Inspirada en el libro Del caminar sobre hielo, del cineasta Werner Herzog, Pablo Maqueda ha creado una magnífica película, Dear Werner, que supone un homenaje al cine, al mismo realizador alemán y a la escritora y crítica cinematográfica Lotte Eisner, a quien este fue a visitar en 1974 cuando se encontraba gravemente enferma. El mismo Pablo Maqueda graba, monta y guioniza este filme. Además, Werner Herzog narra en exclusiva fragmentos de su obra, que se combinan perfectamente con las imágenes y con el sonido y la música del artista sonoro José Venditti. Todo forma un conjunto audiovisual de enorme belleza. El próximo 20 de noviembre será estrenada en salas de cine de todo el país.
El domingo se llevó a cabo en Sevilla el estreno mundial de Dear Werner. La sala, cumpliendo las imposiciones de aforo motivadas por esta pandemia registró prácticamente un lleno. Fue un espectáculo bastante agradable con la interpretación en directo de la música, genial, por cierto, compuesta por José Venditti. Quienes pudimos asistir podemos certificar que fue una experiencia estupenda.
Es paradójico que hayas visto tú la película con música en directo antes que yo (risas). Fue la primera vez que se hacía y nosotros no la hemos podido ver en Madrid hasta el miércoles en el Centro Conde Duque. Ha sido la primera vez que la he visto. Pero es paradójico que no la pudiéramos ver antes. Pero también forma parte de la narrativa de la película. Es un año muy raro, pero lo importante es que la difrutásteis.
Imagino que el pasado año por estas fechas estarías a punto de iniciar este viaje tras los pasos de Werner Herzog. Un viaje que transmite mucho romanticismo en unos tiempos donde los sentimientos están un poco olvidados. ¿Ya estabas entonces camino de Múnich?
No, no. Fue en enero. Pero por estas fechas empecé a prepararme muy seriamente para el viaje. Me iba ya al monte, a caminar bajo el frío, a la sierra madrileña. Y me iba preparando físicamente caminando una media de 25 kilómetros al día. Para mí era importante que cuando llegara al viaje pudiera tener el cuerpo lo más acostumbrado posible al esfuerzo.
¿Cómo surge la necesidad de crear Dear Werner y embarcarte en un proyecto como este?
El proyecto surge de mis deseos de hacer cine a toda costa. Si cuando quieres levantar un proyecto a un nivel más industrial, con un presupuesto amplio, como es el de mi siguiente película, La desconocida, que supera el millón de euros, obviamente tienes que estar ajustándote a largos procesos de financiación, de presentación de proyectos, a muchos agentes de la industria, a distribuidores, agentes de venta, productoras, y después de seis años intentando sacar el proyecto adelante (fíjate que rodamos el año que viene), necesitaba rodar, recuperar la fe en contar historias. Y después de recibir un golpe duro en la financiación de la peli, casi tuvimos que volver a la casilla de salida. Entonces me dije que no iba a volver a pedir permiso para hacer un proyecto como este, que es muy íntimo, muy personal, y me lanzo al camino, sea como sea, y si se tiene que hablar de la película, que no sea en clave de presupuestos, sino del esfuerzo que ha llevado sacarla adelante, y del amor al cine que profeso.
El camino que recorres desde Múnich a París, y la realización en sí de la película es una especie de autoterapia, porque también te desahogas hablando de estas dificultades que os encontráis a la hora de hacer una obra cinematográfica, como en la producción, las muchas veces que hay que llamar a la puerta de los productores… ¿Cómo afronta un realizador todas estas trabas que se encuentra?
Tienes que estar preparado física y emocionalmente. Sobre todo emocionalmente. Lo veo muy relacionado con el oficio de actor o de actriz, en el que tienes que recibir noes en castings, una y otra vez, dudando sobre ti mismo. Al menos en nuestro caso, los directores dudamos de los proyectos. Me parecía muy bonito establecer un paralelismo con la dirección de cine, no desde el éxito, sino desde el camino para conseguirlo. Y sobre todo con un concepto que cada día tengo más claro de que el éxito y el fracaso son algo completamente ilusorio. Simplemente hemos de seguir caminando. Lo que digo en la película: “no importa el primero o el último sino seguir caminando”. Si hay algo que admiro de directores como Richard Linklater o Joss Whedon, es que son capaces de trabajar con grandísimos presupuestos y con presupuestos ínfimos, y en películas con una vocación mainstream, como Los Vengadores, o rodar una película en blanco y negro entre amigos adaptando Mucho ruido y pocas nueces. En ese sentido, Joss Whedon es un referente que siempre tuve también en cuenta a la hora de pensar en cómo desarrollar esta película (Dear Werner). Porque no nace para intentar llegar a un festival como el de Sevilla o para estrenar en salas el 20 de este mes, no. La película nace por el deseo de hacerse. Por el simple placer. Y si hubiera terminado el montaje y no hubiera acabado contento con ella la hubiera metido en un cajón. Pero las experiencias que he aprendido gracias a ella me las llevo para toda la vida.
Dear Werner es una especie de libro audiovisual basado en otro libro escrito en papel, en tinta. Es un libro dentro de otro libro; o un viaje dentro de otro viaje.
