En 1999, hace 20 años, abrió una puerta cerrada hasta el momento por donde el cine hecho en Andalucía pudo colarse para crecer y llegar a lo que es hoy en día. Con Solas, Benito Zambrano rompió con los tópicos. Hoy, en 2019 nos trae otra historia de supervivencia, de dos perdedores a los que les llega la posibilidad de salir de su agónica existencia mediante la amistad que cultivan en un viaje inesperado hacia la salvación.
Intemperie llega al Festival de Cine de Sevilla para ser presentada antes de su estreno en salas. Supongo que serán días de mucho ajetreo, de entrevistas y encuentros con la prensa, ¿verdad?
Bueno, es lo que toca. Son momentos en los que hay que defender a la película, ayudarla… y hablar mucho de ella para que la prensa y el público comiencen a conocerla.
¿Cómo surgió este proyecto de hacer una película como Intemperie?
El proyecto me llega como un guion elaborado por la productora, Morena Films. Me pareció algo muy interesante. Leí la novela (de Jesús Carrasco, publicada en 2013 por Seix Barral), y me pareció muy buena. Y a partir de ahí empecé a trabajar en el proyecto, buscando mis conexiones. Siempre intento que haya un punto de conexión, algo que yo sienta, que me lo crea… Si no es así, las cosas no se me disparan mentalmente. Ese fue el arranque. Encontré que la novela y el guion hablaban de un universo cercano a mí, el mundo rural, el mundo de las tierras secas y duras… Yo soy de Lebrija… campiñas habituadas a la sequía, al calor… Algo que a mí me toca especialmente. Mis padres eran jornaleros. Hemos trabajado mucho en los cortijos, recogiendo algodón, en la vendimia, incluso en la aceituna, es decir, eran un ambiente y una atmósfera que me tocan de lleno. El paisaje emocional de la historia tenía que ver con mi mundo. Y ahí yo conectaba bien con la historia. Con la historia de un niño que huye de un maltratador, la persecución y toda la relación posterior del niño con el pastor. Esto era algo que me interesaba; algo que tiene que ver con el crecimiento personal, de cómo el niño va a salir de ese atolladero y de esa dureza y de ese odio que siente. Es un viaje de la oscuridad a la luz. Es la historia de un niño que va a crecer saliendo de un túnel, de un pozo de odio y oscuridad hacia un aprendizaje de la vida para ver la luz.
Es importante destacar la capacidad del niño para aprender de una persona mayor, escuchándole y asimilando lo que escucha; algo que hoy en día no es tan habitual entre muchos jóvenes.
Sí, efectivamente. Hay algo de eso, muy bonito, de esa sabiduría popular que a mí me interesaba también. Esa manera de vivir, de estar en la vida. Es verdad que hoy en día hemos evolucionado mucho y parece que los mayores ya no tienen nada que enseñar, y que todo se va aprendiendo de una manera dinámica, y no es así; es cierto que yo también lo pensaba de niño. Claro, entre mi padre analfabeto, con su mundo rural y yo con el mío, queriendo hacer otras cosas… Pero recuerdo que cuando trabajas en el campo, tú tenías una manera de sentir. Sobre todo había algo de dignidad. Es decir, soy una persona que me tengo que dar a respetar. Y yo soy el primero que me debo respetar haciendo el bien, haciendo bien mi trabajo… es decir, esa cultura del trabajo que tan arraigada está en los andaluces. Ese respeto al trabajo, a hacer bien las cosas… y trabajar mucho. Y en aquella época se trabajaba muy duro.
La verdad es que esta respuesta me ofrece la oportunidad ideal para recordar aquel éxito cinematográfico que supuso Solas, con la que Benito Zambrano derribó muchos tópicos con respecto a Andalucía y, en concreto, con el cine que se hace en esta tierra. ¿Fuiste un pionero en este sentido?
Yo me siento muy orgulloso y feliz de algo que sí es cierto: de alguna forma, estos 20 años que se han cumplido del estreno de Solas, por supuesto me permiten decir que aquello fue un punto de inflexión. Es cierto que en aquellos momentos ya se estaba gestando todo lo que iba a pasar después. Si no hubiese sido Benito Zambrano con Solas hubiese sido Alberto Rodríguez con sus pelis, o Santi Amodeo, o Ramón Salazar, o cualquiera de los directores y directoras que han ido surgiendo en estos veinte años. Era una cuestión de tiempo. No era natural ni lógico que en Andalucía, siendo la región o la comunidad autónoma tan grande que es, en el 97 no se hiciera cine. No había nada, nada de nada. Se hacía una película cada dos años. Era una media terrible… En aquellos tiempos, pues, Pilar Távora hizo Yerma, cuando yo hice Solas, y antes de Yerma se había hecho otra, pero… nada. Algunos documentales, los de Juan Lebrón, que estaba haciendo cosas, pero de ficción casi no había nada. No era normal. Estamos hablando de la comunidad más grande y con unas posibilidades cinematográficas enormes. Pero era lo que se había dado. Ahí hay un giro importante y desde entonces, afortunadamente, empieza a salir todo. Lo mismo pasaba con el mundo de los actores. El otro día, revisando Padre Coraje vi a actores que ahora son top, Vicente Romero, Antonio de la Torre, Fernando Tejero, José Luis García Pérez, Ana Wagener… actores y actrices que ahora son primeras figuras. El potencial estaba, como lo está ahora. La cuestión es que la industria fluya, se mantenga, se consolide cada vez más y vayamos creciendo.
