Francesc Garrido lleva 30 años como actor, desde que en 1990 debutara en teatro. En Gatrópolis hemos tenido la fortuna de ser atendidos para hablar de muchas cosas relacionadas con su profesión y, en concreto, de la película Asamblea, el primer largometraje de Álex Montoya, en el que su personaje, Josep, lleva a cabo una labor tan ingrata como conocida por cualquiera que se haya visto en su situación.
Su personaje en Asamblea es alguien corriente, como podría ser cualquiera de nosotros, que por razones que no se explican representa a una entidad desconocida. Se ve inmiscuido en la organización y dirección de una reunión cuya finalidad es resolver un problema, también desconocido, con personas con su manera de ser, de pensar e intereses variados.
Desde luego. Está muy bien explicado. Es un tipo bastante corriente que lleva un poco la reunión. Está en un momento de su vida en que nada le funciona. Viene de una época más asamblearia e intenta continuar con las asambleas de tipo reivindicativo, y se reúne con una serie de gente que cada una va a lo suyo.
Josep es un personaje, como ha comentado, que tiene su vida privada un poco desorganizada. Ello se refleja en su conducta a la hora de dirigir la reunión, con sus dudas e inseguridades.
Desde luego. A él se le juntan muchas cosas. Es un momento malo. Está recién separado de su mujer, tiene a su hija en medio del local donde se reúnen, que es un antiguo restaurante que ya no funciona y, por supuesto, ya es del banco. Pero han quedado allí, y su hija anda por ahí, haciendo ruido con un novio, su ex mujer está a punto de llegar… Todo eso le interfiere en la tarea de llevar adelante una cosa que sabe que le va a costar. Nada más llegar a la asamblea dice: “chicos, tenemos que aprobar esto hoy, tenemos que intentar estar concentrados”, para que la asamblea no se convierta en cualquier cosa, con la gente despistada, queriendo aportar nuevas cosas, cuando ya no es el momento de eso. Se debate entre lo personal y la reunión. Tiene una angustia íntima y la necesidad de llevar a cabo hasta el final la asamblea de la manera más rápida y eficaz. Se debate entre esas dos cosas.
Todo personaje requiere de una preparación. ¿Cómo fue en el caso de Josep?
El director fue muy claro conmigo cuando me conoció y estuvimos hablando. Me pidió un tipo de un perfil bajo, anodino, muy común, sin aristas muy heroicas. Me dijo: “Francesc, tú vienes de hacer personajes con un carácter muy marcado y el tema es salirse de ese carácter y hacer algo con un perfil muy muy bajo”. De esto se trató, de un tipo corriente. Hablamos con vestuario en este sentido. Con esto y con las charlas con el director y la lectura del guion fui construyendo a Josep.
Hablando del director, Álex Montoya. Asamblea es su ópera prima. Pero en su caso, en el actual 2020 celebra 30 años en la profesión. ¿Cómo se unen ambos caminos a la hora de encarar la película?
La experiencia y, como dices, llevo 30 años, no sirve para nada para cada uno de los proyectos. Es la humildad lo que vale. Hay que partir de cero. Cualquier proyecto nuevo que llegue, para mí, es agua bendita. La mirada está menos contaminada y eso, para mí, es fundamental. Y Álex Montoya ha hecho muchos cortometrajes de un nivel extraordinario. Como demostró en el rodaje, y sobre todo en el montaje, es un tipo brillante. Lo puedo asegurar. Fue bonito conocerle. Es alguien muy sensible, humano, delicado hablando… Confié en él y me gustó. La gente como él es estupenda, me alegra el alma.
Asamblea es una película muy ágil, con diálogos muy bien planteados, que hacen que el espectador se sienta como parte de esa reunión, como si estuviera dentro de ella.
Desde luego. El guion ya existe. Esa agilidad, esa velocidad de réplica, esa especie de barullo en el que todo el mundo habla y parece que nadie sabe de lo que habla… La vi con mi hija de 17 años y me decía: “papá, no se sabe de qué hablan, pero ¿se va a saber?”. Y le digo, “no”. Es lo kafkiano por lo kafkiano. Eso estaba reflejado en los diálogos del guion (adaptación de la obra de teatro La Gent, escrita por Juli Disla y Jaume Pérez) y, luego, en el ritmo que le damos los actores, pero también está reflejado así por el montaje que hace Álex. Recuerda las escenas con multipantalla… es una manera brutal de acelerar los diálogos. Es una locura, la gente que no se pone de acuerdo, que habla a la vez en una reunión en la que no se logra llegar a un acuerdo.
Es un reflejo de esta sociedad actual, en la que priman los intereses particulares y en la que oímos pero, realmente, no escuchamos a los demás.
Perfecto, muy bien. Estoy muy de acuerdo contigo. El problema no es hablar, que creo que se habla demasiado. Vivimos en una época en la que hay mucho ruido a nuestro alrededor; hay un ruido constante. La escucha es algo que se echa en falta. Es importante. Si escuchas un poco puedes llegar a no decir nada, o decir mucho menos, y ser bastante más contundente.
También hay momentos de humor en Asamblea, cuando la situación no es propicia. Pero ocurre habitualmente que nuestro comportamiento nos lleva a protagonizar situaciones cómicas en medio de algo muy serio.
