Alfonso Sánchez: “Poder hacer una declaración pública de amor al teatro ha sido muy bonito”
El cineasta nos habla de Sembrando sueños
El debut en el documental de Alfonso Sánchez es un oasis de esperanza y belleza en un mundo como el actual, donde todo es crispación y violencia. Y en el que el mensaje de unión y hermandad que los hermanos Álvarez Quintero pregonaban, queda patente. En Sembrando sueños, que acaba de participar en el Festival de Cine de Sevilla, el realizador sevillano nos deja la puerta abierta para adentrarnos en el maravilloso imaginario de estos utreranos universales. Pero sobre todo, rinde un homenaje a su obra, reivindicándola y dándole el lugar que se merece en nuestra historia. Y como el propio Alfonso Sánchez afirma, por encima de todo, “es una carta de amor al teatro”.
Sembrando sueños es un documental muy necesario para poner de manifiesto a figuras tan importantes de nuestra tierra como los hermanos Álvarez Quintero. Para reivindicar a unos artistas tan denostados tiempo atrás, y para mostrar que en Andalucía somos más de lo que se suele vender al exterior, ¿no?
Creo que España en general es un país muy de etiquetas, de envidia, de revancha… Somos un país muy pasional para todo, tanto para lo bueno como para lo malo. También para mí es el mejor país para vivir. Pienso que aquí, una vez que te ponen una etiqueta, es muy difícil librarte de ella. Y cuando te acercas a una figura como los Álvarez Quintero, y te das cuenta de la dimensión que hay detrás, tiene mucho que ver lo que estás diciendo, con nuestra propia imagen al mundo. Nos han puesto esa etiqueta de ligeritos, de vacíos, de faltos de dimensión, de profundidad, y pienso que es todo lo contrario. Pero creo que tenemos una tranquilidad, y aunque sea inconsciente, tenemos una manera de llevar todo eso detrás que no nos genera ansiedad como para reivindicarnos todo el tiempo. Hay un dicho que dice, “quien dice mucho yo, yo, yo, es porque no tiene nadie que le diga, tú, tú, tú”. Creo que eso, por un lado, es bueno, porque nos hace vivir de otra manera. Pero por otro lado hay otras comunidades autónomas, que lloran mucho, y entonces maman más. Y nosotros mamamos menos (risas). Tenemos jamón, más luz… vivimos de otra forma.
El documental muestra el momento en el que compartes con tus compañeros (Alberto López, Carmen Caravell y Antonia Gómez) la idea de interpretar las obras de los Álvarez Quintero. Pero para que los lectores se sitúen, ¿cómo llegan estos hermanos a vuestras vidas?
Llegan a través de Arturo Pérez-Reverte, que un día se le ocurre que nosotros podríamos hacer algo de ellos porque hay muchos nexos de unión entre su vida, su obra, y la nuestra. Nosotros en ese momento dijimos, “posiblemente Arturo se ha dado un golpe esta mañana contra algo” (risas). No entendíamos muy bien ese reto. Para nosotros los Álvarez Quintero eran, como decimos en el documental, algo antiguo, casposo, retrógrado, anticuado, de poca calidad… Fíjate el nivel de desconocimiento y de ignorancia tan brutal del que hacíamos gala. Pero pensamos que Pérez-Reverte, aparte de amigo, es un tipo con criterio; “vamos a darle una oportunidad a eso que está diciendo”, propusimos. Evidentemente se la dimos y comenzamos a leer la obra de los Álvarez Quintero, y fue como si Mike Tyson nos hubiera dado un crochet de derecha y nos hubiera quitado todas las tonterías de encima. Era una maravilla, una joya. Es curioso porque le pasó a mucha gente. Eso que dice Alfonso Guerra de que Cernuda fue con sus amigos al teatro para reírse de ellos, y de repente dijeron, “¡pero es que esto es muy bueno! ¡Es una locura!”. Y se hizo fan. Eso le ocurre a todo el mundo que descubre a los Álvarez Quintero.
