Luis Tosar es uno de los actores españoles más carismáticos de la actualidad. Este año no para de regalarnos las excelencias de su capacidad interpretativa. A su intensa agenda de estrenos le ha añadido un nuevo filme, con la firma del lebrijano Benito Zambrano. Intemperie es una cinta que cautiva y que nos muestra otra imagen de este singular actor.
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con un director tan aclamado, no sólo en el cine español sino también en Andalucía, como Benito Zambrano?
Benito es muy doméstico en el buen sentido de la palabra. Es una persona muy cercana como director, sobre todo con los actores; lo técnico, evidentemente, le interesa, pues no deja de hacer cine. La técnica no la puedes obviar. Es una esclavitud que tiene el cine. Pero él dedica un tiempo extra, especial, a que los actores entremos convenientemente en cada escena y que haya tiempo para renovar la puesta en escena en cada momento, de cambiar cosas prefijadas y que no tienen que ser así en el momento del rodaje… y esto para los actores es una especie de regalo.
¿Ha supuesto el personaje de Intemperie un cambio de registro con respecto a otros papeles realizados?
Intento cambiar de registro en todas las películas. Es cierto que este pastor, de alguna manera, representa unos valores de los que están muy alejados muchos personajes que he interpretado. Otros no tanto, en realidad. Pero es que no se celebran tanto los personajes más o menos buenos; los malos parecen más lucidos. Un personaje bondadoso, a priori, parece que no tiene tanto interés. No sé por qué. Parece que en nuestra sociedad la bondad y los buenos valores no son muy apreciados.
¿Cómo es ese pastor que interpretas en Intemperie?
Intemperie es una película que apuesta por el valor de la amistad, del perdón, de la esperanza, de que las cosas cambien… y mi personaje queda reflejado en todas estas cuestiones.
¿Cómo marca la historia que se desarrolla en la película la diferencia de edad entre los dos personajes principales, el tuyo y el del niño que interpreta el joven Jaime López?
Hemos querido estar lo más cercanos posible a ese espíritu que destila la novela. Son dos seres completamente alejados; uno ha tomado la opción de tirarse al monte, de echarse a lo salvaje, para huir de todo lo que había tenido que ver con la humanidad, y el crío, que también viene del dolor, del abuso, de la miseria, busca una salida a su vida huyendo. Ambos se encuentran en un paraje inhóspito, un poco hostil, que de alguna manera les obliga a recluirse en ellos dos, y a convivir. Se apuesta por una conexión que hoy en día no ocurre mucho. Los jóvenes y los mayores no tienen muchos lugares de unión en nuestra sociedad tal y como la hemos montado. Había una cosa muy importante en las comunidades que era el consejo de ancianos. En nuestra sociedad, la experiencia no importa nada. En este caso, Intemperie apuesta claramente porque un niño, que sabe poco de la vida, y en general lo que sabe es malo, se encuentra con un hombre que está completamente alejado de la maldad humana. Para el hombre se abre un camino de esperanza, un lugar donde pueda dejar una semilla que, quizás, en un futuro florezca y haga que el mundo cambie para mejor. Es la esperanza del pastor. “Si hago algo bueno con este crío, si le enseño una sola cosa, pero se planta fuertemente en él, a lo mejor el mundo dentro de unos años sea algo más bonito”.
¿Cómo ha sido trabajar con Jaime López?
Una maravilla. Ha sido muy fácil. Es un actor muy talentoso. Es un portento como crío porque está muy bien educado. Es muy listo. Gestiona muy bien todo lo que ocurre alrededor. Es respetuoso y generoso con el trabajo del otro. Tiene una inteligencia emocional que es fuera de lo común.
¿Qué es lo que más te ha gustado de tu personaje?
Pues quizás la importancia de preservar la bondad como un valor esencial, en un mundo tan hostil como el que vivimos, un mundo en el que el canallismo parece que gusta más. Simplemente, la generosidad para el prójimo. No es que sea un mensaje cristiano ni nada por el estilo (risas), pero es cierto que en el mundo de hoy no está bien visto tratar bien al otro, casi es mejor lo contrario. Parece que se celebra más el mal de alguien que recordar que ha hecho algo bueno. Aunque esto sea solamente en ciertos casos. Afortunadamente no somos tan malos, pero lo malo tira mucho. Llama la atención y es más celebrado; esto es muy triste.
¿Qué determinó que aceptaras el papel del pastor de Intemperie cuando leíste el guion?
Hay una película que vi cuando era muy jovencillo, con trece o catorce años, Las aventuras de Jeremiah Johnson, que me marcó mucho. Me gustaba la temática, el tipo de personaje que encarnaba Robert Redford, y durante mucho tiempo fue una especie de fantasía que tenía, como opción vital, incluso. Me llamaba la atención eso de tirarse al monte y vivir ahí. Y dejar de lado todo lo que había tenido hasta entonces. Y de alguna forma este trabajo es poner en pie de manera ficcionada las fantasías que vas teniendo a lo largo de la vida. Cuando eres pequeño juegas y esto es una prolongación de tu etapa infantil. He tenido la suerte de que en muchas ocasiones ha coincidido. En otras, no, y he revivido fantasías que no son mías, sino de otros.
Intemperie tiene mucho de western, ¿cómo ha sido tu inmersión en una película de esta factura?
El western para mí siempre ha sido un género especial, y esta película es lo más cercano a él. Hay mucho en ella de Sin Perdón, de Clint Eastwood, de El Jinete Pálido… hay ahí elementos de estas películas que para mí han sido muy importantes. Hay muchos elementos del western clásico. Y en el caso de Clint Eastwood, que le dio una vuelta de tuerca e hizo un western crepuscular, más todavía. Con él creo que está más conectado Intemperie.
El rodaje se realizó en Granada entre julio y agosto. Tuvo que ser duro, ¿verdad?
Bueno, el nombre de la película ya marcaba mucho lo que queríamos hacer, Intemperie. Era lo que inevitablemente había que hacer rodando en un lugar así, morder el polvo, pasar mucho calor, pasar mucho frío, alguna que otra tormenta de finales de agosto… pero al mismo tiempo era un buen ingrediente a la hora de contar la historia. Esta película no hubiera sido igual si se nos hubiera ocurrido hacerla en unos estudios o en un lugar más amable climatológicamente hablando. Había que pasar ese trance, vivirlo, mostrar lo que les ocurre a los personajes cuando están sometidos a todo esto. Los personajes se juntan en un entorno hostil, y eso marca mucho. El entorno social que conocen es duro, pero el paisajístico, también.
¿En qué momento te encuentras personal y profesionalmente?
Pues bien, contento. Me noto maduro. Creo que disfruto más con lo que hago, en general. Creo que sé un poco más del oficio que hace 15 años, con lo cual mis armas son más precisas a la hora de trabajar. Eso me da la capacidad de disfrutar un poco más cada proyecto, de manera más relajada. Lo que antes era energía desbordada, no muy bien canalizada en algunas ocasiones, ahora es un mejor control de las situaciones. Con los años les sacas más partido a las cosas.