Absolutamente. Muy bien reflejado, sí, sí.
¿Cómo se vive en la profesión esta situación de confinamiento, con proyectos que se habrán quedado parados, y con las dudas que generan estas fechas que vivimos?
La estoy viviendo en el presente más absoluto. No hay nada que pueda hacer. Justo hacía dos semanas comenzaba a rodar una serie para Netflix, luego me iba para Movistar, para una película… Tengo la suerte de estar confinado en un pueblo muy pequeño y de tener un terreno donde poder salir a cultivar. Me dedico a leer, Dostoievski, a ver películas de Bergman por la tarde, y por la mañana a segar, a podar… Pero desde el primer día. Pensé que contra lo que no se puede, no se puede. Y como no se puede ni tan solo soñar en cuándo podremos rodar, lo mejor es entretenerse en otras cosas que te enriquezcan, como la naturaleza, el buen cine y la literatura. Intento estar en el presente, sin ansiedad, intentando ayudar, estar al tanto de los amigos y de la gente que sufre…, con mi chica, con mi hija. Ahora lo importante es estar vivo, a nivel moral, y poder echar una mano a aquellos que están sufriendo.
Asamblea ha sido estrenada en una plataforma como Filmin. A pesar de la controversia generada en algunos sectores con esta alternativa a la hora de hacer cine, al menos es un apoyo que hay que destacar. ¿Cómo lo ve?
En líneas generales es posible que sean otra alternativa. En el cine, que está tan mal en nuestro país en cuanto a afluencia de espectadores, y aun queriendo ser optimista, creo que esta es una carrera casi perdida. Y las plataformas, cuanto menos, son una posibilidad de generar trabajo y de que salga adelante, y de que sea visto. Es lo único importante, que los trabajos salgan adelante. Lo peor es quedarte con las ganas de querer hacerlos, estrenarlos… Crea frustración. Y en este caso, Filmin le ha dado la oportunidad a la película de que se pueda ver y saber qué opina la gente de ella.
¿Se ven las cosas de una manera distinta cuando se llevan 30 años en la profesión a cuando se está comenzando en la misma?
En lo más íntimo, no. Es una pregunta que últimamente me he hecho con algunos compañeros, curiosamente. Ahora me mueven los mismos motores que me movían entonces, que son los de estar comprometido, siempre que pueda, en el mayor grado posible, con los proyectos que para mí sean interesantes y estén ligado en lo máximo a lo artístico. A veces no es posible. Intento hacer buena televisión, cuesta más hacerla, pero he tenido la suerte de coger proyectos buenos con gente interesante. Lo que sí ha cambiado es en ver cómo son las costuras de la profesión, cómo es la industria, cómo se mueve la cultura en general… Cuando eres más joven tienes una idea más teórica, pero no tan práctica. Ahora sabes cómo funcionan las cosas. Por eso, en lo íntimo estoy en el mismo lugar.
Esa manera de ver la profesión es lo que hace que se mantengan la ilusión y la capacidad de observar para evitar el exceso de confianza que quizás provoque que nos acomodemos con el tiempo.
Desde luego. La profesión puede ser vista de distintas maneras. Yo siempre me he visto más cómodo arrimado a una cosa creativa. Y sí, te hace mantenerte alerta y con ganas de continuar en procesos creativos que a mí me dan vida, en vez de quedarme en un sitio más acomodado, a repeticiones de cientos de capítulos… Va de eso.
El haber hecho teatro, cine y televisión, ¿qué añadido le ha dado a su profesión?
Son maneras de trabajar diferentes pero tienen un denominador común: expresar algo a través de los personajes y de las historias. Claro, cada una de ellas tiene distintas técnicas. Pero a todas las unen una historia y los personajes. Pero para mí no hay ningún tipo de diferencia a la hora del deseo de transmitir. Si el proyecto es bueno, me parece tan maravilloso hacer teatro como televisión. El teatro también puede ser horrible si estás en un proyecto infecto y horroroso. Bajo mi punto de vista, la televisión es un entretenimiento y a veces se olvida del espíritu más creativo o de reflexión moral sobre los personajes o las historias. En el teatro la técnica, quizás, sea más complicada porque se requiere de algo de más formación, el que te oigan, te vean bien… Pero fuera de eso, cuando se adquiere esa técnica, lo importante es la expresión, qué quieres explicar con tu personaje, qué hay detrás. Pero las tres fórmulas valen. En el fondo, el actor siempre está ahí.
Estoy recordando que en las tres últimas interpretaciones que le he visto ha encarnado a personajes muy diferentes: Días de Navidad, El desentierro y esta última, Asamblea. Al hilo de lo que ha comentado sobre la necesidad de cambiar e innovar, estas son tres pruebas de ello, ¿verdad? Es el privilegio de los actores.
Es una suerte. Si te cae una cosa así… Si tienes la suerte de encontrar diferentes personajes, y buscarlos, porque también es muy positivo buscarlos… No quedarme en el mismo sitio es una maravilla. Como dices, el personaje de El desentierro es un tipo abyecto que nada tiene que ver con el buen tipo de Asamblea, ni por supuesto con el padre de Días de Navidad.