El cortometraje Milk Teeth (Dientes de leche), de Felipe Vargas, nos habla en casi un cuarto de hora de lo peligroso que es hacer negocios con el diablo. Por mucho que el premio fácil nos atraiga, que el éxito inmediato nos deslumbre, que tentemos con los dedos de la mano los buenos placeres de la vida, debemos tener cuidado, mucho cuidado, y tener claro a costa de qué pactamos con el mal. Más o menos, sobre esa moraleja va el corto que se exhibe en la Oficial Fantàstic Competición Cortos de la presente edición del Festival Internacional de Cine de Cataluña. Sitges 2020.
Milk Teeth es una plausible obra, con una factura a lo Guillermo del Toro, que nos invita a entrar en un orfanato, lleno de niños ávidos de ser adoptados por una de las muchas familias que lo visitan. En el afán por poder ofrecer sus mejores galas y llamar la atención, los pequeños que habitan el lugar llegan a un inopinado acuerdo con un ser extraño que mora en lo más profundo de aquel desangelador sitio.
Aquella siniestra criatura recoge los dientes de los pequeños moradores del orfanato a cambio de hacerles de Ratoncito Pérez, y las monedas que de manera abundante les entrega por sus piezas de marfil les encierran en un bucle de difícil salida, a cambio de un bienestar inmediato.
Como decimos, Felipe Vargas, con sumo virtuosismo, gesta una historia original y curiosa (con guion de Nick Lopez), con una fotografía envolvente (de Elias Ginsberg), idónea para el escenario que nos propone, y nos acerca a una historia donde se combinan la infancia, la inocencia, la codicia… y el mal de un ser que está por encima de la nobleza.
Milk Teeth (Dientes de leche) es una producción estadounidense de 2020, de 14 minutos de duración, montada por Rafael Souza, y con Aaron Bradshaw, Lisa Dobbyn o Tyler Sanders como protagonistas y habitantes del orfanato.