'Roberto Álamo: “Una vida sin emociones no es vida”'

El actor visitó la 15ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla para presentar su nueva película, Alegría Tristeza. En ella interpreta a un hombre que tras pasar por un duro trauma, padece alexitimia, lo que le impide llevar una vida normal junto a su hija, ya que afecta a su percepción de las emociones, aunque esto no ha impedido que Marcos, como así se llama, desprenda un aire de ternura que conecta con el espectador. Un personaje que emocionalmente se encuentra lejos de como es realmente Roberto Álamo, ya que él se define como “un tipo bastante emotivo y blandito por dentro”. El madrileño puede presumir de una trayectoria versátil premiada con dos premios Goya.

Roberto Álamo: “Una vida sin emociones no es vida”
Fotografía de Andrea del Zapatero

En Alegría Tristeza Interpretas a Marcos, un hombre que padece alexitimia, un desorden neurológico que lo incapacita para poder controlar y reconocer sus propias emociones. ¿Cómo describirías a tu personaje?

Un ser humano que intenta, con las armas y el trastorno que tiene, volver a vivir dignamente y afectivamente. Como sabes, es un personaje que tiene un trauma enorme por algo que le sucede, y a partir de ahí pierde el contacto con sus emociones y con la de los demás. Y con la ayuda de su hija, de sus amigos, de los psicólogos…, insisto, intenta recuperar una vida. Porque una vida sin emociones no es vida. Es el intento de volver a vivir, así resumiría a mi personaje.

Esta incapacidad que tiene Marcos de no poder diferenciar las emociones, ¿crees que podría ser una metáfora del mundo actual en el que vivimos, donde apenas se empatiza con los demás?

Si quieres mirarlo por ese lado puede ser. Al final todo el arte son metáforas sobre lo que nos pasa a nosotros o a la sociedad. Hay una cosa que me gusta mucho de la película que es cuando la psicóloga se pone delante de Marcos y le pregunta “¿cómo te sientes?”. Ese “¿cómo te sientes?” es revolucionario, porque generalmente no estamos acostumbrados a que alguien se nos ponga delante, nos mire a los ojos y nos diga “¿qué sientes?”. Y no me refiero a si te duele la tripa, sino a qué sientes en la vida. Entonces me gusta en ese sentido porque habla de ti, de mí, de los deseos, de todos nuestros deseos… En definitiva es como todo el arte, es amar y que te amen. Y cuando hay un obstáculo para amar y que te amen, hay que destruirlo con comunicación.

Imagino que enfrentarte a un personaje como este habrá sido difícil, ¿cómo ha sido la preparación?

Efectivamente, ha sido difícil porque me reconozco un tipo muy emocional. Estoy harto de decirlo pero es así, porque algunas personas que no me conocen tienen la imagen de mis películas. Pero soy un tipo bastante emotivo y blandito por dentro. Entonces, hacer todo lo contrario a lo que soy siempre es un reto. Con la ayuda de los actores, de los compañeros, del directo, creo que hemos llegado a buen puerto.

Claudia Placer interpreta a la hija de Marcos, y entre vosotros se desprende mucha química. Aunque siempre se dice que trabajar con niños es algo complicado, ¿cómo ha sido compartir escenas con ella?

No soy un experto en trabajar con niños, porque he trabajado en esta película y en ninguna más. En una serie trabajé con un chico… Lo que sí te puedo decir es que Claudia tiene que tener una inteligencia superior porque se expresa y habla de una manera impresionante para su edad. Y luego ya habrás visto en la película, tiene dos ojos que son como dos lunas. Son un regalo para el cine. Cuando mira, ve y cuando escucha, escucha. La verdad que la experiencia ha sido muy buena.

La buena comunicación entre actor y director es algo primordial a la hora de que todo salga bien en un proyecto como este, ¿cómo ha sido trabajar con Ibon Cormenzana?

Un placer porque es un tipo que escucha a los actores. Nosotros escuchamos al director siempre, y la otra parte es que el director escuche las propuestas de los actores. Él confía en que ha contratado a actores y actrices que no son un objeto que cuentan algo, sino que tienen una vida propia. Yo tengo una vida propia que puedo aportar al personaje, y él confía en eso. Ibon trata a los actores como seres creativos. Y es una maravilla.

Roberto Álamo: “Una vida sin emociones no es vida”
Fotografía de Andrea del Zapatero

Tus comienzos como actor están en el teatro, donde has triunfado con papeles importantes como el de Urtain. Desde aquellos orígenes en la interpretación, ¿qué balance haces?

El teatro me ha abierto todas las puertas. Lo que tengo de mi profesión y el reconocimiento, se lo debo al teatro. Todo se lo debo al teatro. Nací como actor en él, debuté en él, y creo que es la mejor escuela, aparte de en la que estudié, la de Cristina Rota, en Madrid. El teatro es el mayor aprendizaje que un actor puede tener, para mí lo es todo.

A lo largo de tu trayectoria, tanto en cine, como el teatro o televisión, has demostrado una gran versatilidad de personajes y géneros. Has hecho de tipo duro como en Que Dios nos perdone, has hecho comedia en La gran familia española, o ahora con este personaje tan personal de Alegría Tristeza, por poner algunos ejemplos. ¿En qué registro te sientes más cómodo?

Sinceramente, y además lo he comprobado, es la misma respuesta que te van a dar casi todos los actores y actrices, me siento cómodo cuando el personaje tiene chicha, cuando tiene recovecos, actúa con la emoción… Cuando la historia que cuenta el guion es apreciable, cuenta algo humano, algo provechoso para la sociedad o para ti mismo. Ahí me da igual qué personaje sea, si es comedia, drama, un policía, una persona con alexitimia, un tipo tímido o extrovertido… Me da igual siempre que tenga su poder. A veces los actores y actrices trabajamos en cosas que no tienen esos requisitos, y hacemos lo que podemos, pero lo ideal es lo otro. Siempre que haya lo otro me da igual cómo sea el personaje.

¿Y en qué momento crees que se encuentra tu profesión?

Mi profesión está viva. Quizás no es el mejor momento que estamos viviendo, ni mucho menos. Como una vez dije al recoger un premio, creo que la cultura, y nos engloba a nosotros también, es tan necesaria como el amor o el pan que comemos cada día. Y cuando todos seamos conscientes de eso, se aportará un poquito más para que el mundo camine en una dirección más igualitaria, más afectiva y más globalizadora de emociones.

Tú has ganado dos premios Goya, a mejor actor de reparto por La gran familia española y a mejor actor por Que Dios nos perdone, ¿qué supone esto para la carrera de un actor? ¿y qué ha supuesto en la tuya en concreto?

No lo sé muy bien, fíjate. Cuando me dieron el primer Goya me llevé sin trabajar siete meses. Y con el segundo Goya que me dieron, mi carrera estaba más encauzada y afortunadamente ha habido pocos parones. Personalmente es una alegría el reconocimiento de tus compañeros, de un jurado, que consideran que tu trabajo es un trabajo estimable, digno o merecedor de un galardón… A mí me llena de orgullo y satisfacción.

Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.

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