personaje, le iba a caer mal, y temíamos que le cayera tan mal que no llegara a conectar con él. Nos centramos mucho en lo que había debajo, en esa fragilidad, esa vulnerabilidad, esos temores, que no se ven y en los que trabajamos mucho. Mostramos un personaje real, que se equivoca… un personaje lleno de miedos y dudas. Eso era lo más interesante, y hemos hilado muy fino porque Pepa no es blanco ni negro, tiene muchos grises, y en ello hemos trabajado.
Hablas de vuestras dudas sobre cómo podría caerle Pepa al público, sobre la posibilidad de una reacción negativa. ¿Era ello por los prejuicios sociales, por no ser considerada una buena madre?
Claro. Absolutamente. De hecho hubo versiones de guión en los que se suavizaban ciertas secuencias. Nos preguntábamos, ¿será que tenemos miedo a mostrar un personaje al que odiara el público? Igual tenemos que ser valientes para romper con esos temores. Sabíamos que el público la iba a juzgar y decidimos ir a por todas (risas). Y eso es lo que hemos hecho.
A fin de cuentas, ¿quién determina si una mujer es buena o mala madre?
De eso trata la película. No podemos mostrar al personaje rodeado de cosas que no son verdad. En realidad es como si estuviéramos hablando de la vecina de tu bloque a la que juzgas o la ves por la calle y la señalas con el dedo por cómo trata a su hija o por cómo lleva su vida. Y realmente no sabes nada de ella. Hicimos hincapié en eso. Y lo hemos hecho tanto que al final me han dicho cómo consigues como actriz presentar un personaje al que el público odia pero con el que termina conectando emocionalmente. Pues, bueno, plantéate tú por qué juzgas al personaje. Ni la directora, ni la guionista, ni yo como actriz, ni el equipo lo hemos juzgado, porque si no no podríamos defenderlo. La película está calando porque la pregunta te la tienes que hacer tú mismo.

Claro, la presión social siempre va a estar ahí…
La cuestión es ¿qué tipo de personaje, de madre, se ha presentado siempre en el cine? Lo maravilloso de la película de Júlia es que se ha arriesgado a mostrar un personaje real. Toda la presión social que hay de cómo se muestran a las madres, como a la madre coraje. Me han llegado a decir en algunas entrevistas que Pepa es una madre coraje… y yo les preguntaba, ¿qué película has visto? Queremos romper con ese patrón. Ella no es una madre coraje. Me estás hablando de una madre de lo que desde el punto de vista social se considera que debe ser una madre. Júlia rompe con todo eso. Por eso no teníamos que tener miedo de mostrar un personaje tan feroz en ese sentido. Había que provocar esa controversia para que el público juzgase lo que estaba viendo y acabara juzgándose a sí mismo.
Hablando de Leila, la hija de Pepa, papel interpretado por la niña Leira Marín, ¿cómo ha sido vuestra relación para trasmitir una relación tan realista?
Con un niño no se puede trabajar como si fuera un actor porque no tiene conocimientos de interpretación. Cuatro o cinco meses antes del rodaje fuimos a Murcia, donde vive Leire, tanto Júlia como yo, y también el coach de ella. Estuvimos en su casa, jugamos con ella, vimos películas de dibujitos, comimos con ella… (risas). Creamos un vínculo de amistad, de confianza, y de respeto, para que cuando estuviéramos en el set de rodajes tuviéramos una autoridad sobre ella, porque es normal que se canse o se aburra. Le hicimos entender que su trabajo era igual de importante que el mío. Ella tuvo una actitud de madurez porque entendió el valor que tenía su trabajo en la película. Leira es una niña emocionalmente muy inteligente. Y de eso nos dimos cuenta desde el primer momento.
Nos ha llamado poderosamente la atención el parecido que ofreces con respecto a la actriz que interpreta el papel de tu madre, nada menos que Estefanía de los Santos. Incluso en la voz… Con ella, además, compartes un momento sublime en la película. ¿Qué ha supuesto trabajar con ella?
(Risas). Sí, sí. Yo a Estefanía la conocí con 18 años en el Festival de Sevilla por mediación de un amigo mío. Y cuando me dijeron que iba a hacer de mi madre me hizo muchísima ilusión. Porque es verdad que, no sé por qué, Estefanía y yo tenemos una manera de trabajar muy parecida. De hecho me han llegado a decir que nos parecemos hasta en la fisonomía (risas). Independientemente de ello, creo que ella tenía captado perfectamente mi personaje. Lo cual ayuda aún más. Y conectamos muy bien. Para mí trabajar con Estefanía era hacerlo con una grande. Y recuerdo verme con ella ante la cámara… y qué miedo; qué miedo que estoy trabajando con una de las mejores del cine actual. Eso es lo que pienso de ella. Me lo puso muy fácil. Se involucró en la historia de una manera brutal. Y eso es curioso, porque como yo conocía a su hermano, cuando tratábamos el personaje de Pepa para el corto, Júlia me preguntó dónde creía que viviría Pepa en Sevilla. Y yo, que había conocido la casa de Estefanía de los Santos… (Risas). Cinco años atrás le dije, “pues mira, hay un barrio en Sevilla que se llama tal y tal…”, Y no le dije nunca que era la casa de Estefanía, porque ni siquiera se hablaba de hacer una película entonces. Cuando Júlia me dijo que teníamos a Estefanía, le respondí que no me lo podía creer. Porque aquella casa a la que me refería cuando me preguntó rodando el corto era la casa de los padres de ella. Llevábamos «llamándola» cinco años para el proyecto de esta película sin saberlo ella ni nosotras. Estaba escrito que sería ella la que hiciera el papel de mi madre.
Los personajes de ambas, el de Pepa y el de su madre, parten del mismo punto. Sus experiencias vitales están muy marcadas y determinan lo que le sucede a la protagonista. Lo que ahora le ocurre en relación con su hija es lo que antes le pasó a su madre con ella.
La verdad es que has hecho una lectura bastante concreta de lo que queríamos contar. Date cuenta que la película tiene un final muy abierto. Pero también tiene un principio abierto. Nosotras no mostramos a Rosario, a la madre (Estefanía). No hablamos de la vida que ella había tenido. Cuando hablamos con trabajadoras sociales intentamos buscar mujeres que habían pasado por la misma situación. Y una cosa que teníamos muy clara es que los patrones se repiten generalmente. Y por eso teníamos abierto ese principio, para que el espectador tuviese su propia idea de que seguramente la historia de Pepa era la misma historia de Rosario. Por eso Pepa cierra el círculo y le dice que no quiere que le pida perdón… y se lo dice de corazón: «no es cuestión de pedir perdón, sino de que veas que la situación de tu vida nos ha llevado a las dos hasta aquí».