“Reloj, no marques las horas/Porque voy a enloquecer/Ella se irá para siempre/Cuando amanezca otra vez…”. ¿Qué ocurriría si para hacer una película cogiéramos un poco de Paco Plazas, otro de Carlos Vermut y otro de Enrique López Lavigne? Los amantes del buen cine saben la respuesta, seguro. Pero por si hubiera por ahí algún despistado recomendamos en Gatrópolis que vean La abuela. Entonces pocas dudas quedarán al respecto.
Y es que La abuela es una película de terror psicológico tejida con una sutileza próxima a la perfección (¿existe ésta?). La abuela nos habla de la vejez, pero de la vejez incómoda. De la que necesita cuidados constantes, de la de desvivirte. De noches en vela, de duchas íntimas y de cenas en silencio. Porque la vejez es algo inevitable, de la que nadie sale indemne, en mejor o peor medida. Es una historia a contrarreloj, un pulso a la vida, en el que se enfrentan la vejez y la juventud.

En un viaje esotérico, Paco Plazas nos habla de la dureza del paso del tiempo, en ambos sentidos. Como hay veces que somos demasiado mayores tanto con 24, como con 85 años. De la mano de Carlos Vermut en el guion y Enrique Lavigne (Apache Films), Plazas crea un filme completo que, lejos de pecar de fantasioso, tiene un realismo apabullante. A este trío mágico le ponen cara Almudena Amor y Vera Váldez (¿se puede decir tanto desde el silencio absoluto?), sobre las que recae la historia y las que se enfrentan a un duelo interpretativo, por momentos teatral.
La abuela es un thriller psicólogo; es terror, con el sello siempre mesurado pero efectivo de Paco Plazas. La película está llena de simbolismos, de detalles tan imperceptibles a veces que sientes la sensación de quedarte anclado en el pasado más inmediato, como les pasan a las manecillas de los relojes que adornan el piso de Pilar, la abuela (Vera Váldez). Y mientras sigue la trama, tú como espectador continúas barruntando qué ha sucedido. Eso sí, meditando a toda velocidad para no perderte lo que ha de venir. Porque el filme, en esa tela de araña que te atrapa lentamente, con su caminar pausado, no da lugar a la tregua, a la relajación. Son 99 minutos de tensión pura y dura.

Matrioskas, crujidos de madera, relojes, muchos relojes, un piso antiguo en una zona cotizada de Madrid, silencios interminables… y un tema musical final que remata genialmente una obra cinematográfica enorme. Hay otros componentes que contribuyen al encanto de este regalo llamado La abuela: la música, compuesta por Fatima Al Qadiri, o la fotografía que lleva la firma de Daniel Fernández Abelló.
En el reparto, las mencionadas Almudena Amor y Vera Valdez, son acompañadas por Karina Kolokolchykova, Chacha Huang o Michael Collis. La producción ha corrido a cargo de Apache Films, Les Films du Worso, Atresmedia Cine y Sony Pictures, con el apoyo de Amazon Prime Video, en un trabajo realizado entre España y Francia (las localizaciones son en Madrid y París).
¿Pero de qué va La abuela? Mejor que la vean los espectadores. No se puede romper el encanto del suspense, de lo misterioso, de lo sorprendente. Sólo podemos decir que Almudena Amor, una joven modelo que cierra un interesante proyecto de trabajo en París, ha de regresar urgentemente a Madrid porque su abuela Pilar, con la que ha vivido desde niña, ha sufrido un problema de salud que la ha dejado prácticamente incapacitada…