Ramón Lluis Bande presentó el pasado 21 de noviembre, en el Festival Internacional de Cine de Gijón, su película documental Cantares de una Revolución, donde ha recibido el premio Especial del Jurado. En él se narran los sucesos de octubre de 1934, que tuvieron en Asturias a uno de los lugares más convulsos, y la figura de Belarmino Tomás como fundamental. Ambos protagonizan una obra en la que Nacho Vegas pone la música y la palabra.
¿Cuál es el origen de Cantares de una Revolución?
Pues la película partió de dos ideas que acabaron uniéndose en una. Yo estaba trabajando en una película sobre Belarmino Tomás, a quien yo considero la persona más importante del siglo XX en Asturias, un político socialista que fue uno de los líderes de la revolución de 1934 y la máxima autoridad republicana durante la guerra, y a la vez estaba preparando con Nacho (Vegas) algo para acercarnos a la historia de Asturias a través de la música popular; la huella que determinados momentos históricos dejaron en la música popular. Y llegó el momento en que las dos ideas se concretaron en una. Desarrollé una parte del guión sobre Belarmino Tomás, la que tenía que ver con la Revolución, y escogimos ocho canciones populares sobre ella, para entre testimonios personales de Belarmino y esa colección de canciones, intentar un acercamiento a la Revolución del 34.
Combinas en la película la música y la palabra, tan necesarias en nuestra sociedad.
Sí. La película reivindica las dos cosas. Además del papel protagonista de las canciones, a mí me gustaba hacer una película donde se leyera. Me pareció muy cinematográfico encontrar la manera de filmar la lectura y construir un diálogo entre lo que se escucha y lo que se ve. Y que de la suma de esas dos imágenes, la sonora y la visual, naciera una tercera que era la que la película proponía.
Nacho Vegas juega un papel importante, ¿cómo ha visto su aportación a la película?
Muy bien. Toda la película, toda la narración se apoya en Nacho. Siempre destaco que la gente que conoce a Nacho no tendría ninguna duda de cómo iba a cantar las canciones, pero con lo que realmente se iba a sorprender era con lo buen narrador que es, y cómo construye un personaje simplemente con la voz y cómo su voz te va llevando por la película. Unas veces leyendo y otras cantando. Y cómo logra el control de toda la película sin excesos. Creamos un personaje solo con la voz.
Eres polifacético. Has hecho incursiones en diversas facetas artísticas como poeta, novelista, dramaturgo, músico, director de cine… ¿Cómo te encuentras en el documental?
En los últimos años, aunque he seguido inmerso en todas estas disciplinas que dices, estoy muy centrado en los lenguajes de la no ficción cinematográfica, y empecé una serie de películas políticas sobre memoria democrática. En 2014 estrené Equí y n’otru tiempu (Aquí y en otro tiempo) en el Festival de Sevilla, con la que gané el premio a Mejor Película de la Sección Resistencias, y después vinieron El nome de los árboles (El nombre de los árboles), Vida vaquera, Escoréu… Creo que, en cierta manera, tratar sobre la Revolución forma parte de esa búsqueda de cómo traducir cinematográficamente la memoria colectiva y la memoria política y democrática que encajaría con estas películas anteriores.
¿Cómo ves desde el punto de vista de un ciudadano de a pie esos sucesos que narras en Cantares de una Revolución?
La Revolución del 34 me parece algo que hay que reivindicar y algo que la izquierda no se atrevía a reivindicar desde la Transición. Para mí, en Asturias tiene un valor fundamental, casi fundacional, de las clases sociales como sujeto político, y deberíamos reivindicar ese papel, y tener un recuerdo de nuestra propia historia, como clase, para que no nos pasen las cosas que nos están pasando ahora. Que no veamos con terror cómo cada vez más los tiempos actuales recuerdan a los años 30 del siglo pasado. Y esto pasa en procesos donde se genera una clase política desde el poder que en cierta manera dejó sin defensa a las clases populares. Y vemos un contraataque brutal de la extrema derecha, de la sociedad neoliberal a las clases populares, y no tenemos autodefensa. Sí conociéramos nuestra historia seríamos capaces de responder a estos ataques. Como decía Marguerite Duras, hay que creer en la utopía, y la Revolución del 34 lo fue, porque es lo único que puede hacer avanzar más a las ideas de la izquierda. Si no tenemos un horizonte máximo donde todavía sigamos creyendo que el cambio es posible e importante nos queda vivir en un espacio de resignación cínica a la que nos lleva el mercado.
Desde el punto de vista del espectador, la película ofrece un deseo de recordar aquellos sucesos del 34, pero también de reivindicar la figura de aquellas personas que lo dieron todo por sus ideas. ¿Me equivoco?
Sí. Coincido con las dos visiones que tienes de la película. Por un lado, siempre digo que, más que una reivindicación, es una celebración de la Revolución. Desde esta perspectiva entiendo que la música es muy importante porque tiene un carácter celebrativo y esto hace que el conjunto tenga este sentido de celebración, incluso con un punto festivo, el que da la música popular. Y por otro lado está la reivindicación de esos momentos y esas personas que siguen presentes como algo nuestro. Una las secuencias que más me gustan de la película es la de los herederos de la Revolución, en la que se recoge una colección de retratos de personas muy importantes de la izquierda asturiana en el siglo XX. Cinematográficamente es una secuencia muy poderosa. Una de las ventajas del cine sobre otras artes es esa capacidad de que en un único plano visual en presente puedes conjugar varios planos históricos. En esa secuencia en concreto hacemos un repaso por la historia de la lucha obrera a lo largo del siglo XX, empezando en el 34. Entre los retratados hay gente que estuvo en la guerrilla antifranquista, que participó en las huelgas posteriores, y ello nos trae hasta la Transición y al presente, hasta nuestros días. Es un plano grabado en presente pero con una imagen que recoge la historia de un siglo.
Fotografía de portada del Festival Internacional de Cine de Gijón.