Para empezar, tenemos que admitir que en Gatrópolis somos grandes admiradores de Estefanía de los Santos, una actriz que lleva tatuados en su piel el esfuerzo y la pasión por su profesión. Es uno de los grandes alicientes de la última película de Alfonso Sánchez, Para toda la muerte. A través de nuestra ventana se asoma para hablarnos de su plausible trabajo en esta comedia.
En noviembre de 2018 te entrevistamos por la presentación de Jaulas en el Festival de Cine de Sevilla, donde también participó Tiempo Después, en la que también tuviste un papel. Tras esto vino La Peste. Has trabajado en teatro, te fuiste a México… ¿cómo has vivido todo este periodo hasta el estreno de Para toda la muerte?
Como siempre pasa en esta profesión, hay momentos de montaña rusa para arriba y para abajo. Estuve bastantes meses sin trabajar aquí en España, y lo aproveché para sacarme el acceso a la universidad, que tenía muchas ganas de seguir estudiando, porque me fui de casa muy joven, y corté los estudios. Después me metí en la escuela de arte dramático, donde hice los cuatro años, que en cierto modo es estudiar, leía mucho, pero es otra manera de formarte. Cuando terminé de prepararme la prueba de acceso, me fui a México a trabajar. Estuve allí tres meses. Hice una serie y una peli. Una experiencia espectacular; México es un país para estar viviendo allí, porque si vas de turista te llevas una imagen que no es real. Pero cuando convives allí y vives la esencia… Yo quiero volver. Después terminé la gira de teatro con la obra de Alfredo Sanzol, La valentía. Y ahora, el estreno de Para toda la muerte.
Siguiendo la premisa de la película, ¿qué harías por un trabajo para toda la vida?
Yo no quiero un trabajo para toda la vida, yo quiero trabajar toda la vida en esto. He elegido esta profesión porque tengo un espíritu inquieto, aparte de porque me apasiona el ser humano, y meterme en sus entrañas, conocer el alma de la gente a través de los personajes, me flipa. Pero no soy de trabajo fijo, de rutina, prefiero estar cambiando. Hay gente que no puede con el abismo este que hay al ser actriz, porque a veces tienes trabajo, otras no. Lo único que tienes que hacer es aprovechar y gestionar el tiempo, para cuando no tienes trabajo, seguir haciendo otras cosas. Por ejemplo, ahora estoy estudiando inglés, aprovechando los vacíos. Entiendo a la gente que necesita estabilidad, y somos engranajes necesarios para que la sociedad funcione. Tenemos que estar la gente que no nos da miedo la inestabilidad para sostener trabajos como este, personas que cuentan historias a través de películas, de libros, de teatro, de canciones… Las profesiones artísticas para mí sirven para contar cómo ser mejor persona, me gusta pensar que va por ahí todo esto. Muchas veces cuando he estado en proyectos que me gustaban menos, pensaba: “tranquila, si va a durar un mes” (risas). Me gustan también los contrastes, hacer cosas diferentes todo el rato, y a esta profesión le entra todo. Puedo estar estudiando inglés, macramé, esgrima… Si estuviera haciendo una sola cosa creo que me mustiaría, no es mi carácter. Aunque también te digo que hay que tener estómago para soportar el salto al vacío constante.
Ha dicho Alfonso Sánchez que el personaje de Pepa lo escribió para ti, ¿cómo describiría a esta mujer que interpretas?
Es un bicho (risas). Está desesperada. Lo escribió para mí, pero espero por favor que no se haya inspirado en mí (risas). A mí me gustó mucho hacerlo, porque me llevó a plantearme hasta qué punto llegaría en ese estado de desesperación. Porque si esta mujer no tuviera hijos, no llegaría a eso. Y me gustó plantearme eso como persona, de llegar a comprender a esas madres que se meten en las pateras con sus hijos pequeños. A mí me parecen heroínas esas señoras que se arriesgan a todo lo que eso conlleva por amor a sus hijos. Aunque no tiene nada que ver, pero el motor de entender a este personaje era el amor por sus hijos.
Trabajar con un director como Alfonso Sánchez, que también es amigo, ¿cómo ha sido?
Es muy fácil, porque nos conocemos, nos queremos un montón, y Alberto también. Lo que pasa que él es muy exigente, y eso me gusta en un director. Necesito una batuta, porque si no me disparo y se me ocurren muchas cosas. Necesito como intérprete que me vayan guiando. Alfonso tiene mucho talento, y ya se irá viendo en este país, que parece que nos cuesta tener mitos, y no lo entiendo. En España cuesta subir a la gente con talento, subimos a los mediocres. Alfonso se lo está currando él, y lo hace por el público. Pero después viene cualquiera de fuera y lo hacemos dios. No sé si tenemos un poco de complejo de inferioridad, como que no nos creemos capaces de estar abanderados de la genialidad. En España hay muchísimo talento.
La película es muy dinámica, e incluso con cierta esencia teatral, ¿cómo has vivido su rodaje?
Lo viví de una manera muy divertida y para mí fue un reto. Estuve trabajando con Joaquín (Ortega), que interpreta a Hugo, la levantada del cuerpo cuando el hombre se desploma. Alfonso no quería que lo hiciera, pero a mí me apetecía. Fue muy físico, pero me gustó porque me supuso un reto. Me han gustado los saltos, subirme a los sillones, la entrada… Me gusta exigirle a mi cuerpo, y hacer la levantada de Joaquín con sus 80 y picos kilos. Teníamos un plan B si no lo conseguíamos, con juego de planos, de montaje o lo fingiamos. Pero él me estuvo enseñando la técnica de cómo levantarlo, ¡y lo levanté!
Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.