La polifacética actriz catalana ha atendido con enorme amabilidad a las preguntas que desde Gatrópolis hemos querido formularle. Tener la oportunidad de entrevistar a alguien como ella era todo un reto. Sus respuestas son frutos de las reflexiones de una mujer que trabaja para que el cine español y, por ende, nuestro mundo, sean mejores y más solidarios. Por eso afirma que «entiendo mi profesión como un arma que cambia actitudes, reflexione sobre los fallos de la sociedad…»
En 1978 debutó en el cine cuando interpretó a Montse en La orgía, de Francesc Bellmunt. ¿Cuáles son sus sensaciones cuando recuerda sus inicios, con sus expectativas, sus metas…?
Poder vivir de mi trabajo. Quería trabajar en teatro, cine y TV, en diferentes lenguas y países. Quería obtener un público fiel. Cambiar la percepción de la sociedad de los actores como golfos, como incapaces de gestionar su propio talento. Luchaba con rebeldía sobre lo que todos me aconsejaban: deja este trabajo y coge cualquier otro, pero uno con sueldo fijo… Siendo actriz no tendrás futuro…. Menos mal que no hice caso. Todavía ahora, como profesora en la escuela, veo la enorme presión psicológica y económica que el joven actor/actriz tiene para desarrollar su vocación. Es por ello que he buscado que el actor tuviera una titulación universitaria en el audiovisual a través de nuestro máster en Interpretación cinematográfica, que era un vacío en las aulas de nuestro país. Nuestra profesión lo merece. Los actores somos especialistas en comunicación, en actitudes humanas. Estudiamos profundamente signos que expresen verdad entre las personas que observamos siempre en situaciones imaginarias y en condiciones difíciles para crear libremente. El cine es otro medio que el teatral y tenemos derecho a tener una formación como los demás colectivos del audiovisual. El actor tiene una gran posibilidad con el cine digital, de estudiar y perfeccionar su propio trabajo. Estoy contenta de haber colaborado a cubrir este vacío junto a mi marido Scott Cleverdon y a normalizar la situación formativa de los actores españoles. Ha sido para mí un orgullo aconsejar a las escuelas de teatro de más renombre del Reino Unido en cómo desarrollar la nueva especialidad en Interpretación cinematográfica.
Aquellos años fueron complejos para el país, y ello se reflejó en el cine, ¿verdad?
Sí, el cine es un espejo de la sociedad en la que vivimos. Era un momento también de grandes oportunidades. Los que empezábamos, estábamos seguros que en comunicación con el público quedaba mucho por hacer. Las estructuras estaban caducas, y teníamos muchas ganas de cambiarlas. El teatro y el cine independiente supo buscar y encontrar su público. Poseíamos la fuerza y teníamos la voluntad de buscar, explorar, trabajar. Era un cine en el que había mucho menos producto, con pocas personas que hacían cine, pero enamorados de verdad del medio. No teníamos ninguna plataforma para encontrarlas. Por ejemplo, sólo había cuatro o cinco agentes en Madrid y ninguno en Cataluña… Madrid era el lugar donde mayor cine se hacía y para mí, llegando de otra ciudad, no fue fácil encontrarles, sin familia que se dedicara a esto, sin cojín económico para empezar… Fueron años de gran esfuerzo, sin ningún dinero para vivir, en un estado de bohemia absoluta.
Usted fue una de las actrices españolas más requeridas en los años 80 y principios de los 90, ¿cómo recuerda aquel cine que se hacía entonces y qué diferencias encuentra con el actual?
Para los que teníamos ideas de cambiar el mundo a mejor ejerciendo nuestra profesión, la experimentación, el estudio de otras maneras de hacer cine que existen en Europa, donde todo estaba y sigue estando más sistematizado, nos ayudó mucho a entender mejor el sistema de nuestro propio país y lo que hacía falta. En mi caso, invertir en el trabajo, buscar trabajo de calidad y querer trabajar con personas honestas, fue la clave de mi éxito.
¿Qué película le generó mayores satisfacciones personales y profesionales? ¿Podría ser El maestro de esgrima, de Pedro Olea?
Dulces Horas de Carlos Saura fue el cambio más grande y mejor que me hubiera podido pasar. De repente, me pusieron una etiqueta con la que estaba muy de acuerdo: actriz de cine intelectual, de calidad, con prestigio internacional… No tuve dinero, pero mi voz se empezaba a escuchar y yo representaba una generación rebelde, con muchas ganas de encontrar proyectos con significado, que además de entretener, sirvieran a las personas para mejorar sus relaciones y su propia vida.