Fotografía de Andrea del Zapatero
Descubrimos también una historia de amor entre dos hermanos. Ellos se querían mucho, trabajaban juntos, vivían juntos… Incluso se llega a decir que parecía que pensaban como uno solo. Esto es muy bonito.
Sí, es algo muy bonito. Y que ellos mueran en medio de una guerra entre hermanos, me parece extraordinariamente simbólico y triste. Representan el amor fraternal. Hay un momento en el que Alonso de Santos dice que hay un cliché de que los hermanos se tienen que querer. Yo he visto muchas broncas entre hermanos y muchas separaciones, sobre todo cuando se meten las herencias de por medio. Está el tópico de que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. A ellos eso no les afectó, y me parece un símbolo de lo que tendría que ser el amor fraternal. Y si lo extendemos al mundo, el amor entre personas, la hermandad entre pueblos. Creo que recuperar ese mensaje de amor, de humanidad, de entendimiento, de comprensión, es muy valioso. Y, sobre todo, que eso lo llevaran ellos hasta sus últimas consecuencias. Como te decía antes, es simbólico, que esa guerra civil se los llevara. Al final, cuando luchas durante toda tu vida por algo, y de repente te das cuenta de que todo por lo que has luchado, la bondad, la paz, el entendimiento, la fraternidad… desaparecen…
Fuera de su obra teatral también tienen un papel muy importante en Sevilla como ciudad…
Sí. Ellos empujan mucho por la Exposición Universal del 29. Esta tiene un contenido simbólico muy grande, porque está en medio de las dos guerras mundiales. Después de una guerra mundial como la primera, que fue algo terrible, hay un intento de hermandad de todos los pueblos en 1929, y ellos lo impulsan. Pero eso no vale para nada porque llega una segunda guerra mundial; también la guerra civil española entre ambas. Creo que cuando peleas tanto por algo en la vida, te tiene que dar una tristeza enorme ver que no ha servido para nada. Pienso que eso lo transmite el documental. Me parece un mensaje importante en un momento en el que hay tantos conflictos. Pones el telediario y se habla con una normalidad y con una ligereza de una tercera guerra mundial, que a mí me da pavor.
Al final es poner en valor nuestra cultura, y es lo que estamos haciendo nosotros. Hacer de lo local algo universal.
Alfonso Sánchez sobre el costumbrismo en su obra
El que a día de hoy la imagen que nos haya llegado de los Álvarez Quintero sea que su obra es algo de poca calidad o casposo, viene en gran parte por el uso que hizo el franquismo de ella, ¿qué piensas al respecto?
Muchas veces se habla del franquismo como una ideología. Mentira. Fue un tipo que cogió lo que le gustó y montó una especie de Frankenstein. Pero claro, se llevó por delante muchas cosas. Y una de ellas fue la obra de dos personas que eran dos humanistas. Cuando de una manera perversa utilizas una obra humanista que lo que hace es curar a la gente y dar amor, es porque de alguna manera quieres que el pueblo no se dé cuenta de cómo le estás privando de libertad, de cómo la estás sometiendo a tu interés personal… Esto provocó una reacción contraria de la gente que estaba en contra del propio régimen. Si algo olía a él, le ponemos la etiqueta, lo tachamos y lo matamos. Somos un país muy de eso. Creo que se ha cometido una injusticia extraordinaria con la obra de estos dos creadores, que son cumbre de la literatura dramática de nuestro país y de Andalucía. Pienso que merecen una revisión de su obra. Si este documental sirve por lo menos para que la gente la relea y la vea con otro punto de vista, ya me parecerá muy útil.
Con respecto a la documentación para este proyecto, ¿cómo ha sido esta tarea?
