Hablar de José Ortuño es hablar de cine, y de la pasión y la devoción que siente por su trabajo. Es algo que transmite siempre en sus conversaciones. Aprendes de él y con él. No solo sobre su trabajo, sino sobre aspectos para los que no te preparan en ninguna universidad. Para Gatrópolis ha sido un privilegio hablar de cine con alguien como él, desde las distintas perspectivas y facetas en las que asienta su trabajo.
¿De dónde nace tu pasión por el cine? ¿Por qué decidiste dedicarte a ello?
Desde pequeño he tenido inclinación artística. Mis padres me metieron en el conservatorio y componía música, me regalaron una cámara con la que hacía cortos para los trabajos de fin de curso, yo escribía el guion y lo rodaba con mis compañeros. Unos cortos infames que espero que nunca salgan a la luz (risas). Siempre he tenido esa implicación, lo que pasa es que cuando llegas a los 18 años, y con ese miedo a decidir qué hacer con mi vida, te planteas: “¿Sigo por las inclinaciones artísticas y a morirme de hambre o estudio una cosa de verdad?” (risas). Que de eso habla Ánimas, de cómo a los 18 años te preguntan “¿qué vas a hacer el resto de tu vida?”. Yo no tenía ni idea de lo que quería hacer, así que probé distintas cosas, y una de esas fue presentarme a las pruebas de acceso a la Escuela de Arte Dramático de Sevilla como actor. Y las pasé; digo, pues soy actor, ya he decidido mi vida. Si es ahora, y no sé qué quiero hacer con mi vida… Con 18 años no tenía ni idea. Y mientras estudiaba había un profesor, Antonio Onetti, que es un dramaturgo sevillano. Afortunadamente, fue él, con mucho criterio, el que me dijo, “tú no eres actor”. Pero en sus clases de dramaturgia me decía, “pero por aquí parece que te defiendes”. Fue quien me dijo que probara lo de escribir, y fue el primero que me animó a ello. Efectivamente, en Segundo dejé la escuela de interpretación para estudiar dramaturgia en Madrid. Y me animó también a presentar uno de mis textos al Premio de Teatro Romero Esteo del Centro Andaluz de Teatro (que ahora han anunciado que lo van a retomar). De hecho, en la primera convocatoria que me dijo que me presentara, no me presenté. Me llamó y me dijo: “no has ganado. Pensaba que ibas a ganar. Siento haberte animado a presentarte. Pensaba que por lo menos quedarías finalista”. Me echó una bronca cuando le dije que no me había presentado… (risas). Al año siguiente me presenté, tenía cinco obras largas, las cinco me parecían una porquería, no sabía cuál presentar, las presenté todas, y las cinco ganaron. Y ahí fue cuando decidí dedicarme a esto de escribir. Desde entonces no me ha faltado el trabajo como escritor. Al día siguiente firmé mi primer contrato como guionista en una película, empecé a escribir una serie para ETB, otra para Canal Sur, mis obras de teatro se montaban en el CAT… Desde entonces y hasta hoy no he parado de escribir, y nunca he tenido que hacer otra cosa que no sea escribir y ganarme la vida así.
También te has formado en el extranjero, en Londres más concretamente, ¿cómo ha influido esto en tu crecimiento como escritor?
¡Muchísimo! Recuerdo que comencé estudiando en la Escuela de Arte Dramático, que podría decir que no me sirvió de nada, y en el fondo fue lo más importante de mi vida, porque fue donde conocí a Antonio Onetti. Luego me fui a la Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, que fue un paso muy importante para mí. Y terminé mi formación en Londres, que fue donde definitivamente se me abrieron los ojos, y fue donde verdaderamente aprendí a escribir. Allí tuve la suerte de tener grandes profesores que daban clases maestras, de una, dos, tres horas, pero que te cambian la vida, con Stephen Daldry, David Mamet… Que son gente con un conocimiento brutal. Fue de Londres de donde me traje esas obras escritas que presenté al premio del CAT, y ganaron todos los premios. Probablemente si no hubiera pasado por Londres y no hubiera perfeccionado allí mis textos, a lo mejor no hubiera ganado esos premios y no estaría aquí.
En 2011 diste el paso de crear tu propia productora, Acheron Films ¿qué te llevó a tomar esta decisión?