A pesar del paso de los años y de los cambios de diversa índole que se han dado en España, una tiene la sensación de que la sociedad ha evolucionado poco en algunas cosas, como cuando hablamos de la mujer y sus derechos. ¿Qué le parece la situación que se vive en este sentido en el cine de ahora?
Ojalá hubiera más hombres y mujeres en nuestro cine, enamorados de lo que para mí es el feminismo, entendido como un respeto profundo al hombre y a la mujer, donde la igualdad se consigue con el reparto de responsabilidades mejor que con cuotas. La raíz del feminismo no puede ser nunca el odio al hombre, es demasiado fácil acusar a otro. Es una posición adolescente. Las mujeres sabias son las que tienen el poder de cambiar las cosas y son las que tendrían que ofrecer soluciones donde el diálogo, la valoración del otro, el humor, el amor, el espíritu pacífico y conciliador, la aceptación de diferencias (sociales, de género, físicas). Las mujeres sabias, nuestras madres, tendrían que enseñar ahora a sus hijas e hijos el eje donde se tendría que desarrollar el verdadero cambio, donde el abuso del otro no tuviera cabida. Donde el poder fuera cambiar las cosas a mejor, no coleccionar dinero… No hay que buscar grandes cambios, solo tenemos que revisar nuestras propias afirmaciones, prejuicios y verdades asumidas, muchas veces inamovibles, a través de la escucha de las opiniones del otro, no es fácil saber dialogar, pero hemos de intentarlo. Parece que es imposible, pero solo lo parece, tenemos que intentar ser mejores, empezando por nuestras propias relaciones.
Ha actuado en 20 países diferentes y en seis idiomas, habiendo recibido muchos premios internacionales. ¿Qué le impulsa a una actriz a hacer tanto cine fuera de su país?
La búsqueda de proyectos, personas, culturas diferentes. La curiosidad en cómo solucionar problemas que nosotros tenemos, la ambición de demostrar lo que yo puedo aportar, como catalana y como española. Para mí, es una necesidad que la imagen de España en otros países sea también escuchada y respetada en un diálogo de igual a igual, demostrando siempre tu propia habilidad para hacerlo mejor… si te fijas, el mismo problema que con las mujeres.
Sus dos películas que tienen que estrenarse en el 2018 son ¡He matado a mi marido!, dirigida por Francisco Lupini Basagoiti , con María Conchita Alonso y Eduardo Yañez, y Bernarda, de Emilio Barrachina, una adaptación de la obra de F.G Lorca. ¿Qué nos puede contar sobre ellas?
¡He matado a mi marido! es una comedia donde se hace reflexionar al espectador en temas como la amistad entre mujeres, la mentira de nuestras relaciones dentro de la familia, el amor… Es una comedia muy almodovariana, donde se provoca, donde se reflejan los vacíos y contradicciones de nuestra propia sociedad. Para mí, fue un momento de reencuentro con la ciudad de Los Ángeles, con estrellas de diferentes países de Latinoamérica, con alumnos míos que han hecho gran esfuerzo para estar viviendo en Los Ángeles, personas con un especial y maravilloso sentido del humor como María Conchita Alonso o Francisco Lupini.
Bernarda es una película que me hizo descubrir la Costa tropical de Granada, personas buenas como los patrocinadores del Ron Mondero, buenas actrices como Miriam Díaz Aroca, el director Emilio Barrachina, con quien quiero compartir este periodo de promoción en el que espero que encontremos las salas llenas de público. Estoy impaciente para ver a las dos películas en Festivales y en los cines de toda España.
La televisión también ha sido otra opción, en series como Falcon Crest (8 episodios, 1989) o Aquí no hay quien viva (13 episodios, 2005-2006) o Borgia (2011-2014). ¿Qué le reportaron estas experiencias?
Falcon Crest fue la serie que más se ha visto en el mundo; Aquí no hay quien viva, la serie que más se ve en España; y Borgia, la serie más cara de Europa, coproducida por Francia y Alemania.
En las tres he tenido la oportunidad de acercar mi trabajo a un público amplio de personas. En el caso de Borgia, de conocer a grandes profesionales como Tom Fontana y cadenas de TV de gran peso en Europa, como Canal + Francia y la ZDR, la TV pública alemana.
Hablar de usted es hacerlo de una mujer polifacética. Ha hecho cine, ha publicado dos libros (sobre la técnica de actuación: Screen acting o El trabajo del actor de cine, 1999, y Monologues in VO, 2001), imparte cursos sobre comunicación y liderazgo en inglés y español, ha sido jurado en el Festival de Venecia, de Mexico, de San Sebastián, posee una escuela de cine y tv… ¿Cómo se siente usted más realizada, en qué faceta, y qué le queda por hacer?