Ha sido apabullante. No hay ninguna tesis doctoral sobre los Álvarez Quintero, ni ningún documental; ni un solo trabajo de estudio… Creo que por el prejuicio del que hablábamos. Pero también entiendo que quien haya abierto esa puerta haya decidido cerrarla. Pienso que la gente que se haya acercado a esa documentación se ha tenido que sentir apabullada. Esa es la sensación que hemos tenido. Pero teníamos muy clara una serie de puntos, de anclajes para llevar la narración. Evidentemente el documental no cuenta todo sobre la obra de los Álvarez Quintero, es imposible. Estamos hablando de que hicieron de todo. Crean la Sociedad General de Autores, son académicos de la Real Academia de la Lengua, hacen una labor social de mecenazgo con autores de su época, de poner en valor a través de monumentos y homenajes, 228 obras, traducidas a más de 20 idiomas… es brutal. Y ahí Carmen Pombero ha hecho un trabajo muy interesante. También el previo de recuperación de su legado, que ha hecho el Ayuntamiento de Utrera… Hay mucho material, y creo que si a la gente le llama la atención o si hay alguien que quiera poner en valor su obra, hay mucho material para poder acercarse y descubrirla.
Sembrando sueños es el primer documental que diriges, ¿cómo ha sido ese cambio de registro de dirigir ficción a algo tan diferente como esto?
(Risas). Ha sido una aventura. Lo he disfrutado mucho. He estado muy relajado. Me he sentido un privilegiado. Me gusta mucho preguntar, soy muy curioso, soy muy preguntón. Ahora estoy hablando mucho, pero me gusta mucho escuchar. Cuando de repente tengo la oportunidad de sentarme delante de gente como Santiago Segura, que tiene una experiencia vital brutal; o de Alonso de Santos, que tiene una gran experiencia profesional; o de Marta Palenque, de Lola Pons… de gente con tanto nivel, con tanto que contar. Lo más difícil ha sido, cuando tienes tanto material, discriminar con qué te quedas y qué es lo que cuentas. Pero me he sentido muy a gusto. No he sentido la presión que se siente con la ficción; intereses con presupuestos tan altos, que luego tienes que buscarle la rentabilidad, la financiación, el público, la taquilla… Es mucho ruido. Esto ha sido un viaje en todo los sentidos. Para mí es una especie de carta de amor al teatro, que me ha dado tanto, que me ha creado y me ha hecho crecer, y al que le debo tanto. Poder hacer una declaración pública de amor al teatro ha sido muy bonito.
Que ellos mueran en medio de una guerra entre hermanos, me parece extraordinariamente simbólico y triste
Alfonso Sánchez sobre la relación de los Álvarez Quintero
En cuanto al proceso de montaje del documental, es muy original. Se mezclan escenas de los ensayos de vuestras obras, las declaraciones de los entrevistados, citas de coetáneos de los Álvarez Quintero… ¿tenías desde el principio la idea de que fuera así?
Tenía muy clara una estructura concreta. Tenía muy claro que quería tres líneas narrativas en el documental. Había una línea que era la de los ensayos. Ver a una compañía de teatro que se enfrenta a unos autores, a una creación, a unos prejuicios, al vacío que provoca tomar la decisión de hacer un texto u otro. Por otro lado, esta parte me servía para contar los prejuicios de una manera natural, que eran los mismos que me encontré yo cuando me enfrenté a ello. Había una segunda línea narrativa que era lo que me contaran esa personas que íbamos a entrevistar. Pero sí tenía clara una serie de temas por los que quería preguntar; por los propios Álvarez Quintero, por la comedia, por el hecho de ser autores andaluces, el éxito… Y una tercera línea era mi propio viaje como descubridor, como investigador, como aventurero. Me sentía un poco Indiana Jones. Esa sensación la tuve cuando entré por primera vez en el legado de los hermanos porque era como si hubiese abierto la cueva de las maravillas. Había libros, escritos, cartas. Quitabas una capa de polvo, y de repente sacabas un libro de homenaje póstumo. Era brutal. Unir esas tres líneas y crear la narración, la emoción, el viaje de los héroes…; ahí es Carlos Crespo el que ha usado su magia, y le ha dado forma a todo eso. Creo que ha hecho un trabajo excepcional.
