Triunfó con la novela cuyo título da nombre a la película documental con la que está obteniendo parabienes, El Crucigrama de Jacob. Una obra centrada en el Camino primitivo asturiano, que según la crítica ha revolucionado el género. Se trata de una visión inédita del Camino de Santiago. Su directora, Ana López Martín, ha tenido la amabilidad de atender a Gatrópolis.
Para los lectores de Gatrópolis, ¿qué es El Crucigrama de Jacob?
Es un documental diferente, lo llaman un documental de autor, donde hay dos protagonistas, no solo es el Camino, sino el caminante. Como un caminante cualquiera no se puede contar en la parte documentada, se muestra en la trama de ficción como una historia. Y este viaje emocional de esta persona es lo que te va enseñando los enclaves del Camino que recorre por las mismas huellas que han pisado antes millones de personas desde hace mil años, porque es el Camino original del siglo IX. Y creo que esta es la parte que lo diferencia de los demás documentales, el tratamiento, el guión.
En 2016 publicaste la novela que ha dado lugar a esta película documental, ¿qué te llevó en su momento a escribir un libro con esta temática?
Estaba buscando una historia en el 2014, 2015, y viajé a Estambul. Me encontré con un sefardita, que es de estos judíos españoles que aún no hablan español. Que 500 años después conservaran las tradiciones y siguieran pidiendo el pasaporte español, que se lo han concedido el año pasado, me impresionó bastante. Los ubiqué en la España medieval de finales del siglo XV, cómo debió de ser antes de su partida y qué pasó con la gente del norte, de la que huyó mucha de ella a Portugal. Y antes no había varios caminos para elegir. El Camino de Santiago era una ruta natural. Me pregunté qué ocurrió con el conflicto de que un camino que en el siglo XV se utilizara de peregrinaje se utilice también de salida de los judíos. Me imaginé que no les haría gracia a los cristianos, y que tendrían que ir camuflados. ¿Por qué los ubiqué en el norte? Porque yo estaba trabajando en una oficina de EMI Music, y para cerrar los ojos y escribir con todo el conocimiento del mundo sobre cualquier lugar del planeta, solo lo podía hacer de Asturias, porque conozco muy bien los rincones. Y por eso lo ubiqué en el camino primitivo de Santiago, por el conocimiento que tengo de él. Es un camino muy poco explorado, con muchas leyendas.
¿Este proceso de escribir primero la novela y después hacer el documental ha sido algo premeditado o este es fruto del éxito que obtuviste anteriormente?
La novela la escribí de una manera muy cinematográfica. Aunque el documental no es la película de la novela, sí tiene los escenarios, los ingredientes, para hacer distintas comidas de aquella cocina. Cuando escribo trato mucho con imágenes, y al hacerlo así se hace como muy visual. Las personas que leían la novela decían que era muy cinematográfica. El origen de cómo la escribí es así. Nunca pretendí escribir algo para un nicho de personas reducido, algo muy denso que no se pudiera transportar a otros planos de lo que se llama transmedia.
Es algo similar a lo que me ocurre cuando leo una novela, que no puedo evitar ver imágenes e imaginar que estoy viendo una película…
Ya, ya… creo que eso les pasará a las personas con la imaginación muy desarrollada. Os pide volar (risas). Les ponéis caras a los personajes… que es como creo que se debe leer. Pero no es habitual que le pase a todo el mundo.
Una buena acogida
Como has dicho, El Crucigrama de Jacob es un documental de facturación distinta. Es todo un riesgo, ¿verdad?
Pues sí. Nos arriesgamos a innovar. Es una trama de ficción que dirige un documental, en vez de ser el documental quien dirige a las imágenes de ficción. No es habitual. Y nos arriesgamos porque quien no arriesga no aporta nada diferente, de valor. Lo veo así. Igual te das el tortazo y recibes críticas por todos lados, pero para mí, la peor crítica es no ser diferente, no aportar nada. Todo el equipo estuvo de acuerdo. Arrancó como un documental al uso. Nunca fue este producto de inicio. Pero la dirección y el guión los tenía yo, con lo cual, a la hora de dirigir jugamos mucho en equipo. Cuando una de las escenas creció tanto que ya no se sostenía, le planteé a mi equipo: “si vamos todos a una, lo cambio”, porque iba a exigir más trabajo, más días de rodaje, más tramas de ficción… Todo el mundo sabía que el proyecto iba creciendo, se iba duplicando, y que todos teníamos que empujarlo en un momento determinado. Y todos estuvieron de acuerdo. Aunque es verdad que no todas las personas tienen que coincidir. El 99,9% de las que han visto el documental ha quedado muy satisfecho, sorprendido, encantado… Pero es normal que alguien no lo esté. Y me lo ha dicho. Y no pasa nada. Es normal que haya quienes piensen de manera distinta y no estén conformes con este nuevo concepto.
¿Cómo va el proceso de candidatura de la película a los premios Goya?
Pues no sabemos, porque aunque el corte administrativo lo ha pasado; es decir, los requisitos los ha cumplido, la duración (más de 70 minutos) y el estar tres días consecutivos en salas de cine con más de 500 espectadores (aguantó diez días). Los condicionantes los cumplimos, pero ahora toca esperar. Tardará por lo menos un mes. También ha pasado el corte de la Berlinale. Me parece la bomba. Sin embargo, en Gijón nos han echado. ¿Cómo se entiende esto? Me han contado que cada festival tiene una línea de trabajo.
¿Qué agenda aguarda a la película en cuanto a su promoción?
Ahora va a dormir por nuestra parte mientras se presenta a festivales. Planeta también va a esperarse para venderla a las televisiones internacionales, porque si no nos echarían de los festivales. En este sentido hay que esperar unos cuantos meses para poder tener oportunidades en estos eventos.