'Elvis, la soledad del triunfador'

Al final, hablaron las audiencias y el dinero, y Ed se dirigió al centro del escenario y soltó aquel “Señoras y señores… Elvis Presley”. Setenta millones de estadounidenses fueron expuestos aquella noche a aquel terremoto humano que sacudía las caderas…”, así describe Bruce Springsteen en su autobiografía Born to run, el justo momento en el que Elvis Presley llegó a su vida. Lo narra como una revelación, como si de una experiencia mística se tratara. Lo mismo que le ocurría a todo aquel que presenciaba una actuación de El Rey en directo, o lo que se siente siendo espectador de la última obra de Baz Luhrmann

Elvis, la soledad del triunfador

El director australiano es barroco, extravagante, desmedido, teatral, intenso, original, sublime, extraordinario, frenético… Tiene un estilo propio y una manera de entender el cine muy diferente al resto de cineastas. Una esencia que se reconoce y por la que se le aclama. Te gusta o lo detestas. No hay término medio respecto a su trayectoria. Casi una década ha tardado en regresar a la pantalla grande con un nuevo proyecto, tras el estreno de El gran Gatsby (2013). No es para menos, dada la envergadura de esta película y de su protagonista. Elvis Presley merecía ya un retrato a su altura, lejos de las caricaturas y las imitaciones a las que ha sido sometido durante décadas. 

Baz Luhrmann recupera al hombre, a la persona que está detrás de uno de los personajes más enormes de la historia de Estados Unidos, y por ende, de la mundial. El de Memphis fue una persona tocada por los dioses, un elegido para cambiar el ritmo de la música y de la sociedad. Un referente ya en su época, aunque muy incomprendido. Pero fue su capacidad para sobrepasar lo meramente musical, lo que ha hecho que tanto él, como su música y su estilo, hayan trascendido durante décadas, hasta nuestros días. Incluso 45 años después de su muerte sigue influyendo en nuevos artistas.

Elvis, la soledad del triunfador

Lo que ha conseguido transmitir Luhrmann durante algo más de dos horas y media de metraje es apoteósico. A su particular estilo se une la fuerza de El Rey, un binomio perfecto. La primera parte de la película, si se pudiera dividir así, en la que nos narra los comienzos de Elvis Presley, es como una sacudida. El espectador cae rendido al movimiento de caderas de Austin Butler, al que parece haber poseído el mismo Elvis. El californiano nos regala una interpretación increíble, una simbiosis perfecta entre actor y personaje. 

De hecho, la propia hija del cantante, Lisa Marie Presley ha declarado en Instagram que este «canalizó y encarnó maravillosamente el corazón y el alma de mi padre«. Destacando la precisión y el respeto que ha desempeñado.

Este resultado no es casual. Se sometió a un entrenamiento férreo para captar cada uno de los movimientos de Elvis, además de trabajar con prestigiosos profesionales vocales y de oratoria para lograr cantar él mismo las canciones. Porque aunque parezca imposible poder imitar vocalmente a Presley, Butler lo ha conseguido de manera excepcional, siendo complicado diferenciar las voces de ambos. 

Elvis, la soledad del triunfador

Un trabajo que abarca también lo emocional y lo psíquico, ya que como el propio Austin ha declarado, lo que le interesaba del personaje eran “sus complejidades como ser humano”. Conseguir separar el icono que todos conocemos del hombre le ha llevado un proceso de tres años de preparación. Durante este periodo ha estado empapándose de cada libro sobre Elvis que le llegaba, de cada imagen y cada vídeo o película que encontraba. Él lo denomina como “un trabajo de detective”.

El retrato que nos ofrece Baz Luhrmann es el de una persona privada de libertad para hacer de su carrera y de su talento lo que él mismo hubiese querido. Primero por la censura de Estados Unidos, que incluso quiso meterlo en la cárcel por su manera de bailar, ya que consideraba que no era moral ni apropiada, y sus raíces musicales radicadas en el submundo negro. Y luego por su representante y descubridor, el Colonel Tom Parker, una persona destructiva, que se aprovechó del talento de Presley, y que lo exprimió al máximo para su provecho. Un irreconocible y soberbio Tom Hanks se ha puesto en la piel de este despiadado personaje, que solo genera rechazo en cada intervención, ya que hace y deshace a su gusto la carrera del cantante.

La película deja una sensación agridulce al espectador. Sales de la sala con la satisfacción de haber visto cine de verdad. Pero es triste comprobar como alguien con el talento y la proyección que tenía Elvis Presley, llamado a hacer historia, no tuviera la capacidad para poder hacer de su vida lo que él quisiera. Siempre rodeado de la soledad que se vincula con estos artistas. Mientras que otros vivían la vida que le pertenecía a él. 

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