Sí. Es muy bonita esa reflexión que haces (risas). Sobre todo porque el diálogo que intento llevar a cabo con Herzog a su vez lo llevo con su cine, con sus propias filosofías de vida, con su espíritu como cineasta, que es un espejo en el que siempre me he intentado mirar. Esa conquista de lo inútil, ese afán por lo desconocido, por intentar filmar lo que nunca nadie ha filmado. Daba igual hacerlo con un gran presupuesto. Solo hay que ver sus documentales de la última etapa, que están hechos con una economía de medios apabullante: Cave of Forgotten Dreams (La cueva de los sueños olvidados), dentro de esa cueva prehistórica; Encuentros en el fin del mundo, en La Antártida; Into The Inferno, en la cima de ese volcán en Indonesia, al que nadie ha conseguido llegar a subir para grabar ese fuego incandescente. Herzog siempre ha sido un faro al que seguir. Espero no perderlo nunca.
En tu diálogo en la película con Herzog denoto cariño (de hecho, el título de la misma, Dear Werner, es el encabezado de una carta), pero también admiración. ¿Cómo se combinan esos sentimientos hacia alguien a quien como dices tienes como referente?
Sí. En mi caso esa admiración viene dada casi por una mitomanía que he desarrollado a lo largo de toda mi vida hacia referentes que forman parte de ella, casi como si fueran padres. Cuando estoy mal o hundido emocionalmente, siempre, el cine de Herzog está allí. También está el cine de Pedro Almodóvar, de Nanni Moretti, de Michael Haneke, de Woody Allen… son cineastas que siempre van a estar ahí. Y siempre que necesite inspirarme, motivarme, solo tengo que ver su cine. Esa carta de amor que le escribo a Herzog parte de Herzog en lo concreto, pero a medida que va avanzando la película se vuelve a algo más general, hacia el cine. Para mí era muy importante. El cine lo es todo. Pienso en clave de cine. Pienso en películas… Incluso al discutir con mi pareja reflexiono e hilo frases pensando cómo un personaje lo hizo en una película. Vivo mi vida a través del cine. Me parecía muy bonito rendir este homenaje definitivo a algo que forma parte de mí hasta el punto de no saber vivir sin él.
En este mundo en que nos faltan referentes en quien inspirarse y apoyarse, contar con alguien en quien guiarse en una profesión como la tuya es importante, es lo que te indica el camino para seguir. Es la metáfora que haces en la película: iniciar un camino que es en realidad el que tienes que realizar en la creación de una producción cinematográfica o de cualquier obra artística.
Sí. Eso es. Fue una de las cosas más bonitas que me dijo Herzog cuando vio la película, que mi espíritu de joven cineasta serio le había recordado a cuando él rodó Nosferatu, rindiendo ese homenaje a Murnau. En estos tiempos en que estamos conectados, que podemos hablar tú y yo con una distancia abismal, pero con una cercanía, estamos súper desconectados los unos de los otros. Las redes sociales nos están haciendo cada vez más ajenos, y en ese sentido, reflexionar y mirar hacia el pasado, hacia todos aquellos que te han hecho ser quien eres hoy, de los que has aprendido, me parecía que era un ejercicio necesario. Si de algo me siento orgulloso de la película es de que pueda plantar una semilla para las nuevas generaciones.
Dear Werner está basada en el libro de Herzog, Del caminar sobre hielo, donde narra el viaje que realizó en los 70, desde Múnich a París para visitar a su amiga la escritora y crítica cinematográfica Lotte Eisner, enferma de gravedad, y que serviría, según él, para salvar su vida. Entiendo que es tanta tu admiración por él, que de alguna manera hubieras encontrado cualquier otra excusa para hacer una película. ¿Estás de acuerdo?
Completamente. De hecho, el libro que realmente me hubiera gustado adaptar primero es Conquista de lo inútil, los diarios del rodaje de Fitzcarraldo. Pero este libro ya está casi adaptado. Solo hay que ver el making of de Burden of Dreams. Esa selva amazónica, que cada vez se va volviendo más loca; Klaus Kinski, que va perdiendo la cabeza en ese rodaje. El documental de Mi querido enemigo también es muy interesante, cómo analiza esa dualidad de amistad y enemistad. Para mí la admiración de Herzog es vital. Los homenajes hay que hacerlos en vida, y hay que recordar a las personas cuando están entre nosotros. Eso para mí es muy importante. Y, sobre todo, en este momento de conexión a través de internet del que te hablaba antes, nos lanzamos a enviarle la película. Y en ese sentido, todo el apoyo que nos ha dado ha sido muy generoso.
La película compite en Sevilla y llegará a los cines el 20 de este mes tras pasar por el Zinebi-Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao. ¿Tenéis otros planes más?
Sí. Tenemos un festival internacional que ha confirmado la selección de la película. Aún no podemos hacerlo público. Esperamos que sea el pistoletazo de salida para el lanzamiento internacional, y en cuanto a España, sí, llega a las salas el día 20. Es muy importante que ahora apoyemos a las salas de cine porque son espacios seguros para ver cine, y más en estos tiempos inciertos en que la distribución y la exhibición están pagando el pato, realmente es ahora cuando tenemos que estar más con ellas para demostrarles que el amor al cine se demuestra yendo al cine.
Tras ver Dear Werner interpreto que es un homenaje al cine, a Herzog, a Eisner, pero también es el autorretrato de un joven cineasta que nos muestra de manera audiovisual y metafórica hasta dónde puede llegar alguien por una pasión y por un espíritu de admiración hacia una persona. La película también eres tú.
¡Qué bonito! No lo había pensado en esa clave. Es una de las cosas que más feliz me hacen. Porque mi entorno me dice que la película es muy yo y transmite mi visión del mundo. Y por eso tenía muchas ganas de este estreno mundial en Sevilla, para poder compartirla con los espectadores. Me gusta que me digas lo del autorretrato. Nunca me ha dado por hablar de mí en el cine, por la autoficción, pero en este caso no podría ser de otro modo.