Permítaseme esta licencia de titular de manera grandilocuente y en inglés la presente reseña, pero es fruto de la emoción del momento. Se me vino a la cabeza en el instante en que comenzaron a sonar los primeros acordes de la canción ‘Western Stars’, que da nombre al 19º álbum de estudio de Bruce Springsteen, en la que una ex estrella del western malvive, tras dejar atrás su brillante pasado, con trabajos de poca monta; una especie de crepúsculo de los dioses.
Y es que ocurre que el genial artista de Nueva Jersey, quien por cierto ya no tiene nada que demostrar a nadie al tener sus deberes más que hechos, se ha tomado la libertad de crear una película íntima basada en el referido álbum Western Stars (Columbia Records, 14 de junio de 2019). Se trata de un concierto que ofreció a un reducido (y privilegiado) grupo de amigos en un granero del siglo XIX, reformado meticulosamente para albergar este tipo de eventos. Este filme fue estrenado ayer en las salas de cine de España, de manera exclusiva por un día, y nos presenta a un hombre que se abre hacia los demás, haciéndonos partícipes de sus miedos, dudas, expectativas, sensaciones, pesares, alegrías… Si el disco Western Stars es un relato íntimo de su personalidad, la película es la exposición pública de ese yo interior de Springsteen que comenzara con el libro autobiográfico Born to Run. En cierto modo, el concierto recuerda a aquel otro que realizara cuando tras formar el grupo The Seeger Sessions Band para llevar a cabo otra gran creación artístico-musical, We Shall Overcome: The Seeger Sessions, en honor al músico popular Pete Seeger, publicara unas de aquellas actuaciones que fueron grabadas.
En la película Western Stars, dirigida por el mismo Bruce Springsteen y Thom Zimny, intervienen, además de Patty Scialfa, una banda de músicos y una orquesta integrada por 30 artistas. Una imagen cenital de dos caballos negros corriendo por un secarral nos sirve de introducción al filme (excelente la fotografía de Joe DeSalvo). A continuación, una mano apoyada sobre el volante de un coche, la del Boss… y su voz en off avisándonos de sus intenciones: ofrecerse al espectador desde lo más hondo de sí mismo, sobre la basa de la libertad individual pero asumiendo la vida conotros seres humanos. A través de catorce canciones nos traza un brillante itinerario y nos invita a que le acompañemos por el mismo para disfrutar de la magia de la música; de la buena música (‘Hitch hikin’, ‘The Wayfarer’, ‘Tucson Train’, ‘Western Stars’, ‘Sleepy Joe’s Cafe’, ‘Drive Fast’, ‘Chasin’ Wild Horses’, ‘Sundown’, ‘Somewhere North of Nashville’, ‘Stones’, ‘There Goes My Miracle’, ‘Hello Sunshine’, ‘Moonlight Motel’ y ‘Rhinestone Cowboy’). Jon Landau ha vuelto a trabajar con Bruce Springsteen, esta vez en la coproducción de la película.