Todo lo que tenga que ver con el cine como ves, desde todos los ámbitos me apasiona. Creo que como profesional del cine tienes además una responsabilidad para buscar aquellos proyectos que son mejores. Tanto el momento en el que escoges las películas que vas a interpretar como en jurados, como en el momento que eliges a los alumnos a los que vas a compartir tu experiencia, como en el momento de crear instrumentos (películas, obras de teatro, códigos de buenas prácticas) para mejorar la calidad del cine, para intentar que los resultados sean cada vez mejores, con el ánimo de cambiar el mundo a mejor. Entiendo mi profesión como un arma que cambia actitudes, reflexione sobre los fallos de la sociedad a la que imitamos en nuestros textos para vernos todos reflejados y aprender entreteniéndonos. Todas las facetas me parecen fundamentales y que completan el trabajo de cualquier profesional que quiera trabajar con dignidad y aportar lo que ha aprendido de otros.
En relación con su escuela de interpretación, usted manifestó: “busqué el camino de la formación, porque me parecía bueno decir estos valores, de transparencia, de integración, de absoluta igualdad, a mis alumnos. Porque me parecía una herramienta para hacer un cine diferente, un cine mejor. Donde desde el proceso fuera ético, cosa que no había encontrado“. ¿Hablamos de un proceso de reeducación del ser humano para una mejor convivencia en todos los ámbitos de la sociedad?
Sí, no sirve de nada hacer leyes sino somos capaces de respetarlas. No sirve de nada trabajar por mucho que nos paguen, en un sector donde no se respeta toda y cada una de las voces de los colectivos que lo componen. Si este sector no está profesionalizado, si la formación no tiene importancia en el momento de escoger a los miembros de una película, si hay grandes niveles de intrusismo, si es una profesión malentendida por la sociedad y los otros colectivos de nuestro sector, tenemos la responsabilidad, como personas que hemos vivido de una profesión, de querer mejorarla. La búsqueda por la ética es primero que la búsqueda de trabajo, si no pasa lo que pasa, que tenemos que pagar por trabajar.
También ha sido presidenta de AISGE (Sociedad de Gestión de Empresas de España), ¿verdad? ¿qué papel considera que juega o debe jugar esta institución?
AISGE debería ser un defensor de nuestros derechos como autores. Debería ser un barómetro fiable, de estudio y difusión de nuestro valor como colectivo. Tendríamos que hacer campañas para que el actor estuviera mucho más comprometido con la entidad, y a la vez, dar valor a nuestros profesionales, eligiendo criterios de calidad para saber elegir los proyectos y a los profesionales que se deben apoyar y difundir. Creo que también Aisge, con el esfuerzo que durante los últimos años ha hecho en establecerse en diferentes puntos de España, serviría para detectar las desviaciones del ejercicio de nuestra profesión para así poder proteger derechos fundamentales que deberíamos poseer al ejercerla. En el 2018-2020 tiene la gran responsabilidad de encontrar los criterios necesarios para poder realizar y promocionar obras y proyectos de sus creadores, a través de ayudas económicas.
En el pasado Festival de Cine Iberoamericano de Huelva participó en el encuentro entre creadoras andaluzas e iberoamericanas que organizó la Asociación Andaluza de Mujeres de los Medios Audiovisuales (AAMMA). ¿En qué medida estas actividades pueden servir para fortalecer el papel de la mujer en la industria del cine?
Todas las acciones que podamos encontrar para dar nuestra opinión, para reflexionar sobre el estado de nuestro cine, deben ser celebrados, cultivados, apoyados. La asociación andaluza supo poner encima de la mesa cuestiones fundamentales para las mujeres productoras, actrices, directoras que estuvimos en un diálogo participativo, siempre respetando las opiniones y posiciones de todas. Ojalá hubiera muchos más de estos diálogos entre todos los profesionales del sector audiovisual.
En aquel encuentro usted dijo: “He buscado el porqué, la explicación, sobre todo desde lo que a mí me había pasado, había vivido y sentido. En estas 115 películas, en estas 50 series de televisión, en más de 14 países trabajados… Esa búsqueda por el cine ideal, por el personaje ideal, por el equipo ideal… es absoluta fantasía“.
Pero quizás no dije: aunque sea absoluta fantasía, hemos de luchar por ello. Hemos de cultivar como buenos profesionales, una actitud rebelde, de exploración, de constante perfeccionamiento. Creo que en 2018, el reto es no dejar que “la moda” o lo “políticamente correcto” silencien nuestro punto de vista para poder siempre mejorar.