¿Cómo ha evolucionado Benito Zambrano durante estos 20 años que han pasado desde Solas? ¿Ha cambiado como persona y artista?
No sabría decirte si he cambiado, la verdad. Quiero pensar que no en el sentido de mi confirmación con respecto a lo que pensaba entonces sobre la cultura y el arte, a los que considero fundamentales para la sociedad. Me reafirmo en que el cine, el arte y la cultura tienen que servir para algo. Me reafirmo en que el cine que yo hago sea un cine que golpee en el estómago al espectador. Que sean películas que entretengan, que no aburran, que lleguen al corazón, y si después aportan a nivel de inteligencia, llegan a mover algo, también me parece genial. En todo eso me he reafirmado, en mis valores y conceptos, en mi manera de entender el cine, la cultura y el arte. Mi manera de trabajar sigue siendo la misma, con más experiencia, y creo que sé hacer las cosas un poquito mejor, porque he aprendido. Pero me reafirmo en dos cosas muy importantes: en el cine que quiero hacer, que hago, con un guion como base de lo que quiero contar, que dé solidez a la película, y en los actores. Esas dos cuestiones son las más importantes de mi cine. Y, personalmente, pues tengo 20 años más (risas). Espero no ser más tonto que antes (risas).
Me hablas de actores, de personajes… En Intemperie encontramos a dos actores con una diferencia importante de edad y experiencia. Por un lado, un actor top como Luis Tosar, y por otro, un chico que está dando sus primeros pasos en el cine, como Jaime López. ¿Cómo ha sido trabajar con los dos extremos?
Bueno, en ambos casos te diría que ha sido trabajar igual de bien. Es decir, con Luis Tosar, desde el primer momento, nos entendimos bien. Es un actor con un talento increíble, con una gran facilidad para darle verdad y sentido a todo… Con el niño, Jaime López, un actor que empieza, aunque con la experiencia de haber hecho Techo y comida, pero nada más. Pero con él también fue fácil porque tiene una vocación por el oficio, algo innato, que le genera una actitud muy positiva para el trabajo de la interpretación. Le gusta, se lo cree, y hace que trabaje con seriedad, concentración y siempre pendiente de lo que tiene que hacer. Eso es maravilloso. Tuvimos una coaching para que trabajara con él, Mercedes Almarcha, de Sevilla. Estuvo con él para que pudiese en todo momento dar ese salto importante en su trabajo. Esa suma de cosas dio como resultado lo que se ve en la película.
Intemperie recuerda mucho al western por el entorno en el que se desarrolla, por los mensajes que transmite, por su factura. ¿Te molesta que se diga esto de ella?
No, no… entre otras cosas porque soy un gran fan del western. Los niños de mi generación nos hemos criado con el western americano. Era lo que se veía en la televisión y en la mayoría de los cines de los pueblos. Es parte de la cultura cinematográfica que tengo. Ha habido directores como John Ford que han sido auténticos maestros, de los cuales hay que aprender. Entonces, no me molesta. Es un género que me gusta mucho. Por ahí, ni medio problema. Y después, bueno. Todo lo que se da en la historia es algo que viene de manera orgánica en el sentido que es una película de paisajes, donde influye mucho el clima, con su aridez, su sequedad… Son códigos propios del western. La presencia del paisaje, el cabalgar por él… Estamos haciendo un cine “rural”, porque se desarrolla en ese ámbito, pero es que el western es el gran género rural. Ocurre en ese mundo, con grandes páramos americanos, el ganado… incluso en el western más moderno. Es algo que tiene que ver bien con la conquista de la tierra, bien con la reafirmación del poder de la tierra. Al hacer un cine en un ámbito rural, de esa época, con ese clima, con personajes que van a caballo, persiguiendo a otro, con personajes tirando de un burro, con una oveja… a lo más que coloque la cámara se empieza a parecer a lo que sería el western. Pero hemos intentado que toda esa referencia no funcionara como algo impostado, sino como algo que se diera poquito a poco.
Fotografía de portada de Patricia del Zapatero.