Su innovadora película, Los inocentes, fue presentada en el pasado Festival de Cine de Sevilla, en la Sección Revoluciones Permanentes. Su acogida fue muy positiva. Por tanto, no es de extrañar que recibiera una Mención Especial. Guillermo Benet nos habla en Gatrópolis sobre su aplaudida obra.
La habilidad con la que logras mantener la tensión y el interés del espectador hasta el final es un detalle digno de ser destacado. ¿Cómo has afrontado este reto?
Sabiendo que tenía que ser así. La primera gran decisión para ello fue buscar actores muy buenos, que supiesen generar toda esa tensión. Cuando comenzamos a ensayar sabíamos que la teníamos que tener todo el rato, porque en el momento en que desapareciera, el texto, la acción, perderían toda la fuerza que deben tener. Al principio generamos muchas dinámicas de grupo, muchas improvisaciones, mucha tensión, que no tiene que estar solo radicada en la violencia. Esta está en muchas partes de la película, pero la tensión está en las relaciones personales, en el miedo, en la mentira. Fue al final como generar una base, un colchón sobre el que trabajar toda esa tensión, y a partir de ahí meternos en el texto del guion.
Me ha gustado mucho la manera como se grabó Los inocentes, con esa visión colectiva y subjetiva de la misma realidad que viven los seis protagonistas. Me ha recordado a La condesa descalza, de Joseph Leo Mankiewicz, en la que los personajes de Humphrey Bogart, Edmund O’Brien y Rossano Brazzi, hablan con la voz en off desde sus propias perspectivas vivenciales de la figura de María Damata (Ava Gardner).
¡Qué guay!, ¡qué guay! (risas). Sí. Era una de las referencias. Hay muchas referencias de este tipo de visiones poliédricas acerca de un mismo acontecimiento. Yo quería desmarcarme un poco porque de todas las que encontrábamos, digamos que las variaciones se encontraban en el centro, en el corazón. Como que cuando haces algo así, el golpe narrativo es tan fuerte que acaba robando el protagonismo a la historia que hay detrás, a la narración. Como que el conflicto generado por la diferencia de puntos de vista siempre se coloca en el centro. Y no quería que ocurriera eso. Quería que hubiese cambios, variaciones, pero que la línea narrativa de la película se mantuviese. Es decir, no romper de alguna manera la ilusión de verdad que hay en el mundo.
Es llamativo, precisamente, esto, los distintos puntos de vista que se pueden tener de un mismo suceso. Unos quieren huir y esconderse ante el problema que les llega, otros dan la cara, otros reaccionan de manera violenta… ¿Cómo ha sido escribir un guion tan complejo como este, con seis miradas que parten de seis personajes distintos?
De alguna manera ha sido complicado, porque tienes que crear seis personajes con mucha verdad, pero por otro lado ha sido muy rico. Al principio nos colocamos mucho en las posiciones de los personajes, intentamos entender cómo podrían reaccionar, y también teníamos diferentes respuestas a ese dilema moral al que se enfrentan. Las diferentes respuestas componían a cada personaje. Nos preguntábamos qué haría esta persona para componer a un personaje determinado. Ha sido un ejercicio de escritura muy interesante. Y también ha sido un ejercicio personal muy positivo. Conocer e intentar entender cómo reaccionaría yo en una situación como esa.
La película transmite variados mensajes, ¿podría ser uno de ellos las malas consecuencias que puede generar el no saber divertirse de una manera coherente, que incluso impide no ser capaz de recomponer qué ha sucedido en un conflicto como el que nos presenta Los inocentes?
(Silencio). No lo creo. Pienso que la película intenta no juzgar mucho a los personajes. Intenta no establecer una especie de relato moral sobre lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. Pero tampoco quiero eludir que lo que hacen está mal. O sea, no quiero salvar a los personajes porque sí. Quiero hacerles responsables de lo que hacen, más bien. Ellos se sienten en todo momento responsables, pero hay una lectura que va más allá de emitir un juicio ético.
Otro mensaje que percibo está relacionado con la amistad, sobre la verdadera y la impostada, la que está a expensas de que lleguen o no los problemas.
Los personajes se enfrentan a una situación que no es normal. Cuando nos enfrentamos a problemas como el que ellos viven, los valores personales que tenemos empiezan a estar en entredicho. Y ellos están enfrentados a cosas a las que no solemos enfrentarnos en la vida, en nuestro día a día. Los personajes encaran una situación excepcional que pone en duda ciertos valores que en un estado normal, donde no hay ansiedad, miedo o culpa, que les hace no ser ellos mismos. Es algo natural. Es humano que eso ocurra. Ante un problema como ese es muy difícil reaccionar de igual manera a como lo harías en otro momento sin tensión.
La película se divide también en microhistorias, una por cada uno de los seis personajes. Son muchas vivencias que se unen en una historia que a tiempo real se desarrolla en una franja de pocas horas, en una noche. Por ejemplo, Pablo Gómez-Pando nos ha contado que su personaje habla de la relación con su novia…
Quería que algo de la vida de los personajes apareciera en la historia, algo de su cotidianidad, para que de repente se rompiera. Tenemos una estructura en la que teníamos que colocar a los personajes en determinado orden. También había algo que queríamos, como que cada capítulo contase un poquito más. El capítulo de Pablo era perfecto para que esa cotidianidad se rompiese. Eso nos parecía muy interesante. También que eso que ocurre esa noche rompiera el tren de la vida natural, el día a día de estos personajes.
El diseño de los carteles de la película, de las imágenes promocionales, ha sido elaborado por Jimena Merino, que ha hecho un trabajo impecable. Además habéis declarado que queríais reflejar con ello la identidad y la culpabilidad. ¿Cómo ha sido ese proceso de creación?
Ese proceso empieza ya con la propia película, porque en ella, el grafismo tiene mucha importancia. Había ciertas ideas con respecto a la identidad de los personajes, a su culpabilidad, a su inocencia. Todos estos temas tienen una lectura muy clara en la película y nos pareció muy interesante trabajarlos a nivel visual para la cartelería. Y esta idea quería llevarla también al cartel, porque es la imagen pública de la película. Y en ella hay una idea sobre lo público y lo privado; lo que llega hasta la gente y lo que no llega, cómo los medios de comunicación inciden en la historia, que nos parecía que el cartel tenía que hacerse eco de eso.
Para concluir, me da la impresión que el final de la película, sin pretender destriparlo, queda abierto a la interpretación del público.
Sí, creo que hay parte de la película que está contando cosas concretas, pero también hay una parte en la que el espectador se pregunta acerca de sí mismo y de los propios personajes. Sobre todo sobre el futuro de estos. Una película como esta, en la que se está apelando todo el rato a preguntarte qué harías tú, esa pregunta también se la hace sobre lo que les va a ocurrir en el futuro. Me parecía muy interesante lanzar la película y proyectarla hacia lo que viene.