En Asamblea, Cristina Plazas es Elena, una eficaz trabajadora que codirige un acto asambleario con Josep (Francesc Garrido). Ella aporta el temple, la empatía, la sensibilidad… Tras casi tres décadas en la profesión, ha afrontado este papel disfrutando con el buen hacer de Álex Montoya en su ópera prima y un inteligente guion adaptado de la obra de teatro La Gent, coescrita por Jaume Pérez y Juli Disla.
Asamblea ha sido estrenada el 17 de abril a través de Filmin. Las circunstancias en que vivimos actualmente han obligado a que esta película sea la primera producción española en presentarse al público de esta manera.
Fíjate. Es curioso que después de todo el esfuerzo que supone hacer una película de estas características, que es una peli pequeña, con una productora que se esfuerza por hacer algo bueno, y ni siquiera puedes estrenar… pero se ha tomado la decisión de lanzarla a través de la plataforma y ha sido una gran idea. Como no sabemos qué nos deparará el futuro…
Al fin y al cabo, aunque el cine se disfruta más en una sala, lo importante es que una película pueda ser vista, ¿no?
Claro, y en forma y en tiempo. Esta película se puede ver dentro de diez años, pero tiene mucho que ver con una etapa de la vida, y una época. Creo que ha hecho muy bien lanzándola Filmin. Espero que esta aparente buena acogida que ha tenido dure en el tiempo.
¿Cómo define a Elena, su personaje en Asamblea?
Hay un tema emocional no resuelto del todo entre Josep y Elena. Ella es el típico ejemplo de persona que todos hemos conocido, imprescindible para llevar a cabo reuniones asamblearias. Es necesaria para dirigir estos actos, para decidir. Sin ella, como ya se ve en Asamblea, es bastante fácil que todo el mundo diga, “tendríamos que…”. Pero si no hay alguien que canalice todo eso en una realidad… Elena tiene los teléfonos de todos, el orden del día…, y además se siente muy responsable de toda la organización y necesita que todos entiendan que sin eso no se puede hacer la asamblea.
Es muy graciosa la escena en que ella se empeña en leer el orden del día (risas). Ella le da mucho valor, pero el personaje de Francesc (Josep) dice, “tampoco es necesario; lo importante es lo del concierto”. Es una escena bastante complicada porque el espectador se podría aburrir muchísimo. Pero Álex Montoya decía que es parte de la asamblea y que Elena había trabajado mucho en ese documento. Y ella se empeña en leer todos los puntos, sin haber manera de entender una sola palabra. Y ha salido muy bien.
Ahí es donde el espectador empieza a darse cuenta de que se va a hablar de muchas cosas, pero en realidad, nadie concreta nada.
Eso es lo gracioso. Asamblea nace de una obra de teatro, La Gent, escrita por Jaume Pérez y Juli Disla. Le conté esto a Daniel Veronese, el gran director argentino, y me consta que justo antes del confinamiento se puso en contacto con Juli y Jaime porque le interesaba mucho hacerla en Argentina. Sería la bomba. Pero teniendo en cuenta que conocemos a los autores, intentábamos que nos explicaran de qué están hablando los personajes… y, nada, que cada uno piense lo que quiera. Con el tiempo, cuando acudes a actos como este, si te abstraes, te das cuenta de que hay mucha palabrería. Y Asamblea va un poco de esto; es fascinante. Eduard Fernández, el padre de Greta, se lo decía a ella: “es de los mejores guiones que he visto en mi vida”. Y yo estoy de acuerdo.
En la película, algo tan anodino como una reunión de no se sabe qué, se convierte en un encuentro que alcanza lo cómico sin caer en la gracia facilona. Incluso el espectador llega a sentirse parte de la reunión.
Ahí se dieron varias cosas. Asamblea es la primera película de Álex Montoya, aunque venía con mucho éxito del mundo del corto. Éramos muchos actores y estábamos asustados porque teníamos muy poco tiempo. Es verdad que era una sola localización, pero recuerdo estar diez días entre el plató y el hotel; no hacía nada más, no había tiempo. Había que estudiar mucho y estar muy concentrados. Fue fundamental que Álex Montoya lo tuviera tan claro, a pesar de lo complicado que era. Y eso se lo tenemos que agradecer porque se ve en la película, en el dinamismo, en la frescura… Desde la posición de mi personaje era muy divertido ver las caras y los perfiles de la gente que acude a la asamblea: el que se pierde y no quiere que nadie se dé cuenta de que se ha perdido, el que siempre quiere montar el “pollo”…
Debe de ser atractivo en la profesión de actor representar a personajes de diversa índole. En el caso de Asamblea, el de Elena es el de un perfil muy común, de alguien que se dedica a organizar una reunión, como podríamos hacer cualquier ciudadano.
Elena es un personaje normal, imagino que será administrativa, con un trabajo metódico, pero que deja su vida en la cuestión asamblearia. Esto lo he visto en muchos sitios. Sabes del típico presidente de alguna comunidad del que dices, “pues que sea presidente toda la vida; si lo lleva en la sangre”.
Con el confinamiento hay proyectos a la espera de ser estrenados, otros en fase de realización, ¿cómo se lleva personal y profesionalmente esta situación?
Yo me confiné el día 13. El miércoles 11 había sido mi última sesión en una película que hemos dejado a medias: Chavalas (de Carol Rodríguez Colás). Marta Figueras estuvo años para sacarla adelante… y nada, rodamos dos semanas. Es una película que está ahí, que habrá que acabarla, me imagino, pero dadas las circunstancias, ¿cómo? ¿Sabes a lo que me dedico ahora? Pues a hacer cuentos infantiles. No profesionalmente. Sino que como mi pareja también es actor, hubo un momento en que una asociación nos pidió si podíamos hacer un cuento, y casi cada semana hacemos uno. Lo colgamos en Instagram, y a mí me ha dado una paz… Encuentro la manera de comunicarme con la sensación de no trascender en nada, sino simplemente de brindar un poco lo que sé de interpretación a los peques. Me imagino que en estos momentos son los que estarán más estupefactos, aunque no lo demuestren.
Después de tantos años en la profesión, y tantos contratiempos, imagino que esta situación será otra más con la que habrá que luchar.
Bueno, yo llevo casi 30 años. Tengo la suerte de ir empalmando un proyecto con otro, pero he visto muchas veces a la profesión temblar. Los que nos dedicamos a la cultura sabemos que es muy frágil; es la hermana fea de todo. Aunque luego sea tan fundamental para sobrevivir. La cultura me salva. Con una buena novela, yo me modifico. Pero he vivido muchas cosas, como todos, de crisis en el cine español, en el teatro, en las diferentes ciudades en las que he vivido, pero jamás algo tan desconcertante y con un futuro tan incierto.