Pocos realizadores son capaces de generar tanta expectación cuando anuncian nueva película. Quentin Tarantino es uno de esos privilegiados que por sí mismos garantizan el éxito. Con esto no digo que el director, guionista, productor, editor y hasta actor, natural de Knoxville, Tennessee (27 de marzo de 1963), tenga que gustar a todos los espectadores que paguen una entrada por ver sus películas en una sala de cine o simplemente las vean en la televisión; ni mucho menos. Pero es innegable que nunca deja indiferente a nadie. Y es que, además, él es como es, simplemente único, y su filmografía se ha movido siempre hacia una dirección: la de ser distinta a la de los demás.
Un perfil particular
Cuando se va a ver una película suya no se puede ir con el mismo talante con el que nos disponemos a ver a la de otro director. Con Quentin Tarantino no se trata de valorar si tal o cual filme nos gusta. Lo suyo va más allá de esa cuestión. Sus parámetros son distintos.
Así es su manera de afrontar un nuevo trabajo. Lo dicen los actores y actrices que han trabajado con él, es muy tradicional y personal. Y en Érase una vez en… Hollywood nos reencontramos con el Quentin Tarantino del humor ácido («una de las cosas que intento hacer en mis películas es conseguir que la gente se ría de cosas que no son graciosas», ha dicho), de su pasión por el Cine y por las salas de cine como lugar de culto de aquel, por sus estudiadas bandas sonoras (algo más que un puñado de temas elegidos al azar), de su amor por el Western…
En Érase una vez en… Hollywood, Quentin Tarantino bucea en el interior de su alma ligada al mundo del cine. Nos lleva con un guion escrito por él mismo al año 1969, con EEUU en plena guerra de Vietnam, con el movimiento hippie en auge, con el declive del Western y el nacimiento del entonces mal visto Spaghetti Western, con su homenaje a Sergio Leone (en Malditos Bastardos (Inglourious Basterds) se lo ofreció con su banda sonora al compositor Ennio Morricone), con sus guiños a las series de la época, como Bonanza, El Virginiano, The F.B.I. o Mannix, o a grandes del cine como Steve McQueen y su mítica La gran evasión (The great escape), o a un seductor eterno como Dean Martin. Ello sin dejar a un lado las apariciones estelares de tres grandes como Al Pacino, Kurt Russell o Bruce Dern, impecable la de este.
Momentos memorables
En este sentido cabe incidir en la habilidad de Quentin Tarantino para crear secuencias que se perpetúan en el tiempo por su calidad y peculiaridad. Por ejemplo, en Malditos Bastardos (Inglourious Basterds) todos recordaremos el disparatado encuentro entre soldados nazis y soldados bastardos en el bar de los primeros, jugando al ¿Quién es…? En Pulp Fiction (1994), el baile que se marcan Uma Thurman y John Travolta ha sido revivido muchas veces en diferentes ámbitos. En Django desencadenado (Django Unchained, 2012) es igualmente destacable el tiroteo en la mansión de Calvin J. Candie (Leonardo DiCaprio). En Érase una vez en… Hollywood quedará para los anales la secuencia en la que Cliff Booth (Brad Pitt) irrumpe cual pistolero clásico en el otrora set de rodaje de películas western en busca de George Spahn, interpretado por un genial Bruce Dern, donde los hippies de la secta de Charles Manson montó su comuna.
Podría achacarse que Érase una vez en… Hollywood es algo larga en cuanto a metraje. Algo de por sí habitual en Quentin Tarantino. No obstante, la narrativa del filme y su montaje dan la sensación de tener una menor duración.
Los tiempos cambian
Con el título Érase una vez en… Hollywood (Once Upon a Time in… Hollywood), además de rendir culto al filme de Sergio Leone, Once Upon A Time In America (Érase una vez en América, 1984), Quentin Tarantino nos quiere contar un cuento. El de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y su doble, Cliff Booth (Brad Pitt), quienes son algo más que amigos; son viejos compañeros de viaje y experiencias profesionales que se complementan perfectamente. Mientras Dalton se niega a ocupar un papel secundario en la vida, Booth tiene asumido el suyo desde hace mucho tiempo. Mientras el primero rechaza su caída en el ámbito cinematográfico y los cambios que se van produciendo, el segundo muestra una visión más realista y sosegada de las cosas. Sus vidas, indivisibles aunque con maneras distintas a la hora de afrontarlas, discurren ligadas a las de sus vecinos, nuevos ricos en la meca hollywoodiense: Roman Polanski y su esposa Sharon Tate, tras el relevante éxito del director polaco con La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968). Y en este cuento, el protagonista es el Cine… y el yo interior del mismo Quentin Tarantino, el de sus pasiones, sus ídolos, sus sueños…
Dos actores con química
Geniales Leonardo DiCaprio y Brad Pitt en su primer trabajo juntos y en la segunda ocasión en que ambos ruedan con Quentin Tarantino, tras Django desencadenado (Django Unchained, 2012) y Malditos bastardos (Inglourious Basterds, 2009), respectivamente. Por fin ambos comparten cartel, curiosamente cuando se cumplen 50 años de Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid), el filme de George Roy Hill que gestó una de las parejas de actores más importantes de la historia del cine: Robert Redford y Paul Newman.