Porque entre el año 1998, cuando gano el premio Romero Esteo, y el 2011 no paro de escribir, pero siempre lo hago para otros. Al principio está muy bien, pero si haces una serie, por ejemplo, tienes que seguir las normas de esa serie. Si es un drama, no puedes escribir chistes. Hasta ese momento, salvo alguna obra de teatro, el 80-90% era por encargo. Al principio te parece genial porque sientes que estás viviendo de esto, pero luego te vas volviendo ambicioso, y te gustaría escribir cosas tuyas propias, que te gusten a ti. Y me di cuenta de que si no terminaba montando mi propia productora, iba a seguir escribiendo las ideas de otros para siempre. ¿Cómo puedo dar el paso para poder escribir historias como The Extraordinary Tale? Es más, llegaba a sitios con ese guion y me decían, “¡Qué bueno, me encanta!”. Lo tiraban a la basura, y seguían, “pero me vas a escribir una comedia. Porque con ese guion me has demostrado que sabes escribir, pero no te lo voy a producir”. Pero yo quería escribir eso que estaba en la papelera y me encargué de ello. Entonces monté mi productora para hacer cosas como The Extraordinary Tale, como Ánimas… proyectos muy personales. Con lo cual sigo escribiendo por encargo, y me encanta y lo disfruto, pero ahora más, porque en paralelo que escribo tu idea, estoy escribiendo la mía. Por lo que no me frustra escribir lo de otros, sino que estoy más motivado.
Tras dos décadas como escritor, ¿en qué momento crees que te encuentras?
No lo sé, creo que nunca lo llegas a saber. Si me preguntas en 2003 te hubiera contestado lo mismo que ahora. Esto es un milagro, desde 1998 hasta ahora no he tenido que hacer otra cosa que escribir. No sé cuánto va a durar esto, ojalá dure mucho. En 2018 me siento igual. Siento que soy un privilegiado, por poder hacer aquello que me gusta, pero soy consciente de que el privilegio se me puede acabar. Ojalá que no. Espero que la gente siga contando conmigo, y que yo siga contando mis historias. Pero la verdad es que siempre te mueves al borde del precipicio con el miedo a caerte. Además lo ves, conoces compañeros de muchísimo talento, que al final no se dedican a eso para lo que son tan buenos.
The Extraordinary Tale, que ya has mencionado, obtuvo mucho éxito, se exhibió en festivales tanto nacionales como internacionales, ha recibido varios premios, ¿qué ha supuesto en tu carrera?
Fue un punto de giro. Si tuviera que ver los puntos de giros en mi carrera, uno sería el premio de CAT (Centro Andaluz de Teatro), fue el primero, hasta entonces ni yo sabía que escribía. Y The Extraordinary Tale fue lo que asentó eso, porque ya no solo como guionista sino como director, y me demostró que podía contar historias personales y que podían funcionar. Cuando rodé The Extraordinary Tale era una historia que me interesaba a mí, y de la cual estaba muy orgulloso. Pero cuando volvimos de Málaga con un premio, cuando en Atlanta nos dieron otro premio, cuando una distribuidora de Los Ángeles dijo, “quiero distribuir tu película en Estados Unidos”, un lanzamiento limitado, pero que se proyectará en 10 cines de allí, ya me parecía… Que alguien en mi país se interese por mi historia me parece ya un milagro, pero que lo hagan fuera… Todo eso fue muy importante para mí, porque en 1998 fue cuando pensé que podía dedicarme a escribir, y en el 2013, cuando se estrena The Extraordinary Tale, fue cuando dije, “vale, me puedo dedicar a escribir y a dirigir”. Y años después estamos con Ánimas, señal de que no fue algo aislado. Es una producción mucho más ambiciosa, creo que seis veces el presupuesto de aquella, con lo cual fue un empujón súper importante.
¿Para triunfar ya no hay que irse a Madrid?