¿Crees que existe costumbrismo en tu película El mundo es nuestro y en los cortos que habéis hecho Alberto López y tú?
Sí, sí, totalmente. Partiendo de los propios cortos. ¿Qué hay más costumbrista que una conversación de dos rateros antes de trabajar? Pero el costumbrismo está también en Pulp Fiction. Cuando van ellos dos con el coche, me parece una conversación de lo más costumbrista. Cuando vi la película, y luego estuve en Los Ángeles, me di cuenta que allí todo era así de loco como se mostraba. Y la gente estaba así de zumbada. Es fantástico. Es su costumbrismo. Lo que pasa es que los americanos nos han vendido lo suyo como algo elevado. Pero es puro costumbrismo. Muy loco, muy nuevo, pero costumbrismo al fin y al cabo. Al final es poner en valor nuestra cultura, y es lo que estamos haciendo nosotros. Hacer de lo local algo universal. Porque a través del cine trasladas muchas cosas: valores, la propia idiosincrasia del lugar, la estética, la política… Rosalía está utilizando iconografía muy nuestra, y la está internacionalizando. Ya lo hizo Lola Flores en su momento.
Para finalizar, tengo que preguntarte otra vez por El mundo es nuestro con respecto a la visibilidad que está alcanzado en redes sociales años después de su estreno. Se utilizan algunos vídeos de la película para reflejar situaciones. Incluso hay gente que la ha descubierto por esas piezas, creyendo incluso que eran reales, no ficción, ¿qué opinión te merece todo esto que está pasando?
Cuando uno empieza, quiere tener éxito en la vida en general. Quiere que lo que hace tenga repercusión. Hagas lo que hagas. Tienes unas referencias y una imagen del éxito. Pero nunca, cuando consigues el éxito, es como te lo esperas. Es muy raro. Y hay incluso un poco de rechazo. Pero es tuyo. Y cuando llega el éxito con los cortos, con internet, con el Culebra, con el Cabeza, con los Compadres… Cuando llega El mundo es nuestro, lo hablamos Alberto y yo muchas veces, nuestra historia no es de éxito, es una historia de fracaso. Vamos encadenando fracasos, y tenemos una respuesta en la que siempre nos sobreponemos, y generamos otra cosa, que de repente funciona… Creo que hay un componente de esas obras de las que estamos hablando, y es la honestidad, mucho riesgo, mucho salto al vacío. Esa honestidad creo que el público la recibe, la valora, y es lo que hace que esté viva. Es lo que pasa con la obra de los Álvares Quintero. Es lo que convierte las cosas en clásicos. Hay una verdad. Y esa verdad la tiene. ¿Qué pasa? Que va pasando de generación en generación. Hoy por hoy voy por la calle y me encuentro chavales de 13-14 años que me reconocen, y de repente dicen, “¡Tío, quiero una foto! ¡Tú eres el Cabeza!” (risas). El otro día, mi hijo estaba jugando al fútbol, y en el equipo contrario había un chico que jugaba fenomenal. Me acerqué y le dije “¡No veas el golazo que has metido! Eres un crack”. Y el chaval se quedó… “¡Tú eres el Cabeza!” (risas). Y tenía diez años. Es brutal. Es algo maravilloso. No te lo esperas. Es algo por lo que darle gracias a la vida. Pero también te genera una responsabilidad. Y por otra parte, es un motor para seguir. Tengo muchas ganas de hacerlo. Y tengo muchas ganas de volver a traer al Culebra y al Cabeza a la vida. Saber qué pasó con ellos. Tengo la peli pensada. Te digo una cosa, como consigamos que toda la gente que ha flipado con El mundo es nuestro, vaya al cine, Ocho apellidos vascos se va a quedar en nada (risas). Y si eso es así, espero estar a la altura. Ahora, tengo que hacerla pronto, porque sino voy a tener que poner al Culebra y al Cabeza en un geriátrico (risas).