Decía Máximo Décimo Meridio, el celebrado gladiador al que dio vida Russell Crowe, que “lo que hacemos en esta vida tiene su eco en la eternidad”. Lo cierto es, que parece que hay gente que nace predestinada para ello. Personas que hacen cosas tan extraordinarias que marcan una época, que son tan transgresoras que abren nuevos caminos en su disciplina, o que crean obras que cambian la vida de aquellos que quedan atrapados por ellas. Esa sensación te asalta tras ver Ennio, el maestro, el gran (y justo) homenaje que le ha realizado el director Giuseppe Tornatore al compositor Ennio Morricone.
Casi tres horas sobre la vida y la obra de uno de los personajes más enormes e influyentes del siglo XX. Un genio de los que nacen una vez cada cien años, que sabía entender y sentir la música de una manera diferente al resto de los mortales. Algo que le ha permitido acceder al Olimpo y a vivir en esa eternidad a la que se hacía alusión al comienzo de la crítica.
Ennio Morricone nació en Roma el 10 de noviembre de 1928, en el seno de una familia humilde. Su padre, trompetista de profesión, fue quien lo inscribió en el conservatorio de música. Éste deseaba que su hijo siguiera sus pasos artísticos, aunque la trompeta no fuera su fuerte. Poco a poco fue creciendo en su formación, llegando a componer y a ejercer de arreglista de algunas de las canciones italianas más famosas de la década de los 50. Esto era sólo el comienzo de una larga y fructífera trayectoria, cuyo fin únicamente pudo ponerlo su muerte, dejándonos huérfanos de su genio.
El compositor romano sabía leer cada escena y entender a cada personaje, de ahí que creara piezas que llegaban al alma, y que ya no te abandonaban. Sergio Leone (compañero de clase en la escuela), Giuseppe Tornatore, Brian De Palma, Oliver Stone, Pier Paolo Pasolini, Sergio Sollima, Carlo Lizzani, Mauro Bolognini, Dario Argento, Quentin Tarantino, Bernardo Bertolucci o Roland Joffé, fueron algunos de los directores que supieron verlo, y no dudaron en contar con él para sus proyectos.
Morricone, al igual que muchos artistas que han roto los cánones establecidos en sus disciplinas, no fue apoyado ni comprendido por la parte más academicista de la música. Incluso se pensaba que su trabajo era inferior por haberse «vendido» al cine. Pero el tiempo pone todo en su sitio, y aquellos que dudaron de su talento y compromiso con la música, terminaron rindiéndose ante su genialidad.
Giuseppe Tornatore, no podía ser otro, firma un homenaje sincero y necesario. En 1987 regaló al mundo una oda al cine y a la vida con Cinema Paradiso. Y en Ennio, el maestro hace lo propio con el legado musical de quien compusiera su banda sonora, una de las más memorables y bellas que se han hecho.
Por suerte, Ennio Morricone pudo disfrutar del reconocimiento en vida. Recibió numerosos premios como el Oscar Honorífico o el Oscar por su composición la banda sonora de Los Odiosos Ocho, de Tarantino; en sus conciertos por todo el mundo fue ovacionado; bandas como Muse o Metallica han utilizado algunas de sus piezas en sus actuaciones; e incluso ha influenciado carreras como la de Bruce Springsteen. Generación tras generación se sigue conociendo y disfrutando de la obra del italiano, y ésta a su vez sigue enamorando a todos, consiguiendo la eternidad.