He tenido la suerte de que se me ha valorado fuera, pero no más que aquí. Si me dedico a esto es por el Centro Andaluz de Teatro, nunca me he tenido que ir a vivir a Madrid. Existía la frase de “si quieres hacer algo como director o guionista te tienes que ir a Madrid, o a Barcelona o fuera de España”. Yo nunca he tenido que vivir fuera de Sevilla, y eso es un privilegio como escritor, no he tenido que salir de mi ciudad, nada más que de visita para estudiar, presentar películas… Pero no solo en España, sino también en Andalucía, porque si me dedico a esto es porque un jurado andaluz me dio tres premios de teatro. Y luego está Canal Sur. Sin su apoyo, películas como The Extraordinary o Ánimas no serían posibles, fueron los primeros que apostaron por ellas. El primer sitio al que fui con el guion de Ánimas fue allí, y me dijeron, “¡la apoyamos!”. Esa primera puerta hizo que otras más se abrieran. Gracias a Canal Sur, el 99% del cine de calidad que se hace en Andalucía es posible. ¿Qué sería de Cuando los ángeles duermen, de Ánimas, de la última película de Carlos Vermut…? Yo soy mucho de tirar por mi tierra, porque si no sería injusto por mi parte no reconocer a la gente y a las instituciones de aquí. Es más, los primeros empujones de Ánimas vienen de aquí abajo, de Canal Sur y la Junta de Andalucía. No me he tenido que ir primero de aquí. Comencé por aquí y luego me fui fuera. Creo que hay mucha gente con mucho talento, y me siento muy afortunado de haber nacido aquí.
¿Y en qué momento dirías que se encuentra la industria del cine en Andalucía?
Dentro de poco nos traen los Goya, después de habernos traído los Max, los Forqué… La gente decía que los andaluces nos teníamos que ir a Madrid; ahora son los de Madrid los que se están viniendo. Pero es que cada vez están llegando más rodajes españoles, internacionales… En Sevilla, y en Andalucía en general, pero en esta ciudad cualquier día dices, “en este momento, en esta ciudad, están teniendo lugar como mínimo cinco rodajes”. Ahora están grabando una serie italiana, películas que vienen de fuera y se les están haciendo services, y producciones de aquí, por supuesto. Benito Zambrano ha terminado ahora de rodar una peli con Áralan Films. Áralan, La Claqueta, La Zanfoña, Maestranza… Ya en otro nivel más chiquitito, Acheron, pero no paramos. Estamos en muy buen momento, y lo mejor es que España y el resto del mundo están mirando para acá. Preguntándose cómo somos capaces de hacer tantas cosas y de hacerlas bien.
Es de pregunta obligada, ¿cómo nacen los Ortuvídeos? Esos pequeños clips con los que nos enseñas y explicas cine, y con los que tanto aprendemos.
En Sevilla había una escuela de cine, en la cual yo daba clases de dirección y guion, pero cerró. Para mí fue muy traumático, porque después de la escuela de cine, doy clases de vez en cuando, ya que una de las cosas que más me encanta es dar clases. Considero que aprendo tanto o más que los alumnos que vienen a mis clases. Y después de cerrar la escuela tenía mono por dar clases y como no surgía la oportunidad, o también es verdad que no tenía tiempo para hacerlo de forma habitual, se me ocurrió esto. Mini clases de 1 o 2 minutos con las que enseñaba en la escuela de cine. Los Ortuvídeos no son ni más ni menos que lo que yo impartía allí. En realidad era una cosa para mí, tenía ganas de soltarlo y ahí lo dejaba. Y afortunadamente tuvo su público y gustó.
Para finalizar, ¿qué les recomendarías a todas las personas que se quieren iniciar en la escritura o que se encuentran ya en el camino para ello? ¿Qué deberían hacer para formarse?
Hay un mantra que ya hay que abandonar, que es el de que para dedicarte al cine hay que abandonar Andalucía. ¡No te vayas! Es lo primero que diría. Aquí ahora mismo hay mucho trabajo de calidad, muchos proyectos, mucha industria y hay menos competencia, porque como la gente se sigue yendo… Es verdad que es difícil, aunque no más que hacerlo en otro sitio, eso por un lado. Y por otro, formarse, hay que estudiar muchísimo. Por ejemplo, eso que has dicho de los Ortuvídeos, gran parte de eso lo aprendí en Londres, todas las cosas que aparecen en ellos, esa forma de ver cine. En cada proyecto aprendes cosas nuevas, pero esa forma de ver cine, me la traje de Londres y fue donde me di cuenta de que creía que sabía de cine, y me volví dándome cuenta de que no tenía ni idea de nada. Era lo que te comentaba antes, en 2004 no estaba preparado para hacer Ánimas, ahora a lo mejor tampoco. Pero hay que seguir formándose y no tener miedo a seguir aprendiendo.