La grandes estrellas de la NBA están más que acostumbradas a recibir premios por sus logros deportivos, lo que no es habitual es que una de estas consiga levantar un Oscar. Muchos se quedaron estupefactos cuando vieron a Kobe Bryant subir al escenario a recoger su estatuilla el pasado 4 de marzo, y es que su pieza Dear basketball se hizo con el premio al mejor cortometraje animado. El determinante posesivo ‘su’ es en este caso relativo, pues el verdadero artista detrás de la obra no es otro que Glen Keane (quien también recibió el galardón), ilustrador, animador y director que ha dado vida a algunos de los personajes más entrañables de Disney, como son Ariel de La Sirenita o Elliot de Pedro y el dragón Elliot, entre otros muchos.
Dear Basketball es un proyecto que nació a raíz de que Kobe Bryant se interesara por convertir en imágenes el poema que él mismo escribió como carta de despedida en el medio de comunicación The Players’ Tribune (cuyos redactores son siempre deportistas en activo o retirados). El ex-escolta de Los Angeles Lakers se retiró de las pistas de baloncesto en 2016, después de haber jugado sus veinte años como profesional en el mismo equipo, pero anunció dicha retirada a comienzos de su última temporada. Al mítico ex-jugador amarillo y púrpura se le acumulan los premios en casa: campeón de la NBA en cinco ocasiones (tres como escudero de Shaquille O’Neal y dos siendo la estrella del conjunto por delante de Pau Gasol), dos veces MVP de las finales, un MVP de la temporada regular, 18 veces All-Star, 11 veces en el mejor quinteto de la NBA, oro olímpico… y ahora un Oscar. El contenido de la carta es narrado por el propio Bryant, quien también es el productor ejecutivo del filme, mientras una animación tradicional de Glen Keane nos muestra al jugador en diferentes fases de su vida; cuando solo era un niño que soñaba con llegar a la élite, el duro trabajo al que sometió a su cuerpo y mente para poder lograrlo, la gloria del éxito y la posterior asimilación de que había llegado el final. La música que acompaña a la animación es obra del gran John Williams, compositor de bandas sonoras tan reconocibles como la de Star Wars, Tiburón o Harry Potter, por citar solo algunos ejemplos.
Glen Keane apuesta por la animación tradicional para ilustrar las palabras del ex-jugador de los Lakers. A modo de storyboard en movimiento, los dibujos a lápiz muestran imágenes en las que el color brilla por su ausencia, tomando partido solo ocasionalmente y con muy poca saturación. Los movimientos son tan realistas que uno tiene la impresión de estar visualizando de nuevo aquellas finales contra Boston Celtics en las que la Black Mamba (como solían apodar a Bryant) entraba a canasta una y otra vez. La conexión emocional entre Kobe Bryant y Glen Keane, según cuentan los propios protagonistas, surgió gracias a que ambos atravesaban situaciones personales similares; Bryant dejaba atrás veinte años de baloncesto profesional y Keane una extensa y prolífica filmografía con Disney. Al parecer, el ilustrador no es seguidor de la NBA, y paradójicamente esta circunstancia contribuyó al buen resultado final de la obra. “Alguien que ha visto o jugado baloncesto durante toda su vida tiende a menospreciar los pequeños movimientos, los detalles” opina el ex-jugador. A pesar de la cantidad de personajes que Glen Keane ha diseñado para Disney, animar a Kobe Bryant ha sido el trabajo más difícil que ha llevado a cabo en su vida, según sus propias declaraciones: “Intentaba dibujar una figura que se moviera en el espacio exactamente igual que Kobe. Pude dibujar a la Bestia (de La Bella y la Bestia) como quise, porque nadie sabía cómo era realmente, sin embargo todo el mundo conoce a Kobe Bryant”.
Lejos de ser una obra maestra, el cortometraje se muestra tan efectista como efectivo. Lo cierto es que emociona, sobre todo a aquellos que han seguido la exitosa carrera del que ha sido el jugador franquicia del equipo californiano durante dos décadas. Pero no es realmente necesario conocer a fondo los méritos del ex-jugador o ser un fiel seguidor de la NBA para disfrutar de la pieza, ya que ésta cuenta con los elementos suficientes para agradar a cualquier público: una historia de superación narrada al más puro estilo Hollywood, una banda sonora cargada de épica y una animación que nos lleva a los cartoons más reconocibles de Disney. El filme, de apenas cinco minutos, se expuso en la ceremonia de la retirada de los dos números que lució en su espalda Kobe Bryant (sus primeros diez años jugó con el nº 8 y el resto con el 24) en el estadio en el que la franquicia juega sus partidos, el Staples Centre, donde fue recibido con una tremenda ovación. No obstante, un Oscar se presenta sin duda como un premio demasiado grande para un cortometraje de bella factura que sin embargo carece de conflicto, pues no es más que la narración de una carta de despedida de un deportista que se retira; no hay punto de giro, no hay un final que sorprenda, no hay cine como tal.
El gran perdedor de la gala en esta categoría resultó ser Dave Mullins con su Lou, el cortometraje de Pixar que acompañaba a Cars 3 en los cines y que partía como favorito. A pesar de lanzar un necesario mensaje anti-bullying y de contar con una animación tan fantástica como todas las del estudio subsidiario de Disney, el guión es redundante y algo pretencioso. Parece que en los últimos años los microrrelatos de Pixar nos dan una de cal y otra de arena, alternando obras sugerentes e inteligentes como Piper, ganadora del Oscar en 2016, con otras en las que parece que olvidan a su público adulto, como la cursi e insoportable Lava. La lista de nominados la completaban Fiesta en el jardín, cortometraje francés con un guión que no está a la altura de su espectacular animación hiperrealista, Cuentos en verso para niños perversos (parte I), interesante interpretación británica de cuentos clásicos infantiles que funciona más como collage que como composición homogénea, y Espacio negativo, una adaptación francesa magistral de un poema de Ronald Koertge que demuestra aquello que dicen de que a veces menos es más, consiguiendo un resultado redondo con una minimalista técnica de stop-motion y un guión en el que nada sobra y nada falta.
Kobe Bryant anunció su retirada a principios de su última temporada en activo. A partir de ese momento, cada vez que el equipo angelino jugaba un partido fuera de casa, la afición local rendía homenaje a la estrella del equipo visitante. Otro jugador de su misma talla como es el ala-pivot Tim Duncan se retiró la misma temporada pero lo anunció al final de ésta, saliendo de las pistas de baloncesto de una forma mucho más discreta. Merecido o no, este Oscar parece ser el enésimo reconocimiento a la brillante carrera de un jugador tan carismático como ególatra. Además, hay que poner en valor la relevancia que la cultura estadounidense otorga al deporte, pues además de Dear Basketball, dos películas ganadoras del premio versan sobre este tema; el documental Ícaro de Bryan Fogel, que aborda la polémica cuestión del dopaje, y Yo, Tonya, una historia que narra la rivalidad entre dos patinadoras, por la cual Allison Janney se ha llevado el premio a la mejor actriz de reparto. Kobe Bryant, quien ya ha anunciado un nuevo espacio televisivo con ESPN que conducirá él mismo, parece haber encontrado un nuevo estímulo tras las cámaras, aunque se antoja complicado que se le de tan bien como jugar a la pelota.